Dios y el Estado, Mijail Bakunin

« Older   Newer »
  Share  
leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 14:15




Pero hay una tercera razón que hace imposible tal gobierno: es
que una academia científica revestida de esa soberanía digamos
que
absoluta, aunque estuviére compuesta por los hombres más
ilustres, acabaría infaliblemente y pronto por corromperse moral e
intelecalmente.
Esta es hoy, ya, con los pocos privilegios que se les dejan, la
historia de todas las academias. El mayor genio científico, desde
el momento en
que se convierte en académico, en sabio oficial, patentado, cae
inevitablemente y se adormece. Pierde su espontaneidad, su
atrevimiento
revolucionario, y esa energía incómoda y salvaje que caracteriza
la naturaleza de los grandes genios, llamados siempre a destruir
los mundos
caducos y a echar los fundamentos de mundos nuevos. Gana sin
duda en cortesía, sabiduría utilitaria y práctica, lo que pierde en
potencia de
pensamiento. Se corrompe, en una palabra.
Es propio del privilegio y de toda posición privilegiada el matar el
espíritu y el corazón de los hombres. El hombre privilegiado, sea
política, sea
económicarnente, es un hombre intelectual y moralmente
depravado. He ahí una ley social que no admite ninguna
excepción, y que se aplica
tanto a las naciones enteras como a las clases, a las compañías
como a los individuos. Es la ley de la igualdad, condición
suprema de la
libertad y de la humanidad. El objetivo principal de este libro es
precisamente desarrollarla y demostrar la verdad en todas las
manifestaciones
de la vida humana.
Un cuerpo científico al cual se haya confiado el gobierno de la
sociedad, acabará pronto por no ocuparse absolutamente nada de
la ciencia,
sino de un asunto distinto; y ese asunto, como sucede con todos
los poderes establecidos, será el de perpetuarse a sí mismo,
haciendo que la
sociedad confiada a sus cuidados se vuelva cada vez más
estúpida, y por consiguiente más necesitada de su gobierno y de
su dirección.
Pero lo que es verdad para las academias científicas es verdad
igualmente para todas las asambleas constituyentes y legislativas,
aunque
hayan salido del sufragio universal. Este puede renovar su
composición, es verdad, pero eso no impide que se forme en unos
pocos años un
cuerpo de políticos, privilegiados de hecho, o de derecho, y que,
al dedicarse exclusivamente a la dirección de los asuntos públicos
de un país,
acaban formar una especie de aristocracia o de oligarquía política.
Ved si no los Estados Unidos de América y Suiza.
 
Top
samael69
view post Posted on 14/10/2008, 14:16




Por tanto, nada de legislación exterior y de legislación interior,
pues por otra parte una es inseparable de la otra, y ambas tienden
al
sometimiento de la sociedad y al embrutecimiento de los
legisladores mismos.
¿Se desprende de esto que rechazo toda autoridad? Lejos de mí
ese pensamiento. Cuando se trata de zapatos, prefiero la autoridad
del
zapatero; si se trata de una casa, de un canal o de un ferrocarril,
consulto la del arquitecto o del ingeniero. Para esta o la otra,
ciencia especial
me dirijo a tal o cual sabio. Pero no dejo que se impongan a mí ni
el zapatero, ni el arquitecto ni el sabio. Les escucho libremente y
con todo el
respeto que merecen su inteligencia, su carácter, su saber, pero me
reservo mi derecho incontesable de crítica y de control. No me
contento
con conultar una sola autoridad especialista, consulto varias;
comparo sus opiniones, y elijo la que me parece más justa. Pero
no reconozco
autoridad infalible, ni aun en cuestiones especiales; por
consiguiente, no obstane el respeto que pueda tener hacia la
honestidad y la
sinceridad de tal o cual individuo, no tengo fe absoluta en nadie.
Una fe semejante sería fatal a mi razón, la libertad y al éxito
mismo de mis
empresas; me ransformaría inmediatamente en un esclavo
estúpido y en un instrumento de la voluntad y de los intereses
ajenos.
Si me inclino ante la autoridad de los especialistas si me declaro
dispuesto a seguir, en una cierta medida durante todo el tiempo
que me
parezca necesario sus indicaciones y aun su dirección, es porque
esa autoridad no me es impuesta por nadie, ni por los homres ni
por Dios.
De otro modo la rechazaría con honor y enviaría al diablo sus
consejos, su dirección y su ciencia, seguro de que me harían pagar
con la
pérdida de mi libertad y de mi dignidad los fragmentos de verdad
humana, envueltos en muchas mentiras, que podrían darme.
Me inclino ante la autoridad de los hombres especiales porque me
es impuesta por la propia razón. Tengo conciencia de no poder
abarcar en
todos sus detalles y en sus desenvolvimientos positivos más que
una pequefía parte de la ciencia humana. La más grande
inteligencia no
podría abarcar el todo. De donde resulta para la ciencia tanto
como para la industria, la necesidad de la división y de la
asociación del trabajo.
Yo recibo y doy, tal es la vida humana. Cada uno es autoridad
dirigente y cada uno es dirigido a su vez. Por tanto no hay
autoridad fija y
constante, sino un cambio continuo de autoridad y de
subordinación mutuas, pasajeras y sobre todo voluntarias.
 
