ALQUIMIA

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nubarus
view post Posted on 26/5/2008, 01:40




ALQIMIA.
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La alquimia (del árabe الكيمياء al-khimia) es una antigua práctica protocientífica y disciplina filosófica que tenía por objeto ensalzar la naturaleza inmunda librándola de sus impurezas por el arte del fuego. Combina elementos de lo que hoy son la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio Romano, en el Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, las teorías que disentían de la alquimia fueron conformando el cuerpo de lo que hoy conocemos como química. La alquimia nunca evolucionó hacia la química, como generalmente se cree, la alquimia permaneció siendo tal cual era, un arte hermético.

Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias química y metalúrgica.

La alquimia en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en novelas, películas y espectáculos resumido al proceso usado para transformar plomo (y otros metales) en oro. Otra de las metas de la alquimia es la búsqueda de la piedra filosofal, con la que lograr la habilidad para transmutar las substancias impuras en su forma más perfecta, oro en la naturaleza metálica y la vida eterna en la naturaleza animal.

ARCHIDUQUE NUBARUS.
 
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leviathan1
view post Posted on 26/5/2008, 01:42




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La percepción actual y de los últimos siglos sobre los alquimistas, es que eran charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.

Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos clásicos a los que llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: (tierra, aire, fuego y agua) y con ellos preparaban un quinto elemento que contenía la potencia de los 4 en su máxima exaltación y equilibrio.

La mayoría eran investigadores cultos, inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del fuego y de las substancias elementales del que tras profundos meditaciones se pasa a la práctica, comenzando por construir un horno alquímico a menudo las carencias debían suplirse con la experimentación, las tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte.

Para los alquimistas toda susbstancia se componía de 3 partes mercurio, azufre y sal siendo estos los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas 3 partes eran llamadas principios. Por manipulación de las susbstancias y a través de diferentes operaciones, separaban cada una de las 3 partes que luego debían ser purificadas individualmente cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las 3 partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo y que debían vigilarse los aspectos planetarios las 3 partes debían unirse para formar otra vez la substancia inicial. Una vez hecho todo esto la substancia adquiría ciertos poderes.

Los aprendices de alquimistas, a lo largo de la historia de la disciplina, se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos alquímicos, que a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura hermética. Esto motivaba que muchos después de años de intensos esfuerzos acabaran arruinados y maldeciendo la alquimia. Los aprendices por lo general debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el régimen del fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo.

Los alquimistas para diferenciar las substancias vulgares de aquellas fabricadas por el arte alquímico que siendo designadas por el mismo nombre de acuerdo a alguna de sus propiedades, procedían a usar el apelativo de 'filosófico' ó 'nuestro'. Así se hablaba de 'nuestra agua' para diferenciarla del agua corriente, pero a lo largo de los textos alquímicos se asume que el aprendiz ya sabe diferenciar una de otra y en ocasiones explícitamente no se usa, ya que de acuerdo al arte hermético 'no se deben dar perlas a los cerdos', razón por la que muchos fracasaban en seguir al pie de las letras las diferentes 'recetas'. La "iluminación' sólo se alcanzaba tras arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una vez el aprendiz lograba controlar el fuego, el tiempo de los procesos y los procesos mismos en el reino vegetal estaba listo para acceder a los arcanos mayores, esto es, los mismos trabajos en el reino animal y mineral. Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza.

Las trabajos de los alquimistas se basaban en las naturalezas, a cada reino le correspondía una meta. Al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas operaciones donde lo que cambiaba eran la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo y que lo que ofrecía era multiplicación de si mismo por inmersión de otras substancias semejantes en fusión/disolución (según su naturaleza) con estas. De modo que se conseguían tanto la generación como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos para esta ciencia, sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal.

Leviathan.
 
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satanas1
view post Posted on 26/5/2008, 01:43




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Los alquimistas sostenían que la piedra filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de alquimia de quien la usaba tanto como fuera posible. Muchos aprendices y falsos alquimistas tenidos por auténticos alquimistas gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica que se desprendía de su literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las industrias artesanales de la época: la obtención de pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etcétera. La preparación del aqua vitae, el ‘agua de vida’, era un «experimento» bastante popular entre los alquimistas europeos.

Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. La falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un obstuso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corrompible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significado, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.

SATANAS.
 
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belzebuth666
view post Posted on 26/5/2008, 01:46




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La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal. En el hermetismo está relacionada tanto con la astrología como con la teurgia.

De la alquimia occidental surge la ciencia moderna. Los alquimistas usaron muchas de las mismas herramientas que se usan hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y podían o no, estar en buen estado, especialmente durante la Alta Edad Media. Muchos intentos de transmutación fallaban cuando los aprendices de alquimia elaboraban sin conocer compuestos inestables, lo que se veía empeorado por las malas condiciones de seguridad.

Hasta el siglo XVII la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó considerablemente más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por lo que es famoso. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne, Ramón Llul y Parmigianino. El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia desencantados de su nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la alquimia en lo tanto unos como otros lograron progresos en varios campos de la naturaleza en el siglo XVIII con el , que proporcionó un marco más preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina libres del hermetismo propio de la alquimia (pués la alquimia nunca se prodigó como ciencia de muchedumbre), y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento basado en el materialismo racional. A partir de entonces todo personaje que entroncaba con la alquimia ó que oscurecía sus textos fue despreciado por la naciente corriente científica moderna.

Tal es el caso de por ejemplo, del barón Carl Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad del siglo XIX, que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX cuando los físicos lograron convertir átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría de 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.

La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería y la evolución de la ciencia y la filosofía.

BELZEBUTH.
 
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nubarus
view post Posted on 26/5/2008, 01:47




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La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano, escrito sobre el 300 dC en griego, arremete contra «los antiguos escritos de los egipcios, que tratan sobre la khēmia [‘transmutación’] del oro y la plata». La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.

Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significa en realidad, originariamente, ‘la [ciencia] egipcia’, tomando prestada del copto la palabra kēme,Kemi, ‘Egipto’, asi alquimia era el 'arte de Kemi' (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de magia 'negra egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.

En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.

A veces se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’, y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).

ARCHIDUQUE NUBARUS.
 
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astaroth1
view post Posted on 26/5/2008, 01:51




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La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».

Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.

El origen de la alquimia occidental puede situarse en el Antiguo Egipto. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto y, por tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.

La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma (referencia: artefacto 5437). Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio adC.

Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del antiguo Egipto habían inventado el mortero de cal ya en el 4000 adC y el vidrio en el 1500 adC. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas:

CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2

El Antiguo Egipto produjo además cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado en el 3000 adC.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado Hermes-Thot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

El primer punto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Ésta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos, aunque cuando uno logra el dominio sobre el mundo interior, comienza a ser capaz de controlar el mundo externor de formas poco convencionales (Burckhardt, p. 34-42).

Se ha especulado con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re)descubrimiento por Sendivogius en el siglo XVII.

En el siglo IV adC, los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias.

ASTAROTH.
 
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satanas1
view post Posted on 26/5/2008, 01:55




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Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.

La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica). De hecho, al principio de la dinastía Song, los seguidores de esta idea taoísta (principalmente la elite y la clase alta) ingerían cinabrio, que, aunque tolerable en bajas dosis, llevó a muchos a la muerte. Creyendo que estas muertes llevaría a la libertad y el acceso a los cielos taoístas, las consiguientes muertes animaron a la gente a evitar esta forma de alquimia en favor de fuentes externas (el antes mencionado Tai Chi Chuan, el dominio del Ki o Chi, etcétera).

Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el mokṣa: la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.

Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600 adC), quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.

Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika y el Ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.

El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.

En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyur Veda).

SATANAS.
 
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astaroth1
view post Posted on 26/5/2008, 01:56




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La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio Romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Muchas sectas gnósticas sostenían incluso que la deidad bíblica sería mala y debía ser vista como una emanación caída del Elevado Dios a quien buscaban adorar y unirse. Sin embargo, el aspecto del dios abrahámico como ser malvado no jugó en realidad papel alguno en la alquimia, pero el aspecto del ascenso al Elevado Dios probablemente tuvo mucha influencia. Las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios también fueron absorbidas (sus principales creencias ven el aspecto físico del mundo como imperfecto y creen en Dios como una mente cósmica trascendente).

Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitchcock, p. 66) Alquimistas posteriores desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

ASTAROTH.
 
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nubarus
view post Posted on 26/5/2008, 01:58




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Los romanos adoptaron la alquimia y la metafísica griegas, al igual que adoptaron gran parte de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio Romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los egipcios creando el culto del hermetismo (Lindsay).

Sin embargo, del desarrollo del cristianismo en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustín de Hipona (354-430), un filósofo cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio Romano. En esencia, Agustín sentía que la razón y la fe podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era nociva: «Hay también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de ésta, y esta vacía curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia.» (Agustín, p. 245)

Las ideas agustinianas eran decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente. Aun así, el pensamiento agustiniano tuvo fuerte arraigo en la sociedad medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.

