El Kybalion, Los Misterios de Hermes

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satanas1
view post Posted on 25/12/2015, 23:29




Capítulo X Polaridad

«Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos;
los semejantes y desemejantes son los mismos; los
opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en
grado; los extremos se tocan; todas las verdades, son
medias verdades, todas las paradojas pueden
reconciliarse.»
El Kybalion


El Cuarto Gran Principio Hermético
—el Principio de polaridad— encierra
la verdad de que todas las cosas manifestadas tienen dos lados, dos
aspectos, dos polos; un par de opuestos con innumerables grados entre
ambos extremos. Las antiguas par
adojas, que siempre han confundido la
mente de los hombres, quedan
explicadas si se comprende este principio.
El hombre siempre ha reconocido algo
semejante a este principio y ha
tratado de expresarlas con dichos,
máximas o aforismos como los
siguientes: «Todo es y no es al mism
o tiempo»; «todas las verdades no
son más que medias-verdades»; «toda verdad es medio-falsa»; «Todas
las cosas tienen dos lados»; «siempre
hay un reverso para cada anverso»,
etc.
Las enseñanzas herméticas opinan sobre la diferencia que existe entre
cosas aparentemente opuestas diametra
lmente, que es sólo cuestión de
grado. Y afirma que todo par de opuestos puede conciliarse y que la tesis
y la antítesis son idénticas en natur
aleza, difiriendo sólo en grado. La
conciliación universal de los opues
tos se efectúa reconociendo este
Principio de Polaridad. Ejemplo de
este principio pueden encontrarse en
todas partes, después de un examen de la
naturaleza real de las cosas.
El espíritu y la materia no son más que polos de las mismas cosas,
siendo los planos intermediarios cuestión de grados vibratorios
meramente. El TODO y los muchos
son los mismos, residiendo la
diferencia solamente en el grado de
manifestación mental. De manera,
pues, que la LEY y las leyes son los dos polos de una sola y misma cosa.
E igual sucede con el PRINCIPIO y los
principios, con la MENTE infinita y
la mente finita.
Si pasamos al plano físico encontramos que el Calor y el Frío son de
naturaleza idéntica, siendo
la diferencia simple cuestión de grados. El
termómetro indica los grados de temper
atura, siendo el polo inferior el
llamado «frío» y el superior «calor».
Entre ambos hay muchos grados de
calor y frío, pues cualquier nombre que se les dé es correcto. De dos
grados, el superior es siempre má
s caliente en comparación con el
inferior, que es más frío. No hay
absolutamente un tipo fijo: todo es
cuestión de grado. No hay ningún siti
o en el termómetro en el que cese el
calor y comience el frío absolutamente. Todo se reduce a vibraciones más
o menos elevadas o bajas. Las mismas palabras «elevado» y «bajo» que
nos vemos obligados a usar, no son má
s que polos de la misma cosa: los
términos son relativos. Así sucede i
gualmente con el «Este» y el «Oeste».
Si viajamos alrededor del mundo en dire
cción al oriente, llegaremos a un
punto que se llama occidente, consider
ándolo desde el punto de partida.
Marchemos suficientemente lejos hacia el Norte y pronto nos
encontraremos viajando hacia el sur y viceversa.
La Luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados
entre ambos. La escala musical es la misma. Partiendo del sí en adelante