Top
leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 14:20




Esa misma razón me impide, pues, reconocer una autoridad fija,
constante y universal, porque no hay hombre universal, hombre
que sea capaz
de abarcar con esa riqueza de detalles (sin la cual la aplicación de
la ciencia a la vida no es posible), todas las ciencias, todas las
ramas de la
vida social. Y si una tal universalidad pudiera realizarse en un
solo hombre, quisiera prevalerse de ella para imponemos su
autoridad, habría
que expulsar a ese hombre de la sociedad, porque su autoridad
reduciría inevitablemente a todos los demás a la esclavitud y a la
imbecilidad.
No pienso que la sociedad deba maltratar a los hombres de genio
como ha hecho hasta el presente. Pero no pienso tampoco que
deba
engordarlos demasiado, ni concederles sobre todo privilegios o
derechos exclusivos de ninguna especie; y esto por tres razones:
primero,
porque sucedería a menudo que se tomaría a un charlatán por un
hombre de genio; luego, porque, por este sistema de privilegios,
podría
transformar en un charlatán a un hombre de genio, desmoralizarlo
y embrutecerlo, y en fin, porque se daría uno a sí mismo un
déspota.
Resumo. Nosotros reconocemos, pues, la autoridad absoluta de la
ciencia, porque la ciencia no tiene otro objeto que la reproducción
mental,
reflexiva y todo lo sistemática que sea posible, de las leyes
naturales inherentes a la vida tanto material como intelectual y
moral del mundo
físico y del mundo social; esos dos mundos no constituyen en
realidad más que un solo y mismo mundo natural. Fuera de esa
autoridad, la
única legítima, porque es racional y está conforme a la naturaleza
humana, declaramos que todas las demás son mentirosas,
arbitrarias,
despóticas y funestas.
Reconocemos la autoridad absoluta de la ciencia. pero
rechazamos la infabilidad y la universalidad de los representantes
de la ciencia. En
nuestra iglesia -séame permitido servirme un momento de esta
expresión que por otra parte detesto; la iglesia y el Estado mis dos
bestias
negras-, en nuestra iglesia, como en la iglesia protestante,
nosotros tenemos un jefe, un Cristo invisible, la ciencia; y como
los protestantes,
consecuentes aún que los protestantes, no quieren sufrir ni papas
ni concilios, ni cónclaves de cardenales infalibles, ni obispos, ni
siquiera
sacerdotes, nuestro Cristo se distingue del Cristo protestante y
cristiano en que este último es un ser personal, y el nuestro es
impersonal; el
Cristo cristiano, realizado ya en un pasado eterno, se presenta
como un ser perfecto, mienras que la realización y el
perfeccionamiento de
nuestro Cristo, de la ciencia, están siempre en el porvenir, lo que
equivale a decir que no se realizarán jamás. No reconociendo la
autoridad
absoluta más que ciencia absoluta, no comprometemos de ningún
momento nuestra libertad.
 
Top
samael69
view post Posted on 14/10/2008, 14:24




Entiendo por las palabras "ciencia absoluta", la única
verdaderamente universal que reproduciría idealmente el
universo, en toda su extensión y
en todos sus detalles infinitos, el sistema o la coordinación de
todas las leyes naturales que se manifiestan en el desenvolviento
incesante de
los mundos. Es evidente que esta ciencia, objeto sublime de todos
los esfuerzos del espítu humano, no se realizará nunca en su
plenitud
absoluta. Nuestro Cristo quedará, pues, eternamente inacabado, lo
cual debe rebajar mucho el orgullo de sus presentantes patentados
entre
nosotros. Contra ese Dios hijo, en nombre del cual pretenderían
imponernos autoridad insolente y pedantesca, apelaremos al Dios
padre, que
es el mundo real, la vida real de lo cual El no es más que una
expresión demasiado imperfecta y de quien nosotros somos los
representantes
inmediatos, los seres reales, que viven, trabajan, combaten, aman,
aspiran, gozan y sufren.
Pero aun rechazando la autoridad absoluta, universal e infalible de
los hombres de ciencia, nos inclinamos voluntariamente ante la
autoridad
respetable, pero relativa, muy pasajera, muy restringida, de los
representantes de las ciencias especiales, no exigiendo nada mejor
que
consultarles en cada caso y muy agradecidos por las indicaciones
preciosas que quieran darnos, a condición de que ellos quieran
recibirlas
de nosotros sobre cosas y en ocasiones en que somos más sabios
que ellos; y en general, no pedimos nada mejor que ver a los
hombres
dotados de un gran saber, de una gran experiencia, de un gran
espíritu y de un gran corazón sobre todo, ejercer sobre nosotros
una influencia
natural y legítima, libremente aceptada, y nunca impuesta en
nombre de alguna autoridad oficial cualquiera que sea, terrestre o
celeste.
Aceptamos todas las autoridades naturales y todas las influencias
de hecho, ninguna de derecho; porque toda autoridad o toda
influencia de
derecho, y como tal oficialmente impuesta, al convertirse pronto
en una opresión y en una mentira, nos impondría infaliblemente,
como creo
haberío demostrado suficientemente, la esclavitud y el absurdo.
En una palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y
toda influencia privilegiadas, patentadas, oficiales y legales,
aunque salgan del
sufragio universal, convencidos de que no podrán actuar sino en
provecho de una minoría dominadora y explotadora, contra los
intereses de la
inmensa mayoría sometida.
He aquí en qué sentido somos realmente anarquistas.
 
