| Esta alegoría abarca todas las grandes tradiciones de la Cabala y la doctrina cristiana secreta de San Juan, ahora totalmente desconocida. Dice también que Seth, Moisés, David, Salomón y Cristo obtuvieron del mismo Arbol cabalístico sus cetros reales y cayados pontificios. De esta manera podemos entender porqué Cristo fue adorado por los Magos en Su pe-sebre. Sin embargo, recurramos al Libro de Enoc, pues a éste puede atri-buírsele mayor autoridad que a un manuscrito desconocido; el primero es citado en el Nuevo Testamento por el Apóstol San Judas. La tradición refiere la invención de las letras a Enoc, y es por tanto a él a quien de-bemos retrotraer las doctrinas incluidas en el Sepher Yetzirah, que es la obra elemental de la Cabala, cuyo recopilador —según los rabinos— fue el patriarca Abraham, heredero de los secretos de Enoc y padre de la iniciación de Israel. Así, Enoc parecería idéntico al Hermes Trismegisto egipcio, mientras el famoso Libro de Thoth, escrito integralmente en jero-glíficos y números, sería la Biblia oculta, anterior al libro de Moisés y llena de misterios, a la que el iniciado Guillermo Postel alude con tanta frecuencia en todas sus obras, bajo el título de Génesis de Enoc.
La Biblia dice que Enoc no murió y que Dios lo trasladó de una vida a otra. Debe volver para confundir al Anticristo al fin de los tiem-pos; entonces será uno de los últimos mártires, o testigos de la verdad, mencionados en el Apocalipsis de San Juan. Lo dicho sobre Enoc a este respecto fue también expresado sobre todos los grandes iniciadores re-gistrados en el cabalismo. El mismo San Juan, según los cristianos pri-mitivos, fue salvado de la muerte, y durante mucho tiempo se enseñó que era posible verle respirar en su tumba. La explicación es que la ciencia absoluta de la vida preserva contra la muerte, como lo indujera siempre a adivinar el instinto del pueblo. Sea esto como fuere, las constancias de Enoc están contenidas en dos libros, uno jeroglífico y el otro alegórico. El primero abarca las claves hieráticas de iniciación, el segundo es la his-toria de una gran profanación que provocó la destrucción del mundo y el reino del caos después del de los gigantes.
San Metodio, obispo de los primeros tiempos del cristianismo, cuyos escritos se hallan en la colección de los Padres de la Iglesia, dejó un Apo-calipsis profético que desarrolla la historia del mundo en una serie de vi-siones. No está incluido entre los escritos reconocidos del santo, pero los gnósticos lo preservaron y fue impreso en el Liber Mirabilis bajo el nom-bre supuesto de Bermechobus, que editores ignorantes substituyeron en lugar de Bea-Methodius, abreviación de Beatus Methodius. En diversos as-pectos este libro guarda correspondencia con el tratado alegórico titula-do La Penitencia de Adán. Narra cómo Seth emigró hacia el Este con su familia y llegó a una montaña en la vecindad del Paraíso Terrenal. Este, fue el país de los iniciados, mientras la posteridad de Caín inventó una Magia espuria o vil en la India, tierra del fratricidio, y puso la bru-jería en manos de los audaces.
San Metodio predice, en un pasaje posterior, las luchas y prodominio sucesivo de los ismaelitas (nombre atribuido en su Apocalipsis a los que vencieron a los romanos), de los francos, que vencieron a los ismaelitas: y luego, de una raza del Norte cuya invasión precederá al reino personal del Anticristo. De allí en adelante será fundado un reino universal y caerá en manos de un príncipe francés, después de lo cual existirá el reino de la justicia durante un largo período de años. Aquí no nos interesa la profecía, pero es deseable señalar la diferencia entre la Magia buena y la Magia mala, entre el Santuario de los Hijos de Seth y la profanación de la ciencia por parte de los descendientes de Caín. De hecho, el cono-cimiento trascendental está reservado a quienes dominan sus pasiones, y la Naturaleza virgen no entrega las llaves de su cámara nupcial a los adúlteros.
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