| «Seguro puedes estar», replicó el Angel, «de que así ha de suceder; pero desde el cielo enviará a los suyos un consolador, el prometido de su Padre, su espíritu, que residirá en ellos, y grabará en sus corazones la ley de la fe por medio del amor, para guiarles con toda verdad; y les infundirá amor espiritual con que puedan resistir las tentaciones de Satán y despuntar sus envenenados dardos. Nada de lo que pueda intentar el hombre contra ellos los intimidará, ni aun la misma muerte, pues recibirán en sus inferiores consuelos la compensación de todas sus crueldades. Su inquebrantable firmeza desarmará a menudo a sus más tenaces perseguidores, porque el Espíritu comunicado primero a los apóstoles, que han de predicar a las naciones el Evangelio, y después a cuantos reciban la gracia del bautismo, infundirá en aquéllos el portentoso don de hablar todas las lenguas y de renovar todos los milagros que antes de ellos hizo su Maestro; y así en cada nación persuadirán a una inmensa muchedumbre a oír embelesada las nuevas venidas del cielo; y finalmente cumplido su ministerio y terminada gloriosamente su carrera, morirán dejando escritas su historia y su doctrina.
«Pero, según lo habían predicho, en lugar de ellos, sucederán los lobos a los pastores; lobos crueles, que emplearán los sagrados misterios del cielo en saciar su vil ansia de ambición y lucro, y que corromperán con supersticiones y falsas tradiciones la verdad, que sólo se conserva en las puras palabras de la Escritura, y sólo es comprensible para el espíritu. Entonces procurarán valerse de nombres, dignidades y títulos, y unir el poder secular a estos, aunque fingiendo que únicamente aspiran al espiritual, con lo que se apropiarán el espíritu de Dios prometido y otorgado por igual a todos los creyentes. A favor de tal ficción impondrán leyes espirituales por medio del poder humano a cada conciencia; leyes que nadie hallará escritas en los libros santos, ni entre las que el Espíritu grabó tan profundamente en los corazones. ¿Qué pretenden, pues, más que violentar el espíritu de la Gracia, y esclavizar a su compañera la libertad? ¿Qué otra cosa que destruir los templos vivos edificados por la fe, por su propia fe, y no por ninguna extraña?. Porque, ¿quién puede ser infalible en la tierra, obrando contra la fe y contra la conciencia? Muchos se gloriarán de serlo, y de esta variedad nacerá una rigurosa persecución contra los perseverantes adoradores en espíritu y en verdad. El resto, que será el mayor número, creerán cumplir con la religión apelando a demostraciones exteriores y a especiosas formalidades. Hostigada por los dardos de la calumnia, huirá la verdad. y se hallará rara vez la práctica de la fe. De esta suerte el mundo llegará a ser funesto para los buenos, halagüeño para los malos, y se sentirá abrumado bajo su propia pesadumbre, hasta que luzca el día de descanso para el justo, de venganza para el malvado, que será el del advenimiento del Defensor que recientemente se te ha prometido, fruto de una Mujer, vagamente anunciado y a quien no puedes ya menos de conocer como tu Salvador y tu Soberano. Cercado de brillantes nubes, se revelará, por fin, en el cielo, partícipe de la gloria de su Padre, y vendrá a aniquilar a Satán con todo su perverso mundo; y de esta masa candente, purificada por el fuego, sacará nuevos cielos, una nueva tierra, y creará siglos interminables, fundados en la justicia, en la paz y en el amor, que darán frutos de colmado bien y perpetua felicidad.»
Terminó con estas palabras, y Adán también, añadiendo:
«¡Cuán pronto, celestial profeta, has recorrido este mundo transitorio y la serie de los tiempos hasta que lleguen a fijarse estables! Más allá todo es un abismo, todo una eternidad, cuyo fin no puede alcanzar la vista. Saldré de aquí perfectamente instruido y en paz con mis pensamientos; llevo cuanto puede contener este pequeño vaso, y mi locura fue aspirar a llenarlo más. Sé para en adelante que lo mejor es obedecer solamente a Dios; amarlo y temerlo a un tiempo; proceder cual si estuviese siempre delante de El; no desconfiar jamás de su Providencia; entregarse del todo a El, que misericordioso en todas sus obras, hace que el bien triunfe del mal, y convierte las cosas más pequeñas en las más grandes, y anonada con el impulso que se cree mas ineficaz los mayores poderes de la tierra, y toda la ciencia mundana con la más humilde sencillez. Sé que el que padece por la verdad adquiere valor bastante para lograr, el supremo triunfo, y que para el fiel, la muerte no es más que la puerta de la vida. Esto he aprendido con el ejemplo de Aquel a quien reconozco ya como mi Redentor siempre bendito.»
