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nubarus
view post Posted on 27/4/2009, 19:50 by: nubarus




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PLAZAS DEL CULTO

EL SANTUARIO O CAYE-MYSTÉRE (CAI-MISTÉ)


Un practicante voduista puede haber llegado a adquirir la experiencia y condiciones exigidas para ejercer el oficio de modo independiente. En ese caso tiene que construir una casita (denominada en Haití caye-mystére (cai-misté) destinada exclusivamente a los luases, separada de su casa de vivienda. Para su confección se emplean diversos materiales. En las zonas rurales lo más común es que este templo, por lo general pequeño, tenga paredes de tablas de palma o se empleen yaguas y techo de guano, es decir, sea un bohío. En los centros de culto vodú existentes en áreas urbanas, estas "casas de los misterios" o de luases son construidas con una variedad mayor de materiales, que va de las paredes de tablas o de mampostería hasta el techo de zinc o de hormigón.
Es frecuente encontrar en las casas de vivienda de los haitianos y sus descendientes pequeños altares levantados en un lugar poco visible de un dormitorio; en ellos los inmigrantes, por lo general, colocan imágenes de santos católicos, arbustos y otros objetos propios del vodú. En el suelo de esa habitación, cuando se trata de un oficiante, pueden observarse también sobre una alfombra de saco de yute o, en la superficie del suelo, objetos tales como carreteles de hilo de coser, monedas fraccionarias, etc., y tal vez una mesita con otros objetos rituales.
Como la mayoría de los componentes de las religiones no tradicionales de base africana, la estructura de los centros de cultos voduistas puede ser simplemente la de un bohío independiente, casita anexa a la casa de vivienda principal del hungán o habitación en el interior de ésta. Sin embargo, dicha estructura puede ser algo más compleja. Veamos cómo se distribuye el espacio y con cuáles fines en este último caso:

1. Un primer espacio independiente de la habitación donde se coloca el altar y que está destinado a servir de despensa o almacén de los alimentos, bebidas, velas, etc., utilizados en la ceremonia.
2. Dormitorio del jefe de la despensa, encargado de administrar y suministrar la base material en ocasión de la realización de los manyé-luá.
3. Pequeña pieza con puerta de acceso, generalmente cerrada, que hace las veces de antesala de la pieza donde está instalado el altar.
4. Sigue a la anterior una segunda pieza, con otra puerta de acceso, en la que oficia el hungán y donde está emplazado el altar principal. Éste consiste en una mesa de madera encima de la cual se colocan las piedras o fundamento de los luases que posee el sacerdote, algunos recipientes y los atributos de los misterios entre otros objetos rituales. A un lado del primero, puede haber otro altar más pequeño cuyos componentes denuncian las creencias espiritistas o santeras de sus dueños. Este segundo altar es más bien bastante común entre los descendientes de haitianos y pertenece a éstos o a sus esposas. El espacio de esta habitación puede admitir incluso un lugar donde se depositan las ofrendas y otro donde se sitúan la orquesta y el coro durante las celebraciones festivas.

En los altares existe un plato con agua o bebida alcohólica donde permanecen sumergidas la o las piedras que representan a las divinidades voduistas. El líquido de este recipiente será renovado cada cierto tiempo. A propósito, nos informó un oficiante voduista que su papá trajo de Haití una pequeña piedra que se tragaba al mismo tiempo que ingería ron; después de tenerla cierto tiempo en el estómago, la "devolvía" al exterior, o sea, la vomitaba. Ahora nuestro informante la mantiene en su altar dentro de un recipiente con ron y rellena esta vasija cada vez que observa que su contenido se volatiliza. No debe faltar en el altar la botella con el conocido tifei.