Buena parte del saber alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio Romano, el arte era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De ahí el uso de «hermético» para indicar ‘reservado’.) (Lindsay, p. 155) Es posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría y que subsecuentemente se perdiese o quemase en los turbulentos periodos siguientes.

ARCHIDUQUE NUBARUS.
 
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belzebuth666
view post Posted on 26/5/2008, 02:00




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Tras la caída del Imperio Romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó al mundo islámico. Se sabe mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada mejor: de hecho, la mayoría de los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo han hecho como traducciones islámicas (Burckhardt p. 46).

El mundo islámico fue un crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico, que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó siendo asimilado. Alquimistas islámicos como al-Razi (en latín Rasis) y Jabir ibn Hayyan (en latín Geber) aportaron descubrimientos químicos clave propios, tales como la técnica de la destilación (las palabras alambique y alcohol son de origen árabe), los ácidos muriático (clorhídrico), sulfúrico y nítrico, la sosa, la potasa y más. (De los nombres árabes para estas dos últimas sustancias, al-natrun y al-qalīy, latinizados como Natrium y Kalium, proceden los símbolos modernos del sodio y el potasio.) El descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico, podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de alquimistas durante el siguiente milenio.

Los filósofos islámicos también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. El autor más influyente en este aspecto posiblemente fuera Jabir Ibn Hayyan (en árabe جابر إبن حيان, en latín Geberus, normalmente escrito en castellano como Geber). El objetivo primordial de Jabir era la takwin, la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en términos de las cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad (Burkhardt, p. 29). De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente (Burckhardt, p. 29). Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones, mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.

BELZEBUTH.
 
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astaroth1
view post Posted on 26/5/2008, 02:03




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Debido a sus fuertes conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante fácilmente aceptada por la filosofía cristiana y los alquimistas medievales europeos absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003), quien más tarde se convertiría en el Papa Silvestre II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más tarde, hombres como Abelardo de Bath, quien vivió en el siglo XII, trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo XIII los movimientos fueron principalmente asimilativos (Hollister p. 124, 294).

En este periodo aparecieron algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores cristianos. San Anselmo (1033–1109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder al racionalismo, como Agustín y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y el racionalismo eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas (Hollister, p. 287-8).

Robert Grosseteste (1170–1253) fue un pionero de la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones científicas. También trabajó mucho para tender en puente entre el pensamiento platónico y el aristotélico (Hollister, p. 294-5).

Alberto Magno (1193–1280) y Tomás de Aquino (1225–1274) fueron dos dominicos que estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias entre la filosofía y el cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó intensamente en desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como para afirmar que los universales podrían ser descubiertos sólo mediante el razonamiento lógico y, como la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible con la teología (Hollister p. 290-4, 255). Esto contradecía la comúnmente aceptada creencia platónica en que los universales se encontraban sólo mediante iluminación divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen de la teoría alquímica y ellos mismos podrían ser considerados alquimistas, excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a la experimentación.

El primer alquimista auténtico en la Europa medieval fue Roger Bacon. Su obra supuso tanto para la alquimia como la de Robert Boyle para la química y la de Galileo Galilei para la astronomía y la física. Bacon (1214–1294) era un franciscano de Oxford que estudió la óptica y los lenguajes además de la alquimia. Los ideales franciscanos de conquistar el mundo en lugar de rechazarlo le llevaron a su convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento: «De las tres formas en las que los hombres piensan que adquieren conocimiento de las cosas: autoridad, razonamiento y experiencia, sólo la última es efectiva y capaz de llevar de paz al intelecto.» (Bacon p. 367) «La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. Revela verdades que el razonamiento de los principios generales nunca habrían descubierto.» (Hollister p. 294-5) A Roger Bacon también se le ha atribuido el inicio de la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida: «Esa medicina que eliminará todas las impurezas y corrupciones de los metales menores también, en opinión de los sabios, quitará tanto de la corruptibilidad del cuerpo que la vida humana podrá ser prolongada durante muchos siglos.» La idea de la inmortalidad fue reemplazada por la noción de la longevidad: después de todo, el tiempo que el hombre pasa en la Tierra era simplemente para esperar y prepararse para la inmortalidad en el mundo de Dios. La inmortalidad en la Tierra no encajaba con la teología cristiana (Edwards p. 37-8).

Bacon no fue el único alquimista de esta época pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por incontables alquimistas entre los siglos XV y XIX. Otros alquimistas de su misma época compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender sobre el racionalismo (Edwards p. 24-7).

Así que hacia finales del siglo XIII, la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en la teorías de Hermes sobre el macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por ejemplo, si uno aprendiese el secreto de purificar oro, podría usar la misma técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro cualidades anteriormente descritas y tenían una fuerte tradición de esconder sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y hacían observaciones y teorías sobre cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía giraba en torno a su creencia en que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán. Purificando las dos parte del alma del hombre, éste podría reunirse con Dios (Burckhardt p. 149).

En el siglo XIV, estos puntos de vista sufrieron un cambio importante. Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado sólo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos XIV y XV (Hollister p. 335). El papa Juan XXII publicó en el año 1317 un edicto contra la alquimia (Spondet quas non exhibent), que efectivamente retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica del arte (Edwards, p.49). No obstante, se cree que este mismo papa estuvo interesado en el estudio alquímico y que también escribió un tratado titulado Ars transmutatoria en el que narraba cómo fabricó 200 barras de oro de un quintal. Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.

La alquimia se mantuvo viva gracias a hombres como Nicolas Flamel, digno de mención sólo porque fue uno de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo a la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religioso como muchos de sus predecesores y todo su interés por el arte giraba en torno a la búsqueda de la piedra filosofal, que se dice que halló. Sus obras dedican gran cantidad de espacio a describir procesos y reacciones, pero nunca llegan realmente a dar la fórmula para conseguir las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo relacionado a la piedra filosofal (Burckhardt p. 170-181).

Durante la baja Edad Media (1300–1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud, que ahora se creía que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo, muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el mercurio desempeñaba un papel crucial). Estos hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos y fueron con frecuencia perseguidos por sus prácticas (Edwards p. 50-75; Norton p. lxiii-lxvii).

Uno de estos hombres que surgió a principios del siglo XVI se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este alquimista creía ser un mago y poder invocar espíritus. Su influencia fue insignificante pero, como Flamel, elaboró escritos a los que se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista. Mantuvo vivas las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo la ciencia experimental, la numerología, etcétera, pero añadió la teoría mágica, lo que reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto, Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, si bien sus opiniones entraron con frecuencia en conflicto con la Iglesia (Edwards p. 56-9; Wilson p. 23-9).

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satanas1
view post Posted on 26/5/2008, 02:05




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La alquimia europea continuó por esta misma senda hasta los albores del Renacimiento. Esta época vio también un florecimiento de los estafadores que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación de metales comunes en oro o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que (con una «pequeña» inversión inicial) llevaría con toda seguridad a ello.

El nombre más importante de este periodo es Paracelso (1493–1541), quien dio a la alquimia una nueva forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas pero mantuvo mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un mago y desdeñaba a quienes lo hacían (Williams p.239-45).

Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina. Escribió que «Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar sólo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.» (Edwards, p.47) Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la naturaleza (el macrocosmo). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos y que para ciertas enfermedades de éstos había remedios químicos que podían curarlas (Debus y Multhauf, p. 6-12). Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.

En Inglaterra la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con John Dee (1527–1608), más conocido por sus facetas de astrólogo, criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad en la obra de Roger Bacon y estuvo lo suficientemente interesado en la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica, 1564), influenciado por la cábala. El socio de Dee, Edward Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través de una bola de cristal y poseer un polvo que transformaría el mercurio en oro—, puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.

Un alquimista menos conocido de esta época es Miguel Sendivogius (1566–1636), filósofo, médico y pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en el laboratorio sobre 1600, 170 años antes que Scheele y Priestley, calentando salitre. Pensaba que el gas resultante era «el elixir de la vida». Poco después de descubrir este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius Drebbel, quien en 1621 le daría aplicación práctica en un submarino.

Tycho Brahe (1546–1601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas, era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para este fin en Uraniborg, su observatorio e instituto de investigación.

SATANAS.
 
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astaroth1
view post Posted on 26/5/2008, 02:07




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La desaparición de la alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis en la rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua». Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo XVII, la alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que alcanzase su apogeo en el siglo XVIII. Tan tarde como en 1781 James Price afirmó haber producido un polvo que podía transmutar el mercurio en plata u oro.

Robert Boyle (1627–1691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba todos los datos relevantes: en un experimento típico anotaba el lugar en el que se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna y la lectura barométrica, por si luego resultasen ser relevantes (Pilkington p. 11). Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los siglos XVIII y XIX, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier y John Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico, cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia, revelando la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la piedra filosofal.

Mientras tanto, la alquimia paracélsica llevó al desarrollo de la medicina moderna. Los experimentalistas descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur, siglo XIX) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales (Lind, Eijkman, Funk et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas, interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba sus esperanzas en elixires milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.