Top
leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 14:36




Los idealistas modernos entienden la autoridad de una manera
completamente diferente. Aunque libre de las supersticiones
tradicionales de
todas las religiones as existentes, asocian, sin embargo, a esa idea
de autoridad un sentido divino, absoluto. Esta autoridad no es la
de una
verdad milagrosamente revelada, ni la de una verdad rigurosa y
científicamente demostrada. La fundan sobre un poco de
argumentación casi
filosófica, y sobre mucha fe vagamente religiosa, sobre mucho
sentimiento ideal, abstractamente poético. Su religión es como un
último
ensayo de divinización de lo que constituye la humanidad en los
hombres. Eso es todo lo contrario de la obra que nosotros
realizamos. En
vista de la libertad humana, de la dignidad humana y de la
prosperidad humana, creemos deber quitar al cielo los bienes que
ha robado a la
tierra, para devolverlos a la tierra; mientras que esforzándose por
cometer un nuevo latrocinio religiosamente heroico, ellos
querrían al
contrario, restituir de nuevo al cielo, a ese divino ladrón hoy
desenmascarado -pasado a su vez a saco por la impiedad audaz y
por el análisis
científico de los librepensadores-, todo lo que la humanidad
contiene de más grande, de más bello, de más noble.
Les parece, sin duda, que, para gozar de una mayor autoridad
entre los hombres, las ideas y las cosas humanas deben ser
investidas de
alguna sanción divina. ¿Cómo se anuncia esa sanción? No por un
milagro o en las religiones positivas, sino por la grandeza o por la
santidad
misma de las ideas y de las cosas: lo que es grande, lo que es
bello, lo que es noble, lo que es justo, es reputado divino. En este
nuevo culto
religioso, todo hombre que se inpispira en estas ideas, en estas
cosas, se transforma en un sacerdote, inmediatamente consagrado
por Dios
mismo. ¿Y la prueba? Es la grandeza misma de las ideas que
expresa, y de las cosas que realiza: no tiene necesidad de otra.
Son tan santas
que no pueden haber sido inspiradas más que por Dios.
He ahí, en pocas palabras, toda su filosofía: filosofía de
sentimientos, no de pensamientos reales, una especie e pietismo
metafísico. Esto
parece inocente, pero no lo es, y la doctrina muy precisa, muy
estrecha y muy seca que se oculta bajo la ola intangible de esas
formas
poéticas, conduce a los mismos resultados desastrosos que todas
las religiones positivas; es decir, a la negación más completa de la
libertad
y de la dignidad humanas.
Proclamar como divino todo lo que haya de grande, justo, noble,
bello en la humanidad, es reconocer, implícitamente, que la
humanidad habría
sido incapaz por sí misma de producirlo; lo que equivale a decir
que abandonada a sí misma su propia naturaleza es miserable,
inicua, vil y
fea. Henos aquí vueltos a la esencia de toda religión, es decir, a la
denigración de la humanidad para mayor gloria de la divinidad. Y
desde el
momento que son admitidas la inferioridad natural del hombre y
su incapacidad profunda para elevarse por sí, fuera de toda
inspiración divina,
hasta las ideas justas y verdaderas, se hace necesario admitir
también todas las consecuencias ideológicas, políticas y sociales
de las
religiones positivas. Desde el momento que Dios, el ser perfecto y
supremo se pone frente a la humanidad, los intermediarios
divinos, los
elegidos, los inspirados de Dios salen de la tierra para ilustrar,
dirigir y para gobernar en su nombre a la especie humana especie
humana.
 
Top
nubarus
view post Posted on 15/10/2008, 14:47




¿No se podría suponer que todos los hombres son igualmente
inspirados por Dios? Entonces no habría necesidad de
intermediarios, sin
duda. Pero esta suposición es imposible, porque está demasiado
contradicha por los hechos. Sería preciso entonces atribuir a la
inspiración
divina todos los absurdos y los errores que se manifiestan, y todos
los horrores, las torpezas, las cobardías y las tonterías que se
cometen en el
mundo humano. Por consiguiente, no hay en este mundo más que
pocos hombres divinamente inspirados. Son los grandes hombres
de la
historia, los genios virtusosos como dice el ilustre ciudadano y
profeta italiao Giuseppe Mazzini. Inmediatamente inspirados por
Dios mismo y
apoyándose en el consentimiento universal, expresado por el
sufragio popular -Dio e Popo-, están llamados a gobernar la
sociedad humana.
Henos aquí de nuevo en la iglesia y en el Estado. Es verdad que
en esa organización nueva, establecida, como todas las
organizaciones
políticas antiguas, por la gracia de Dios, pero apoyada esta vez, al
menos en la forma, a guisa de concesión necesaria al espíritu
moderno, y
como en los preámbulos de los decretos imperiales de Napoleón
III, sobre la voluntad (ficticia) del pueblo; la iglesia no se llamará
ya iglesia,
se llamará escuela. Pero sobre los bancos de esa escuela no se
sentarán solamente los niños: estará el menor eterno, el escolar
reconocido
incapaz para siempre de sufrir sus exámenes, de elevarse a la
ciencia de sus maestros y de pasarse sin su disciplina: el pueblo.
El Estado no se llamará ya monarquía, se llamará república, pero no dejará de
ser Estado, es decir, una tutela oficial y relarmente establecida por
una
minoría de hombres competentes, de hombres de genio o de
talento, virtuosos, para vigilar y para dirigir la conducta de ese
gran incorregible
y niño terrible: el Pueblo. Los profesores de la escuela y los
funcionarios del Estado se harán republicanos; pero no serán por
eso menos
tutores, pastores, y el pueblo permanecerá siendo lo que ha sido
eternamente hasta aquí: un rebaño. Cuidado entonces con los
esquiladores;
porque allí donde hay un rebaño, habrá necesariamente también
esquiladores y aprovechadores del rebaño.
El pueblo, en ese sistema, será el escolar y el pupilo eterno. A
pesar de su soberanía completamente ficticia, continuará
sirviendo de
instrumento a pensamientos, a voluntades y por consiguiente
también a intereses que no serán los suyos. Entre esta situación y
la que
llamamos de libertad, de verdadera libertad, hay un abismo.
Habrá, bajo formas nuevas, la antigua opresión y la antigua
esclavitud, y allí donde
existe la esclavitud, están la miseria, el embrutecimiento, la
verdadera materialización de la sociedad, tanto de las clases
privilegiadas ,como
de las masas.
Al divinizar las cosas humanas, los idealistas llegan siempre al
triunfo de un materialismo brutal. Y esto por una razón muy
sencilla: lo divino
se evapora y sube hacia su patria, el cielo, y en la tierra queda
solamente lo brutal.
 