A modo de ilustración, describiremos en sus elementos fundamentales un altar voduista visitado en ocasión de un manyé-luá que tuvo lugar en la comunidad haitiano-cubana de Pilón de Cauto, ubicada en el firme de la Sierra Maestra, y que pertenece al municipio de Palma Soriano. En la entrada y parte superior del templo "nos dan la bienvenida" varias calaveras de chivo. El altar ocupa el lugar central del hunfó y se aprecian en él los siguientes objetos: en su parte superior banderas rojas, blancas y negras; en orden descendente, cadenas colgadas; varios pomitos, o sea, pequeños frascos de vidrio que pensamos contengan perfume y otras sustancias; una botella gigantesca de las antiguas Pepsi-Cola familiar a la que se denomina por la bebida ritual que contiene butei-gasine; varias velas encendidas; machetes y cuchillos dispuestos según su orden ritual y en el piso de tierra apisonada, un plato con piedras chinas de río sumergidas en agua. También en la tierra, al pie del altar, han colocado varias fuentes con alimentos frescos (carne de chivo, ñame blanco y amarillo cocidos, diversos tipos de dulce de harina de los que normalmente venden en los establecimientos comerciales públicos). Por último, se aprecian cromolitografía de varios santos, como santa Bárbara, la virgen de la Caridad del Cobre y san Lázaro.

Pegado a la misma pared, y muy próximo al altar voduista, hay un altar muy pequeño, con otras cromolitografías e imágenes de bulto entre las que se destacan la de san Lázaro y la de santa Bárbara. Un informante nos atestiguó que este último altar pertenecía a la esposa del "dueño de la fiesta", es decir, del hungán, que es cubana.

Cuando penetramos en el recinto sagrado, el sacerdote estaba sentado en un taburete situado en uno de los extremo frontales del altar. En la tierra, justamente al pie de éste, había un caldero de hierro cuyo contenido no alcanzamos a distinguir por la oscuridad; además había un orificio de unos treinta o cuarenta centímetros de diámetro. Frente al altar y en los ángulos que hacen las paredes de la habitación, cavaron dos huecos grandes en los que recibían sus ofrendas un lúa diablo (Ibó-la-famí) y otro miembro de su grupo. En señal de alegría fuimos recibidos con el saludo ritual: nos dieron primero la mano derecha y luego la izquierda. Esta misma disposición de ánimo se materializó en un brindis con una de las bebidas rituales -el tifei-, aunque luego nos invitaron a beber aguardiente de caña, si lo deseábamos. Alguien nos dijo que a veces también allí se ofrecen astillas de maderas olorosas como muestra de amistad

LA ENRAMADA

La casa de vivienda y la casa de los misterios, esta última independiente o anexa a la primera, son construidas de modo que quede un amplio espacio a través del cual se comunican orgánicamente, como si integrasen un mismo conjunto. En ese espacio se levanta una construcción hecha en ocasión de la realización de los manyé-luá o ceremonias de cumplimientos dedicadas a los luases. Como es lógico, hay variaciones en la manera de levantarlas o de disponerlas, pero aun en los centros de culto voduista ubicados en áreas urbanas, éste es el lugar donde se desarrolla la parte fundamental del culto público del vodú: los toques e invocaciones destinadas a llamar a los "santos", las danzas y la mayoría de los sacrificios rituales.
No necesariamente, la enramada o peristilo tiene que situarse anexa al hounfó, ni en ella se desarrollan todas las ceremonias vodú. Sí está muy cerca de él pero, generalmente, más bien anexa a la casa de vivienda principal. Se trata de un espacio rectangular techado con pencas de coco o de palma y abierto completamente por todos los lados. Según hemos podido verificar, no se emplean medidas precisas en ella ni tampoco existe una cantidad fija de hileras de palos para sostener la techumbre ni de los palos más finos que se entrecruzan para conformar ésta. En la generalidad de los casos, una vez concluidas las fiestas, se procede a desarmar la enramada, aunque conocemos casos en que el peristilo permanece en pie todo el año.