De esta forma, a medida que la ciencia siguió descubriendo y racionalizando continuamente los mecanismos del universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente relacionada con el mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas tales como la astrología y la cábala: excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas, relegada al ostracismo por los científicos y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería y la superstición. Sin embargo, los rosacruces y francmasones siempre han estado interesados en la alquimia y su simbolismo. Una gran colección de libros sobre alquimia se guarda en la Bibliotheca Philosophica Hermetica de Ámsterdam.

Estos avances podrían ser interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo contra el movimiento romántico del siglo anterior.

ASTAROTH.
 
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sargatanas
view post Posted on 25/1/2009, 20:26




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Los Siete Pasos de la Alquimia

En la época del rey Arturo no había otra búsqueda que despertase más pasión que la búsqueda del Santo Grial. Cada uno de los caballeros de Arturo soñaba con obtener ese esquivo trofeo que traería al rey la protección y la bendición de Dios. Era común encontrarse con caballeros que hacían penitencia para recibir una visión del grial, y los artistas competían entre sí para pintar una imagen de la Ultima Cena más espléndida que la anterior.
“Es casi imposible convencer a los mortales de que las aventuras no se emprenden en busca de cosas externas, por sagradas que sean”, le había dicho Merlín a Arturo una vez. El rey recordaba esas palabras siempre que la fiebre del Grial alcanzaba su punto máximo, lo cual solía suceder durante los largos y oscuros meses de invierno, cuando los caballeros caían presa del aburrimiento y el desasosiego. Los más jóvenes, en particular, vivían impacientes por viajar a Tierra Santa o al castillo de Monsalvat o a cualquier otro lugar, mítico o real, donde pudiese estar guardado el Grial.
El rey se mantenía alejado de todo ese fervor. “Si desean ir…” decía arrastrando la voz.
“¿Qué? ¿No crees en el Grial?” Preguntó Sir Kay impetuosamente. Considerado hermano del rey desde antes de que Arturo retirara la espada de la piedra, Kay se tomaba libertades que nadie más se atrevía a tomar.
“¿Creer? Imagino que tendría que decir que sí”, replicó quedamente Arturo, “pero no de la manera como tú piensas, no de la misma forma como tu crees”.
Esa respuesta era demasiado sutil para Kay, quien se mordió los labios para no hacer una pregunta más insolente.
“¿Es real el Grial, mi señor?” Dijo Galahad en un tono mucho más suave.
“Preguntas como si creyeras que lo he visto”, dijo Arturo.
“Yo no sé si creerlo”, tartamudeó Galahad, “pero circulan rumores”.
“¿Que clase de rumores?”
“Sobre Merlín. Se dice que él mismo trajo el Cáliz desde Tierra Santa, donde había permanecido oculto durante muchos siglos”.
Arturo reflexionó sobre eso unos segundos y dijo: “Al igual que todos los rumores, hay una pizca de verdad en éste”. Hubo un movimiento entre todos los presentes, porque era la primera vez que el rey admitía conexión alguna con el codiciado tesoro. Pero después Arturo guardó silencio.
Una noche al comienzo de la primavera, cuando el hielo despejaba los campos y los junquillos brotaban entre las rosas marchitas de Navidad, se veía una hoguera a gran distancia de los muros del castillo. Al rededor de ella estaban Sir Percival y Sir Galahad, quienes habían prometido partir juntos a un retiro santo. Era demasiado pronto para internarse en la espesura del bosque, donde las últimas nieves del
invierno todavía formaban montones sucios bajo la alfombra de los árboles, de tal manera que los caballeros oraban y ayunaban al abrigo de una pequeña tienda que se alcanzaba a ver desde la recámara del rey.
“Una vez pensé que mi sueño de conseguir el Grial era un capricho ocioso”, comenzó Percival. “Todo caballero desea ser el primero entre campeones, pero durante años le di la espalda a mi deseo por considerarlo juguete de mi orgullo. Pero te digo, Galahad, que mi alma arde por esa cosa”.
“El rey dice que no es una cosa”, le recordó el joven.
“También dice que Merlín lo trajo a Inglaterra. Tú mismo lo escuchaste, ¿no es así?” La voz de Percival insinuaba un desafío y Galahad se limitó a asentir con la cabeza. “Algunas veces, la penitencia y la oración encienden más fuegos de los que se apagan”, pensó. Galahad debía admitir ciertamente que compartía el deseo ardiente de Percival.
“Si hay alguien destinado a capturar el Grial, seguramente es uno de nosotros”, dijo tirando al fuego unas ramas secas de avellano y observando cómo se avivaba. “Somos el único grupo de caballeros que vive verdaderamente para proteger la paz y no para asolar el país y sembrar el terror. No sé si mi corazón es lo suficientemente puro para alcanzar el Grial—no soy tan vanidoso o estúpido como para creer que ha de caer en mis manos—pero mi corazón continuará dolorido mientras no lo intente”.
En ese momento escucharon el ruido de pasos que avanzaban sobre la delgada capa de hielo que todavía cubría el suelo de los alrededores. Se pusieron alerta, esperando que el extraño se identificara, cuando una voz ligeramente burlona dijo: “No teman y les ruego que me permitan pasar. Necesito el calor del fuego, si fueran tan amables de compartirlo”.
Percival miró a Galahad y luego le habló a la oscuridad: “Vete y enciende tu propio fuego. Somos dos caballeros en retiro y no debemos entrar en contacto con las impurezas del mundo durante un tiempo”. La respuesta fue una risa burlona.
“¿Que encienda mi propio fuego, dices? Entonces eso es lo que haré”. No acababa de pronunciar esas palabras cuando Percival se paró de un salto al sentir que el suelo se encendía en llamas bajo sus pies. Galahad miró asombrado a su alrededor y se vio encerrado en un círculo de fuego que había brotado del corazón helado de la tierra. Antes de que pudiera proferir palabra, una figura alta, esbelta como un pino añoso, atravesó las llamas y se paró sobre ellas.
“Merlín”, dijo Galahad, tratando de contener sus emociones. “¿Qué te trae por aquí después de tan larga ausencia?”.
“No tu insolente amigo”, replicó Merlín, mirando de reojo a Percival, quien hacía grandes esfuerzos por mantener el mínimo grado de dignidad que puede mostrar un hombre a quien se le quema la espalda. “Siéntense, siéntense”, dijo el mago. Percival sintió que el embarazoso dolor desaparecía y se sentó al lado de Galahad, al frente de Merlín. Ninguno de los dos lo había visto jamás, pero la descripción de Arturo había sido perfectamente fiel, hasta en lo que tocaba a las viejas y raídas zapatillas de cuero negro.
“No se queden mirándome”, dijo Merlín. “Estoy pensando”.
“¿En qué?” Preguntó Percival.
“Y no me interrumpan”, fue todo lo que respondió el mago. Al cabo de unos momentos se suavizó su expresión un tanto gélida. “Sí, creo que dices la verdad. Ahora el único problema es saber qué hacer con ella”.
“¿La verdad sobre el Grial?” Preguntó Galahad. “Claro que deseamos emprender esa búsqueda”. Merlín lo miró con aprobación. “Me reconociste sin necesidad de tontas presentaciones y ahora estás cerca de leerme la mente. Muy prometedor”, dijo. Por su natural modestia, Galahad agachó los ojos esperando que Percival no le envidiara ese halago inesperado.
“Su rey habló acertadamente”, dijo Merlín. “El Grial no es un objeto tras el cual puedan cabalgar como en la cacería del zorro. No está hecho de oro o gemas y, por lo tanto, de nada serviría acapararlo en secreto. Y poseerlo no confiere la bendición de Dios, como tampoco no poseerlo”.
Percival, que se sentía cada vez más impaciente, finalmente interrumpió: “¿Cómo puedes decir eso? El Grial debe conferir la bendición de Dios”.
Merlín lo calló con una mirada severa. “Mi querido zoquete, si todo este mundo es creación de Dios, ¿cómo podría una parte de él, por distante, pequeña o insignificante que fuera, ser menos bendita que otra?”.
“Pero el Grial existe, ¿no es así?” Preguntó Galahad. “El rey nos dijo que tú lo proteges”.
Merlín asintió. “Protejo lo que no necesita protección, fomento la búsqueda que no conduce a ninguna parte y, al final, estaré ahí cuando ustedes encuentren el Grial, aunque no nos verán ni a él ni a mí”. Merlín se veía bastante alegre con su adivinanza y calmadamente sopló una bocanada de humo como si el tabaco ya se hubiera descubierto.
Percival se puso de pie súbitamente. “Bueno, si soy el zoquete aquí, permítanme dejarlos”.
La actitud de Merlín se suavizó un poco. “Eres lo que eres, lo cual parece ser suficientemente bueno a los ojos de Dios y suficientemente extraño en este mundo sin esperanza”, murmuró. “Toma tu lugar, por favor”. Todavía algo disgustado Percival aceptó la cortés invitación.
“No he venido a esta hoguera por casualidad. Estoy aquí para guiarlos hasta el Grial”, declaró Merlín. “Hay una regla imposible de desobedecer; cuando el alumno está listo, el maestro aparece. Yo puedo enseñarles lo que desean saber. Mis observaciones iniciales no fueron groseras ni místicas. Sólo deseo que despejen sus mentes y se liberen de los sueños equivocados que puedan tener acerca del objeto de su búsqueda”.
Con un movimiento de la mano, Merlín redujo el círculo de fuego a un resplandor mortecino, de tal manera que era casi imposible distinguir sus rasgos a la luz del rescoldo. Los dos caballeros lo veían como una sombra larga con una corona de cabello blanco iluminado por la Luna.
“La búsqueda cuyo trofeo es el Grial no es una aventura de aquéllas que los caballeros ignorantes anhelan emprender. Es una travesía interior, una aventura de transformación. ¿Los dos han oído hablar de eso que llaman alquimia?” Recortados como sombras contra una oscuridad todavía mayor, Percival y Galahad asintieron. “La alquimia es el arte de la transformación”, continuó Merlín, “y sólo cuando se han completado sus siete pasos es posible obtener el Grial”.
“¿Siete pasos?” Preguntó Percival. “Entonces, después de todo el Grial sí es de oro, porque sé que los alquimistas…”
“Tonterías y basura. Sabes muy poco o nada sobre ese arte y, no obstante, lo has practicado desde el día en que naciste”, replicó Merlín. “Cada bebé nace alquimista y después pierde su arte, sólo para recuperarlo posteriormente”. Percival finalmente se dio cuenta de que el mago continuaría con las adivinanzas si él insistía en dudar de su palabra; por lo tanto, optó sabiamente por sentarse y escuchar.
“El más grande desperdicio en la existencia”, continuó Merlín, “es el desperdicio del espíritu. Cada uno de ustedes los mortales vino al mundo para buscar el Grial. Ninguno nace con más privilegios que los demás; el mago sabe que todos han sido creados para llegar a la libertad y a la realización”.
“¿Acaso no soy libre ya?” Preguntó Percival.
“En el sentido más elemental, sí, puesto que no eres prisionero; pero me refiero a una libertad más profunda: la capacidad para hacer cualquier cosa que desees cuando lo desees”, replicó Merlín. “Y hay niveles todavía más profundos. Debes admitir que eres cautivo de tu pasado—tus recuerdos crean el condicionamiento que literalmente maneja tu vida. Si estuvieras libre del pasado, podrías entrar en un ámbito de posibilidades infinitas, y romper la barrera de lo conocido en cada momento. El Grial es solamente la promesa visible de que esa perfección existe. ¿Me comprendes?”.
Ahora que había entrado en materia, el mago no esperó la señal de asentimiento. “He dicho que en el camino hacia la libertad y la realización hay siete pasos de alquimia. El primero comienza con el nacimiento, otros pocos se cumplen durante la infancia, y los demás quedan en las manos de cada uno. Dentro del plan divino, ustedes siempre están protegidos, pero a medida que crecen su voluntad y deseo propio aumentan. Cuando nacieron eran lo suficientemente puros para tomar el Grial, pero demasiado ignorantes para conocer su existencia. Como adultos conocen la meta, pero ya han cerrado el camino para llegar a ella. La concesión del libre albedrío fue lo que los llevó a perder el Grial, pero al mismo tiempo constituye el medio para recuperarlo al final”.
Temiendo las constantes objeciones de Percival, Galahad se apresuró a intervenir: “¿Querrías enseñamos los siete pasos?”. Merlín permitió que una sonrisa leve de reconocimiento se dibujara en sus labios antes de acceder a la petición.


