| PRIMER SOLDADO Di, ¿por qué no le diste un tortazo a ese sinvergüenza? SEGUNDO SOLDADO No lo sé, me faltaron las fuerzas. Tenían un aspecto algo fantasmal. TERCER SOLDADO Mis ojos se cegaron, todo temblaba, no veía bien. CUARTO SOLDADO No sabría cómo decirlo: ha hecho todo el día un calor tan bochornoso, tan espeso, tan insoportable. Uno estaba de pie, el otro caía, íbamos a tientas y al mismo tiempo golpeábamos. A cada golpe era derribado un adversario, delante de los ojos flotaba un halo. Después todo empezó a chirriar, a crepitar y a silbar en el oído, y así continuó. Ahora estamos aquí y no sabemos cómo ha podido ser.
(EMPERADOR con cuatro PRÍNCIPES. La ESCOLTA se retira.)
EMPERADOR Sea como fuere, hemos ganado. En su desordenada fuga, el enemigo se dispersa por el campo de batalla. Aquí está el trono vacío. Un tesoro pérfidamente obtenido y recubierto de tapices reduce el espacio. Dignamente flanqueados por nuestra propia escolta, esperamos, en nuestra condición imperial, la venida de los enviados de los pueblos. De todos los lugares llegan buenas noticias, el imperio está pacificado, y se pliega gustosamente a nosotros. Aunque en nuestro guerrear se inmiscuyó el ilusionismo, al final luchamos solos. Es cierto que hubo sucesos que favorecieron al combatiente: del cielo cayó una piedra, al enemigo le llovió sangre encima, desde las oquedades de las rocas sonaron poderosos ruidos que hicieron que nuestro pecho estuviera henchido y el del enemigo se encogiera. Cayó el vencido en medio de una mofa interminable; el vencedor, resplandeciente, canta a su dios favorecedor. Y, sin que nadie dé la orden, al unísono, millones de gargantas proclaman estas palabras: «Dios sea loado». Pero aparto mi mirada piadosa de la más alta de las alabanzas y la dirijo al propio pecho. Un joven y dinámico soberano puede que desperdicie su tiempo, pero los años le enseñarán a valorar el significado de cada momento. Por ello, sin dilación, me uno a vosotros cuatro, hombres dignos, por el bien de la Casa, de la Corte y del Imperio. (Al primero.) A ti, príncipe, se debe la hábil ordenación del ejército y después, en el momento adecuado, una heroica y audaz dirección. En la paz actúa como lo requiera el tiempo. Te nombro Archimariscal y te lego la espada. GRAN MARISCAL Cuando tu leal ejército, hasta el momento ocupado en el interior, consiga en la frontera afianzarte en el trono, que nos sea permitido prepararte el banquete el día de fiesta en la sala de la espaciosa fortaleza de tu padre. Llevaré desenvainada la espada, la llevaré a tu lado, para la perpetua protección de la suprema Majestad. EMPERADOR (Al segundo.) Tú, que te mostraste agradable y complaciente, serás Chambelán supremo; tu cargo no será fácil. Eres cabeza de toda la servidumbre de la casa, me parece que, debido a sus disensiones internas, encuentro muchos malos servidores. Que tu ejemplo sea honrosamente mostrado como el de alguien que agrada a su Señor, a la Corte y a todos. CHAMBELÁN SUPREMO Servir a mi inteligente señor me reporta beneficios: el de serle útil al mejor, el de no hacerle daño al peor, y a su vez el de ser franco sin astucia y sereno sin artificio. El que tú, Señor, me mires, ya es bastante ¿Puede la fantasía concebir una alegría igual? Cuando vayas a la mesa, yo te daré el vaso de oro, te guardaré los anillos para que, en ese momento de placer, tu mano esté descansada y tu mirada me llene de regocijo. EMPERADOR Es cierto que me siento demasiado adusto para fiestas, pero que así sea: un comienzo alegre siempre es beneficioso. (Al tercero.) Te nombro Cocinero mayor, te encargarás de la caza, las aves del corral y la casa de labranza. Haz que se me preparen cuidadosamente mis platos preferidos, en todo momento y según los meses. COCINERO MAYOR Que un extremado ayuno sea para mí el deber más grato hasta que situado ante ti esté un exquisito manjar que te deleite. La servidumbre de la cocina debe unirse a mí para traer lo lejano y así adelantar las estaciones. No es de tu