llegaremos a encontrar otro sí y así
sucesivamente, siendo las diferencias
entre los extremos también cuestión de grados. En la escala del color
sucede otro tanto, siendo la intensi
dad vibratoria la única diferencia que
existe entre el rojo y el viol
eta. Lo grande y lo pequeño son cosas
relativas. Igualmente lo es el ruido y la quietud, lo duro y lo blando, lo
afilado y lo romo. Positivo y negativo son los dos polos de una misma
cosa, con innumerables gradaciones entre ambos.
Bueno y malo no son cosas absolutas; A un extremo lo llamamos bueno y
al otro malo, o Bien al uno y Mal al
otro, de acuerdo con el sentido que
queramos darle. Una cosa es menos
buena que la que le es superior en
la escala, pero esa cosa menos buena, a su vez, es mejor comparada con
la que tenga el más o el menos regi
do por la posición que tenga en la
escala.
Igual cosa sucede en el plano mental.
El amor y el odio son considerados
como diametralmente opuestos,
completamente diferentes e
irreconciliables. Pero si aplic
amos el Principio de Polaridad,
encontraremos que no existe un amor
absoluto o un odio absoluto,
diferentes uno de otro. Los dos no son más que términos aplicados a los
dos polos de la misma cosa. Empezando en cualquier punto de la escala,
encontramos «más amor» o «menos odio», si ascendemos por ella, o
«menos amor» si por ella descendemos
, y esto es cierto, sin importar
nada el punto, alto y bajo,
que tomemos como partida.
Hay muchos grados de amor y de odio, y existe también un punto medio
donde el agrado y el desagrado se mezclan en tal forma que es imposible
distinguirlos. El valor y el miedo
quedan también bajo la misma regla. Los
pares de opuestos existen por doquier. Donde encontremos una cosa,
encontraremos también su opuesta: los dos polos.
Este hecho es el que permite al he
rmético transmutar un estado mental
en otro, siguiendo las líneas de polarización. Las cosas de diferente clase
no pueden transmutarse unas en otras, pero sí las de igual clase. Así,
pues, el Amor no podrá convertirse en Es
te u Oeste, o Rojo o Violeta,
pero puede tornarse en Odio, e igual
mente el Odio puede tornarse en
Amor cambiando su polaridad. El
valor puede transmutarse en miedo y
viceversa. Las cosas duras pueden tor
narse blandas, las calientes, frías,
y así sucesivamente, efectuándose si
empre la transmutación entre cosas
de la misma clase, pero de grado di
ferente. Tratándose de un hombre
cobarde, si se elevan sus vibraciones
mentales a lo largo de la línea
Miedo-valor, se llenará de valentía y desprecio por el peligro. E
igualmente el perezoso puede hacerse
activo y enérgico, polarizándose
simplemente a lo largo de las líneas de la deseada cualidad.
Los discípulos familiarizados con los
procedimientos mediante los cuales
producen las diversas escuelas de ciencia mental cambios en los estados
mentales de sus seguidores, quizás,
no comprendan fácilmente cuál es el
principio que se oculta tras esos cambios. Pero, no obstante, una vez que
se ha entendido el Principio de Polarida
d, se ve inmediatamente que esos
cambios mentales son ocasionados por un cambio de polaridad, por un
deslizamiento a lo largo de la misma escala. Este cambio no es de la
naturaleza de transmutar una cosa en otra
completamente diferente, sino
que se reduce a un simple cambio de grado de la misma cosa, lo que es