PRIMER PASO
LA INOCENCIA


“Ustedes nacieron en estado de inocencia. De todos los ingredientes empleados por los alquimistas, éste es el más importante. Un recién nacido no cuestiona su existencia; vive en la aceptación de sí mismo, en la confianza y el amor. No escucha todavía la voz insistente de la duda”.
“Al mirar los ojos de un bebé, vemos en ellos muy poca individualidad. La pregunta de ¿Quién soy?, carece de significado para el infante. Lo que brilla a través de sus ojos es la consciencia misma, la fuente de toda sabiduría. El bebé llega al mundo a partir de la fuente misma de la vida y se desprende de ella gradualmente. Durante un tiempo, permanece inmerso en la eternidad. No tiene noción del pasado o del futuro, sólo de un presente en desarrollo. Eso es lo que significa vivir en la eternidad, ¿porque qué es lo eterno sino el momento presente que se renueva a sí mismo constantemente? El bebé ya disfruta de la promesa misma del Grial—la vida eterna—porque vivir fuera del tiempo es el secreto de la inmortalidad”.
“Si eso es cierto”, dijo gravemente Galahad, “entonces, ¿porqué no somos todos inmortales desde el nacimiento?”.
“A causa de las semillas y las tendencias”, replicó Merlín. “Todos los bebés tienden a pasar del mundo eterno al mundo de las horas, los días y los años, del silencio del mundo interior a la actividad del mundo exterior, de la contemplación de sí mismos a la contemplación de todas las cosas fascinantes que los rodean. Basta con observar a un recién nacido durante sus primeras semanas de vida. Poco a poco fija su atención sobre este asombroso mundo nuevo en el cual se encuentra. Y así comienza la alquimia, la transformación constante que se esconderá bajo cada respiración durante los años por venir”.
“Un bebé no es un ángel—su pureza dura poco. Por dentro, el bebé siente las primeras punzadas de la ira y el temor, la desconfianza y la duda. A medida que el bebé sale de su estado de inocencia, entra en un mundo más duro, de heridas y golpes. Surgen deseos que no satisface inmediatamente; experimenta el dolor por primera vez”.
“Ustedes los mortales llaman a esto la pérdida de la gracia, pero se equivocan. La gracia opera en cada paso de la existencia humana, aunque no lo reconozcan debido a su limitada percepción”.
“¿En qué se parece esta triste historia a la alquimia?” Preguntó Percival, roído todavía por la duda.
“En que a toda hora está en funcionamiento una magia oculta”, dijo Merlín. “El bebé realmente no pierde su inocencia original a medida que crece. Lo que sucede es algo todavía más misterioso. La inocencia permanece intacta en un estado de pureza e integridad que ustedes sencillamente olvidan. Ahora viven en fragmentos. Para ustedes, el mundo es limitado; su identidad está encerrada entre las experiencias individuales y los recuerdos acumulados”.
“Al olvidar la unidad aparentemente perdieron de vista lo que son, pero eso es una ilusión. Aunque no actúan o sienten como recién nacidos, la esencia permanece. De hecho, la integridad no se puede fragmentar; la falsedad no puede dañar a la verdad. La pérdida de la inocencia fue un suceso real que, al mismo tiempo, carece de realidad. Las fuerzas de la alquimia operan detrás de lo que ustedes pueden ver, oír o tocar”.
“¿Cómo puedo saber que la inocencia está realmente allí?” Preguntó Galahad.
“Si deseas entrar en contacto con la inocencia que vive dentro de ti, toma nota de las características del infante: está alerta, es curioso, se maravilla, está seguro de que es deseado en esta tierra, siente que vive en la paz perfecta de la eternidad. Todos los bebés sienten estas cosas”.

SEGUNDO PASO
EL NACIMIENTO DEL EGO


“El siguiente paso”, prosiguió Merlín, “anuncia la entrada en escena del ego, el sentido del ‘yo’. Para que haya un ‘yo’ también debe existir un ‘tú’ o un ‘aquello’. El nacimiento del ego es el nacimiento de la dualidad. Marca el principio de los contrarios y, por lo tanto, de la oposición. Aunque cada nuevo paso de la alquimia hace tambalear al anterior y pone el mundo al revés, esta revolución es quizás la más espantosa. Han dejado de ser dioses”.
“Imaginen un ser que se siente omnipotente en su mundo. A donde quiera que mira encuentra el reflejo de sí mismo. De pronto, comienza a ver a las personas y a las cosas como creaciones separadas. Ninguno de ustedes recuerda este suceso aterrador porque ocurrió en la primera infancia, sin embargo, fue un cambio estremecedor, casi como un nuevo nacimiento. Eran felices como dioses y nacieron a la mortalidad”.
“También fue un nacimiento al dolor”, dilo Percival. “¿Era absolutamente necesario este paso?”.
“Ah, claro que sí. Ya les dije, las semillas y las tendencias. Cuando la curiosidad del bebé lo lleva a fijar su atención afuera de sí mismo, ¿qué es lo que ve?. Primero, el rostro de su madre. De acuerdo con el plan de la naturaleza, el bebé responde automáticamente a su madre como a una fuente de amor y alimento. Pero es una fuente externa a sí mismo. He ahí la trampa, porque por perfecto que sea el amor materno, no es amor propio y, durante muchos años, ustedes suspirarán por la pérdida del amor perfecto, sólo para darse cuenta de que el objeto de su nostalgia es el amor por ustedes mismos antes de que los demás aparecieran en escena”.
“Al principio, no había separación. Cuando el bebé tocaba el ceño de la madre o su cuna, o la pared, sentía que todas esas cosas eran una sola sensación continua sin divisiones. Sin embargo, al poco tiempo todos los bebés se dan cuenta que hay algo más aparte de ellos mismos: el mundo exterior. El ego dice: ‘Éste soy yo, ése no soy yo’. Y gradualmente comienza a identificar algunas cosas con su ‘yo’—su mamá, sus juguetes, su hambre, su dolor, su cama. Tan pronto como emergen las preferencias se perfila todo un mundo que no es ‘él’—no es su mamá, no son sus juguetes, y así sucesivamente”.
“No puedo recordar ese nacimiento como tú lo llamas”, dijo Percival. “Pero si lo que dices es cierto, entonces fue en ese momento cuando comenzó la búsqueda del Grial ¿Dónde más podría comenzar sino en la separación?”.
“Sí. Mientras ustedes los mortales se sentían divinos, no había necesidad de salir a recuperar la bendición de Dios”, coincidió Merlín. “Pero en la separación comenzaron a buscarse a sí mismos en los objetos y los sucesos. Perdieron la capacidad de verse a sí mismos como la fuente verdadera de todo lo que es. Para el bebé no era equivocado sentirse la fuente de la vida. Pero a medida que comienza a explorar el mundo exterior y a fascinarse por sus objetos, liga su felicidad a ellos. Esto es lo que denominamos referencia al objeto, la cual reemplaza la autorreferencia presente en el bebé”.
“¿Y este paso no se pierde también a medida que el niño continúa avanzando?” Preguntó Galahad.
“Nada se pierde nunca. El nacimiento del ego dio lugar a aspectos que todavía pueden percibir en ustedes mismos: el temor al abandono, la necesidad de aprobación, la necesidad de poseer, la angustia ante la separación, la preocupación por sí mismos, la autocompasión. Desarrollaron adicción por el mundo y continúan siendo adictos, porque ya no pudieron sentir la plenitud de la misma manera simple como la siente un bebé. Pero no se desesperen, porque bajo esos cambios había una fuerza más profunda en funcionamiento”.