gusto engalanar la mesa ni con lo exótico ni con lo temprano. Lo sencillo y lo sustancioso es lo que tu gusto demanda. EMPERADOR (Al cuarto.) Como inevitablemente aquí estamos metidos en fiestas, conviértete para mí, joven héroe, en Copero. Copero mayor, cuida de que nuestra bodega esté siempre provista de buen vino. Sé moderado, no te dejes llevar por la tentación más allá de la serena alegría. COPERO MAYOR Soberano, cuando se tiene confianza en los jóvenes, se convierten en hombres hechos y derechos antes de que uno se haya dado cuenta. Yo iré también a esa gran fiesta; adornaré de la mejor manera el aparador imperial, con lujosos vasos, todos ellos de oro y plata; pero antes elegiré para ti la mejor copa: una de fino cristal veneciano donde el placer reside y en el que el sabor del vino se hace más intenso pero sin embriagar. A este maravilloso tesoro uno se confía a veces demasiado. Pero tu templanza, Soberano, es más protectora aún. EMPERADOR Sabed que los cargos que os he otorgado en esta hora solemne os los concedió una boca fiable. La palabra del Emperador es grande y asegura todos los dones, pero para que todo sea confirmado hace falta un valioso escrito con la fuma. Veo llegar al hombre adecuado en el momento oportuno. (El ARZOBISPO [CANCILLER] entra.) Cuando se hace descansar una bóveda sobre una piedra clave, permanecerá construida hasta la eternidad. Ahí tienes a cuatro señores principales. Ante todo hemos observado lo que más puede beneficiar a la Casa y a la Corte. Pero ahora, que todo cuanto contiene el Imperio sea, con poder y autoridad, encomendado al número cinco. Deben destacar en cuanto a la posesión de tierras y por ello ampliaré los límites de sus posesiones sirviéndome de las heredades de los que de nosotros se apartaron. A vosotros, los fieles, os lego estas bellas tierras y el derecho de extenderos más allá, según las circunstancias, por sucesión, compra y permuta. Que además os sea concedido expresamente el ejercer sin trabas los derechos que a vosotros, señores de la tierra, os corresponden. Como jueces dictaréis las sentencias definitivas, no podrá hacerse ninguna apelación ante vuestros altos ministerios. También serán vuestros los impuestos, los intereses, los tributos en especie, los feudos, los derechos de aduanas, las concesiones sobre las minas, la sal y la acuñación de moneda. Para acreditaros mi reconocimiento, os he elevado a la jerarquía inmediatamente inferior a la Majestad. ARZOBISPO En nombre de todos, recibe nuestro más sentido agradecimiento. Nos fortaleces y afianzas y así vas haciendo más fuerte tu poder. EMPERADOR A vosotros cinco os quiero otorgar un honor aún mayor. Ahora vivo para mi Imperio y tengo ganas de vivir así. Pero la cadena de nobles antepasados desvía la mirada pensativa de la febril ambición para fijarla en lo que nos amenaza. Llegado el tiempo, me separaré de mis seres queridos, entonces habrá llegado el tiempo de que elijáis a mi sucesor. Después de coronado, ensalzadle llevándolo al santo altar, y acabad pacíficamente lo que tan tormentoso fue. CANCILLER Con orgullo en lo más profundo de mi corazón y con humildad en el semblante, los príncipes, los primeros de la Tierra, están inclinados ante ti. Mientras la sangre fiel anime nuestras venas, seremos el cuerpo que ejecute las órdenes de tu voluntad. EMPERADOR En definitiva, que todo lo que sea dispuesto, sea confirmado por escrito y con mi rúbrica. En realidad, como señores, dispondréis de vuestra posesión como os plazca, pero con la condición de que sea indivisible. Y de igual modo todo incremento de nuestro legado deberá ser heredado por vuestro primogénito. CANCILLER Dichoso, plasmo en el pergamino este importantísimo estatuto, tan ventajoso para nosotros y para el Imperio. La copia y el sello se encargarán a la cancillería, con la sagrada firma, tú, Señor, lo acreditarás. EMPERADOR Retiraos, pues, para que todos podáis meditar, concentrados, la grandeza de este día.
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