una diferencia importantísima. Por
ejemplo, y sacando un ejemplo del
Mundo Físico, es imposible cambiar el calor en agudeza o filosidad,
pesadez, elevación, etc., pero puede se
r fácilmente transmutado en frío,
con sólo amortiguar la vibración. De
la misma manera el odio y el amor
son recíprocamente transmutables, así co
mo el miedo y el valor. Pero el
Miedo no puede transformarse en Amor, ni el Valor en Odio. Los estados
mentales pertenecen a innumerable
s clases, cada una de las cuales
tienen sus polos opuestos, a lo largo de los cuales es posible la
transmutación.
Se comprenderá fácilmente que, tanto
en los estados mentales como en
los fenómenos del plano físico, lo
s dos polos pueden ser clasificados
como positivo y negativo, respectivament
e. Así, pues, el amor es positivo
respecto al odio; el valor respecto
al miedo; la actividad respecto de la
inercia, etc. Y también se notará,
aun desconociendo el principio de
vibración, que el polo positivo
parece ser de grado superior que el
negativo, pudiendo aquel dominar fác
ilmente a este. La tendencia de la
Naturaleza es en dirección a la ac
tividad dominante del polo positivo.
Además del cambio de los polos
de los propios estados mentales
mediante la aplicación del arte de la
polarización, el fenómeno de la
influencia mental, en sus múltiples fa
ses, demuestra que el principio
puede extenderse hasta abarcar los f
enómenos de la influencia de una
mente sobre otra, de lo que tanto ha
sido escrito en los últimos años.
Cuando se comprende que la inducción
mental es posible, esto es, que
los estados mentales pueden producir
se por inducción de los demás,
entonces se verá como puede comunicarse a otra cierta clase de
vibración o polaridad, cambiándose así
la polarización de
la mente entera.
La mayoría de los resultados obteni
dos mediante los «tratamientos
mentales» se obtienen según ese prin
cipio. Por ejemplo, una persona
está triste, melancólica y temerosa.
Un científico de la mente eleva su
propia mentalidad al deseado grado de vi
bración, mediante su voluntad
previamente ejercitada, y de esta
manera obtiene la polarización
requerida en su propia mentalidad.
Entonces por inducción, produce un
estado mental análogo en el otro, siendo el resultado que las vibraciones
de éste se intensifican y el paciente se polariza hacia el polo positivo de la
escala, en vez de polarizarse hacia el
negativo, y sus temores, melancolía,
etc., se transforman en valor, content
o y parecidos estados internos. Un
poco de meditación sobre el asunto demostrará que esos cambios
mentales se efectúan casi todos a lo
largo de las líneas de polarización,
siendo el cambio más bien cuestión que de clase.
El conocimiento de este gran principi
o hermético permitirá comprender
mejor los propios estados mentales, así como los de los demás. Y se verá
que esos estados son puramente cuesti
ón de grados, y al comprobar el
hecho podrá elevar las vibraciones interiores a voluntad, cambiando su
polaridad, haciéndose dueño de sus pensamientos, en vez de ser su
esclavo y servidor. Este conocimiento le permitirá además ayudar a otros
inteligentemente, cambiando, medi
ante los métodos apropiados, su
polaridad. Es muy conveniente familiari
zarse con este principio, porque su
comprensión correcta arrojará muchísima luz sobre problemas difíciles y
oscuros.
 