TERCER PASO
EL NACIMIENTO DEL REALIZADOR


“Una vez que ustedes los mortales tienen ego”, continuó Merlín, “tienen un mundo ‘allá afuera’ y surge una nueva tendencia: la necesidad de salir al mundo y realizar cosas. Las primeras señales de este cambio son primitivas. El bebé desea agarrar y sostener las cosas; desea explorar por si solo, pero siempre asegurándose de que su madre esté cerca. No tarda en querer caminar y comienza a protestar si la madre no se lo permite. Este deseo de escapar y andar es tímido al principio. Pero con el tiempo, el mismo bebé que anhelaba estar protegido en el regazo de la madre, grita para que lo suelten. Éste es un instinto sano, porque el ego sabe que lo desconocido es la fuente del temor. Si el bebé no se desprendiera para conquistar el mundo, crecería temiéndole cada vez más”.
“Cada vez nos apartamos más de la sensación de paz, unidad y confianza con la cual nacieron. El ego comienza a dominar al espíritu. Cuando el bebé entra dentro de sí para sentir lo que hay allí, ya no encuentra consciencia pura sino un remolino de recuerdos. Las experiencias se tornan personales y no vuelven a ser compartidas nunca más”.
“Otra historia triste”, se lamentó Percival.
“Así sería si terminara ahí”, dijo Merlín. “Pero el nacimiento del realizador les trajo confianza y un sentido de individualidad. Este mundo de objetos y sucesos tiene como fin una sola cosa: convertirlos en individuos. Para eso se necesita el ego, por lo menos para el camino que ustedes los mortales han escogido”.
“No todos son realizadores. ¿Es este un paso necesario?” Preguntó Galahad.
“No todo el mundo adora el éxito o se identifica con el dinero, el trabajo o la posición”, dijo Merlín. “Pero el impulso del realizador es más simple, más elemental. Es la marca del ego en acción, demostrándose a sí mismo que la separación es tolerable. En efecto, el nacimiento del realizador hace que este mundo sea alegre, lleno de cosas para hacer y aprender. En algunas personas, el realizador dura mucho tiempo. La sed de fama y fortuna se imponen sobre el verdadero propósito de la búsqueda. Pero Dios permite el libre albedrío total y si la persona decide que el mundo de ‘allá afuera' es más importante que ella misma, lo más natural es que sienta la necesidad de alcanzar la fama y la fortuna”.
“A los ojos del mago el ego no ofrece posibilidad alguna de realización. Es controlador e implacable. ‘Escúchame’, dice, ‘y toma todo lo que puedas para ti mismo. Así encontrarás la felicidad’. Todos ustedes los mortales siguen ese consejo durante un tiempo. Y tampoco hay nada de malo en ello desde el punto de vista de Dios, porque Su confianza en el libre albedrío es el camino más acertado”.
“Prácticamente no tengo que decirles que ese tercer paso permanece con ustedes, porque mientras haya ego, estará presente el realizador. El realizador jamás colma su apetito. Después de todo, no hay limite a las experiencias que se pueden amasar; el mundo es infinito en su diversidad. Pero a medida que el ego crece, sofoca el espíritu bajo capas de cosas—dinero, poder, imagen—hasta que una voz pequeñita comienza a preguntar: ‘¿Dónde está el amor” ¿Dónde está el ser?’. En ese momento está cerca el cuarto paso, otro nacimiento más”.

CUARTO PASO
EL NACIMIENTO DEL DADOR


“Con el tiempo, el ego se encuentra con una nueva noción”, agregó Merlín. “Que la felicidad no está solamente en tomar, sino también en dar. El descubrimiento es trascendental, por que libera al ego de muchos tipos de temor. Del temor al aislamiento, el cual conduce necesariamente el egoísmo total. Del temor a perder, el cual surge porque es imposible aferrarse a todo para siempre. Del temor a los enemigos, que desean despojarlo”.
“Al convertirse en dador, el ego no tiene por qué vivir con esos temores, por lo menos no en la misma medida que antes. Ha resuelto un problema persistente. Pero hay algo más profundo que está en funcionamiento al mismo tiempo. El dar conecta a dos personas, al dador y al receptor. De esta conexión brota un nuevo sentido de pertenencia, no la pertenencia pasiva del bebé que pertenece automáticamente a la madre, sino la pertenencia activa de alguien que ha aprendido a crear felicidad”.
“Dar es crear. También modifica completamente la perspectiva del ego. Antes de nacer el dador, lo más importante era protegerse contra la pérdida. Eso significaba la pérdida del dinero y las posesiones, pero también de la imagen de sí mismo, de su importancia. Ahora la persona se desprende libremente de algo, pero no lo siente como una pérdida. El ego, por el contrario, siente placer. Y qué asombroso, porque el placer de tomar nunca fue como este nuevo placer”.
Galahad estaba pensativo. “El amor ha entrado en el corazón. De ahí la diferencia”.
“Sí”, dijo Merlín. “Mientras el ego persigue su interés egoísta, no siente amor. Puede sentir un placer intenso o satisfacción propia o apego. En ocasiones se les llama amor a esos sentimientos, pero la verdadera naturaleza del amor es desprendida y se necesita un acto de desprendimiento para sacar a flote el amor. El dar no se limita a dar dinero o cosas a otra persona. También está el servicio, el darse uno mismo y la devoción, el acto de dar amor en su forma pura”.
“Por todas estas razones, el nacimiento del dador se siente como algo fresco y liberador. Aunque el ego continúa dominando, ha comenzado a mirar afuera de sí mismo. La mayoría de las personas aprenden el placer de dar en la infancia; la mayoría de los padres enseñan a sus hijos a compartir con otros niños. Sin embargo, el verdadero nacimiento del dador se produce mucho más tarde. Mientras la persona dé porque así se lo han pedido o porque cree que es lo correcto, no sentirá el placer profundo de dar. El dar debe ser espontáneo, nacido de la noción de que ‘Esto es lo que deseo hacer’ y no ‘Esto es lo que debo hacer’.
“¿Es señal de que el ego está muriendo cuando comenzamos a dar?” Preguntó Percival.
Merlín arrugó el ceño. “En la alquimia no hay muerte. No hay necesidad de que nada muera para llegar al Grial. Esta vieja noción de la muerte del ego parte del supuesto de que Dios juzga negativamente algunas de las cosas del ser humano”.
“Pero acabas de decir que el ego es controlador e implacable”, objetó Percival. “¿Es eso parte del plan de Dios para nosotros?”.
“El plan de Dios es que ustedes se encuentren a ustedes mismos”, dijo Merlín. “No están destinados a llegar simplemente a una meta fija. Si desean explorar cómo es el egoísmo, o la ignorancia, o el instinto asesino o la carencia total de fe, Dios permite todas esas experiencias. ¿Por qué no habría de hacerlo? Puesto que no son juzgados, ninguna de sus actuaciones es buena o mala a los ojos de Dios”.
“Pero eso es espantoso”, dijo Galahad. “¿Estás diciendo que un asesino y un santo son iguales?”.
“Son iguales si el pecador y el santo son sólo máscaras tras las cuales se ocultan las personas”, replicó Merlín. “El santo en esta vida puede ser el pecador en otra, y quien peca hoy puede estar aprendiendo a ser un santo mañana. Todos esos papeles son ilusiones a los ojos de Dios. No estoy diciendo que deban obligarse a ver las cosas de esta forma. Pero me solicitaron orientación y estoy aquí para mostrarles lo que les espera en el camino”.

