VIDRIERAS GOTICAS

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astaroth1
view post Posted on 10/2/2008, 19:45




Historia y características de las vidrieras góticas
vidrieras
La vidriera del Gótico supone la definitiva consolidación, desarrollo y expansión de este arte en toda Europa y, según muchos autores, el periodo de que mejor define la esencia del arte de la vidriera.

La vidriera se constituye en la principal forma de pintura monumental, transforma la arquitectura del momento y se convierte en el vehículo idóneo para expresar los conceptos de la mística y el simbolismo del Cristianismo de los siglos finales de la Edad Media.

Desarrollo de la vidriera gótica
La vidriera de los primeros años del Gótico no surge como una nueva forma de expresión artística sino que es ya un arte maduro y plenamente formado, fruto de varios siglos de experimentación y búsqueda. Posiblemente, su logro principal, a diferencia de la vidriera del Románico que hubo de adaptarse a los estrechos ventanales impuestos por la arquitectura, consiste en haber transformado las formas constructivas del momento y el concepto lumínico en el interior de los edificios religiosos.

La transición del Románico al Gótico y del Gótico al Renacimiento no se produjo de forma brusca e inmediata. Fue un proceso lento y paulatino, durante el cual las formas del Gótico fueron imponiéndose al estilo precedente o cediendo paso al estilo entrante. Teniendo en cuenta las importantes diferencias cronológicas existentes entre los distintos países en la adopción y abandono del nuevo vocabulario artístico, podemos datar los comienzos de la vidriera Gótica en la primera mitad del siglo XIII, y su final hacia finales del siglo XV y principios del XVI, produciéndose en ambos periodos de transición interesantes fusiones de estilos.

Vidriera y arquitectura
Las atractivas posibilidades lumínicas y simbólicas de la vidriera, junto con los avances técnicos en la arquitectura, como el desarrollo del sistema de contrafuertes, pináculos, bóvedas nervadas, etc., propiciaron una espectacular reducción del tamaño y grosor de los grandes muros de los edificios religiosos, facilitando la apertura de grandes ventanales en varias alturas del edificio, compartimentados mediante maineles y complejas tracerías. El edificio más importante en la evolución de la arquitectura gótica del siglo XIII, dentro del proceso de sustitución del muro por paramentos translúcidos fue, sin duda, la Sainte Chapelle de París.

Monumentos representativos de este primera fase evolutiva de la arquitectura gótica fueron las catedrales de Chartres, Le Mans, Tours, Sens, Poitiers, Troyes, Bourges, Estrasburgo y París (Notre Dame y Sainte Chapelle) en Francia, Canterbury, Lincoln y York en Inglaterra, León, Toledo y Burgos en España, etc.

Diversidad del estilo Gótico
Dentro de Europa se produjeron numerosas tipologías y escuelas vidrieras según las regiones o países. Como ha señalado Louis Grodecki, mientras que en el siglo XIII Francia tuvo la primacía de este medio, a partir de 1300 ésta pasó al ámbito germánico, siendo las innovaciones desarrolladas hacia mediados del siglo XIII en la Sainte Chapelle comparables a las que tuvieron lugar en la iglesias de Königsfelden y Klosterneuburg, durante el primer tercio del siglo XIV.

Lo que generalmente se conoce como vidriera gótica, no es sino un nombre general para definir las muy diversas manifestaciones de este arte en Europa entre los siglos XIII, XIV y XV, que abarcan, entre otros, estilos tan dispares como el "1200", "Flamígero" (a partir del segundo cuarto del siglo XIII) e "Internacional" (desde finales de siglo XIV). De hecho, las transformaciones técnicas y estilísticas sufridas por la vidriera en su transición del Románico al Gótico y del Gótico al Renacimiento, son sin duda comparables a las producidas entre los diferentes estilos góticos.

Difusión del estilo Gótico
La rápida difusión de todos estos estilos dentro de las fronteras del mundo Cristiano, fue debida, por un lado, a la naturaleza itinerante de los maestros vidrieros y sus talleres y, por otro lado, a la invención de la imprenta que, a partir del siglo XV, supuso la rápida difusión de imágenes en forma de grabados y estampas.

Fuentes documentales
La importancia del tratado de Theophilus como fuente principal para el estudio de la vidriera Románica, sigue siendo válida para el periodo Gótico. No obstante, otros tratados escritos en esta época, como "Il Libro dell'Arte" de Cennino D'Andrea Cennini, escrito entre 1390 y 1437, el "Arte delle vetrate" de Antonio da Pisa, de finales del siglo XIV, o el anónimo "Manuscrito de Bolonia", de finales del siglo XV, son también referencia esencial para el estudio de este periodo.

Los vidrieros
A partir del siglo XIII, y especialmente durante los siglos XIV, XV y XVI, el papel desempeñado por los vidrieros dentro del contexto general de las artes plásticas será cada vez más importante. Prueba de su mayor reconocimiento como verdaderos artistas del momento es el mayor número de vidrieros activos, obras firmadas y nuevos encargos, especialmente en Francia, Inglaterra y el ámbito germánico.

Los nombres de una gran parte de estos vidrieros y algunas de sus creaciones han llegado hasta nuestros días. Algunos de los mejor conocidos y documentados son: Thomas Glazier, John de Brampton, John Prudde, William Burgh, Thomas Glodbeater, Barnard Flower y John Thornton en Inglaterra, Valentin Bush, André Robin, Guillaume de Marcillat y Engrand le Prince en Francia, Peter Hemmel von Andlau, Michael Wolgemut y Veit Hirschvogel en Alemania, Arnoult van Nijmegen en los Países Bajos, etc.


Por lo que respecta al sur de Europa, la gran mayoría de los vidrieros activos en Portugal, España e Italia, procedía de alguno de los mencionados países.

Sistema gremial
Paralelamente, la mayor importancia y consideración artística y social alcanzada por los vidrieros les lleva a regular su trabajo, pasando a formar parte del Gremio que agrupaba a los maestros pintores de diversas especialidades, generalmente el de San Lucas. Esta forma inicial de asociacionismo con otros maestros pintores, que cobrará gran importancia a partir de mediados del siglo XIV y sobre todo entre los siglos XV y XVIII, impidió, sin embargo, que los vidrieros llegaran a constituirse como gremio independiente.

Donantes
A partir del siglo XIV, el papel de los donantes civiles, como la nueva burguesía, los ricos comerciantes, gremios, etc., cobrará cada vez mayor importancia, junto a la monarquía y el clero, en la persecución de la gloria divina mediante el encargo de nuevas vidrieras para iglesias y catedrales. Aparecerán representados físicamente en las vidrieras, entablando una comunicación cada vez más directa con los personajes bíblicos o, simbólicamente mediante heráldica o escudos de familia. Asimismo, aumentan los encargos de nuevas vidrieras para edificios no religiosos, públicos o particulares, desarrollándose nuevas tipologías de vidriera civil, como los medallones de pequeño formato, especialmente en el siglo XV.

Evolución hacia un arte pictórico
La tendencia hacia un arte cada vez más pictórico provocó una progresiva disociación de las funciones del vidriero artesano y el maestro pintor, que alcanzó su máxima expresión en el siglo XVI. Este hecho fue especialmente evidente en Italia, donde ya desde el siglo XIV, fueron pintores tan reconocidos como Duccio, Gaddi, Simone Martini, Ghirlandaio, Ghiberti, Uccello, Andrea del Castagno, Donatello, etc., quienes comenzaron a proporcionar cartones a los vidrieros. Esta dependencia de la pintura hizo que el arte de los vidrieros italianos no tan fuera apreciado y valorado por sus compatriotas pintores como lo fue en el Norte de Europa.

La tipología de los ventanales
La tipología de los ventanales góticos varía considerablemente en función del periodo y el país. Las ricas y variadas formas geométricas y decorativas creadas por los bastidores en forma de medallones, característicos del periodo Románico, serán sustituidas por sencillos bastidores horizontales a partir del siglo XIII. El mayor tamaño de los ventanales facilitaba, asimismo, su compartimentación mediante finos maineles y complicadas y bellas tracerías, cuya máxima expresión se plasmará en los grandiosos rosetones del Gótico. Estas tracerías de los ventanales góticos, ofrecieron a los vidrieros un interesante campo para desarrollar su inventiva y experimentar con formas decorativas, a menudo de carácter abstracto.

El vidrio
La evolución del tipo de vidrio utilizado discurrirá de forma paralela a la del gusto de cada época, los avances tecnológicos en la fabricación del vidrio y sobre todo a la evolución de la vidriera hacia un arte cada vez más pictórico. Si bien la técnica de fabricación siguió siendo el soplado a boca en forma de cibas o manchones, los vidrios de la primera mitad del siglo XIII eran, en general, más oscuros que los del periodo Románico, predominando las intensas tonalidades de rojos, azules, verdes y púrpuras, coloreados en su masa. De ahí que las vidrieras de este primer periodo gótico se conozcan a menudo como vidrieras de "pleno color". El gran preciosismo decorativo y maestría en el uso y combinación de estos pocos colores, como si de piedras preciosas se tratara, es una de las principales características de la vidriera de esta primera época.

A partir de la segunda mitad del siglo XIII, se produjo un aumento en la paleta de tonalidades, generalmente más luminosas, y los vidrios tendieron a ser más finos y de mayor tamaño. Uno de los motivos de esta tendencia hacia una mayor luminosidad era el permitir la mejor lectura de los nuevos refinamientos decorativos de la arquitectura y escultura flamígera. Asimismo, a partir del siglo XIV, el corte de los vidrios tendió a hacerse cada vez más complejo, obteniéndose formas difíciles que requerían gran maestría técnica.

Respecto a la calidad de los vidrios, es importante sin embargo destacar que los vidrios producidos durante los siglos XIII, XIV y XV en el centro y norte de Europa, son generalmente de composición mucho más inestable que los del Románico y Renacimiento, ya que utilizaban la potasa, en vez de la sosa, como fundente principal, y por lo tanto se encuentran hoy en día en peor estado de conservación.

Pintura
La delicadeza y complejidad de los tres tonos de grisallas descritos por Theophilus en el siglo XII dio paso, en el siglo XIII, a pinturas más lineales y menos elaboradas y, a partir de la segunda mitad del siglo, a una progresiva búsqueda de modelado. Si bien la vidriera del siglo XIII se convirtió en el vehículo idóneo para la representación de imágenes e historias, algunos autores han puesto de manifiesto la escasa legibilidad de las vidrieras del siglo XIII.