EL POSTE CENTRAL O POTEAU-MITÁN (POTÓ-MITÁN)

Es invariable que en el centro de la enramada se levante el poste central, "camino de los espíritus", y, como tal, objeto eminentemente sagrado. A su alrededor, en la tierra, se trazan los vévés, dibujos que simbolizan a los luases y que sirven para invocarlos. Según las creencias de los voduistas, es a través de este palo que descienden los luases para hacer posesión de sus caballos en el transcurso de los cultos en que se les invoca mediante cantos y toques de tambores.
En su parte superior se coloca el vaso preparado en el rito del "amarre de los cuatro caminos" y, un poco más abajo, las banderas con los colores simbólicos de las divinidades cuya presencia se reclama y, en ocasiones, los pañuelos que les identifican. También suelen recostarse a él los instrumentos musicales de una determinada batería —radá o petró—, el recipiente con los materiales empleados para trazar los vévés, calderos con centavos quemados o jícaras con otros ingredientes, todos estos, objetos que intervienen en el culto. Encima del dibujo simbólico trazado alrededor de su base depositan los animales que se sacrifican en las ceremonias, como parte de las ofrendas destinadas a los loas o espíritus.

OTROS LUGARES DE CULTO

Determinadas divinidades exigen que su manyé se les realice en el monte. Son los luases o espíritus que comen al pie del árbol en que ellos viven y allí se les realizan los ritos, que incluyen las invocaciones y depósitos de las ofrendas. Aunque están en medio del bosque, esos árboles, en ocasiones, conservan las evidencias de lugares de culto por los restos de alimentos o de
las velas que se colocan entre las raíces o en su base. Por último, cabe mencionar las porterías, las encrucijadas o "cuatro caminos", el buá-la-famí y las corrientes de agua como lugares en los que se realizan actos mágico-religiosos.

El culto a los Masa, Marassá, Gemelos o Mellizos

Los haitianos no tienen un sólido cuadro esquematizado del mundo sobrenatural. Es por ello que no establecen separaciones ni categorías rígidas para los seres que habitan. Eso lo ilustran fehacientemente los Marassá, Mellizos o Gemelos: se trata de una categoría especial de divinidades, en cierto modo, "aparte de los otros espíritus".
Los gemelos (Marassá), vivientes y muertos, son investidos de un poder sobrenatural que hace de ellos seres de excepción. En el panteón vodú, un lugar privilegiado les está reservado al lado de los grandes misterios.
Hay quienes pretenden que los Marassá son más poderosos que los luases. Ellos son invocados y saludados al comienzo de una ceremonia; después, en ciertas regiones, notablemente en Léogane, la presiden.
En el servicio vodú cerca de Plaisance, se comprueba lo dicho en el sentido de que en una misma ceremonia son invocados por separado a los luases, a los muertos, a los Marassá y a Dios. En él, después de los preparativos del manyé y del trazado del vévé, los oficiantes dirigen su atención a los Mellizos.
En el norte de Haití no existe un culto independiente para "los muertos" y para los Mellizos, a los cuales en ninguna ceremonia se les puede pasar por alto. "Desde que ambos [tipos de muertos] protegen y persiguen a los miembros de una familia, en correspondencia con el tratamiento que reciban, se ha hecho esencial que les sean dados en su honor elaboradas fiestas nocturnas, ritos funerarios, numerosos toques, misas católicas y ceremonias vodú" .
No obstante, los Gemelos son altamente reverenciados en vida.
A los efectos de poder notar los puntos coincidentes y las diferencias existentes entre el vodú haitiano y el que actualmente se practica en Cuba, es necesario que nos detengamos en la ceremonia. En ella los participantes se ponen sus ropas rituales, trazan el vévé y entonan esta canción:

Haz el vévé para mí, por favor.
La familia que toma sangre,
¿No ves que son inocentes?