QUINTO PASO
EL NACIMIENTO DEL BUSCADOR


“Durante mucho tiempo, el ego ha hecho lo que ha querido”, continuó Merlín. “La pregunta ¿Qué es lo mejor para mí?, ha predominado por encima de todas las consideraciones; el estrecho punto de vista individual ha sido el único con visos reales. Eso es apenas natural. Como dije, este mundo relativo tiene un propósito, a saber: enseñarles a convertirse en individuos. Pero la individualidad con el tiempo comienza a abrirse y a ampliar sus horizontes. Podríamos predecir que, dado el libre albedrío, los seres humanos se limitarían a regodearse en un egoísmo cada vez mayor. Si el ego implacable y controlador tuviera la última palabra, quizás ése seria el destino de los hombres; pero la alquimia funciona invisiblemente, en los pasajes recónditos del alma”.
“Con el tiempo, el dador da el siguiente paso para convertirse en buscador. En esta fase, las preocupaciones tradicionales y conocidas del ego se dejan de lado. El sentido del ‘yo’ comienza a crecer. Ahora la persona ansía tener experiencias espirituales, y percibe una fuente de amor y realización que ni siquiera el amor más intenso de otra persona le puede dar. Nuevamente, este giro produce un choque. En su mejor versión, el dador es un filántropo. Comenzó dando solamente a su familia y amigos, luego a las obras de caridad y a la comunidad, pero al final su espíritu de dar sólo se puede satisfacer cuando beneficia a toda la humanidad”.
“Pero, ¿realmente puede uno dar algo de uno mismo a todos los seres del mundo? Esta pregunta nos trae al límite de la individualidad; es una pregunta que sólo un santo puede responder. Por lo tanto, es natural que la etapa de dar genere preguntas que no se pueden responder, preparando así el terreno para un nuevo nacimiento. El dador que deseaba abrazar al mundo descubre que éste ya no es fuente de realización. Las cosas que una vez le produjeron placer comienzan a parecer sosas; en particular, la necesidad del ego de recibir aprobación y de sentirse importante ya no engendra satisfacción. Surge la sed de ver el rostro de Dios, de vivir en la luz, de explorar el silencio de la consciencia pura—el impulso del buscador puede asumir muchas formas”.
“Sin embargo, todos los buscadores comparten el sentimiento de que el mundo material no es quizás el sitio donde pueden realizar sus deseos. ¿Por qué sucede esto? ¿Acaso no está Dios en todas partes, no está el espíritu en el grano más pequeño de arena? Sí y no. Dios puede estar en todas partes, pero eso de nada sirve si no se puede ver dónde está. El buscador busca a fin de ver”.
“Creo que ésta es la etapa en la cual comienza la búsqueda del Grial”, dijo Galahad.
“En efecto, para algunos mortales ésta es la etapa en la cual el Grial se vuelve el símbolo de una necesidad interior profunda”, replicó Merlín, “pero cada etapa ha sido una búsqueda, hasta la pérdida de la inocencia. Ustedes los mortales están obsesionados con dividir la realidad en bueno y malo, santo y pecaminoso, divino y no divino, cuando en realidad la vida es una corriente divina. Un solo impulso, el impulso de poseer el conocimiento completo y la realización completa, es el que empuja la vida hacia delante”.
“Pero tienes razón en un sentido. Con el nacimiento del buscador podemos dar por primera vez un nombre a un deseo que ha permanecido anónimo hasta ahora. Trátese de Dios, el Grial, un Ser divino o un espíritu, no importa. Todos apuntan hacia una nueva necesidad profunda de escapar de los límites impuestos por el tiempo y el espacio. La esencia del ser humano no tiene fronteras. Ustedes nacieron a una vida universal. El mundo parece estar limitado por el tiempo y el espacio, pero eso es sólo apariencia”.
“¿Por qué debemos dejarnos engañar por las apariencias?” Preguntó Percival.
“El universo no les oculta nada”, replicó Merlín. “No hay engaño. La apariencia de limitación se produce porque este mundo es una escuela o campo de entrenamiento. Y la regla fundamental aquí es que tal como se vean a ustedes mismos, así verán al mundo. Si ustedes se consideran inferiores o indignos, ese solo juicio mantendrá a Dios apartado de ustedes. Podrán decir que desean a Dios, pero al mismo tiempo mantendrán esos juicios en su contra”.
“Entonces Dios permanece alejado”, musitó Galahad con tristeza. “Y la búsqueda del Grial no termina jamás”.
Merlín lo miró con simpatía. “El espíritu no podría mantenerse apartado aunque ustedes lo desearan, porque todo es espíritu. No hay sitios secretos donde él no habite. En lo que a Él concierne, no hay nada de malo en ustedes”.
“Déjenme hablarles más acerca del buscador, porque ésta es la etapa de la alquimia que atrae al mago hacia ustedes y también es la etapa para la cual los mortales están menos preparados. Desde que eran lactantes, ustedes han deseado cada vez más cosas. El buscador es simplemente aquel cuyos deseos se han
ampliado hasta el punto de no estar satisfecho sino hasta que se encuentre frente a frente con Dios. Este deseo no es más ‘elevado' que el de querer juguetes o dinero o fama o amor. Los juguetes, el dinero, la fama y el amor eran el rostro de Dios cuando eran lo más importante para ustedes. Cualquier cosa que en su opinión pueda traerles la paz y la realización es su versión de Dios. Sin embargo, a medida que maduran de una fase a la otra, se acercan más a la verdadera meta; su imagen de Dios se hace cada vez más verdadera, más cercana a Su naturaleza de espíritu puro. Pero en cada paso hay divinidad”.
“¿Estás diciendo que cualquiera que desee robar o asesinar está siguiendo un impulso divino? Después de todo, esos también son deseos”, anotó Percival.
“El amor es universal y, por lo tanto, no toma partido”, replicó Merlín. “Es probable que al ego no le agrade este hecho y diga, ‘Merezco el amor de Dios pero esa persona que está allá no’. Dios no ve las cosas así. El ladrón provoca la pérdida de los bienes; el asesino provoca la pérdida de la vida. Mientras esas pérdidas sean reales para ustedes, entonces obviamente condenarán a la persona responsable de causarlas. Pero, ¿acaso el tiempo mismo no acabará por desposeerlos de sus bienes y de la vida al final? ¿También el tiempo es un delincuente? Hay un punto de vista desde el cual el pecado es una ilusión. Nada de lo que ustedes llaman pecado puede mancillar en lo más mínimo el amor de Dios”.
“¿Obtienen automáticamente los buscadores las visiones y experiencias que desean?” Preguntó Galahad.
“Cada cual recibe la versión de lo divino que concibe en su mente. Algunos ven a Dios en visiones, otros en una flor. Hay muchas clases de buscadores. Algunos necesitan actos milagrosos de intervención y redención, otros siguen una fuerza invisible que habla a través de los sucesos más corrientes. El buscador sencillamente está motivado por la sed de una realidad superior. Eso no significa que la etapa anterior de dar desaparezca. Pero ahora el dar sucede sin motivación egoísta, ahora brota de la compasión”.
“Por primera vez se pone en tela de juicio la opinión de que el ego es todopoderoso y lo sabe todo. Por lo tanto, el nacimiento del buscador puede ser tremendamente turbulento. Imagínense como un coche tirado por caballos. Durante la mayor parte del tiempo no hay cochero y los caballos han llegado a creerse dueños del coche. Entonces llega el día en que una voz suave, salida del interior del coche, susurra: ‘Deténganse’. Al principio, los caballos no oyen la voz, pero esta repite: ‘Deténganse’. Sin poder dar crédito a sus oídos, los caballos galopan con mayor velocidad, sólo para demostrar que no tienen amo. La voz interior no utiliza la fuerza; no protesta. Solamente continúa repitiendo: ‘Deténganse’.
“Eso es lo que sucede dentro de ustedes. El coche es su yo, los caballos son el ego, la voz que sale de adentro es el espíritu. Cuando el espíritu se anuncia en escena, al principio el ego no escucha porque está seguro de su poder absoluto. Pero el espíritu no emplea el tipo de poder al cual está acostumbrado el ego. El ego está habituado a rechazar, a juzgar, a separar y a tomar lo que considera que le pertenece. El espíritu es sencillamente la voz suave del Ser, afirmando lo que es. Con el nacimiento del buscador, ésa es la voz que comienza a dejarse oír. Pero deben estar preparados para la reacción violenta del ego, el cual no está dispuesto a renunciar a su poder sin dar batalla”.
“¿Cómo puede terminar esa batalla si el espíritu no tiene poder?” Preguntó Percival.
“Dije que el espíritu no utiliza el poder al cual está acostumbrado el ego. Con el tiempo aprenderás que el espíritu no es otra cosa que poder, un poder de infinito alcance. Es un poder organizador que mantiene en perfecto equilibrio a todos y cada uno de los átomos del universo. Comparado con él, el poder del ego es absurdamente limitado y trivial. Sin embargo, este conocimiento llega únicamente tras renunciar a la necesidad del ego de controlar, predecir y defender. Su poder se limita a esas tres cosas. Si su ego pudiese renunciar a ellas de una vez, no habría necesidad de pasos ulteriores en el camino del crecimiento; el nacimiento del buscador seria suficiente”.
“Pero las cosas no suceden así. La voz del espíritu anuncia que hay una realidad superior. Ascender a ella es otra cuestión”.
“Yo creo que los buscadores deben ser escasos, considerando cuán dura es la lucha", dijo Galahad. "Muchos deben fracasar y perder la esperanza ¿Es esa la razón por la cual nacen tan pocas personas destinadas a alcanzar el Grial?”.
“Todos nacen para alcanzar el Grial”, le recordó Merlín. “La razón por la cual los buscadores parecen escasos es principalmente cuestión de apariencias sociales. La búsqueda es una experiencia completamente interior. No es posible saber quién busca y quién no busca, con sólo mirar las señales externas. La sociedad no otorga distinciones o premios especiales al buscador; éste puede retirarse y dejar atrás a la sociedad, o puede continuar ocupando una posición distinguida”.
“¿Cómo puede una persona reconocerse como buscadora?” Preguntó Percival.
“Las marcas internas del buscador son las siguientes: el impulso de dar brota de un amor desinteresado y de la compasión, sin desear nada a cambio, ni siquiera gratitud; la intuición se convierte en una guía digna de confianza para la acción, reemplazando a la racionalidad pura; se vislumbra un
mundo nunca visto como la realidad superior; aparecen insinuaciones de Dios y de inmortalidad. Estas señales llegan acompañadas de un goce mayor de la soledad, de una mayor confianza en uno mismo independientemente de la aprobación de la sociedad, de indicios del Ser y de la disposición a confiar. Los patrones adictivos comienzan a desaparecer. La meditación y la oración se vuelven parte de la vida cotidiana. Sin embargo, a medida que todas esas manifestaciones alejan a la persona del mundo material, ésta comienza a encontrar, paradójicamente, una conexión más profunda con la naturaleza, más comodidad con su cuerpo y mayor aceptación de los demás. Esto se debe a que el espíritu no es el contrario de la materia. El espíritu lo es todo y la aparición de éste en su vida mejorará las cosas, incluso aquéllas que parecen contrarías”.