La gran revolución que supuso la introducción del uso del amarillo de plata a principios del siglo XIV y de las carnaciones y el grabado manual de los vidrios plaqué durante el siglo XV, originó un aumentó de las posibilidades técnicas, pictóricas y expresivas de los maestros vidrieros, transformando así el concepto de la vidriera. Esto supuso un incremento en el uso de vidrios incoloros que permitían el paso de más luz y facilitaban una lectura más clara de unas obras que, cada vez más, seguían los pasos de la evolución de las artes pictóricas y aspiraban a convertirse en auténticas pinturas translúcidas. En este sentido, los vidrieros, especialmente en Italia, tendieron a la progresiva introducción de perspectiva y paisajes y a la búsqueda de realismo y tridimensionalidad en la representación de las figuras.
De esta forma, la vidriera gótica llegó a convertirse en la forma más importante de pintura monumental del momento, lo que inevitablemente supuso una reducción de la importancia y funciones decorativas de la red de plomo que, a partir del siglo XVI, pasó a desempeñar un papel meramente sustentante.
La arquitectura gótica facilitó el desarrollo de los grandes ciclos iconográficos en las vidrieras. Los temas estaban generalmente inspirados en pasajes bíblicos o en fuentes apócrifas como los Evangelios del pseudo Mateo y Nicodemo, el Protoevangelio de Santiago o la Leyenda Dorada de Jacobo de la Voragine.

Tipologías de vidrieras
Durante la primera mitad del siglo XIII, el carácter didáctico de la vidriera medieval mantuvo el esquema de figuras de gran tamaño en los ventanales altos del edificio y medallones de reducido tamaño con representaciones figurativas en las vidrieras más bajas, donde las historias se leían de abajo a arriba y de derecha a izquierda.

Sin embargo, a partir del siglo XIV y durante gran parte del siglo XV, la tipología de una figura aislada por lanceta, cobijada por un nicho o baldaquino en forma de pináculo, se convirtió en una de las formulas compositivas más utilizadas, sustituyendo progresivamente a las llamadas "vidrieras mosaico", formadas por medallones figurados sobre fondos geométricos y amplias cenefas. Progresivamente, estos nichos fueron ganando realismo y credibilidad, al mismo tiempo que la búsqueda de una mayor verticalidad hizo que su altura y complejidad decorativa fueran en aumento, llegando a ocupar, en ocasiones, un espacio muy superior al de la propia figura. Asimismo, la importancia de las cenefas laterales de la vidriera románica, tras una primera fase de renovación en la que se introdujeron motivos heráldicos o nuevas formas vegetales y animales, fue perdiendo protagonismo, reduciendo su tamaño hasta desaparecer o transformarse, ya en el Renacimiento, en arquitecturas de enmarcamiento.

Vidrieras grisalla
La tipología de las "vidrieras grisallas", desarrollada por la Orden cisterciense en el siglo XII, continuó usándose durante el siglo XIII con gran éxito, sobrepasando rápidamente el ámbito de la orden, como es el caso de la vidriera de las "Cinco hermanas" en la Catedral de York y las de la Catedral de Salisbury, en Inglaterra o en las catedrales de Chartres, Bourges, Beauvais y Châlons, en Francia. A partir de 1260, y especialmente en Francia e Inglaterra, la tipología de las "vidrieras grisallas" evolucionó hacia formas mixtas, como la vidriera en bandas (Iglesia de Saint Urbain, Troyes), la alternancia de lancetas de grisallas y lancetas de pleno color (Iglesia de Saint Pierre, Chartres) y la superposición de escenas sobre fondos de grisallas (Iglesia de Sainte Radegonde, Poitiers).

Vidriera tapiz
Esta evolución de la "vidriera grisalla", debida a la búsqueda de nuevos modelos artísticos, mayor luminosidad y el excesivo precio de las vidrieras de "pleno color", no fue tan perceptible en los países germánicos, donde en el siglo XIV se desarrolló un tipo de vidriera decorativa muy colorista, que utilizaba principalmente motivos geométricos, vegetales o animales híbridos, conocida como "vidriera tapiz" (Iglesia de los Agustinos, Erfurt).

Edited by astaroth1 - 8/7/2015, 20:00
 
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belzebuth666
view post Posted on 10/2/2008, 19:46




La vidriera Gótica en España
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La mayor parte de las vidrieras realizadas en España durante los siglos XIII, XIV y XV fueron obra de artistas extranjeros. Si bien muchas de ellas permanecen en el anonimato, conocemos los nombres y la obra de un gran número de artistas: Guillem Letumgard, Nicholi de Maraya, Antoni Thomas, Antoni Llonye, Severí Desmasnes, Maestro Nicolae, Nicolás Francés, Enrique Alemán, Arnao de Flandes, Jacobo Dolfin, Luys Coutin, etc. Esta tendencia de importación de artistas y obras se continuó durante el siglo XVI, cuando los vidrieros procedentes de los Países bajos acapararon la mayoría de los encargos.

La evolución geográfica de su actividad está relacionada con el avance de la reconquista y la división territorial existente. Las regiones donde se han conservado vidrieras góticas son Castilla, Cataluña y Andalucía. A continuación describimos brevemente los conjuntos más destacados:

Castilla
Catedral de León
La catedral de León es, sin duda, el edificio español con mayor número de vidrieras medievales conservadas, especialmente del siglo XIII. De los vidrieros que trabajaron en la catedral en el último tercio del siglo XIII, conocemos principalmente a Pedro Guillermo. En los siglos XIV y XV la producción disminuye considerablemente. Del siglo XV destaca la figura de Nicolás Francés (ca. 1400-1459).

Catedral de Burgos
De todas las vidrieras que en los siglos XIII, XIV y XV fueron realizadas en la Catedral de Burgos, tan sólo se ha conservado el gran rosetón del hastial sur del crucero, de autor anónimo y realizado probablemente a finales del siglo XIII o principios del XIV y, de la misma época, las cuatro rosetas ovales de la fachada principal, compuestas por vidrios medievales recuperados.

Iglesia Cartuja de Miraflores, Burgos
Conserva un impresionante y homogéneo conjunto de vidrieras flamencas de finales del siglo XV y de excepcional calidad artística. Fueron realizadas por el Maestro Nicolae hacia 1484. En una de ellas se encuentra la firma del autor. Presentan graves problemas de pérdida de pinturas.

Iglesia de Santa María, Grijalba (Burgos)
Esta pequeña iglesia de la localidad de Grijalba, en Burgos, conserva en el ábside central tres vidrieras de excelente factura, realizadas por un maestro anónimo durante la segunda mitad del siglo XV. Se encuentran sin embargo bastante alteradas por sucesivas intervenciones.

Catedral de Toledo
A pesar de las graves pérdidas sufridas durante la Guerra Civil, la Catedral de Toledo es uno de los edificios castellanos que más vidrieras medievales ha conservado. Hay alguna vidriera anónima de principios del siglo XIV y una excelente colección de vidrieras del siglo XV, realizadas por Jacobo Dolfin y Luys Coutin (1418-1428), Enrique Alemán (1484-1492) y Pedro Bonifacio y Pedro el Francés (ca. 1492-1495).

Catedral de Ávila
La vidriera central del Altar mayor, en lamentable estado de conservación, parece ser de finales del siglo XIV. Sin embargo, el gran conjunto de vidrieras medievales de la Catedral de Avila fue realizado hacia 1497 por Arnao de Flandes, Juan de Valdivieso y Diego de Santillana, artistas procedentes de Burgos y considerados como los principales exponentes de la llamada vidriera hispano-flamenca.

Cataluña
Monasterio de Santes Creus (Tarragona)
Aparte del excepcional conjunto de vidrieras cistercienses de principios del XIII, descritas en el artículo dedicado a la Vidriera del Románico, el Monasterio de Santes Creus conserva en su fachada Oeste la llamada vidriera Real, de autor anónimo y realizada hacia 1300. Esta obra monumental, cuya ordenación iconográfica ha sufrido ciertas alteraciones con el paso de los siglos, destaca por su gran colorido y carácter figurativo,

Monasterio de Pedralbes (Barcelona)
En este monasterio de clausura encontramos un conjunto de vidrieras realizadas por un maestro anónimo hacia 1328-1340. Destaca la homogeneidad del conjunto, su buen estado de conservación general y la presencia de redes de plomo del siglo XIV. El rosetón central, muy alterado por sucesivas intervenciones, está formado por una interesante mezcla de vidrios de diferentes periodos, si bien mantiene su composición original.

Catedral de Barcelona
Las vidrieras medievales de la Catedral de Barcelona se localizan en el Presbiterio. Las más antiguas fueron realizadas por un maestro anónimo hacia 1334-1350. También en el Presbiterio se encuentran otras realizadas por Nicholi de Maraya hacia 1405-1407, magníficos exponentes del Gótico Internacional. Por último, cabe destacar, en la fachada principal, la vidriera del Noli me tangere, realizada por Gil Fontanet hacia 1495, la cual presenta algunas adiciones renacentistas, probablemente a cargo de su hijo, Jaume Fontanet, en 1528.

Catedral de Girona
La Catedral de Girona constituye un auténtico museo de la vidriera medieval catalana. En el Presbiterio se conservan las realizadas por el Maestro del Presbiterio hacia 1340-1350 y en la girola la serie de vidrieras de Guillem Letumgard (ca. 1357-1358). Asimismo, en la cara sur del edificio se localiza la monumental vidriera de Antoni Thomas, de hacia 1437.

Catedral de Tarragona
Guillem Letumgard trabajó asimismo en la Catedral de Tarragona, donde en 1359 realizó la vidriera de La Anunciación en la Capilla de los Sastres, de la cual se conservan tan solo algunos fragmentos. El resto de la obra, de magnífica factura, es de hacia 1400 y pertenece a un artista desconocido, el mismo que realizó también los dos grandes rosetones conservados en el Crucero.

Iglesia de Santa María, Cervera (Lleida)
Esta iglesia conserva algunas vidrieras realizadas hacia 1400-1425, las cuales están siendo actualmente estudiadas. No obstante, se sabe que Nicholi de Maraya estuvo trabajando en Cervera por esas fechas.

