Catedral del Burgo de OsmaLa primitiva Catedral del Burgo de Osma, románica, comenzó a construirse a partir de1101, año de la llegada a Osma del monje cluniacense Pedro de Bourges, nombrado obispo de Osma con el objetivo de restaurar la diócesis, desmantelada por la invasión árabe. De esta primitiva Catedral se conservan dos arcos de medio punto, formando ventanales de la antigua sala capitular que dan al claustro. Esta catedral fue derribada entre 1231 y 1240 para elevar sobre ella y aprovechando parte de sus materiales la actual Catedral gótica, que se terminó en poco más de un siglo. De la catedral románica quedan restos en el muro sur del claustro, especialmente junto a la antigua Sala Capitular en la que reposa protegido por dragones el sepulcro gótico y policromo de San Pedro de Osma. La influencia silense es ostensible en el románico burgense.
La planta y levantamiento de la catedral gótica es típica del arte abacial cisterciense. Mide 71,80 m. de longitud por 41,80 m. de crucero y 19,80 m. de altura en su nave mayor. Los maestros de obras se inspiraron en los monasterios de Santa María de Huerta y Las Huelgas, así como a las catedrales de Cuenca, Sigüenza y Burgos. La torre, emblema señero burgense, es barroca, tiene 72 metros de altura y se acabó hacia 1767. La catedral tiene dos portadas de entrada y en su interior hay numerosas capillas con retablos renacentistas y barrocos, destacando el retablo mayor, obra de Juan de Juni. Y la puerta principal tiene aditamentos renacentistas.
El claustro es del gótico tardío y en torno a él se encuentran las diferentes salas del Museo Catedralicio en el que se exponen documentos, cantorales, orfebrería, retablos.., etc, de la catedral y de la provincia soriana. Es imprescindible su visita. El simbolismo renacentista es muy interesante.
Los museos catedralicios contienen numerosas obras de arte, libros, cantorales, códices, incluyendo un ejemplar de una copia de los "Comentarios al Apocalipsis" del Beato de Liébena, fechado en 1086. La biblioteca contiene más de 3000 volúmenes, 59 cantorales, 77 incunables y numerosos pergaminos, siendo especialmente destacable el documento más antiguo que se conoce en romance castellano, fechado en 1154.
En la catedral hay que fijarse especialmente en la románico-gótica talla de la Virgen del Espino, patrona del lugar; la talla románica del Sto. Cristo de los Milagros; el impresionante retablo mayor de Juan de Juni y Picardo, que también trabajaron posiblemente en el retablo del trascoro; en la escalinata renacentista de la capilla de San Pedro de Osma, y en las neoclásicas Capilla Mayor (donde se guarda el Beato de Osma, miniado en 1086) y Capilla de Palafox o de la Inmaculada, con posibles connotaciones francmasónicas en su composición y decoración, como igualmente parece haber un simbolismo alquimista en la estatuaria exterior e interior de la catedral gótica.
La barroca capilla de la inmaculada, donde descansan los restos del Venerralble Palafox, es de planta centralizada, con una rotonda cubierta con cúpula de media naranja sobre tambor. Su estructura está basada en cuatro grandes machones con dos pilastras en su frente que dejan otras cuatro aberturas con dos columnas cilíndricas exentas, de extrañísimos capiteles y perfil de fuste, en cada una de ellas. Las aberturas corresponden al vestíbulo, al presbiterio y a los dos altares laterales de Santo Domingo y San Pedro de Alcántara. Las dos columnas del frente de la capilla, dispuestas delante de sendos machones, separan la rotonda del alargado presbiterio, iluminado por un trasparente y con un fresco de Mariano Maella. En el testero está colocado el retablo que iba a servir de cobijo a la escultura de Palafox una vez beatificado y que hoy preside la estatua de la Inmaculada, de Roberto Michel. En el interior, sobre el ingreso, se encuentran las armas del rey Carlos III, que se reservó el patronazgo del recinto. El rey era muy devoto de Palafox y la creencia de su próxima beatificación, junto con las sugerencias de su confesor, el Padre Eleta, decidieron el ánimo real a llevar a cabo la obra.
El monarca envió a su arquitecto real, Francisco Sabatini que realizó, en 1769, el anteproyecto de la reforma de la cabecera de la catedral, proveyéndola de una girola alrededor del presbiterio, así como de la ampliación de la sacristía mayor (terminada en 1775) y otras dependencias, además de la capilla de la Inmaculada o de Palfox. Este anteproyecto fue completado por otro arquitecto real, Juan de Villanueva, y presentado a la aprobación del Cabildo en 1770. Las obras de la capilla se realizaron entre 1772 y 1790.
En el techo de la sacristía mayor están pintados tres frescos de Gabriel Juez, uno de ellos representa a Palafox dirigiéndose a la Catedral a hora de maitines, cuando le salen unos asesinos, pagados por un médico irreligioso del Burgo, para matarle. Milagrosamente, el prelado se salvó al no ser visto por ellos.
Palafox vivió en el Palacio Episcopal, de estilo plateresco, entre 1654 y 1659.
En la espiritualidad del obispo Juan de Palafox y Mendoza se encuentran connotaciones permanentes de retirarse del mundo a la soledad, recogerse en conventos y monasterios de vida observante y austera, largas horas de oración con experiencias místicas, castigar el cuerpo con penitencias rigurosas, vivir en suma pobreza evangélica, gastar el dinero en socorrer a los pobres y en obras de la Iglesia, vivir en su casa conforme a un esquema monástico, y la pasión de escribir como forma de apostolado. Estudiando su comportamiento monástico, no es difícil llegar a la conclusión de que Palafox sintió alguna vez en su vida la llamada del desierto en forma de celda conventual, clausto de monasterio y regla de austeridad y penitencia. Su devoción al carmelo, que provenía de su madre, le llevó a inscribirse en la Cofradía de Hermanos Mayores de la Virgen del Carmen, fundada en 1614.