| El malvado se pasea por su caverna desde que desciende, examina durante un cuarto de hora cada suplicio mientras blasfema como un condenado y llena de insultos a la paciente. Cuando por fin no puede más y su semen, retenido durante tanto tiempo, está a punto de escapar, se deja caer en un sillón desde el que puede observar todos los suplicios, dos de los demonios se acercan a él, muestran su culo y lo masturban, y él pierde su semen lanzando rugidos que ahogan totalmente los de sus quince pacientes. Hecho esto sale, dan el golpe de gracia a las que todavía no han muerto, entierran sus cuerpos, y todo ha terminado para la quincena.
Aquí la Desgranges termina sus relatos; es cumplimentada, festejada, etc... Desde la mañana de aquel día se han hecho preparativos terribles para la fiesta que se está meditando. Curval, que detesta a Constance, por la mañana fue a joderla por delante y, mientras lo hacía, le anunció su sentencia. El café fue presentado por las cinco víctimas, a saber: Constance, Narcisse, Giton, Michette y Rosette. Durante él se hicieron horrores; al relato que se acaba de leer asistieron, desnudas, las cuadrillas que se pudieron arreglar. Y en cuanto la Desgranges hubo acabado, se hizo comparecer primero a Fanny, le cortaron los dedos que le quedaban en las manos y los pies y fue poseída por detrás, sin pomada, por Curval, el duque y los cuatro primeros jodedores. Sophie llegó, se obligó a Céladon, su amante, a quemarle el interior del coño, le cortaron todos los dedos de las manos y la sangraron en las cuatro extremidades, le desgarraron la oreja derecha y le sacaron el ojo izquierdo. Céladon fue obligado a ayudar a todo y a menudo a obrar él mismo, y a la menor mueca era azotado con disciplinas de puntas de hierro. Luego cenaron; la cena fue voluptuosa y en ella sólo bebieron champaña y licores. El suplicio se llevó a cabo a la hora de las orgías; a los postres fueron avisados los señores de que todo estaba dispuesto, bajaron y encontraron la bodega muy adornada y bien arreglada. Constance estaba acostada sobre una especie de mausoleo y los cuatro niños ornaban los cuatro ángulos. Como sus culos eran todavía muy lozanos, dos amigos obtuvieron todavía gran placer maltratándolos, por fin se empezó el suplicio: Curval abrió él mismo el vientre de Constance mientras poseía a Giton por el trasero, arrancó el fruto ya muy formado y del sexo masculino, luego se continuaron los suplicios de aquellas cinco víctimas, todos los cuales fueron tan crueles como variados.
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