Selene

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belzebuth666
view post Posted on 3/7/2015, 19:13




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El mito de Selene

En la mitología griega, Selene es la personificación de la Luna. Es hija de los titanes Hiperión y Tía, y hermana de Helios, el Sol, y de Eos, la Aurora. Se la representaba como una mujer joven y hermosa, que recorría el cielo en un carruaje de plata tirado por dos caballos.

Se le conocen muchos amores. De Zeus tuvo una hija, Pandia. En Arcadia fue amante del dios Pan, quien le había obsequiado una manada de bueyes blancos.

Sin embargo, su historia más conocida es la que comparte con Endimión, pastor de Caria. Una noche de verano, luego de cuidar sus rebaños, Endimión se refugió en una gruta en el monte Latmos para descansar. La noche era clara, y en el cielo Selene paseaba en su carruaje. La luz de la luna entró en la cueva, y así Selene pudo ver al joven dormido. Desde el momento en que la diosa lo miró se enamoró de él.

Descendió entonces del Cielo, y Endimión fue despertado por el roce de los labios de Selene sobre los suyos. Toda la caverna estaba iluminada por la luz plateada de la Luna. Ante él vió a la diosa brillante, y entre los dos nació una gran pasión.

Selene subió después al Olimpo, y rogó a Zeus que le concediera a su amado la realización de un deseo, y el Señor del Olimpo aceptó. Endimión, luego de meditarlo, pidió el don de la eterna juventud, y poder dormir en un sueño perpetuo, del que sólo despertaría para recibir a Selene. Zeus le concedió su petición.

Desde entonces, Selene visita a su amante dormido en la caverna del monte. De este amor nacieron cincuenta hijas, y en varias versiones también, hijo de Selene y de Endimión fue Naxo, el héroe de la isla de Naxos.
 
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belzebuth666
view post Posted on 3/7/2015, 19:32




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En la mitología griega, Selene (en griego antiguo, Σελήνη Selếnê) era una antigua diosa lunar hija de los titanes Hiperión y Tea. Su equivalente en la mitología romana era la diosa Luna.

El de diosa lunar es invariablemente un papel principal. Si su nombre es griego, está conectado con selas, «luz».1Selene terminó siendo suplantada en buena medida por Artemisa, de forma que los escritores posteriores la describían como una hija de Zeus o de Palas. En el himno homérico a Hermes, con su patrilinealidad característicamente insistente, es la «brillante Selene, hija de Palas, hijo de Megamedes».

En la genealogía divina tradicional, Helios, el sol, es su hermano: después de que éste termine su viaje a través del cielo, Selene comienza el suyo cuando la noche cae sobre la tierra. Su hermana Eos es la diosa de la aurora, quien también tuvo un amante humano, Céfalo.

En el arte, Selene era representada como una mujer hermosa de rostro pálido, conduciendo un carro de plata tirado por un yugo de bueyes blancos o un par de caballos. A menudo era retratada montando un caballo o un toro, vistiendo túnicas, llevando una media luna sobre su cabeza y portando una antorcha.

El pastor Endimión estaba enamorado de Selene y le pidió al dios Hipnos el poder de dormir con los ojos abiertos para poder admirarla cuando esta cruzaba el cielo nocturno. Hipnos, quien estaba enamorado del pastor, le otorgó el don para poder contemplar a Selene durante la noche.

Su nombre es la raíz de selenología, el estudio de la luna que se corresponde con la geología terrestre.
El Selenismo es una forma de culto a la Luna basado en un Teísmo Agnóstico. Helioselenismo es el mismo culto pero con la dualidad Luna (Mujer) y Sol (Hombre).
El elemento químico selenio fue bautizado en honor de la diosa.
 
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astaroth1
view post Posted on 9/1/2016, 01:01




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Borges y el mito de Endimión y Selene

Uno de los mitos más conmovedores que conozco es el de Endimión y Selene. No solo es una leyenda que ofrece una gran riqueza interpretativa sino que es también un mito que ha dejado en Occidente una copiosa herencia artística y literaria, como trataré de demostrar.

La vida del pastor Endimión, hijo de Zeus y de la ninfa Cálice, cambió por completo el día que Selene, la diosa de la Luna, lo descubrió. Al contemplar a aquel durmiente desnudo en un agreste paraje cercano a Mileto, la divinidad quedó turbada ante su belleza. Acostumbrada muy pronto a yacer con el joven todas las noches en una cueva del monte Latmos, su pasión solo quedó saciada cuando en un beso concedió al efebo la inmortalidad: permanecería eternamente dormido de modo que la lozanía y el vigor de su juventud quedasen inalterables para siempre.

Varias son las interpretaciones que podemos hacer de este mito: una, de naturaleza irracional, es la que propone Borges en el poema que ofrezco más abajo: el tocado por la divinidad ha cruzado una exigua frontera tras la que no es fácil regresar. En la estela de esta lectura tenemos a toda la poesía de carácter visionario.