El sacerdote se dirige a prepararles la comida a los Gemelos, toma dos o tres cestas cubiertas con paños blancos y mezcla maíz crudo, maní tostado, plátanos no cocinados o fritos, ñames, arencas, pan, confituras, berenjena, cereales, millo, coco, frijoles, mastuerzo de agua, todo tipo de licores y café. Cuando todo está listo, comienza a cantar:

¡La familia reunida!
Dossú, Dossa, Gemelos-Marassá
Si tú crees que he comido ya
¡La miseria caiga sobre ti!
El sacerdote invita a los Mellizos a asistir a la ceremonia y canta otra canción en su honor:
Gemelos, aquí hay bebida y comida
Dossú, Dossa, Gemelos-Marassá
Mi vida está en las manos de Dios.

Un tercer canto a los Mellizos es ofrecido antes de presentarles el manyé:

Gemelos, Gemelos
Dónde ustedes están comiendo.
Mientras los tamboreros tocan un ritmo, el oficiante pone parte de la comida dedicada a los Gemelos en un recipiente de calabaza. La ofrenda se deposita en los árboles, las corrientes de agua, las encrucijadas y en todos los lugares conocidos por ellos.

Hecho esto se canta:

Gemelos, he aquí la comida
que les entregamos.
Los Gemelos tienen la costumbre
cuando a ellos se la da [la comida]
de decir que no han comido.

Después de este responso, se les implora que se retiren y dejen a la familia sola:

Váyanse, Gemelos,
¡Gemelos del bosque, vuelvan a la floresta!
Váyanse, Gemelos
¡Gemelos del agua, vuelvan al agua!
Váyanse, Gemelos
¡Gemelos de casa, quédense en casa!
Váyanse, Gemelos
¡Gemelos de las encrucijadas,
Permanezcan en las entradas!

Cerca de las siete en punto, el hungán consagra los lugares arriba mencionados, que las entidades sobrenaturales gustan visitar, lo hacen con aspersiones de hojas de naranja sumergidas en agua bendita. Luego hace libaciones y lanza maíz al viento. Todo esto sucede al compás de los tambores y sólo recesa al dirigir el sacerdote a los presentes un breve responso, de corte protestante. Ahora él hace sonar la campanita y de inmediato sus asistentes tocan otros instrumentos y baten las banderas ceremoniales, lo cual constituye el saludo a los santos vodú. Siguen canciones, algunas de evidente sesgo católico, y toques, hasta que la ceremonia da paso a la invocación a Legbá, dios muy venerado por su edad y carácter y que debe ser el primero en acudir a ella.
Otro tipo de celebración muy diferente a la anterior, es la siguiente: la familia que tiene gemelos, vivos o muertos, deberá ofrecerles un manye- marassá una vez al año, el Día de Reyes, el Sábado Santo o en Navidad. El sacrificio es el acostumbrado, con la única singularidad de que debajo del peristilo el número de platos de los Mellizos puede llegar a ser fácilmente cincuenta. Se depositan aquí la sangre de las víctimas y las ofrendas de alimentos. Se sacrifican a los Marassá o Masa un chivo de pelo pardusco y gallina pintas. La distribución de la cena debe ser muy exquisita, porque, de cometerse algún desliz en ello, levantaría la furia de alguno de los miembros de esta grey tan susceptible. Algunos comen en un plato. Otros prefieren que la comida descanse sobre una hoja de plátano o sobre una estera. "No pueden sufrir la vista de cuchillos, de tenedores o cucharas".
La comida de los Gemelos se termina con el mismo rito con el que a veces cierra la fiesta para los muertos. Los restos de las ofrendas son mezclados en una calabaza grande o perol de madera. Una hounsi da tres vueltas al peristilo. El recipiente que lleva sobre la cabeza y después de haberles preguntado si estaban contentos, lo deja a su glotonería. Ellos se echan sobre esta pitanza como vuelo de pájaro y se disputan el contenido. Se les ordena, sin embargo, no romper los huesos con los dientes.
Si la comida es preparada para gemelos vivos, éstos son naturalmente los primeros en comer y solamente cuando están saciados, se ofrecen los restos a los invitados: se les aclama y no se cesa de preguntarles si están satisfechos.
A los manyé-masá siempre se comienza con una ceremonia de cumplimiento destinada a los muertos, en especial dedicada al espíritu de algún difunto de la familia. En ella se sigue el formato de una misa espiritista, con la diferencia de que los rezos son realizados en créole y no siempre son los mismos. Pero no se mezclan alimentos algunos.
Los Mellizos haitianos se odian mutuamente, igual que aquellos denominados Géminis en el zodíaco, cuyo símbolo —dos pedazos de madera atados juntos—"es figurativo del irreductible conflicto de procesos mentales contradictorios". Asimismo están investidos de poderes sobrenaturales o excepcionales: se ofrecen numerosos ejemplos de su capacidad para realizar maleficios y encantamientos. En Cuba, a los orichas de origen yoruba conocidos como los Ibeji, y más popularmente como Jimaguas, hijos clandestinos de Ochún y Shangó, se les estima por sus excepcionales poderes mágicos. En este panteón religioso cubano, a las divinidades gemelas se les incluye entre aquellas que han quedado "en un segundo plano de relevancia" y se las caracteriza así: transculturados en San Cosme y San Damián son jimaguas; protegen a los niños, son niños ellos mismos, como hijos de Changó vencen fácilmente. Sus contiendas se desarrollan con artimañas infantiles y aguda picardía. Son glotones, amantes de golosinas y del vino de palma. Cometen travesuras de todo tipo. Obbatalá los consiente mucho. Se visten como su padre Changó, de blanco y rojo.
En los manyé-masá observados, se les ofrece una atención particular a los niños, en los que se ponen de manifiesto las evidentes analogías existentes entre ellos y los mencionados orichas. Las características de éstos se asemejan bastante a las de los Masa. Por último, observamos que, al final de la ceremonia que se va a describir, se lanzan restos del manyé u ofrenda en algunas direcciones del : bosque, con el objetivo de que coman de él los santos vodús, los espíritus ancestrales y demás seres sobrenaturales.
El manyé dedicado a los Masa, como son designados en Cuba los Gemelos, es una de las comidas ceremoniales más atractivas del vodú, tal vez por el lugar jerárquico tan elevado que ocupan estos santos y por la estimación que se les tiene. Esta ceremonia posee rasgos particulares que deben ser destacados.