Top
samael69
view post Posted on 15/10/2008, 14:56




Si, el idealismo en teoría tiene por consecuencia necesaria el
materialismo más brutal en la práctica; o, sin duda, para aquellos
que lo predican de buena fe -el resultado ordinario para ellos es ver
atacado, de esterilidad todos sus esfuerzos-, sino para los que se
esfuerzan por
realizar sus preceptos en la vida, para la sociedad entera, en tanto
ésta se deja dominar por las doctrinas idealistas.
Para demostrar este hecho general y que puede parecer extraño al
principio, pero que se explica generalmente cuando se reflexiona
más, las
pruebas históricas no faltan.
Comparad las dos últimas civilizaciones del mundo antiguo, la
civilización griega y la civilización romana. ¿Cuál es la
civilización más
materialista, la más natural por su punto de partida y la más
humana e ideal en sus resultados? La civilización griega.
¿Cuál es al contrario la más abstractamente ideal en su punto de
partida que sacrifica la libertad material del hombre a la libertad
ideal del
ciudadano, representada por la abstracción del derecho jurídico, y
el desenvolvimiento natural de la sociedad a la abstracción del
Estado, y
cuál es la más brutal en sus consecuencias. La civilización
romana, sin duda. La civilización griega, como todas las
civilizaciones antiguas,
comprendida la de Roma, ha sido exclusivamente nacional y ha
tenido por base la esclavitud. Pero a pesar de estas dos grandes
faltas
históricas, no ha concebido menos y realizado la idea de la
humanidad, y ennoblecido y realmente idealizado la vida de los
hombres; ha
transformado los rebaños humanos en asociaciones libres de
hombres libres; ha creado las ciencias, las artes, una poesía, una
filosofía
inmortales y las primeras nociones el respeto humano por la
libertad. Con la libertad política y social ha creado el libre
pensamiento. Y al final de la Edad Media, en la época del Renacimiento, ha bastado que
algunos griegos emigrados aportasen algunos de sus libros
inmortales a
Italia para que resucitaran la vida, la libertad, el pensamiento, la
humanidad, enterrados en el sombrío calabozo del catolicismo. La
emancipación humana, he ahí el nombre de la civilización griega.
¿Y el nombre de la civilización romana? Es la conquista con todas
sus
brutales consecuencias. ¿Y su última palabra? La omnipotencia de
los Césares. Es el envilecimiento y la esclavitud de las naciones y
de los
hombres.
Y hoy aún, ¿qué es lo que mata, qué es lo que aplasta
brutalmente, materialmente, en todos los países de Europa, la
libertad y la humanidad?
Es el triunfo del principio cesarista o romano.
Comparad ahora dos civilizaciones modernas: la civilización
italiana y la civilización alemana. La primera representa, sin duda,
en su carácter
general, el materialismo; la segunda representa, al contrario, todo
lo que hay de más abstracto, de más puro y de más trascendente
en
idealismo. Veamos cuáles son los frutos prácticos de una y de
otra.
 
Top
nubarus
view post Posted on 15/10/2008, 15:13




Italia ha prestado ya inmensos servicios a la causa de la
emancipación humana. Fue la primera que resucitó y que aplicó
ampliamente el
principio de la libertad en Europa y que dio a la humanidad sus
títulos de nobleza: la industria, el comercio, la poesía, las artes,
las ciencias
positivas, el libre pensamiento. Aplastada después por tres siglos
de despotismo imperial y papas, y arrastrada al lodo por su
burguesía dominante, aparece hoy, es verdad, muy decaída en comparación
con lo que ha sido. Y sin embargo, ¡qué diferencia si se la
compara con
Alemania! En Italia, a pesar de esa decadencia, que esperamos
pasajera, se puede vivir y respirar humanamente, libremente,
rodeado de un
pueblo que parece haber nacido para la libertad. Italia -aun su
burguesía- puede mostrados con orgullo hombres como Mazzini y
Garibaldi. En
Alemania se respira la atmósfera de una inmensa esclavitud
política y social. filosóficamente explicada y aceptada por un gran
pueblo con una
resignación y una buena voluntad reflexivas. Sus héroes -hablo
siempre de la Alemania presente, no de la Alemania del porvenir;
de la
Alemania nobiliaria, burocrática, política y burguesa, no de la
Alemania proletaria- son todo lo contrario de Mazzini y de
Garibaldi: son hoy
Guillermo I, el feroz e ingenuo representante del dios protestante,
son los señores Bismarck y Moltke, los generales Manteufel
Werder. En
todas sus relaciones internacionales, Alemania desde que existe,
ha sido lenta, sistemáticamente invasora, conquistadora, ha estado
siempre
dispuesta a extender sobre los pueblos vecinos su propio
sometimiento voluntario; y después que se ha constituido en
potencia unitaria, se
convirtió en una amenaza, en un peligro para la libertad de toda
Europa. El nombre de Alemania, hoy, es la servilidad brutal y
triunfante.
Para mostrar cómo el idealismo teórico se transforma incesante y
fatalmente en materialismo práctico, no hay más que citar el
ejemplo de
todas las iglesias cristianas, y naturalmente, y ante todo, el de la
iglesia apostólica y romana. ¿Qué hay de más sublime, en el
sentido ideal, de más desinteresado, de más apartado de todos los intereses de esta
tierra que la doctrina de Cristo predicada por esa iglesia, y qué
hay de
más brutalmente materialista que la práctica constante de esa
misma iglesia desde el siglo octavo, cuando comenzó a
constituirse como
potencia? ¿Cuál ha sido y cuál es aún el objeto principal de todos
sus litigios contra los soberanos de Europa? Los bienes
temporales, las
rentas de la iglesia, primero, y luego la potencia temporal, los
privilegios políticos de la iglesia. Es preciso hacer justicia a esa
iglesia, que ha
sido la primera en descubrir en la historia moderna la verdad
incontestable, pero muy poco cristiana, de que la riqueza yel
poder económico y
la opresión política de las masas son los dos términos inseparables
del reino de la idealidad divina sobre la tierra: la riqueza que
consolida y
aumenta el poder que descubre y crea siempre nuevas fuentes de
riquezas, y ambos que aseguran mejor que el martirio y la fe de
los
apóstoles, y mejor que la gracia divina, el éxito de la propaganda
cristiana. Es una verdad histórica que las iglesias protestantes no
desconocen tampoco. Hablo naturalmente de las iglesias
independientes de Inglaterra, de Estados Unidos y de Suiza, no de
las iglesias
sometidas de Alemania. Estas no tienen iniciativa propia; hacen lo
que sus amos, sus soberanos temporales, que son al mismo tiempo
sus
jefes espirituales, les ordenan hacer. Se sabe que la propaganda
protestante, la de Inglaterra y la de Estados Unidos sobre todo, se
relaciona
de una manera estrecha con la propaganda de los intereses
materiales, comerciales, de esas dos grandes naciones; y se sabe
también que
esta última propaganda no tiene por objeto de ningún modo el
enriquecimiento y la prosperidad material de los países en los que
penetra, en compañía de la palabra de Dios, sino más bien la explotación de
esos países, en vista del enriquecimiento y de la prosperidad
material
creciente de ciertas clases, muy explotadoras y muy piadosas a la
vez, en su propio país.
 