Otra exégesis es de tipo histórico, pero de una historia remota. Cuando los dorios indoeuropeos, portadores de una cultura patriarcal, invadieron el Peloponeso, en una fecha en la que los especialistas aún no se ponen de acuerdo, se toparon con una cultura preindoeuropea, pacífica y matriarcal, y análoga a la que en Creta cimentó una espléndida civilización. Esta cultura actuó de sustrato, como suele ocurrir en este tipo de invasiones, y en nuestro mito lo hizo del siguiente modo: el jefe dorio invasor, a fin de legitimar su ocupación, celebraba unos esponsales rituales con la Luna, divinidad matriarcal propia de estos pueblos preindoeuropeos. El mito de Endimión y Selene sería, por tanto, un viejo residuo de aquel remoto rito legitimador.

De las múltiples obras que ha inspirado este mito, he elegido dos cuadros que me parecen singularmente bellos y que acabo de poner más arriba. Contemplémoslos con algo más de detalle.

El primero, Sueño de Endimión, es una obra destacada porque pone de manifiesto la transición entre Neoclasicismo y Romanticismo en una época aún temprana (1791). La precisión en el dibujo y el tratamiento escultórico de los cuerpos nos sitúa en la estela de Ingres y, sobre todo, de David, su mentor y principal puntal de la escuela clasicista. Pero el erotismo, el tratamiento de la luz y la intensa presencia de la naturaleza nos llevan a un incipiente romanticismo. Es digna de reseñar también la torsión del cuerpo de Endimión, tan alejada de los patrones neoclásicos. Pero lo que destaca especialmente es, a mi juicio, la espiritualidad pagana que se desprende de la delicada comunión entre Endimión y la diosa, vehiculada por el rayo de luz que emerge del lado superior del lienzo y alcanza el rostro del efebo, casi sumido en éxtasis.

El segundo, Endimión en el Monte Latmos, es un cuadro simbolista notablemente diferente del anterior. Una diosa adelgazada hasta la extenuación, casi convertida en hada, contempla arrobada a su amado, quien continúa en su sueño eterno. Su cuerpo girado hacia el pastor, los brazos cruzados sobre el pecho y la actitud ensimismada de esta Selene decadente contrastan vivamente con la molicie en la que yace Endimión, ajeno a la pasión que se derrama sobre él.

Un escritor que dejó un hermoso poema sobre nuestro mito fue Borges. El autor argentino recreó el tema en uno de sus últimos libros de poesía: Historia de la noche (1977). Su título es, una vez más, Endimión en Latmos:

Yo dormía en la cumbre y era hermoso
Mi cuerpo, que los años han gastado.
Alto en la noche helénica, el centauro
Demoraba su cuádruple carrera
Para atisbar mi sueño. Me placía
Dormir para soñar y para el otro
Sueño lustral que elude la memoria
Y que nos purifica del gravamen
De ser aquel que somos en la tierra.
Diana, la diosa que es también la luna,
Me veía dormir en la montaña
Y lentamente descendió a mis brazos
Oro y amor en la encendida noche.
Yo apretaba los párpados mortales,
Yo quería no ver el rostro bello
Que mis labios de polvo profanaban.
Yo aspiré la fragancia de la luna
Y su infinita voz dijo mi nombre.
Oh las puras mejillas que se buscan,
Oh ríos del amor y de la noche,
Oh el beso humano y la tensión del arco.
No sé cuánto duraron mis venturas;
Hay cosas que no miden los racimos
Ni la flor ni la nieve delicada.
La gente me rehuye. Le da miedo
El hombre que fue amado por la luna.
Los años han pasado. Una zozobra
Da horror a mi vigilia. Me pregunto
Si aquel tumulto de oro en la montaña
Fue verdadero o no fue más que un sueño.
Inútil repetirme que el recuerdo
De ayer un sueño son la misma cosa.
Mi soledad recorre los comunes
Caminos de la tierra, pero siempre
Busco en la antigua noche de los númenes
La indiferente luna, hija de Zeus.


Borges propone un acercamiento ahíto de erotismo desde la melancolía de la madurez, donde predominan la nostalgia del amor y la memoria del bien perdido. Abunda en alusiones intertextuales: las resonancias poéticas barrocas sobre el sueño y la muerte, la presencia del Nocturno de José Asunción Silva (Oh las puras mejillas que se buscan...), la poesía mística de San Juan de la Cruz o la autorreferencialidad literaria del propio Borges...

El poema se estructura con claridad en dos segmentos: la parte primera (hasta el verso Oh el beso humano y la tensión del arco) recoge el monólogo dramático de Endimión en el que evoca su pasado y su encuentro amoroso con Ártemis, la diosa de la Luna. El recuerdo de la unión íntima está teñido de un erotismo contenido donde no están ausentes ni el hechizo provocado por el fulgor de la divinidad (Yo no quería ver el rostro bello // Que mis labios de polvo profanaban) ni el desvanecimiento del orgasmo (Oh ríos del amor y de la noche, // Oh el beso humano y la tensión del arco).

La segunda parte recoge el desvaído presente del que fuera amante de la diosa: nos explica que toda su vida posterior ha estado signada por aquellos encuentros sacros de su juventud, y cómo, desde el fervor de su melancolía, solo aspira a reencontrarse de nuevo con la blanca deidad de la noche.

Apolo
 
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2 replies since 3/7/2015, 19:13   1291 views
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