Iglesia de Santa María del Mar (Barcelona)
Las vidrieras más antiguas conservadas en la Iglesia de Santa María del Mar en Barcelona pertenecen al siglo XV. Destaca especialmente el grandioso rosetón de la fachada principal, realizado por Antoni Llonye hacia 1460. De excepcional calidad técnica y pictórica es también la vidriera del Juicio Final en la nave sur, de Severí Desmasnes (ca. 1494).

Andalucía
Catedral de Sevilla
La Catedral de Sevilla es el único monumento andaluz donde se han conservado vidrieras medievales. Se trata de un conjunto de 18 vidrieras monumentales, situadas en la nave central y laterales, entre la fachada principal y el crucero, realizadas entre 1478 y 1483 por Enrique Alemán. La magnífica obra de este maestro alemán en Sevilla, y poco más tarde en Toledo, es sin duda una de las principales cumbres de la vidriera española de todos los tiempos.

Edited by astaroth1 - 24/3/2009, 02:21
 
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satanas1
view post Posted on 10/2/2008, 19:47




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Las vidrieras ya eran usadas en las iglesias de la época románica pero llegan a su apogeo en la arquitectura gótica y van generalizándose desde el siglo XIII. Presentan en este siglo, como en el anterior, la forma de mosaico en el fondo, con varios compartimentos o medallones de figuras en serie de arriba abajo, representándose en cada uno algún asunto religioso, histórico o simbólico, pero sin llevar más de un color cada fragmento de vidrio (salvo el esmalte de colo gris o negruzco que se añade para trazar algunos perfiles y contornos de figuras). En el siglo XIV, dichos compartimentos se hacen de mayor tamaño, lo mismo que las figuras, las cuales se van situando aisladas dentro de su ojiva y debajo de un doselete y se tiende a imitar con ellas algo mejor el natural, añadiéndoles el claroscuro de esmalte gris y a veces el color amarillo mediante el amarillo de plata. En el siglo XV y principios del XVI, las imágenes son todavía mayores y están como encerradas en templetes góticos, erizados de torrecillas y además de los colores gris y amarillo, añadidos por el esmaltado del vidrio, se introduce a veces el color encarnado, también por el mismo procedimiento y se usan vidrios dobles (incoloro uno y coloreado el otro) para modificar el color del fragmento respectivo.

En el siglo XVI, se elaboran vidrieras de una pieza con vidrio incoloro, pintándolas con esmalte gris (grisallas) y a mediados del mismo siglo se inventa el modo de esmaltar de diferentes colores un trozo cualquiera de vidrio lo que dio por resultado el disponer de vidrieras como si fueran lienzos o tablas de pintura, economizando así muchos accesorios de plomo para armar las piezas. Esta clase de vidrieras mucho menos transparentes y brillantes que las de la época anterior, pertenece ya al estilo renacentista y se distingue, además de lo dicho, por la soltura y libertad con que apareecen las figuras desligadas de templetes y combinadas con escudos heráldicos, etc.

Entrado ya el siglo XVII, van sustituyéndose por mosaicos geométricos de vidrios de colores las hermosas vidrieras precedentes, desapareciendo así el verdadero arte que tanto brilló en la Edad Media.

Escasas pueden contarse las vidrieras historiadas de los siglos XVII y XVIII. En el XIX, se imitan las obras de los anteriores con variados gustos, desde el románico del siglo XII al del renacimiento del XVI.

En España, destacan por su antigüedad y mérito las siguientes:

las vidrieras de la catedral de León, pertenecientes a todas las épocas del estilo ojival, con otras del siglo XV en las catedrales de Toledo, Burgos, Avila y Barcelona.
del siglo XVI, son notables las de Sevilla y Oviedo y tampoco carecen de interés cuatro vidrieras de la iglesia principal de Cervera (Lérida).
del siglo XVII, se encuentran algunas de las catedrales de Sevilla y Segovia.
Se consideran como las mejores del mundo las vidrieras de la catedral de Chartres, seguidas de las de París, Estrasburgo, Colonia, etc. del siglo XIII.

Edited by astaroth1 - 24/3/2009, 02:22
 
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astaroth1
view post Posted on 10/2/2008, 19:50




LA VIDRIERA: TÉCNICA, ESTÉTICA Y ORÍGENES.
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LA TECNICA.

En la vidriera el conocimiento de los procedimientos técnicos es.parte esencial para su comprensión debido a que es un arte en el que la técnica determina fundamentalmente los resultados estéticos. Los materiales empleados, las soluciones pictóricas, etc., evolucionan de acuerdo con la transformación que experimenta la vidriera, por lo que para comprender los rasgos específicos de ésta en cada momento es preciso conocer los resultados obtenidos por las mutaciones experimentadas por la técnica.

Lo que conocemos de [a técnica de la vidriera procede de lo contenido en algunos tratados referentes al tema, los más antiguos de los cuales se remontan casi a los orígenes de esta especialidad, de los estudios de los especialistas desarrollados de forma continua desde el siglo pasado y de la pervivencia en algunos vidrieros y talleres de soluciones tradicionales. A estas tres fuentes es preciso acudir en el momento de buscar cualquier información sobre el problema. Hay que tener en cuenta que hasta nuestro siglo, desde la época romántica, la técnica permaneció idéntica en lo fundamental; las variantes que pueden registrarse en este sentido, como dimensiones de los vidrios, colores de mufla y otros aspectos, son evolución y mutación de lo fijado desde el principio; en lo sustancial, en las primeras vidrieras, los aspectos generales de la técnica de la vidriera, como prueba el tratado del monje Teófilo, Diversarium Artium Schedula, aparecen determinados de forma definitiva.

No fue hasta nuestro siglo cuando se introdujeron novedades importantes que afectan al carácter y técnica tradicional de la vidriera. Por ejemplo, la realización de vidrieras con materiales distintos de los tradicionales (plástico, poliéster, etc.) o el empleo de materiales de sujeción distintos de los empleados hasta entonces, como, por ejemplo, el cemento armado, han cambiado radicalmente la apariencia estética de una vidriera. Lo mismo puede decirse de la estética, función y aplicaciones. Con independencia de estos cambios que se producen a lo largo de la historia de la vidriera, es preciso hacer mención de forma general a las soluciones utilizadas por los vidrieros para poder comprender la evolución seguida por el proceso estético.

La técnica tradicional de la vidriera aparece determinada por dos aspectos fundamentales: la función a que se destina y los materiales. Las vidrieras, cierre de los ventanales de un edificio en las que se representan asuntos de valor iconográfico, están formadas por pequeñas piezas de vidrio unidas por plomos. La razón de que sean piezas de pequeñas dimensiones radica en que ni el sistema de fabricación permitía hacerlas mucho mayores, ni esto al carecer de la elasticidad que proporciona la unión con plomos de los componentes de un panel, sería la solución mejor para su duración. Por otra parte, hay otro aspecto que determina el que una vidriera esté formada por piezas de vidrio en vez de ser una sola. Los vidrieros recibían los vidrios con el color en masa: rojo, verde, azul, amarillo, blanco: es decir, son colores de crisol en cuya creación el vidriero no interviene.

Inicialmente, para entender lo que queremos decir, baste con señalar esto, sin indicar las variantes ni excepciones a que luego haremos referencia. A causa de ello, cuando un vidriero quiere cambiar de color, por ejemplo, del azul del manto al rojo de una túnica, tiene que cambiar de vidrio, lo que equivale a decir que tiene que unir ambos vidrios, azul y rojo, con un plomo. Vistas así las cosas, podría pensarse que la paleta de los vidrieros, reducida a los colores de crisol, es muy pobre. Sin embargo, el vidriero sabe aprovechar esta limitación; la misma economía de medios le obliga a afinar en el momento de tener que enriquecer las posibilidades de la vidriera. Téngase en cuenta que una vidriera la vemos porque recibe luz por detrás. Esto, a distancia, tiene como consecuencia el que la luz que pasa se funde. Un rojo junto a un azul ofrece una zona intermedia morada como consecuencia de la fusión de la luz que pasa por ambos. Los vidrieros supieron perfectamente desde los principios del desarrollo de esta especialidad utilizar estas posibilidades y jugar con el control de la luz. Además, los vidrios que se han utilizado tradicionalmente en la realización de vidrieras —generalmente, vidrio soplado—son de un grosor irregular lo cual determina que nunca se ofrezcan con la calidad de una tinta plana. Una pieza de vidrio rojo, pongamos por caso, se ofrece más oscura en las partes cuyo grosor es mayor y más clara que en aquéllas en que es más fino. Esto fue utilizado por los vidrieros. con plena conciencia de intencionalidad, para modelar—creando una especie de claroscuro—y evitar toda posible monotonía cromática. A esto se suma otro aspecto, producido por el paso del tiempo, que contribuye sensiblemente a subrayar lo que venimos diciendo.

En la parte exterior de una vidriera con el tiempo se van adhiriendo una serie de sustancias que llegan a formar cuerpo con el vidrio. Esto, lejos de contribuir a perjudicar el efecto cromático de una vidriera, lo que hace es aumentar la gama de posibilidades del color, alejando toda sensación de tinta plana y convirtiendo los efectos cromáticos que posee el vidrio al ser iluminado en una gama infinita de posibilidades. Cuando en una catedral, junto a una vidriera antigua, existe una nueva o, simplemente, cuando en una vidriera antigua ha sido sustituida en época reciente alguna parte, las diferencias a que venimos haciendo referencia son claramente perceptibles.

A esta amplia serie de posibilidades de que dispone el vidriero manejando hábilmente la materia de los vidrios para enriquecer la gama de color, se añade otro aspecto fundamental en la vidriera: los colores de mufla es decir, aquéllos que aplica el vidriero sobre el vidrio y que, una vez cocidos, forman cuerpo con él. Inicialmente éstos fueron muy elementales y escasos. El fundamental, y que se seguirá usando a lo largo de toda la historia de la vidriera hasta época reciente, es la grisalla o pintura que se aplica sobre el vidrio para pintar sombras, perfiles u otros aspectos de la composición En realidad, no se trata de un color más, sino más bien de un elemento modificador de los que poseen los vidrios. Aplicado sobre alguna parte de la indumentaria de una figura, sombrea y modela oscureciendo ciertas zonas, en contraste con las más claras que ofrece el vidrio. Esta grisalla tiene un color gris oscuro. verdoso o marrón, siendo muy variada y aplicada de formas muy diferentes según los casos. A veces, como por ejemplo en las vidrieras góticas de Chartres del siglo XIII, aparece aplicada en gruesos trazos, unos junto a otros, para disminuir el paso de la luz sin anularla; en otras, como, por ejemplo, en las vidrieras del Renacimiento, se halla aplicada en forma de una tinta muy ligera y aguada, para crear un modelado suave y fluido.