El altar y la ofrenda.

En la mañana del día de la "comida" principal, se dispone el altar en uno de los dormitorios de la casa de vivienda de la familia. A la entrada de la pieza se coloca en el suelo y justo en la esquina derecha un recipiente con agua.

Cuando uno accede a la habitación, se observan los componentes de la ofrenda próximos a las paredes de tablas y otros objetos litúrgicos.

A la izquierda, encima de unas hojas de plátano han sido colocados dos huevos, cacao, yuca y otras viandas y, a continuación en la misma dirección, maí mulé, arroz crudo, una planta cuyo nombre se desconoce y arroz con leche; a la derecha, un jibe cubierto con una tela blanca encima de la cual hay panes, café, leche, arroz con leche y otro recipiente cuyo contenido no se distingue, y, a continuación diversos dulces, como turrones de maní otra vez arroz con leche y al final algunas rebanadas de pan. Al lado izquierdo del jibe han depositado un pequeño recipiente con "agua bendita". Al igual que a ambos lados del improvisado y rústico altar, se destacan dos jarros grandes de aluminio con agua, aunque uno de éstos contiene, además, azúcar. En la parte superior del altar permanece encendida una vela.
Son las diez de la mañana. El hijo del hungán ordena que se levanten y lleven a la habitación a todos los niños. El resto de los familiares se coloca alrededor del altar y el sacerdote se sienta en su pequeño asiento frente a él. Los niños entran y salen con un margen muy grande de espontaneidad; el hungán, en ocasiones, les da dulces del canastillo.