Top
samael69
view post Posted on 15/10/2008, 15:18




En una palabra, no es difícil probar, con la historia en la mano,
que la iglesia, que todas las iglesias, cristianas y no cristianas,
junto a su
propaganda espiritualista, y probablemente para acelerar y
consolidar su éxito, no han descuidado jamás la organización de
grandes
compañías para la explotación económica de las masas, del
trabajo de las masas bajo la protección con la bendición directas y
especiales de
una divinidad cualquiera; que todos los Estados que, en su origen,
como se sabe, no han sido, con todas sus instituciones políticas y
jurídicas y
sus clases dominantes y priviegiadas, nada más que sucursales
temporales de esas iglesias, no han tenido igualmente por objeto
principal
mas que esa misma explotación en beneficio de las minorías
laicas, indirectamente legitimadas por la igleia; y que en general
la acción del
buen Dios y de todos los idealistas divinos sobre la tierra ha
culminado por siempre y en todas partes, en la fundación del
materialismo
próspero del pequeño número sobre el idealismo fanático y
constantemente excitado de las masas.
Lo que vemos hoy es una prueba nueva. Con excepción de esos
grandes corazones y de esos grandes espíritus extraviados que he
nombrado, ¿quiénes son hoy los defensores más encarnizados del
idealismo? Primeramente todas las cortes soberanas. En Francia
fueron
Napoleón III y su esposa Eugenia; son todos sus ministros de otro
tiempo, cortesanos y ex-mariscales, desde Rouher y Bazaine hasta
Fleury y
Pietri; son los hombres y las mujeres de ese mundo imperial, que
han idealizado también y salvado a Francia. Son esos periodistas
y esos
sabios: los Cassagnac, los Girardin, los Duvemois, los Veuillot,
los Leverrier, los Dumas. Es en fin la negra falange de los y de las
jesuitas de
toda túnica; es toda la nobleza y toda la alta y media burguesía de
Francia. Son los doctrinarios liberales y los liberales sin doctrina:
los Guizot,
los Thiers, los Jules Favre, los Jules Simon, todos defensores
encamizados de la explotación burguesa. En Prusia, en Alemania,
es Guillermo
I, el verdadero demostrador actual del buen Dios sobre la tierra;
son todos los generales, todos sus oficiales pomerianos y de los
otros, todo su
ejército que, fuerte en su fe religiosa, acaba de conquistar Francia
de la manera ideal que se sabe. En Rusia es el zar y toda su corte;
son los
Muravief y los Berg, todos los degolladores y los piadosos
convertidores de polonia. En todas partes, en una palabra, el
idealismo, religioso o
filosófico -el uno no es sino la traducón más o menos libre del
otro-, sirve de bandera a la fuerza sanguinaria y brutal, a la
explotación material
desvergonzada; mientras que, al contrario, la bandera del
materialismo teórico, la bandera roja de la igualdad económica y
de la justicia social,
ha sido levantada por el idealismo práctico de las masas oprimias
y hambrientas, que tienden a realizar la más grande libertad y el
derecho
humano de cada uno en la fratemidad de todos los hombres sobre
la tierra.
¿Quiénes son los verdaderos idealistas -no los idealistas de la
abstracción, sino de la vida; no del cielo, sino de la tierra- y
quiénes son los
materialistas?
 