A la grisalla se añaden otros ingredientes que contribuyen a la creación del efecto cromático de la vidriera, como la pintura de carnación, el esmalte y el amarillo de plata. La primera suele utilizarse como su nombre indica sobre vidrio blanco para dar color a caras, manos y otras partes del cuerpo; el segundo, en diferentes partes, como elemento complementario de adorno; el amarillo de plata que aparece ya en una fecha avanzada dentro de la evolución de la vidriera gótica, se emplea para el adorno de elementos arquitectónicos de enmarcamiento, indumentarias, cabellos, barbas, etc. En ocasiones esta pintura, que aplicada sobre vidrio blanco produce un color amarillo de gran intensidad, se aplica sobre vidrios que tienen su color en masa; por ejemplo, sobre un vidrio azul cobalto claro con el que se representa el azul del cielo del fondo de una composición puede aplicarse para representar el fondo de paisaje verdoso, color que se consigue por la mezcla del amarillo de plata y el azul del vidrio del fondo. De esta forma los vidrieros, a partir de 1300 aproximadamente, vieron enriquecidas de forma muy sensible las posibilidades y variedad cromática de su arte. Ahora bien, es preciso aclarar que lo que venimos diciendo procede de un análisis muy general de la técnica y procedimientos utilizados por los maestros vidrieros. A todo esto, en cada caso concreto, cada taller aplicaba sus propios conocimientos, los cuales, bien porque el estado de nuestros conocimientos no cuenta con estudios al respecto, o porque carecemos de ejemplos suficientes para llegar a conclusiones seguras, o bien porque no disponemos de tratados que los expliquen, nos son desconocidos, permaneciendo como verdaderos secretos de taller»Por otra parte, no debe olvidarse que la técnica de la vidriera, según el repertorio formal y función para la que se usa, se ofrece con modalidades particulares según los casos y épocas.

Desde las páginas que dedica el monje Teófilo en su obra citada a nuestros días, los tratadistas que se han ocupado de la técnica tradicional de la vidriera coinciden en líneas generales en el número y orden de operaciones seguidas por los vidrieros para la realización dé una vidriera. cartón, corte de vidrios, pintura, cocción, emplomado y asentamiento. Comencemos por la primera, una de las operaciones en las que coincide la vidriera y la pintura, hasta el punto de que muchos cartones fueron a veces realizados por pintores. Para la realización de una vidriera, conocida la forma del ventanal a que se destina, se realiza un boceto sobre una hoja de papel o pergamino en el que se indican las escenas o figuras y elementos decorativos someramente, constituyendo lo que se ha denominado «cartón a escala reducida». En algunas ocasiones fueron pintores o escultores los que realizaron estos bocetos previos, que no deben confundirse nunca con el cartón definitivo. Este ya presenta las mismas dimensiones que el vano que ha de cerrar la vidriera. En varias hojas de papel o pergamino o en unas tablas enyesadas, el vidriero realiza el dibujo de la vidriera. Cuando es un pintor el que lo ejecuta, el vidriero queda convertido en mero realizador de una obra que se le da ya determinada. ,A simple vista podría parecer que su arte queda reducido a una labor de mero artesano. Pero, como veremos, no es así. En el momento de pintar, de cortar los vidrios para que, unidos con plomos, formen los paneles el vidriero está utilizando unos medios que él conoce y no el pintor. Por ello, si abundan los cartones o bocetos realizados por pintores, aunque lo más frecuente es que sean los propios vidrieros los que los realizan, es evidente la ausencia de pintores que ocasionalmente hayan podido realizar vidrieras del principio al final. Este cartón aparece ya organizado en forma de paneles o piezas formadas por vidrios unidos por plomos, con los que se compone la vidriera.

Una vez que esté realizado el cartón, el cual viene a ser como una representación esquemática de la vidriera sobre una superficie opaca, pero de las mismas dimensiones que ésta, el vidriero procede a seleccionar los vidrios que le servirán para formar cada una de las partes de la composición} poco a poco va aplicando los vidrios que serán las indumentarias, cabezas, elementos ornamentales de enmarcamiento, fondos, etc. Para realizar esto, el vidriero dispone de una serie de vidrios que, según hemos dicho anteriormente, traen el color en masa. Atendiendo al grosor distinto de los vidrios, el maestro los va disponiendo según las partes a las que conviene más que vayan destinados. Una vez que esto está realizado, se pasa a efectuar la siguiente operación: el corte de los vidrios.

Ajustándose al cartón, el maestro y los operarios del taller van cortando las diferentes piezas de vidrio, ajustándolas, lo mismo que las piezas de un rompecabezas, a la disposición de la composición existente en el cartón El corte de estos vidrios suele realizarse. sin embargo procurando que las piezas de vidrio no encajen con precisión unas en otras, sino dejando entre ellas una separación para que al ser después emplomadas no resulte de mayores dimensiones que el ventanal. Los numerosos plomos que sujetan los vidrios de cada panel, aunque el alma de los mismos sea muy fina, suman varios centímetros, por lo que el vidriero tiene que tener en cuenta este aspecto. En el corte de los vidrios algunas piezas ofrecían grandes dificultades; aquéllas con formas angulosas era frecuente que se partiesen. Generalmente, los vidrieros, aunque no falten ejemplos de lo contrario, procuraban evitarlas, no ya sólo por la dificultad de proceder al corte, sino por razones de conservación de las mismas. Un calibre complicado a la menor descompensación de la sujeción del panel en que se encuentra incorporado, es probable que se rompa. Ahora bien, en ciertas ocasiones. todo parece indicar que algunos vidrios rotos en el momento del corte no fueron rechazados por el vidriero sino incorporados a la vidriera como si fueran dos. Esto, que procede de un problema técnico en el momento de realizar una de las operaciones para la elaboración de una vidriera, termina constituyéndose en un recurso de carácter estético muy propio de la vidriera; el plomo, además de su función de elemento sustentante, pasa a tener otra de dibujo y expresividad que no fue desapercibida por los artistas vidrieros. Cuando el maestro y los ayudantes han terminado de cortar los vidrios, éstos componen el soporte cromático de la vidriera; se pasa entonces a realizar la siguiente operación, que consiste en la pintura.

La pintura o grisalla se aplica sobre los diferentes vidrios para representar sombras, perfiles, facciones, etc. Junto con el plomo es el elemento de dibujo que determina la figuración que contiene la vidriera. Ahora bien, como se notará más adelante, el vidriero tiene que utilizarla partiendo de unos presupuestos completamente distintos a los que utiliza cl pintor al aplicar sombras en una pintura. El vidriero maneja la luz. Su arte consiste en controlarla con habilidad mediante el empleo de la grisalla. Realizar una sombra como un pintor sería negar la visión de la vidriera al impedir el paso de luz. Por ello, a propósito de los vidrieros, se ha hablado de artistas de la luz, pues en realidad todo su trabajo se centra en el control del color y de este elemento. Como dijimos además de la grisalla, el vidriero ha utilizado otros materiales para enriquecer el color de la vidriera, como el amarillo de plata, la pintura de carnación, los esmaltes, etc. Todos ellos constituyen los colores de mufla.

Una vez pintados los vidrios, se procede a su cocción para que forme parte con el vidrio. Esta operación, teniendo en cuenta que se realizaba con hornos de leña era difícil y su dominio procedía de la práctica, de la observación y de la experiencia. La pintura, el amarillo de plata o la grisalla, se ofrecen de una manera distinta según la cocción, más lenta o rápida, más fuerte o suave. Cada una de las múltiples variantes que esto puede producir deja siempre un margen, mayor o menor según los conocimientos del vidriero, al azar, aspecto que siempre se halla presente en todas las artes del fuego. A causa de ello el vidriero es siempre un experimentador que a través del estudio y de la práctica consigue crear nuevos elementos plásticos.

Una vez que la pintura está cocida. dispuestos los vidrios sobre el cartón, se procede al emplomado. Los plomos tienen sección de doble T y están formados por dos elementos, los labios que sirven para abrazar el vidrio y el alma, generalmente con una incisión a base de rayas para su mejor sujeción que sirve para separar un vidrio de otro. Con los plomos el vidriero va uniendo las diferentes piezas de vidrio que constituyen un panel. Si en la realización de la vidriera el vidriero tuvo en cuenta el grosor de los plomos, tampoco olvidó el de las armaduras de hierro que sujetan los paneles la temática de la vidriera se ,ajusta siempre a la necesidad de que los paneles van unidos a los ventanales por una armadura de hierro. A veces el vidriero ajusta la armadura a la composición, pero en otros casos se ve obligado a subordinar ésta a aquélla. Por ejemplo, las distintas barras de hierro en que se ensamblan los paneles de una vidriera gótica con escenas suele servir de separación de las distintas escenas. En otros casos, cuando se trata, como en el siglo XVI, de una gran composición, ésta forzosamente se ve atravesada por las barras de hierro de la armadura. Entonces el vidriero introduce modificaciones en ésta o adapta la composición y figuras para que las partes importantes no se vean atravesadas por las barras de hierro.

Una vez que todos los paneles se hallan emplomados, se procede al asentamiento de la vidriera en el edificio. En el ventanal se dispone previamente de una armadura igual que otra que, una vez dispuestos los paneles y con unos pasadores que atraviesan ambas, lo sujetan. Colocados los paneles, se aplica por el exterior una red de protección para la mejor conservación de la vidriera.

En la realización de toda esta serie de operaciones el maestro se ve asistido de un amplio taller. Las vidrieras de la Edad Media fueron realizadas por estos talleres itinerantes que realizaban su trabajo de lugar en lugar, o mismo que los canteros, los escultores o los pintores. No obstante este trabajo en equipo. existían unas directrices impuestas por el maestro, que confería la personalidad artística a las realizaciones. Problema que no es muy difícil de determinar a causa de las soluciones propias utilizadas por cada taller.