El grito de ¡Abobó! que pronuncia el hijo del sacerdote marca el comienzo de la ceremonia. El coro le responde con otro ¡Abobó!. De ahora en adelante, como es habitual, se mantendrá esta estructura antifonal en el canto: el solista pone el primer canto.

La peurillé, pourlá'e' est bien
je demandéz pardó...

cuando el coro le responde, dice:

La peurillé, pour les Masá...

El joven, mientras canta, agita la maraca ritual (o assón), rítmicamente. Con ello se significa que es él quien conducirá la ceremonia.

En cuanto al aspecto musical, el único instrumento acompañante es la guataca, percutida con un tornillo (triyán). Uno de los hijos del hungán que toca este instrumento es quien, precisamente, "pondrá un canto" que da inicio al sacrificio.

En medio del canto el oficiante da órdenes de "bambulear" las aves. La mayor de las hijas del hungán les va arrancando a cada una de ellas las plumas, y las arroja al altar. Luego les da de comer y vuelve a bambolear los animales alrededor del altar. Mientras, el joven que conduce la ceremonia, corta los extremos de las yucas y hace con ellos un montoncito. El hungán reparte; los dulces entre todos los niños que lo rodean.

No se debe dejar de consignar algo muy significativo, al conjuro de los cantos y toques, y en general de la atmósfera creada, el joven sacerdote se ha convertido en la cabalgadura de un lúa: en Criminel. Éste es quien ordena a todos ponerse de pie. Es evidente que el hungán también es poseído por otro lúa , Lacuá, y es él quien ayuda a dar de comer a las aves, se las pasa por el cuerpo y danza con ellas. Luego se las pone en la cabeza y las sostiene allí verticalmente.

El oficiante más joven le hace una incisión en el cuello a un ave y derrama la sangre en una jigüera; luego le va dibujando una cruz en la frente a cada uno de los participantes con la sangre tomada del cuello del animal que hirió. Dibuja ese mismo símbolo en el horcón situado en la esquina del altar, al fondo. Finalmente, arrojan las aves sacrificadas encima de las hojas de plátano y el joven sacerdote esparce sobre ellas agua azucarada y café. La mambó vierte asimismo agua en el centro y los costados del altar, con esto se da paso a una de las partes de la ceremonia que requiere de una explicación ulterior: la del "sacrificio de dinero".

El joven sacerdote está cantando una canción en tono triste que invoca la asistencia de luases que no se han presentado; le arranca lágrimas y entonces pide que reúnan a los niños. Surge la letra de otra canción:

Lafamí bien piesa
Lafamí bien piesa
¡Oh, lafamí
c'est luá Masá...

Automáticamente cada uno de los miembros de la cofradía va depositando un billete con valor de un peso sobre las viandas y luego el dinero se echa en el altar. El joven oficiante clava el cuchillo del sacrificio en el suelo, justo frente al altar, mientras el viejo hungán canta una canción lúgubre, sumido como en un sueño meditativo. Se escucha un canto:

Ye dilá c'est Jamué
Ye dilá c 'est Jamué
c'est demain u tata
je dit u pad prend.

Evidentemente, el viejo hungán sirve de cabalgadura a los Masa, loas a los que se les ha realizado el servicio.

Éste incluye la confección de una sabrosa comida que debe ser servida en pedazos de yagua e ingerida sin usar cubiertos, es decir, empleando las manos u otros objetos que remplacen a aquellos. Este pasaje genera un ambiente festivo y de participación colectiva y tiene lugar en la tarde.

Sin embargo, hay un detalle muy significativo: hay una parte de la comida que se confecciona sin sal y ésa está destinada a "darle de comer a otros santos en el palo", mientras que parte de la que tiene sal se deposita en el altar. Finalmente, se repite en este manyé una operación frecuente en otras comidas: algunos miembros de la cofradía lanzan al monte fragmentos de los alimentos con la clara intención de que coman de ellos todos los espíritus.
 
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14 replies since 13/4/2009, 00:46   45140 views
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