SEXTO PASO
EL NACIMIENTO DEL VIDENTE


“Les dije”, continuó Merlín, “que la motivación del buscador era poder ver, y eso es algo que llega pronto. El sexto paso, el nacimiento del vidente, está justo debajo de la superficie de todo buscador. La búsqueda no entraña satisfacción en sí misma; la vida sería estéril y frustrante si todos tuvieran que buscar sin encontrar nada. Por fortuna, en el plan divino todas las preguntas traen sus respuestas, todas las metas acaban por encontrarse en su fuente. Una vez que se pregunten verdaderamente dónde está Dios, ¿verán la respuesta?.
“No quisiera engañarlos con esto. El nacimiento del vidente es tan revolucionario como cualquiera de los pasos anteriores. Marca el final del ego, el final de toda identificación externa. Imaginen sus vidas como un cuadro en movimiento proyectado sobre una tela blanca. Mientras están dominados por el ego, ustedes fijan su atención en las figuras en movimiento, las cuales ven como reales. Cuando aparece en escena el buscador, comienzan a percibir la irrealidad de las figuras. Pero con el nacimiento del vidente, se dan la vuelta para mirar la luz. Ahora ven la imagen de ustedes mismos como realmente es: una proyección débil hecha real por la aguda necesidad del ego de dar importancia a la mente y el cuerpo atrapados en el tiempo”.
“El vidente ve más allá de esa motivación y ya no le cree. En lugar de verse a sí mismo como un hogar de carne y hueso para el espíritu—un fantasma dentro de una máquina—, se da cuenta de que todo es espíritu. El cuerpo es espíritu entretejido en una forma que los sentidos pueden ver, sentir y oler; la mente es espíritu en una forma que se puede oír y comprender. El espíritu mismo, en su forma pura, no es ninguna de estas dos y se percibe únicamente a través de una intuición agudizada. Han oído la frase: ‘Quienes Lo conocen no hablan de Él; quienes hablan de Él no Lo conocen’. Ese es el misterio del espíritu”.
“Pero, ¿acaso no estás hablando de Él ahora mismo?” Inquirió Galahad, confundido.
“No en la forma como ustedes creen. Cuando hablo de una piedra, ustedes la pueden ver y tocar. Cuando hablo del espíritu, estoy apuntando a un mundo invisible. Desde ese mundo vuelan hacia nosotros flechas de luz para encender nuestras almas, pero no podemos devolver flechas de pensamiento”.
“Eso suena muy misterioso”, murmuró Percival.
“Una rosa sería misteriosa si solamente pudieran pensar en ella sin experimentarla jamás. El espíritu es una experiencia directa, pero trasciende este mundo. Es silencio puro que desborda potencial infinito. Cuando ustedes adquieren conocimiento sobre algo, adquieren conocimiento sobre una cosa; cuando adquieren conocimiento sobre el espíritu, se convierten en la sabiduría misma. Todos los interrogantes desaparecen porque se encuentran en el seno mismo de la realidad, donde todo sencillamente es. Cuando la mirada del buscador cae sobre algo, sencillamente lo acepta como es, sin juzgar. No existe la necesidad del ego de tomar, o poseer o destruir. Ante la ausencia del temor, esas motivaciones no se presentan porque la necesidad de poseer emana de la carencia. Cuando no hay carencias para llenar, el simple hecho de estar aquí en este mundo, en su cuerpo, es la meta espiritual más elevada que podrían alcanzar”.
Esta parte del discurso de Merlín tuvo un impacto grande en Percival y Galahad. Habían seguido con atención los primeros pasos, pero el ego, el realizador y el dador ya les eran conocidos. Cuando el mago les habló del buscador, los dos caballeros se vieron a sí mismos como eran en ese momento. Sin embargo, el vidente los llenó de sobrecogimiento, como si fueran exploradores que alcanzaban la cima de una montaña y miraban un nuevo horizonte anhelado de tiempo atrás pero nunca antes experimentado.
“Deseo ser ese vidente del que hablas”, dijo fervientemente Galahad.
Merlín asintió. “Eso significa que estás listo. Para el mago hay solamente tres clases de personas: las que aún no han experimentado el Ser puro, las que ya lo han probado, y las que lo han explorado completamente. Tú ya has probado y deseas explorar. Para ti, este mundo comenzará a desaparecer como algo sólido para fundirse en la luz abrasadora de Ser. En una tierra lejana llamada India, dicen que la vida corriente palidece ante Dios, como una vela que parecía brillante en la oscuridad pero se torna invisible ante el Sol del medio día”. Merlín se dirigió entonces a Percival. “Y a ti también te incluyo en esta etapa, sin importar la manera como crees que te juzgué”.
Percival se sonrojó y luego tartamudeó: “¿Cómo será esa nueva vida?”.
“Como siempre, se sentirá como un nuevo nacimiento. El vidente se diferencia del buscador en que ya no tiene que tomar decisiones y escoger. El buscador todavía está inmerso en la ilusión en la medida en que va por ahí diciendo: ‘Aquí está Dios, aquí no está Dios’. El vidente, por su parte, ve a Dios en la vida misma. La larga lucha interior ha terminado por fin y el guerrero puede dejar atrás sus fatigas. En lugar de la lucha experimenta que todos sus deseos se cumplen con naturalidad y sin esfuerzo. No hay señales
externas que nos permitan reconocer a los videntes, pero en su interior ellos se sienten abiertos y a gusto; permiten que los demás sean como son, lo cual es la forma más elevada del amor; no les ponen obstáculos a los demás y tampoco a los acontecimientos, y han renunciado a todo sentido del Yo”.