LA ESTETICA.-

Hemos dicho que el vidriero realiza en sus obras un control de la luz. En efecto la vidriera es un arte para cuya percepción es imprescindible el que sea iluminada por detrás. Para ello, el hecho de que el interior de los edificios en que se hallan colocadas sea más oscuro que el exterior es el elemento fundamental que cumple las exigencias requeridas por la vidriera. Las vidrieras en el edificio aparecen como elementos luminosos, como puntos de luz y color que atraen de forma casi obsesionante la atención del espectador Se trata de un arte que se basa no en una recepción de "la luz en", como la pintura y la escultura, sino "a través de". La luminosidad de una vidriera en relación con la penumbra del entorno constituye uno de los principales medios de atracción.

Las vidrieras siempre aparecen integradas en la arquitectura, por lo regular en lugares muy distante del espectador lo cual. Si dificulta «la lectura» de los elementos iconográficos de la misma, favorece el cabal desarrollo de otros aspectos estéticos. A distancia; debido a que los vidrios son atravesados por una luz diáfana que se convierte en coloreada en el interior del edificio las tonalidades de los colores se funden. Multiplicando las posibilidades y variedad cromática de los reducidos colores de los vidrios. La vidriera, por depender de la luz exterior, dista mucho de ser una obra cerrada que sólo ofrece una posibilidad de contemplación. Los cambios de luz, la mayor o menor intensidad de ésta, el cielo, que hace las veces de un auténtico filtro, hacen de la vidriera un arte que presenta multitud de posibilidades. Casi no es posible ver dos veces de la misma manera una vidriera. Puede decirse que cada vez la percibimos de forma distinta.



FUNCIÓN Y APLICACIONES.-

La vidriera no surge como un arte aislado, sino esencialmente integrado en la arquitectura. El hecho no es muy distinto de la pintura, asociada al muro o formando parte de retablos, pues es sabido que la aparición del cuadro de caballete es muy posterior. De una necesidad, el tener que cerrar los vanos que proporcionan la luz a los interiores, con un elemento translúcido que no impida el paso total de la luz, se llegó a una solución estética y simbólica. Hemos de partir de la idea de que la vidriera tal como nosotros la entendemos. Formada por vidrios de colores y con representaciones de valor iconográfico, no proporciona una mayor iluminación a los interiores, sino que más bien los oscurece Una cosa son las dimensiones de los ventanales góticos y otra el que las vidrieras situadas en ellos sean luminosas. Basta comparar un edificio gótico que no las tenga con otro en el que existan para percibir esta diferencia. En la catedral de Avila, por ejemplo, las vidrieras de las naves desaparecieron y en su lugar se pusieron otras de vidrio blanco; los ventanales de la capilla mayor y crucero, en cambio, conservan las vidrieras originales. Entre una parte y otra del edificio la iluminación es completamente diferente: diáfana, clara e intensa en las naves; coloreada, amortiguada y cambiante en el crucero y capilla mayor. Lo que resulta evidente es que el extra- ordinario desarrollo alcanzado por la vidriera en los edificios de los siglos XII y XIII no obedece a un deseo de crear interiores claros y bien iluminados, sino a una idea bien distinta. Como acabamos de señalar a propósito del ejemplo mencionado de la catedral de Avila, en los interiores de los edificios en los que existen vidrieras se produce una gradación de la luz que aparece amortiguada y diferente de la diafanidad de la luz natural. En sintesis, el interior de la catedral gótica no está bien iluminado con luz natural, sino transformado en una realidad luminosa distinta de la natural; es decir, se pretende alcanzar una idea espacial basada en una luz que ofrezca una dimensión trascendente profundamente mística.

Desde los Evangelios, pasando por los Padres de la Iglesia, hasta la Edad Media son muy abundantes las referencias que asocian a Dios con la luz o las imágenes en que se presenta a Dios como Lux vera. Esta comparación se extiende, además, a otros problemas, como en el caso de la Encarnación. Sobradamente conocida es la explicación emitida en la Edad Media de la virginidad de María al comparar la Encarnación con el paso de la luz por un vidrio. Sin romperlo ni mancharlo. Las menciones que a este respecto podrían traerse a colación constituirían por si mismas un denso trabajo. Baste con señalar esta relación entre la luz y la divinidad como uno de los factores que explican el papel simbólico desempeñado por la vidriera en la catedral. Es indudable que el interior gótico aparece matizado por este empleo de la luz coloreada. EI interior de la catedral no aparece iluminado por una luz natural, sino no-natural, con el deseo de crear una idea que simbolice la imagen de Dios como Lux vera.

Un análisis somero de la arquitectura de los siglos XII y XIII permite comprender cómo paulatinamente se fue ampliando el tamaño de los ventanales hasta desaparecer prácticamente los muros. La bóveda de crucería, al concentrar las presiones de la cubierta en. Determinados puntos, permitió el que, reforzando éstos con arbotantes, el resto del muro no cumpliese la función sustentante que se había desarrollado en el período románico. Al no ser elemento de soporte activo, el muro se fue reduciendo al tiempo que aumentaba el ventanal. Este aumento del vano llegará a extremos como en la Sainte-Chapelle de París en la que prácticamente la arquitectura está formada por muros de vidrio de colores. En este sentido es importante destacar cómo la vidriera no era un elemento aislado incorporado a la arquitectura de la misma forma que lo estaban la escultura o la pintura, sino parte integrante del mismo edificio. Sin ella la idea espacial con su imponente carga simbólica se habría perdido Al exterior la vidriera ofrece un aspecto perfectamente integrado en las formas y elementos de la propia arquitectura.

Como acabamos de ver, la vidriera desempeña en el edificio varias funciones: cierre de los ventanales, creación de un ambiente simbólico y de una determinada dimensión estética y espacial de la arquitectura. Nos queda por señalar otro aspecto fundamental desempeñado por la vidriera; me refiero a los programas iconográficos que se desarrollan en ellas y que contribuyen de forma decisiva a la función simbólica y religiosa creada por la arquitectura religiosa de la Edad Media. Los temas representados en las vidrieras contribuían a proporcionar una unidad iconográfica a todo el interior del edificio además de la simbólica expresada por la luz. Es indudable que, pese a los «desórdenes» temáticos que se registran en los principales conjuntos, los programas de vidrieras estuvieron pensados como un conjunto uniforme y homogéneo. La duración de su realización determinó que se emprendieran algunas reformas o cambios; en restauraciones o simples arreglos algunas vidrieras fueron cambiadas de lugar, privando al conjunto de su unidad iconográfica. Además de la idea total de los programas, existe otro aspecto fundamental que merece destacarse: es la relación entre la temática y su integración en el edificio. Precisamente por estar situadas en lugares altos cuando se programó su realización, este aspecto no se pasó por alto. Así las vidrieras conteniendo una serie de escenas suelen situarse en los vanos menos alejados mientras que las que contienen profetas o figuras de grandes dimensiones aparecen situadas en los ventanales más altos. La iconografía, de esta forma, se vio determinada, en lo que a su emplazamiento en el edificio se refiere, a los determinantes impuestos por la arquitectura y al desarrollo cabal de las funciones a que iba destinada.

Esta relación entre vidriera y arquitectura, lo mismo que los programas iconográficos, cambió con el tiempo. Si lo que acabamos de decir es válido para los siglos XII y XIII, no lo es, en cambio, para los siguientes. Por ejemplo, en el siglo XV los ventanales no tienen va las dimensiones que presentaban en la época clásica de la arquitectura gótica. EI muro ha vuelto a recobrar su función, y el ventanal ha dejado de ser muro de vidrio para convertirse en vano. De esta forma, los temas se desarrollan en ventanales claramente aislados. En las iglesias españolas de este período, a causa de los grandes retablos que se colocan en las capillas mayores, los ventanales aparecen reducidos a vanos situados en la parte más alta de los muros. Esta reducción del ventanaje se aprecia igualmente en la arquitectura del siglo XVI, ya sea en la del nuevo estilo renacentista como en la tradicional gótica que pervive todavía en algunos centros. Ahora bien, si el ventanal se reduce, los vanos pierden los tradicionales parteluces góticos y se ofrecen de vano único.

A diferencia de lo que ocurría en los siglos XII y XIII, la vidriera formada por multitud de escenas desaparece y se impone la composición única de grandes dimensiones sin tener en cuenta el problema de situación, como se observaba en épocas anteriores. Al ser vidrieras con grandes temas que se desarrollan en todo el ventanal, su percepción, aunque el vano sea menor referido a los del gótico clásico, es más clara y directa. La relación de todo un programa de vidrieras, al desarrollarse en un ventanaje formado por vanos aislados, se centra en la temática más que en la unidad cromática y luminosa del conjunto. Aunque esto no suponga un desentendimiento de las funciones simbólicas de la vidriera, supone una modificación de las mismas. En cambio, la unidad iconográfica de los programas es mucho mayor y su inserción en la arquitectura, al no tenerse en cuenta el problema de la situación, más coherente.



LOS ORÍGENES.-

El florecimiento que experimenta la vidriera europea a partir del siglo XII es la consecuencia de las exigencias de la nueva arquitectura, que se sirvió de un arte que contaba con una cierta tradición. La costumbre de cerrar los ventanales con piezas de vidrio unidas es muy antigua. Las excavaciones han suministrado un material abundante en este sentido. Del segundo milenio antes de Cristo son algunas piezas de vidrio que desempeñaron esta función descubiertas en Beni Hasam (Egipto). Fue en la época romana, como prueban los restos hallados en todo el Imperio, cuando esta solución se generaliza, como elemento de cierre de las ventanas. En los primeros tiempos del cristianismo abundan las referencias que acreditan su empleo o el de otros materiales, como alabastro, para cerrar los vanos. Pero lo más importante llegado a nosotros procede del arte árabe. Las excavaciones de los palacios omeyas nos han facilitado abundante material utilizado con esta finalidad, según una costumbre muy arraigada en la arquitectura árabe.