Y el Angel por última vez repuso: «Pues sabiendo esto has llegado a la cumbre de la sabiduría y no esperes alcanzarla mayor, aunque conocieses todas las estrellas por su nombre, y todos los poderes etéreos, y los secretos del abismo, y las obras todas de la Naturaleza, y las de Dios en el cielo, en el aire, en la tierra y en los mares; aunque disfrutases de todas las riquezas de este mundo y lo redujeses todo a tu solo imperio. Añade a tu saber acciones que sean dignas de él; añade la fe, la virtud, la paciencia y la templanza; añade el amor, que algún día será llamado caridad, y que es el alma de todo lo demás; y entonces sentirás menos abandonar este Paraíso, porque dentro de ti hallarás otro mucho más venturoso y bello.
«Pero bajemos ya de esta altura de contemplación, que ha llegado la hora precisa en que es fuerza partir de aquí, y esos vigilantes que ves colocados por mí en aquel collado, aguardan para marcharse. Flamígera espada, signo de proscripción, vibra furiosamente delante de ellos: no podemos permanecer más tiempo. Ve despierta a Eva: también la he tranquilizado a ella con agradables sueños, nuncios consoladores y predispuesto su ánimo a una sumisa resignación. En ocasión oportuna, tú la harás partícipe de cuanto has oído, y principalmente de lo que le conviene a su fe saber, de la gran redención que su descendencia, la descendencia de la Mujer, traerá a todo el género humano para que podáis vivir, ya que serán largos vuestros días, unidos en una sola fe, bien que tristes, y no sin causa, al recordar los males pasados pero contentos, sin embargo, considerando vuestro dichoso fin.»
Dijo, y bajaron ambos de la colina; y apenas se vio al pie de ella, corrió Adán al lecho en que había dejado a Eva durmiendo, y la encontró despierta y oyó que lo recibía con estas palabras, nada melancólicas por cierto:
«Ya sé de dónde vienes y adónde has ido, porque Dios también nos asiste cuando estamos dormidos y en los sueños se aprende algo, y los que me ha sugerido han sido muy agradables y predíchome grandes bienes, apenas abrumada de pesar y con el corazón tan angustiado, cerré los ojos. Sé tú ahora mi guía: no me detendré un momento: ir contigo vale tanto como permanecer aquí; quedarme sin ti sería alejarme contra mi voluntad, porque tú eres para mi cuanto existe bajo el cielo, y contigo estaré en todos los lugares, contigo, a quien mi crimen voluntario expulsa de esta mansión. Al salir de aquí llevo, sin embargo, el consuelo que más puede tranquilizarme; que aunque por mí se ha perdido todo, y aunque no merezco favor tan grande, de mí nacerá la prometida estirpe por quien todo ha de restaurarse.»
Así habló nuestra madre Eva; Adán la escuchaba complacido, pero nada le respondió, porque a su lado estaba el Arcángel. De la otra colina, donde estaban colocados, con paso majestuoso descendían los querubines; deslizábanse al andar como fingidos meteoros, cual la niebla de la tarde, que levantándose del río, pasa rozando la superficie de los pantanos, y avanza presurosa hurtando el suelo a las pisadas del labrador, que regresa a su alquería. Levantada delante de ellos, fulguraba la espada del Señor, despidiendo airados resplandores, como un cometa, y su ardiente fuego y los vapores que exhalaba iban acalorando el templado clima del Paraíso, cual el adusto aire de la Libia. El Ángel entonces, asiendo de las manos a nuestros padres, y apresurando sus lentos pasos, los condujo directamente a la puerta oriental, y desde ella con la misma prontitud hasta el pie de' la roca, donde se extendía la llanura Inferior, y desapareció.
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