SÉPTIMO PASO
EL ESPÍRITU


“Es difícil pensar que pueda haber una etapa superior de la vida”, dijo Galahad al cabo de un momento, profundamente conmovido por la descripción del vidente.
“Ten cuidado con esa palabra superior”, le advirtió Merlín. “El ego es el que tiene necesidad de lo superior y lo inferior. La meta de tu vida es la libertad y la realización. A la realización se llega únicamente al conocer a Dios tan completamente como Él se conoce a Sí mismo. Ustedes los mortales tienen una sed constante de milagros, pero yo les digo que el milagro más grande son ustedes, porque Dios les ha dotado de esa capacidad única de identificarse con Su naturaleza. Una rosa perfecta no siente que es una rosa; un ser humano realizado sabe lo que significa ser divino”.
“¿Es posible describir ese estado?” Preguntó Percival.
“Es el séptimo y último paso de la alquimia, el espíritu puro. Cuando llega, el vidente se da cuenta que lo que parecen ser la dicha y la realización totales todavía pueden ampliarse. Porque llegar a la presencia de Dios no es el final de la aventura sino el principio. Comenzaron en la inocencia, y así terminarán. Pero esta vez la inocencia es diferente porque habrán adquirido el conocimiento pleno, mientras que cuando eran bebés, la inocencia era apenas un sentimiento”.
“Cuando puedan verse como espíritu, dejarán de identificarse con este cuerpo y esta mente. Al mismo tiempo cesarán también los conceptos de nacimiento y muerte. Serán una célula en el cuerpo del universo, y ese cuerpo cósmico será tan íntimo como lo es ahora su cuerpo físico. Esto es lo más que puedo decirles acerca de la manera como se siente el mago, porque mago es sólo otra palabra para describir la séptima etapa”.
“Comprendan esto: para el mago, el nacimiento no es otra cosa que la idea de tener un cuerpo, mientras que la muerte es apenas la idea de no tener ya ese cuerpo. Puesto que los magos no están sujetos a la ilusión del nacimiento, cualquier cuerpo que asumen es considerado un patrón de energía y cualquier mente un patrón de información. Estos patrones cambian eternamente; van y vienen. Pero el mago mismo está más allá del cambio. La mente y el cuerpo son como habitaciones en las que decide vivir, pero no todo el tiempo”.
“No hay sentimiento o pensamiento que pueda aproximar este estado o traerlo hasta ustedes. El espíritu nace del silencio puro. El diálogo interno de la mente debe cesar y no reiniciarse nunca, porque ya no existe aquello que dio lugar al diálogo interno: la fragmentación del ser. Su ser estará unificado y, así como el bebé del principio, no sentirán duda, vergüenza o culpa. De la necesidad de dualidad del ego brotó un mundo de bien y mal, correcto e incorrecto, luz y sombra. Ahora verán que los contrarios están fusionados. Ese es el punto de vista de Dios, porque a donde quiera que mira se ve a Sí mismo”.
“Si creen que esta meta es demasiado elevada o se encuentra demasiado lejos, les diré un secreto. Aunque crean que pasan por los siete pasos de la alquimia, todos estaban presentes desde el comienzo. En la inocencia estaba la totalidad de Dios, como lo está también en el ego, en el afán de realizar, en el dar o en la búsqueda. Lo único que cambia realmente es el foco de atención. En su ser están todos los aspectos del universo, tan completos y eternos como el universo mismo. Pero aun así, el nacimiento al espíritu es un suceso tremendo. A medida que madure la unidad, se familiarizarán cada vez más con la divinidad, hasta que finalmente podrán experimentar a Dios como un ser infinito que se mueve a velocidad infinita a través de dimensiones infinitas. Cuando llegue esa experiencia sobrecogedora, parecerá tan natural y simple como estar sentados aquí bajo las estrellas y, no obstante, ustedes serán cada una de esas estrellas titilantes”.
Como suele suceder cuando los magos hablan, los dos caballeros se sintieron transportados al estado que Merlín les estaba describiendo. Galahad alzó los ojos al cielo y sintió como si súbitamente pudiera tocar las estrellas. Sintió el corazón invadido por una sensación de pertenecer verdaderamente al mundo. “Hemos llegado al hogar”, susurró para sí mismo Percival.
“No se sientan abrumados”, murmuró Merlín. “Sus sentimientos son muy intensos porque son nuevos. En realidad, éste es su estado natural. Ser uno con el cosmos, estar íntimamente ligados con la vida en todas sus formas, llegar a la unidad última con su propio Ser—ése es su destino, el final de su búsqueda”.
“Al final llegaremos al principio”, murmuró Galahad.
“Sí”, dijo Merlín. “Cada uno de ustedes comienza con el amor, pasa por la lucha, la pasión y el sufrimiento, sólo para terminar nuevamente en el amor”. La voz de Merlín se fue haciendo más suave a medida que el círculo de luz se iba desvaneciendo. “Ustedes los mortales tienen sed de milagros, les digo, y nada se les negará como hijos privilegiados del universo que son. El espíritu es el estado de lo milagroso, el cual se desenvolverá para ustedes en tres etapas”.
“Primero, experimentarán milagros en el estado conocido como consciencia cósmica. Cada suceso material tendrá una causa espiritual. Cada acontecimiento local también estará teniendo lugar en el escenario del universo. Su más pequeño deseo hará que las fuerzas cósmicas operen para provocar su realización. Por maravilloso que eso parezca, no es un estado tan avanzado, porque mucho antes de llegar a la consciencia cósmica se habrán acostumbrado a que sus deseos se hagan realidad espontáneamente”.
“Segundo, realizarán milagros en el estado denominado consciencia divina. Es el estado de la creatividad pura en el cual se funden con el poder de Dios, por el cual Él crea mundos y todo lo que sucede en ellos. Ese poder no se deriva de nada que haga Dios—es simplemente Su luz de consciencia. Verán la consciencia divina como un resplandor de oro que brilla a través de todo lo que sus ojos contemplen. El mundo se ilumina desde adentro y no quedan dudas que la materia es simplemente el espíritu manifiesto. En la consciencia divina se verán a sí mismos como lo creado, no el creador, como el dador de vida, no el receptor”.
“Tercero, se convertirán en el milagro, en el estado denominado consciencia de la unidad. Ahora cualquier diferencia entre el creador y lo creado ha desaparecido. Su espíritu se fusiona con el espíritu de todo lo demás. Su retorno a la inocencia lo abarca todo porque, al igual que el bebé que toca la pared o la cuna y solamente se siente a sí mismo, verán cada acción como espíritu volcándonse en el espíritu. Vivirán en total sabiduría y confianza. Y aunque parecerá que todavía viven dentro de un cuerpo, éste será solamente un grano de Ser en las playas de ese océano infinito de Ser que son ustedes”.
Los caballeros no tenían idea de cuanto tiempo había transcurrido desde que Merlín comenzara a hablar. Se sentían elevados a un espacio donde las esferas de Ser se abrían una tras otra como los pétalos de una flor. Y cuando la última se abrió pudieron ver en su interior un diamante casi translúcido rotando en el centro. “¿Qué es eso?” Quiso saber Galahad, pero no se atrevió a preguntar.
“He ahí el Grial”, susurró Merlín. “El desarrollo de su búsqueda los ha llevado hasta una visión de la meta—el punto de luz pura, la esencia diamantina que alumbra dentro de su alma”. Los dos caballeros se arrodillaron en el suelo gélido y oraron en sus corazones por la gracia de merecer la visión. “Vivan con devoción este momento”, dijo Merlín. “Los he traído hasta aquí motivado por su deseo más profundo, pero ahora deberán conquistar ustedes mismos el verdadero Grial, no solamente su visión”.
“¿El verdadero Grial?” Murmuró Percival. “¿Qué debemos buscar? ¿Esta misma imagen?”.
“No esperen, no tengan expectativas”, advirtió Merlín a medida que se desvanecía la visión del Grial. “El hombre busca símbolos, y los símbolos cambian de una era a otra. Pero lo que les he mostrado no es un símbolo sino la verdad. El Grial es el punto cristalino del Ser dentro de sus corazones. Sus facetas reflejan la luz, y a partir de esos tenues reflejos surgen todas las facultades de la mente y el cuerpo que ustedes perciben a través de sus sentidos. Como reflejos son reales, pero mucho más real es este diamante transparente de Ser puro”.
De pronto, Merlín bostezó echando la cabeza hacia atrás como si fuera la sensación más deliciosa del mundo. Estiró los brazos y se puso de pie. La oscuridad era casi total después de extinguirse el fuego, pero Percival y Galahad podían sentir los ojos de Merlín fijos en ellos. Les dijo: “Un día recordaran esta noche y preguntarán: ‘¿Quién eres tú, Merlín?’ Desde más allá de los confines del tiempo, les responderé de este manera: Soy aquel que no necesita de milagros. Soy un mago y, para mí, estar aquí es suficiente milagro. ¿Qué podría ser más milagroso que la vida misma?”.
El anciano desapareció con el último resplandor del fuego. Percival y Galahad permanecieron inmóviles, sin decir palabra. Estaban aún bajo el hechizo del discurso de Merlín, pero a medida que éste se desvanecía, temblaron lamentando su regreso a la tierra. Al caer el alba echaron a andar hacia el castillo. A la luz del nacimiento dorado del Sol, Percival vio al rey Arturo parado en la ventana de su recámara real; tenia su mirada fija en ellos.
“¿Crees que debamos contarle esto?” Preguntó Percival, señalando hacia el castillo.
Galahad sacudió la cabeza. “Estoy seguro de que el rey sabe lo sucedido; tuvo que haberle pasado a él o, de lo contrario, ¿por qué su renuencia a hablar del Grial? Pero te diré esto, hermano caballero. Desearía que Arturo comprendiera que estamos con él en la misma búsqueda que propone Merlín. Acordemos llamar a esta noche la noche de la cueva de cristal. El rey sabrá lo que queremos decir”.
Y aunque no habían estado en cueva alguna sino bajo el manto del firmamento estrellado, Percival estuvo de acuerdo inmediatamente.
 
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13 replies since 26/5/2008, 01:40   1880 views
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