Ahora bien, los ejemplos citados tienen para nuestro propósito un interés secundario: el de saber que el desarrollo de la vidriera europea durante los siglos XII y XIII fue el florecimiento de una especialidad artística que existía, pero de la que no se había obtenido todo su caudal de posibilidades, lo cual no hace, por otra parte, sino subrayar la originalidad e importancia de dicho florecimiento. En relación con el gran arte de la vidriera figurada occidental deben de tenerse en cuenta, de manera preferente, la serie de menciones literarias que acreditan el empleo habitual de vidrieras durante los siglos IX y X. En este sentido, todo hace pensar que haya sido en el seno del renacimiento artístico carolingio donde se producen las primeras manifestaciones vidrieras que podamos considerar como verdadero punto de partida del florecimiento posterior experimentado por esta especialidad. A propósito de estos ejemplos, citados en textos literarios o escasamente conocidos por algunos restos que se han conservado, se ha señalado cómo su origen hay que vincularlo no con la arquitectura, sino con el extraordinario impulso artístico de las artes suntuarias. A ello se debe uno de los primeros ejemplares de vidriera entendida de la forma que nosotros lo hacemos. Se trata de una pieza de pequeñas dimensiones de Séry-les-Mézieres (Aisne), que, al parecer, formó parte de una caja relicario. Está formada por varias piezas de vidrio unidas por plomos y representa una cruz con adornos vegetales en los bordes, el alfa y el omega. Se trata de una obra realizada con los procedimientos y soluciones que se utilizarán mas adelante en los grandes ciclos de la vidriera figurada occidental. La cronología de la vidriera que comentamos se ha fijado en el siglo IX.

Edited by astaroth1 - 24/3/2009, 02:24
 
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astaroth1
view post Posted on 8/7/2015, 19:47




METAFÍSICA DE LAS VIDRIERAS
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A pesar de que se encuentren composiciones en vidrios coloreados en el arte islámico -en el Magreb o en las mezquitas otomanas, por ejemplo- la vidriera es sin embargo propia del genio espiritual cristiano, evocando inevitablemente el episodio de la Transfiguración: sobre una alta montaña, ante tres apóstoles, Cristo se vuelve resplandeciente como el sol, y San Basilio, comentando el acontecimiento, escribe que la luz divina aparece a través del cuerpo de Cristo como «a través de una lámina de vidrio».

La vidriera, que la luz solar transforma en miríadas de joyas incandescentes, prefigura simbólicamente la visión espiritual de los seres reintegrados en Dios, convertidos en luces en la Luz, cada uno según su proximidad al Sol divino. Una piedra preciosa es como un estado de luz solidificada, y es así que ella es la imagen adecuada de una estación espiritual, de un grado de participación en el Conocimiento y por tanto de transparencia a la Luz divina: Dante, en La Divina Comedia, emplea frecuentemente el simbolismo de las gemas atravesadas por los rayos solares para evocar la naturaleza intangible, irradiante e incorruptible de los estados angélicos y supraformales. Por lo mismo, la Jerusalén celeste -de la cual la catedral gótica se considera una imagen terrestre y anunciadora- se dice que tiene el resplandor cristalino de una piedra de Jaspe (Apocalipsis, XX 11), iluminada solo por la potencia irradiante de Dios y por una luz sobrenatural que, existiendo por si misma, es invariable e inagotable.

El hombre deificado participa en la Divinidad de la misma manera que el vidrio iluminado participa en su fuente iluminativa: permaneciendo, en relación a su naturaleza manifestada y personal, un ser relativo, y por lo tanto no pudiendo llegar a ser lo Absoluto él mismo -el vidrio no puede ser el sol, lo mismo que el hombre no puede ser Dios-, el hombre es sin embargo reabsorbido y transfigurado en el Infinito divino, como el vidrio que, aún permaneciendo como vidrio, queda enteramente penetrado por la luz y se vuelve por así decirlo semejante a ella. Louis Laneau, en la Deificación de los Justos, hablando de la unión con Cristo, escribe que el hombre es parecido a un trozo de cristal tan resplandeciente al sol que podría ser considerado como el sol mismo, a pesar de que se trate de una fusión sin confusión, de una extinción y no de una disolución: la realización metafísica última es una dilatación del fondo más puro del ser en la Esencia suprema, sin que este, en esa reintegración esencial, pierda su naturaleza principalmente determinada.

Siendo cada ser tal posibilidad en Dios, él es también, por así decirlo, tal color si bien que el ser deificado es a la vez coloreado -en tanto que forma arquetípica- e incoloro puesto que participa en la indiferenciación de la Esencia no-causal. Cada ser ve así la Luz divina incolora a través de su propio "color" ontológico, o según otro punto de vista, la Luz divina Se ve en el corazón-espejo de un ser determinado y por tanto a través de tal "color" manifestado y contenido bajo un modo sobreeminente e indiferenciado -incoloro- en la Infinitud misma.



Según Ezequiel (XXXVIII, 13) el Edén, el jardín de Dios estaba rodeado de un muro de piedras preciosas: el simbolismo vegetal -la plenitud fecunda y desbordante de la vida- se combina con un simbolismo mineral -la santidad indefectible- y la catedral gótica, bosque de piedra iluminada por aperturas multicolores orientadas hacia el cielo, evoca también este doble aspecto de todo estado y realidad sobrenaturales.

Era frecuente en la Edad Media el comparar la acción fecundadora del Espíritu Santo en la Virgen, con el sol que entra en el cristal y sale de él sin romperlo: esta fecundación, y después el crecimiento y el alumbramiento que le siguen, son el prototipo de toda realización espiritual, que es a la vez una gradual depuración de la individualidad caída, y la actualización de consciencias y de estados espirituales siempre más profundos y más puros. Para que el Espíritu pueda expandirse y resplandecer en el alma como la luz en el cristal, es necesario que el vidrio se vuelva claro, lavado de sus imperfecciones y de sus manchas, -que el alma reencuentre su desnudez substancial, que quede vacía de toda forma, perfectamente serena y receptiva: «Tu, vidrio claro»" escribe de la Virgen, Heinrich von Laufenberg, y la «Madre de Dios» -«Hija de su Hijo»- a podido ser comparada a un cristal o un aguamarina dando nacimiento a la verdadera luz.

Ver la luz divina exige el volverse semejante a ella, según el axioma metafísico de que «solo lo semejante conoce a lo semejante», y que solo el ojo sano -la inteligencia rectificada e iluminada- puede llenarse y llenar el cuerpo de luz (Mateo, VI, 22-23). El vidrio, por su transparencia, se emparenta con la luz, por lo mismo que la substancia del alma, en su pureza, su plasticidad y su belleza originales, se emparenta con el Espíritu mismo, y es en virtud de esta similitud que ella Lo atrae y se une a El. Y quien dice transparencia a la Luz de lo alto, dice igualmente capacidad de devolverla hacia abajo: los justos son «fuentes de luz en el mundo» (Filipenses II, 15), es por los santos, que son un espejo frente a Dios y símbolos de Dios frente a los hombres, que se expanden las influencias espirituales emanadas de la realidad esencial de la religión, de la misma manera que los personajes de las vidrieras se convierten en los mensajeros de la irradiación solar devolviéndola bajo una forma coloreada, individualizada y determinada.

Sin luz, la vidriera no existiría. Esta constatación es también la afirmación de una ontología: Dios, Luz de todo lo que es, es «el que es» (Exodo, III, 14). Toda relatividad supone una Causa absoluta: toda cualidad en este mundo es reflejo directo o indirecto de una Cualidad divina. El hombre no es realmente Aquello que él es, más que si él ha podido renacer a la Luz deificante: mientras que los santos son «hijos de la luz y del día» (I Tesalonicienses, V, 5), las tinieblas del ser caído son como una muerte, una no-existencia, una ilusión opacificante que parodia la «Noche luminosa» de lo Divino. De la misma manera, por lo mismo que las vidrieras no tienen presencia, significado, belleza, más que por la luz solar, por lo mismo Dios es la razón de ser, la realidad, el fin de toda existencia.

La vidriera anticipa entonces simbólicamente el desvelamiento que se produce a la muerte, en la realización espiritual, o en el fin de los tiempos, puesto que «no hay ningún secreto que no aparezca un día» (Mateo, X, 26) y que todo lo que aparece como aparente es luz (Efesios, V, 13-14).



La vidriera ha nacido de una teología de la luz, cuyos fundamentos se encuentran en el Evangelio: «El Verbo es la verdadera luz» (Juan, I, 9), «Yo soy la luz del mundo» dice Cristo (Juan, VIII, 12), «Dios es luz» sin tinieblas (1 Juan, I,5), «el Dios que ha dicho: "Que de las tinieblas resplandezca la luz", es Aquel que ha resplandecido en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo» (Î Corintios, IV, 6), etc. Para Dionisio Areopagita, cuya síntesis inspirada por el neo-platonismo constituye para el mundo cristiano la fuente mayor de esta doctrina, el Cosmos es una Efusión o un Desbordamiento luminoso surgidos del exceso de la Luz en si que, en ella misma, está más allá de toda luz. Esta Irradiación es simple, constante, siempre idéntica a si misma, no disminuye en nada la Luz divina, y se refleja diversamente en cada grado de existencia y en cada ser según la capacidad de cada cual. El sol, sus rayos, y la vidriera que ellos iluminan representan respectivamente el Verbo divino increado, el Verbo manifestado o creado por el Ser divino y que está en el centro del Cosmos total, y finalmente el Cosmos en si mismo existenciado e iluminado por el Verbo manifestado.

Todo viene de la luz ontológica, todo es por ella, y todo vuelve a ella; y esta Luz tiene en ella misma su principio y sus raíces "sobre-esenciales" en la absoluta Transcendencia que es Tinieblas, no por privaciones sino por exceso de luz. La luz divina, desvelándose en el Cosmos, se «cubre de luz como un manto» (Salmo CIV, 2) y por ello se revela todo disimulándose por esta irradiación misma. Lo Divino se manifiesta a través de la proyección centrífuga y "descendente" de sus Atributos y Posibilidades, y se vela al mismo tiempo por los estados de existencia que son a la vez Luz por sus cualidades y por su existencia misma, y no-Luz u opacidad por su relatividad y sus límites. Por lo mismo, la vidriera es una cascara de luz velando a la Luz, un velo resplandeciente o una cortina luminosa, a la imagen del Cosmos en el cual Dios se esconde a los seres por la evidencia misma de su presencia, y por las realidades terrestres que no son otra cosa que destellos fugitivos y congelados de la Luz increada.