Top
nubarus
view post Posted on 15/10/2008, 15:22




Es evidente que el idealismo teórico o divino tiene condición
esencial el sacrificio de la lógica, de la razón humana, la
renunciación a la
ciencia. Se ve, por otra parte, que al defender las doctrinas
idealistas se halla uno forzosamente arrastrado al partido de los
opresores y de los
explotadores de las masas populares. He ahí dos grandes razones
que parecían deber bastar para alejar del idealismo todo gran
espíritu, todo
gran corazón. ¿Cómo es que nuestros ilustres idealistas
contemporáneos, a quienes, ciertamente, no es el espíritu, ni el
corazón, ni la buena
voluntad lo les falta, y que han consagrado su existencia entera al
servicio de la humanidad, cómo es que se obstinan en permanecer
en las
filas de los representantes de una doctrina en lo sucesivo
condenada y deshonrada?
Es preciso que sean impulsados a ello por una razón muy
poderosa. No pueden ser ni la lógica ni la ciencia, porque la
ciencia y la lógica han
pronunciado su veredicto contra la doctrina idealista. No pueden
ser tampoco los intereses personales, porque esos hombres
infinitamente por
encima de todo lo que tiene nombre de interés personal. Es
preciso que sea una poderosa razón moral. ¿Cuál? No puede haber
más una:
esos hombres ilustres piensan, sin duda, que las teorías o las
creencias idealistas son esencialmente necesarias para la
dignididad y la
grandeza moral del hombre, y que las teorías materialistas, al
contrario, lo rebajan al nivel de los animales.
¿Y si la verdad fuera todo lo contrario?
Todo desenvolvimiento, he dicho, implica la negación del punto
de partida. El punto de partida, según la escuela materialista, es
material, y la negación debe ser necesanamente ideal. Partiendo de la totalidad
del mundo real, o de lo que se llama abstractamente la materia, se
llega
lógicamente a la idealización real, es decir, a la humanización, a
la emancipación plena y entera de la sociedad. Al contrario, y por
la misma
razón, siendo ideal el punto de partida de la escuela idealista, esa
escuela llega forzosamente a la materialización de sociedad, a la
organización de un despotismo brutal y de una explotación inicua
e innoble, bajo la forma de la iglesia y del Estado. El
desenvolvimiento
histórico del hombre, según la escuela materialista, es una
ascensión progresiva; en el sistema idealista, no puede haber más
que una caída
continua.
En cualquier cuestión humana que se quiera considerar, se
encuentra siempre esa misma contradicción esencial entre las dos
escuelas. Por
tanto, como hice obserrvar ya, el materialismo parte de la
animalidad para constituir la humanidad; el idealismo parte de la
divinidad para
constituir la esclavitud y condenar a las masas a una animalidad
sin salida. El materialismo niega el libre albedrío y llega a la
constitución de la
libertad; el idealismo, en nombre de la dignidad
humana,.proclama el libre albedrío y sobre las ruinas de toda
libertad funda la autoridad. El
materialismo rechaza el principio de autoridad porque lo
considera, con mucha razón, como el corolario de la animalidad y,
al contrario, el
triunfo de la humanidad, que según él es el fin y el sentido
principal de la historia, no es realizable más que por la libertad.
En una palabra, en
toda cuestión hallaréis a los idealistas en flagrante delito siempre
de materialismo práctico, mientras que, al contrario, veréis a los
materialistas perseguir y realizar las aspiraciones, los
pensamientos más ampliamente ideales.
 
Top
samael69
view post Posted on 15/10/2008, 15:33




La historia, en el sistema de los idealistas, he dicho ya, no puede
ser más que una caída continua. Comienzan con una caída
terrible, de la cual
no se vuelven a levantar jamás: por el salto mortale divino de las
regiones sublimes de la idea pura, absoluta, a la materia. observad
aun en
qué materia: no en una materia eternamente activa y móvil, llena
de propiedades y fuerzas, de vida y de inteligencia, tal como se
presenta a
nosotros en el mundo real; sino en la materia abstracta,
empobrecida, reducida a la miseria absoluta por el saqueo en regla
de esos prusianos
del pensamiento, es decir, de esos teólogos y metafísicos que la
desproveyeron de todo para dárselo a su emperador, a su Dios; en
esa
materia que, privada de toda propiedad, de toda acción y de todo
movimiento propios, no representa ya, en oposición a la idea
divina, más
que la estupidez, la impenetrabilidad, la inercia y la inmovilidad
absolutas.
La caída es tan terrible que la divinidad, la persona o la idea
divina, se aplasta, pierde la conciencia de sí misma y no se vuelve
a encontrar
jamás. ¡Y en esa situación desesperada, es forzada aún a hacer
milagros! Porque desde el momento en que la materia es inerte,
todo
movimiento que se produce en el mundo, aun en el material, es un
milagro, no puede ser sino el efecto de una intervención divina, de
la acción
de Dios sobre la materia. Y he ahí que esa pobre divinidad,
desgraciada y casi anulada por su caída, permanece algunos
millares de siglos en
ese estado de desvanecimiento, después se despierta lentamente,
esforzándose siempre en vano por recuperar algún vago recuerdo
de sí
misma; y cada movimiento que hace con ese fin en la materia se
transforma en una creación, en una formación nueva, en un
milagro nuevo. De
este modo pasa por todos los grados de la materialidad y de la
bestialidad; primero gas, cuerpo químico simple o compuesto,
mineral, se
difunde luego por la tierra como organisrno vegetal y animal,
después se concentra en el hombre. Aquí parece volver a
encontrarse a sí misma,
porque en cada ser humano arde una chispa angélica, una
partícula de su propio ser divino, el alma inmortal.
¿Cómo ha podido llegar a alojarse una cosa absoutamente
inmaterial en una cosa absolutamente material?, ¿cómo ha podido
el cuerpo
contener, encerrar, paralizar, limitar el espíritu puro? He ahí una
de esas cuestiones que sólo la fe, esa afirmación apasionada
estúpida de lo
absurdo, puede resolver. Es el más grande de los milagros. Aquí,
no tenemos sino que constatar los efectos, las consecuencias
prácticas de
ese milagro.
Después de millares de siglos de vanos esfuerzos para volver a sí
misma, la divinidad, perdida y esparcida en la materia que anima
y que
pone en movimieno, encuentra un punto de apoyo, una especie de
hogar para su propio recogimiento. Es el hombre, es su alma
mortal
aprisonada singularmente en un cuerpo mortal. Pero cada hombre
considerado individualmente es infinitamente restringido,
demasiado
pequeño para encerrar la inmensidad; no puede contener más que
una pequena partícula, inmortal como el todo, pero infinitamente
más
pequeña que el todo. Resulta de ahí que el ser divino, el ser
absolutamente inmaterial, el espíritu, es divisible como la materia.
He ahí un misterio del que es preciso dejar la solución a la fe.
 