La vidriera refracta en una multitud de vibraciones coloreadas, la luz una e incolora del sol. Es ese el símbolo mismo del Verbo divino que, conteniendo en si bajo un modo sintético e indiviso, una infinidad de atributos esenciales, reverbera en el Cosmos ciertos contenidos suyos bajo un modo desde ese momento ya diferenciado y condicionado. En otros términos, por lo mismo que los diversos planes cósmicos son la manifestación simbolizante, diversificante y limitante, de las Posibilidades principiales, de los Arquetipos divinos, por lo mismo los colores de una vidriera revelan distintivamente ciertas propiedades de la luz incolora. Los colores son estados de la luz, determinaciones cualitativas de esta: si lo Incoloro se relaciona con el No-Ser, con la esencia incondicionada, los Colores representan los Atributos y Nombres del Ser creador y personal, del Rostro determinado y cualificado del Principio. Los colores terrestres son un símbolo de lo Real invisible, siendo a la vez sin embargo, en su contingencia, una imagen ilusoria e ilusionante que es necesario transcender.

La vidriera reproduce y simboliza esta misma ambivalencia de las relatividades cósmicas que son a la vez las formas y los modos de presencia de Dios -la naturaleza virgen o el arte sacro son testimonios de la Verdad y de los destellos de la Belleza-, a pesar de que la Divinidad sea absolutamente otra que estas formas y perfectamente independiente de ellas. Si las vidrieras resplandecientes revelan distintivamente aspectos intrínsecos de la luz, ella velan sin embargo su naturaleza esencial e incolora: por una parte los colores son Luz -con relación a la inmanencia y a la continuidad existencial-, por otra no son más que símbolos de un Centro incoloro que los transciende. El sentido y el objetivo de la vidriera no es la vidriera sino el sol: parafraseando una formula patrística («Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios»), la luz, en la vidriera, se hace colores para que los colores se vuelvan luz.



La vidriera, que vence a la opacidad irreductible de la materia, que revela la Inmanencia luminosa escondida en la densidad impenetrable de lo tangible, simboliza así la transfiguración del cosmos, la reintegración o el co-nacimiento espirituales, los mundos ideales, la verdad inteligible y la belleza incorpórea. La belleza terrestres no puede ser mas que sensorial, y por lo tanto ínfima u oscura comparada a las bellezas de los mundos supra-sensibles, y de manera análoga para la Verdad, cuyo conocimiento humano -aunque esté iluminado por el Intelecto- es a la fuerza limitado bajo ciertas circunstancias.



Desde el punto de vista de una arquitectura de la luz, las iglesias románicas y góticas se oponen y se complementan simbólicamente como la Tiniebla luminosa y la Luz ontológica, que son dos expresiones posibles y cualitativamente iguales de lo Divino, a pesar de que la primera sea más principal que la otra: la Esencia transcendente y oscura, por lo tanto innombrable, no cualificable, impersonal, y el Ser divino, surgido de la Esencia indiferenciada, es Luz, puesto que es el Principio primero de toda existencia manifestada. El gótico, siendo prolongación del románico, desarrolla el simbolismo de una tensión mística, de la voluntad permanente de una transparencia interior y de un amor a la vez diamantino y exaltante. En el equilibrio estático y la penumbra de una iglesia románica, el hombre está invitado a volver a la oscuridad serena y límpida de su centro espiritual; mientras que el movimiento inmóvil de la catedral gótica, que cristaliza una elevación purificadora y espiritualizadora, la geometría luminosa de una dinamismo espiritual, despierta y aviva la aspiración activa hacia la altura majestuosa e inviolable del Orden celeste. Con el "voluntarismo" gótico, el ser es elevado a si-mismo, inflamado por una esperanza y una alegría que equilibran las normas tradicionales, de las que las leyes físicas de la arquitectura son como un eco natural. La sutileza y la claridad de las formas góticas traducen el deseo de inmaterializar la materia, y de llevarla entonces a su más alto grado de transparencia, de fluidez, de "inmediatez" metafísicas, con el fin de simbolizar la "encarnación" sensible de la inmaterial Jerusalén celeste que es a la vez temporal -puesto que es algo "a venir"- e intemporal -puesto que es "de todos los tiempos"- y que, también, es a la vez exterior a nosotros -en tanto que realidad cósmica- y en nosotros -en tanto que realidad inmanente-.



Un cuento popular rumano nos cuenta que la tierra era originalmente tan transparente como el agua, y que no es más que tras el asesinato de Abel por Caín que Dios, para disimular las huellas del crimen, dio a la materia terrestre el carácter opaco que nosotros conocemos ahora. Las tradiciones son unánimes en afirmar que la tierra del paraíso o de la edad de oro, por su pureza y claridad teofánicas, era más sutil y "líquida", estando todavía próxima de la naturaleza inmaterial de sus raíces suprasensibles. En las condiciones terrestres primordiales, la materia -de una limpidez cristalina y "anímica"- estaba como iluminada desde el interior, de manera que los colores no estaban iluminados por un foco externo, sino que eran ellos mismos luz: lo cual nos lleva al simbolismo de las gemas, que son de alguna manera una luz coloreada o un color hecho luz.

Todo esto concuerda para hacer de la vidriera una ilustración de la plena actualización de la gracia del bautismo, de la vuelta del ser al estado espiritual edénico y a la perfección del hombre original hecho "a imagen de Dios". Según los Padres de la Iglesia, que se fundan en la Epístola a los Hebreos (VI, 4 y X, 32), el bautismo es una "iluminación" (photismos) virtual que permite al ser reencontrar la santidad adámica del estado humano: «Despiértate, tu que duermes, levántate de entre los muertos, y sobre ti el Cristo resplandecerá» (Efesios V, 14).



Luz informada y mundo formal de la luz, la vidriera evoca igualmente el mundo intermedio entre el Espíritu y el mundo de las formas cuantificadas y materiales, dicho de otra manera; el nivel cósmico sutil y -en el plano microcósmico- el alma. Los mundos sutiles participan a la vez de lo Inteligible, siendo suprasensibles y no sometidos a la duración, y de los mundos sensoriales, ya que están provistos como ellos de formas y de movimientos. Lo mismo para el alma: como el ámbito de los cuerpos, esta delimitada por una forma individual, pero ella se asemeja sin embargo por su sutilidad y su pluridimensionalidad con el Espíritu, a pesar de que sea más densa que este. Pero la vidriera simboliza, no los mundos sutiles inferiores o demoníacos, sino aquellos irradiados por la Luz inteligible, las "tierras celestes", y que reflejan, revistiéndolas de una apariencia inmaterial, los contenidos del Intelecto universal: las escenas de las vidrieras son como la "corporificación" luminosa de arquetipos divinos, la imagen simbólica, bajo un mundo "sutil" o "anímico", de una esencia invisible.

La vidriera no muestra tal acontecimiento sagrado o tal hombre santo sino más bien su prototipo celeste: no los hombres o la naturaleza contingentes y exteriores, sino simbólicamente sus Ideas normativas, que se encuentran, bajo un modo sintético y supra-formal, a la vez en la "Interioridad" divina y en el núcleo más interior de los seres.



Toda Revelación sagrada exige un soporte humano que la reciba y que enuncie en lenguaje humano el contenido inefable de tal Rayo divino. Los profetas son a la vez los prismas refractores que traducen la Luz divina y La devuelven inteligible al hombre, y el velo que La tamiza y que, por consiguiente, aún ocultando la pura realidad incolora y deslumbrante de esta Luz, permite sin embargo ver un reflejo de ella que participa realmente en su Fuente increada.

Este doble simbolismo que expresa la vidriera: los seres santos son los vehículos de tal arquetipo espiritual, de tal mensaje tradicional, de tal modo de espiritualidad, por lo mismo que cada personaje de vidrio difunde diferenciadamente la misma luz, cada uno según su personalidad y su tipología espirituales; y aún por diferentes que sean las espiritualidades y las sabidurías, estas reflejan y se desprenden todas de un Principio único, por lo mismo que los vidrios coloreados están inundados por una única y misma fuente luminosa. Y por lo mismo que es imposible mirar fijamente al sol, la vidriera permite ver la luz solar sin ser deslumbrado, pero esta luz coloreada no será la luz como tal: de la misma manera, un santo, cualquiera que sea su proximidad con Dios y su iluminación en El, permanece siempre, en el plano de las criaturas, como una forma y un sujeto que no pueden ser identificados a la Santidad en sí; o todavía más: una religión, a pesar de que venga del Espíritu divino, no es más que un camino hacia El, y el camino no es Dios aún comunicando realmente alguna cosa de El. El sol, aún que esté infinitamente distante de los vidrios coloreados, los ilumina sin embargo a todos completamente y perfectamente.



Una vidriera está hecha de líneas y de colores, de delimitaciones formales y de contenidos coloreados, dicho de otra manera, y analógicamente, de ritmo y armonía, de geometría y de musicalidad (o de melodía), de virilidad y de feminidad. Al polo esencial, "activo" y contractante de la forma, responde el polo existencial, expansivo y "pasivo" del color. A la función regidora y estabilizante de la forma, responde la función resplandeciente y diletante del color; formas sin colores no son más que una red esquelética y estéril, e inversamente los colores sin rigor formal no son más que una mezcolanza ininteligible y vana. Las formas fijan y determinan a los colores, y los colores a su vez vivifican, magnifican y fluidifican a las formas.

Bajo el punto de vista -vertical- de excelencia y de anterioridad, la forma es más principal y primordial que el color: es el polo esencial del Logos increado el que determina su polo receptivo, dicho de otra manera, el Espíritu divino "precede" -según un modo no temporal sino lógico- su Receptáculo substancial, y es la razón por la cual un artista, reproduciendo el proceso divino de creación o de manifestación, traza en primer lugar los contornos de las cosas antes de colorear estas. Bajo otro punto de vista, en revancha, los colores se refieren a la esencia inmanente de las cosas o de los seres, de la misma manera que la mujer simboliza el esoterismo y la gnosis, mientras que el hombre representa la ley exterior y la racionalidad, o también la consciencia ordinaria o profana. Por una parte, las formas manifiestan el Intelecto, el Conocimiento, y los colores el mundo del alma y la reverberación anímica o existencial de los arquetípicos; por otra parte, los colores desvelan el contenido mismo de este Conocimiento, mientras que las formas no son más que la exteriorización limitada y limitante de este. Hay en el color una dimensión de ebriedad, de misterio, de infinidad, correspondiente al Amor que inflama, ennoblece, envuelve, perdona, espera y puede todo, y que está precisamente en el corazón de la perspectiva espiritual cristiana. En fin, las formas y los colores no existen más que por la luz del sol de la cual son como dos hipóstasis: Dios -el «verdadero Sol»- es a la vez Conocimiento y Amor, Ciencia y Belleza, Rigor y Misericordia, Geómetra y Colorista.

Una relación análoga a esta, rige las escenografías figurativas de la vidriera de una parte, y sus elementos decorativos por otra, compuestos de ornamentos vegetales o de motivos geométricos y situados entre los medallones y en los bordes. Si los primeros transmiten un conocimiento, los segundos son principalmente una imagen de la gratuidad, de la riqueza y de la libertad de la vida, y por eso mismo de la Gracia divina. El simbolismo de las vidrieras corresponde a la Verdad, a las Ideas divinas, y los elementos decorativos a la infinidad y al desarrollo "horizontal" de la Existencia y de sus posibilidades. Unas cristalizan la dimensión de absolutidad de lo Divino, su Necesidad, su Justicia. Lo que es invariablemente; mientras que, multiplicando indefinidamente las mismas formas, las decoraciones reflejan la multitud de los modos positivos de existencia, la plasticidad insondable de la Substancia, las ondulaciones cualitativas del alma. Las escenas figurativas de las vidrieras -surgidas de las santas Escrituras- "encarnan" una intelección, y los motivos decorativos reproducen un "ser" o una espiritualidad.



Existen dos formas principales de vidrieras: los rosetones y las lancetas acabadas en semi-circulo o en ojiva: las primeras, por su plenitud y su conclusión, unifican, sintetizan, recapitulan, mientras que los segundos son más dinámicos, dramáticos, y de una cierta manera más "exteriorizantes". Las ventanas verticales expresan más bien los modos activos y afirmativos de una espiritualidad, un despertar, una tensión ascendente, una temporalidad, un proceso, y el rosetón la Beatitud, el reposo en el Ser, la Totalidad cósmica, lo intemporal que origen y síntesis de todos los tiempos. Las ventanas se leen generalmente de abajo hacia arriba, y de izquierda a derecha: la mirada se eleva poco a poco, tanto hacia la conclusión de la narración como hacia el sol que ilumina el conjunto; la mirada pasa de la dualidad del zócalo a la unidad de la punta de la ojiva, de la tierra al Cielo, de la relatividad provisional a la Inmutabilidad principial, del ego múltiple al ser espiritualmente simplificado. Según un simbolismo, la izquierda representa negativamente el mundo y la mundanidad, y la derecha el Espíritu: ir de la izquierda a la derecha, después de abajo hacia arriba, es renunciar a si y al mundo por Dios, después subir hacia El en la medida de su realización espiritual, hasta llegar a ser -volver a ser- uno con El. Las excepciones a este modo de lectura son significativas: la vidriera de la catedral de Chartres llamada de la "Redención" (lado bajo-norte), que establece las relaciones simbólicas entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y que representa en su centro y verticalmente la Pasión de Cristo, se lee de arriba hacia abajo, evocando el misterio mismo de la Encarnación, del descendimiento del Verbo divino en un cuerpo de carne con el fin de que el hombre, por la imitación de Cristo, pueda remontar hacia el Verbo.

Frente a un rosetón, la mirada se abisma, se dilata o se concentra; va del centro a la circunferencia y después vuelve al centro, en un movimiento que simboliza el destino último del ser. Destello celeste caída aquí abajo, el hombre está en la circunferencia de la rueda, religado por el Espíritu inmanente -como un radio al centro- a la Esencia divina, y por eso mismo atraído por el Centro inmóvil de la rueda, hacia el cual todo converge, donde todo se reencuentra, donde todos los contrarios son reconciliados en su esencia común. Los círculos concéntricos que se extienden del centro hasta el borde de la rueda son los grados cósmicos y sus estados de existencia, mientras que el centro del rosetón es el Centro divino, la Eternidad, la Verdad pura, el punto inmensurable de donde surgen los mundos mesurables, la unidad transcendente de donde nacen todos los nombres, la Noche y el Silencio de donde surgen todas las luces y todos los sonidos. El rosetón es una irradiación a la vez centrífuga y centrípeta, la proyección diferenciada y polarizada de una esencia indivisa.



La relación centro-circunferencia de un rosetón es susceptible de evocar todas las relaciones entre un polo esencial y activo, y un polo receptivo o substancial, cualesquiera que sean el grado o el modo ontológicos de esta polarización La circularidad evoca igualmente la unidad y la perfección divinas o cósmicas, los ciclos la circunferencia moviente de la rueda, opuesta a la Inmutabilidad del centro, es la expresión misma de la precariedad, de toda relatividad cósmica, cuya impermanencia se mide por el alejamiento de esta de su principio invariable. Como la cúpula, el rosetón es una imagen de la Substancia, sobretodo bajo sus aspectos creadores, o maternales, y salvadores, o misericordiosos y reintegradores; y, orientada hacia el sol en el cual resplandece uniformemente y enteramente, ella es también el alma purificada -y por tanto pura substancia- acogiendo el Conocimiento y el Amor. Unida al centro -divino- de la rosa, el alma es por eso mismo todo lo que la rosa es, toda ciencia y todo paraíso. Y se podría decir también de la luz transformada por el rosetón lo que Juan Scoto Erigena dice de Cristo nacido de María: «nacido de la Virgen, esa Luz brilla en las tinieblas, es decir en los corazones de aquellos que la conocen».

Según la hora del día, los colores de las vidrieras se modifican, y esta movilidad del efecto coloreado, traduce la multiplicidad de los estados interiores del alma, los modos de la contemplatividad, los grados cualitativos de la consciencia, o simboliza también la multitud de los aspectos o dimensiones que pueden revestir las mismas realidades cósmicas o espirituales según su "iluminación" principial. Se puede ver también ahí una ilustración de las «piedras vivas» del Evangelio (I Pedro II, 5) de los seres celestes iluminados según modos innombrables por la presencia cíclica y cualitativamente diferenciada de la Luz. La luz solar filtrada por las vidrieras tiene la suavidad de la gracia en el alma, la alegría serena de la confianza espiritual, la sutilidad de los contactos espirituales, al mismo tiempo que la fuerza o la energía del Espíritu. Los reflejos luminosos que invaden el espacio interior de la iglesia, que se proyectan en los muros y las columnas de las iglesias, hacen a la piedra más etérea, más frágil y clemente, como melodiosa: disminuyen la oscuridad mas que iluminar, dicen de la luz lo que es necesario para recordar lo inexpresable de la Luz.
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VIDRIERAS ANTIGUAS Y CRISTALERAS MODERNAS

La utilización de vidrios coloreados en las iglesias cristianas está testificada por los textos del siglo IV, pero las vidrieras más antiguas actualmente conocidas y datadas no son anteriores al año mil. Después de la potencia sintética y la espiritualidad sobrias de las vidrieras románicas, la expansión y el perfeccionamiento de las creaciones del siglo XIII, la decadencia de la vidriera occidental comienza en el siglo XIV: este cede poco a poco a los naturalismos, a los artificios técnicos, a los puntos de vista y tendencias mundanas y secularizantes, las vidrieras se vuelven cada vez más simples cristales pintados. Desviaciones de la claridad medieval, o incluso inversiones de una transparencia metafísica y de la «Luz hecha carne», las vidrieras modernas -abstractivistas, cubistas, surrealistas, impresionistas, etc...- no simbolizan ni interiorizan ya más. De una "inspiración" puramente individual y mental, vacían la luz física de su simbolismo unificante y ordenador, y estas experimentaciones formales no pueden apenas dirigirse más que a las resonancias divididas y desenraizadas de impulsos espiritualmente opacos o informulados. Ya se ha dicho que el arte sacro moderno, que no lo es más que de nombre o por su función, quiere en la practica ser religioso sin Religión, intelectual sin simbolismo, moral sin virtudes, simple y directo sin poseer la simplicidad y la espontaneidad espirituales, y convencer por medio de un esteticismo cada vez más demagógico indiferente u abstruso. Cuando la forma se opone así al contenido, acaba inevitablemente por alterar y desacreditar este, pervertir toda transcendencia sacra y romper la unidad orgánica u la inteligibilidad espirituales de la tradición.

Una obra es sagrada, no solamente por su contenido, sino también por su forma, sin la cual no importa que representación de Cristo sería sacra; ahora bien, la forma, en tanto que teofanía, debe depender, no de una fantasía inventiva, sino de una alquimia entre los principios estilísticos tradicionales y las leyes objetivas del símbolo por una parte; un talento espiritualizado y una interioridad receptiva a los arquetipos formales por otra.

En la medida en la que una reforma de la vidriera religiosa contemporánea puede y debe de ser planteada, las tendencias estéticas post-medievales o modernas no podrían constituir una referencia o un punto de salida, si bien se trata, no de copiar las creaciones medievales -como lo han hecho las vidrieras neo-góticas del siglo XIX, al margen de algunos aciertos puntuales-, sino de conformarse a los principios tanto como a la perspectiva contemplativa de esas vidrieras, a la vez integrando las posibilidades cualitativas -espiritualmente validas e intelectualmente adecuadas- de una estética más contemporánea. Pensamos que es sobre todo de las vidrieras románicas figurativas o abstractas de donde habría que inspirarse: su despliegue y su equilibrio son más próximos de lo que las exigencias estéticas actuales tienen de positivo y de legítimo, y son sin duda más apropiados a una mentalidad saturada de sentimentalismos y de cerebralismos. Sin embargo, estos principios teóricos no son nada por ellos mismos, si no se acompañan de una inteligencia espiritual que, habiéndolos asimilado, les insufla la presencia misma del Espíritu, susceptible de fecundar y vivificar las formas por "lo alto" y a través de la profundidad luminosa del alma. Solamente una consciencia espiritual y un conocimiento tradicional correspondiente pueden reconocer la adecuación simbolista y la cualidad contemplativa de las formas, y verdaderamente recrear, a la luz de una inspiración directa y sobre la base de estilos medievales, un lenguaje de lo sagrado conforme a su contenido intemporal y por eso mismo auténticamente humano e inmutablemente "actual".

( FRAGMENTOS extraídos de CONNAISSANCE DES RELIGIONS nº 51-52 )

( Connaissance des Religions , B.P. 32 - 77212 Avon Cedex )

Patrick Ringgenberg
 
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4 replies since 10/2/2008, 19:45   25504 views
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