Top
nubarus
view post Posted on 15/10/2008, 15:36




Si Dios entero puede alojarse en cada hombre, enonces cada
hombre sería Dios. Tendríamos una inensa cantidad de dioses,
limitado cada
cual por todos los otros y, sin embargo, siendo infinito cada uno;
contradicción que implicaría necesariamente la destrucción mutua
de los
hombres, la imposibilidad de que hubiese más que uno. En cuanto
a las partículas, esto es otra cosa: nada más racional, en efecto,
que a
partícula sea limitada por otra, y que sea más pequeña que el todo.
Sólo que aquí se presenta otra contradicción. Ser limitado, ser
más grande
o más pequeño, son atributos de la materia, no del espíritu. Del
espíritu tal como lo entienden los materialistas, sí, sin duda,
porque, según los
materialistas, el espíritu real no es más que el funcionamiento del
organismo por completo material del hombre; y entonces la
grandeza o la
pequeñez del espíritu dependen en absoluto de la mayor o menor
perfección material del organismo humano. Pero estos mismos
atributos de
limitación y de grandeza relativa no pueden ser atribuidos al
espíritu tal como lo entienden los idealisas, al espíritu
absolutamente inmaterial, al
espíritu que existe fuera de toda materia. En él no puede haber ni
más grande ni más pequeño, ni ningún límite entre los espíritus,
porque no
hay más que un espíritu: Dios. Si se añade que las partículas
infinitamente pequeñas y limitadas que constituyen las almas
humanas son al
mismo tiempo inmortales, se colmará la contradicción. Pero ésta
es una cuestión de fe. Pasemos a otra cosa.
He ahí, pues, a la divinidad desgarrada, y arrojada por partes
infinitamente pequeñas en una inmensa cantidad de seres de todo
sexo, de toda edad, de todas las razas y de todos los colores. Esa es una
situación excesivamente incómoda y desgraciada para ella porque
las partículas
divinas se conocen unas a otras poco, al principio de su existencia
humana, que comienzan por devorarse mutuamente. Por tanto, en
medio
de este estado de barbarie y de brutalidad por completo animal,
las partículas divinas, las almas humanas, conservan como un
vago recuerdo
de su divinidad primitiva, son invenciblemente arrastradas hacia
su Todo; se buscan, lo buscan. Esa es la divinidad misma,
difundida y perdida
en el mundo material, que se busca en los hombres está de tal
modo destruida por esa multitud de prisiones humanas en que se
encuentra
repartida, que al buscarse comete un montón de tonterías.
Comenzando por el fetichismo, se busca y se adora a sí misma,
tan pronto en una piedra, como en un trozo de madera, o en un
trapo. Es muy
probable también que no hubiese salido nunca del trapo si la otra
divinidad que no se ha dejado caer en la materia, y que se ha
conservado en
el estado de espíritu puro en las alturas sublimes del ideal
absoluto, o en las regiones celestes, no hubiese tenido piedad de
ella.
He aquí un nuevo misterio. Es el de la divinidad que se escinde en
dos mitades, pero igualmente totales e infinitas ambas, y de las
cuales una
-Dios padre- se conserva en las puras regiones inmateriales;
mientras que la otra -Dios hijo- se ha dejado caer en la materia.
Vamos a ver al
momento establecerse relaciones continuas de arriba a abajo y de
abajo a arriba entre estas dos divinidades, separada una de otra; y
estas
relaciones, consideradas como un solo acto eterno y constante,
constituirán el Espíritu Santo.
 
Top
samael69
view post Posted on 15/10/2008, 15:54




Tal es, en su verdadero sentido teológico y metafísico, el grande,
el terrible misterio. de la trinidad cristiana. Pero dejemos lo antes
posible
estas alturas y veamos lo que pasa en la tierra.
Dios padre, viendo, desde lo alto de su esplendor eterno, que ese
pobre Dios hijo, achatado y pasmado por su caída, se sumergió y
perdió de
tal modo en la que, aun llegado al estado humano, no consigue
encontrarse, se decide, por fin, a ayudarlo. Entre esa inmensa
cantidad de
partículas a la vez inmortales, divinas e infinitamente pequeñas en
que el Dios hijo se diseminó hasta el punto de no poder volver a
renocerse,
el Dios padre eligió las que le agradaron más y las hizo sus
inspirados, sus profetas, sus "hombres de genio virtuosos", los
grandes
bienhechores y legisladores de la humanidad: Zoroastro, Buda,
Moisés, Confucio, Licurgo, Solón, Sócrates, el divino Platón, y
Jesucristo,
sobre todo, la completa realización de Dios hijo, en fin, recogida
y concentrada en una sola persona humana; todos los apóstoles,
San Pedro,
San Pablo y San Juan, sobre todo; Constantino el Grande,
Mahoma; después Carlomagno, Gregorio Vll, Dante; según unos
Lutero también,
Voltaire y Rousseau, Roespierre y Dantón, y muchos otros
grandes y santos personajes históricos de los que es imposible
recapitular todos
los nombres, pero entre los cuales, como ruso, ruego que no se
olvide a San Nicolás.
Henos aquí, pues, llegados a la manifestación de Dios sobre la
tierra. Pero tan pronto como Dios aparece, el hombre se anula. Se
dirá que no se anula del odo, puesto que él mismo es una partícula de Dios.
¡Perdón! Admito que una partícula, una parte de un todo
determinado,
limitado, por pequeña que sea la parte, sea una cantidad, un
tamaño positivo. Pero una parte, una partícula de lo infinitamente
grande,
comparada con él, es, necesanamente, infinitamente pequeña.
Multiplicad los millones y millones por millones y millones; su
producto, en
comparación con lo infinitamente grande, será infinitamente
pequeño, lo infinitamente pequeño es igual a cero. Dios es todo,
por consiguiente
el hombre y todo el mundo real con él, el universo, no son nada.
No saldréis de ahí.
Dios aparece, el hombre se anula; y cuanto más grande se hace la
divinidad, más miserable se vuelve la humanidad. He ahí toda la
historia de
todas las religiones; he ahí el efecto de todas las inspiraciones y
de todas las legislaciones divinas. En historia el nombre de Dios
es la terrible
maza histórica con la cual los hombres divinamente inspirados,
los grandes "genios virtuosos" han abatido la libertad, la dignidad,
la razón y la
prosperidad de los hombres.
Hemos tenido primeramente la caída de Dios. Tenemos ahora una
caída que nos interesa mucho más: la
del hombre, causada por la sola aparición o manifestación de Dios
en la tierra.
 
Top
nubarus
view post Posted on 15/10/2008, 15:57




Ved, pues, en qué error profundo se encuentran nuestros queridos
e ilustres idealistas. Hablándonos de Dios, creen, quieren
elevarnos,
emanciparnos, ennoblecernos y, al contrario, nos aplastan y nos
envilecen. Con el nombre de Dios se imaginan poder establecer la
fraternidad entre los hombres, y, al contrario, crean el orgullo, el desprecio;
siembran la discordia, el odio, la guerra, fundan la esclavitud.
Porque con Dios
vienen necesariamente los diferentes grados de inspiración divina;
la humanidad se divide en muy inspirados, menos inspirados y en
no
inspirados de ningún modo. Todos son igualmente nulos ante
Dios, es verdad; pero comparados entre sí, los unos son más
grandes que los
otros; y no solamente de hecho -lo que no sería nada, porque una
desigualdad de hecho se pierde por sí misma en la colectividad,
cuando no
encuentra nada, ninguna ficción o institución legal a a cual pueda
engancharse-; no, los unos son más grandes que los otros por el
derecho
divino de la inspiración: lo que constituye de inmediato una
desigualdad fija, constante, petrificada. Los más inspirados deben
ser escuchados
y obedecidos por los menos inspirados. He ahí al fin el -principio
de autoridad bien establecido, y con él las dos instituciones
fundamentales de
la esclavitud: la Iglesia y el Estado.
De todos los despotismos el de los doctrinarios o de los inspirados
religiosos es el peor. Son tan celosos de la gloria de su Dios y del
triunfo
de su idea, que no les queda corazón ni para la libertad, ni para la
dignidad, ni aun para los sufrimientos de los hombres vivientes,
de los
hombres reales. El celo divino, la preocupación por la idea acaban
por desecar en las almas más tiernas, en los corazones más
solidarios, las
fuentes del amor humano. Considerando todo lo que es, todo lo
que se hace en el mundo, desde el punto vista de la eternidad o de
la idea
abstracta, tratan con desdén las cosas pasajeras; pero toda la vida
de los hombres reales, de los hombres de carne y hueso, no está compuesta más que de cosas pasajeras; ellos mismos no son más
que seres que pasan y que, una vez pasados, son reemplazados por
otros
igualmente pasajeros, pero que no vuelven jamás en persona. Lo
que hay de permanente o de relativamente eterno en los hombres
reales, es
el hecho de la humanidad que, al desenvolverse constantemente,
pasa, cada vez más rica, de una generación a otra. Digo
relativamente
eterno, porque una vez destruido nuestro planeta -y puede por
menos de perecer tarde o temprano, pues do lo que ha comenzado
debe
necesariamente terminar-, una vez descompuesto nuestro planeta,
para servir sin duda de elemento a alguna formación nueva en el
sistema
del universo, el único realmente eterno, ¿quién sabe lo que pasará
con todo nuestro desenvolvimiento humano? Por consiguiente,
como el
momento de esa disolución está inmensamente lejos de nosotros,
podemos considerar a la humanidad como eterna, dada en
relación a la
vida humana, tan corta. Pero este mismo hecho de la humanidad
progresiva no es real y viviente más que en tanto que se
manifiesta y se
realiza en tiempos determinados, en lugares determinados, en
hombres realmente vivos, y no en su ideal general.
 
Top
samael69
view post Posted on 15/10/2008, 16:13




La idea general es siempre una abstracción y por eso mismo, en
cierto modo, una negación de la vida real. En mi Apéndice
Consideraciones
filosóficas he comprobado esta propiedad del pensamiento
humano, y por consiguiente, también de la ciencia, de no poder
aprehender y
nombrar en los hechos reales más que su sentido general, sus
relaciones generales, sus leyes generales; en una palabra, lo que
es permanente en sus transformaciones continuas, pero jamás su
aspecto material, individual, y, por decirlo así, palpitante de
realidad y de vida,
pero por eso mismo fugitivo, no la realidad misma; el
pensamiento de la vida, no la vida. He ahí su límite, el único
límite verdaderamente
infranqueable para ella, porque está fundado sobre la natulareza
misma del pensamiento humano, que es el único órgano de la
ciencia.
Sobre esta naturaleza se fundan tres derechos incontestables y la
gran misión de la ciencia, pero también su impotencia vital y su
acción
malhechora siempre que, por sus representantes oficiales,
patentados, se atribuye el derecho de gobernar la vida. La missión
de la ciencia es
ésta: Al constatar las relaciones geneales de las cosas pasajeras y
reales y al reconocer las leyes generales inherentes al
desenvolvimiento de
los fenómenos, tanto del mundo físico como del mundo social,
planta, por decirlo así, los jalones inmutables de la marcha
progresiva de la
humanidad, indicando a los hombres las condiciones generales
cuya observación rigurosa es necesaria y cuya ignorancia u olvido
serán
siempre fatales. En una palabra, la ciencia es la brújula de la vida,
pero no es la vida. La ciencia es inmutable, impersonal, general,
abstracta,
insensible, como las leyes de que no es más que la reproducción
ideal, reflexiva o mental, es decir, cerebral (para recordamos que
la ciencia
misma no es más que un producto material de un órgano material,
de la organización material del hombre, del cerebro). La vida es
fugitiva,
pasajera, pero también palpitante de realidad y de, individualidad,
de sensibilidad, de sufrimientos, de alegrías, de aspiraciones, de necesidades y de pasiones. Es ella la que espontáneamente crea
las cosas y todos los seres reales. La ciencia no crea nada,
constata y
reconoce solamente las creaciones de la vida. Y siempre que los
hombres de ciencia, saliendo de su mundo abstracto, se mezclan a
la
creación viviente en el mundo real, todo lo que proponen o lo que
crean es pobre, ridículamente abstracto, privado de sangre y de
vida, muerto
nonato, semejante al humunculus creado por Wagner, el discípulo
pedante del inmortal doctor Fausto. Resulta de ello que la ciencia
tiene por
misión única esclarecer la vida, no gobernarla.
 
Top
50 replies since 14/10/2008, 12:29   1192 views
  Share