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satanas1
view post Posted on 30/12/2015, 00:52




Capítulo XI Ritmo

«Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la
oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la
medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el
de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la
compensación.»
El Kybalion


El Quinto Gran Principio Hermético
—El Principio del Ritmo— encierra la
verdad de que en todos se manifiesta una oscilación medida, movimiento
de ida y vuelta, un flujo y reflujo, un
movimiento semejante al del péndulo,
una marea con suba y baja, manifest
ándose siempre entre los dos polos
los planos físico, mental y espiri
tual. El principio del Ritmo está
estrechamente relacionado con el prin
cipio de polaridad, descrito en el
capítulo anterior. El ritmo se manifi
esta entre los dos polos establecidos
por el principio de polaridad. Esto
no significa, sin embargo, que la
oscilación rítmica vaya hasta los extremos de cada polo, pues esto
sucede rarísimas veces. En realidad, es muy difícil establecer los
opuestos polares extremos en la mayoría de los casos.
Pero la oscilación es siempre «haci
a» un polo primero,
y después «hacia»
el otro.
Siempre hay una acción y una reacci
ón, un avance y un retroceso, una
elevación y una caída, manifestándos
e en todas las cosas y fenómenos
del universo. Moles, mundos, hombres
, animales, vegetales, minerales,
energías, fuerzas, mente,
y materia, y hasta
el mismo espíritu manifiestan
este principio. El principio se mani
fiesta en la creación y destrucción de
los mundos, en la elevación y caída de las naciones, en la historia de la
vida de todas las cosas y, finalmente, en
los estados mental
es del hombre.
Empezando por las manifestaciones del
Espíritu —el TODO— se verá
que siempre hay una Emanación, seguida
de Absorción, «la respiración y
la aspiración de Brahma», según dic
en los brahmines. Los universos se
crean, alcanzan el punto más bajo
de maternidad y entonces comienzan
la oscilación de vuelta. Los soles nac
en, alcanzan la cumbre de su poder,
empieza el progreso de su retrogresi
ón y después de eones sin cuento se
convierten en muertas masas de mate
ria, esperando otro impulso que
imparta en ellos nuevas energías inte
rnas y que los lleve a un nuevo ciclo
de vida solar. Y así sucede con
todos los mundos: nacen, crecen y
mueren, sólo para renacer de nuevo.
E igualmente sucede con todas las
cosas de cuerpo o forma: oscilan de la acción a la reacción, del
nacimiento a la muerte, de la ac
tividad a la inactividad, y de nuevo
comienza el ciclo. Lo mismo pasa con todos los grandes movimientos
filosóficos, credos de cualquier clas
e, gobiernos, naciones, etc.: nacen,
crecen, llegan a su madurez, decaen,
mueren, sólo para renacer de
nuevo.
La oscilación pendular es evidente por doquiera.
La noche sigue al día y el día a la noc
he. El péndulo oscila del verano al
invierno y de éste a aquél. Los corpú
sculos, átomos y moléculas y todas
las masas de materia, oscilan en to
rno del círculo que corresponde a su
naturaleza. No hay tal reposo absoluto o cesación de movimiento. Todo
movimiento participa del Ritmo. Este pr
incipio es de aplicación universal.
Puede ser aplicado a cualquier cuestión o fenómeno de las muchas fases
de la vida. Puede aplicarse a todas las fases de la humana actividad.
Siempre existe la oscilación rítmica de un polo a otro. El Péndulo
Universal está siempre en movimiento. Las mareas de la vida fluyen y
refluyen de acuerdo con la Ley.
La ciencia moderna reconoce el princi
pio del Ritmo, y lo considera de
aplicación universal en cuanto se refi
ere a las cosas materiales. Pero los
herméticos llevan el principio mucho más allá y saben que sus
manifestaciones se extienden a las ac
tividades mentales del hombre, y
que él solo explica la gran sucesión
de sus modalidades, sentimientos y
otros cambios contundentes que notam
os en nosotros mismos. Pero los
herméticos, al estudiar la operación
de este principio, han descubierto el
modo de substraerse a las actividades
mediante la Transmutación.
Los Maestros Herméticos descubrieron que en tanto que el principio del
Ritmo era invariable, y evidente en
todos los fenómenos mentales, había
dos planos de manifestación en lo
que a los fenómenos mentales
concernía. Descubrieron que había
dos planos generales de conciencia,
el Inferior y el Superior, y este de
scubrimiento les permitió elevarse al
plano superior, escapando a la oscila
ción del péndulo rítmico, que se
manifestaba en el plano inferior. En
otras palabras, la oscilación del
péndulo se produce en el plano inconsciente y la conciencia no queda,
por consiguiente, afectada. A esta
ley la llamaron la Ley de la
Neutralización. Su operación consiste en elevar al Ego sobre las
vibraciones del plano inconsciente de la actividad mental, de manera que
la oscilación negativa del péndulo no se
manifieste en la conciencia y no
quede uno afectado por ella. Es lo mi
smo que levantarse por encima de
una cosa y dejar que pase esta por
debajo de uno. El instructor o
discípulo hermético se polariza a sí
mismo en el polo requerido, y por un
procedimiento semejante a «rehusar
» el participar en la oscilación
retrógrada, o si se prefiere, «negando» su
influencia sobre él, se mantiene
firmemente en su posición polarizada,
y permite al péndulo mental oscilar
hacia atrás en el plano inconsci
ente. Todo hombre, que en mayor o
menor grado, ha adquirido cierto dominio
de sí mismo, realiza esto más o
menos conscientemente, impidien
do que sus modalidades o estados
mentales negativos lo afecten, medi
ante la aplicación de la ley de la
neutralización. El maestro, sin
embargo, lleva esto hasta un grado
muchísimo mayor de eficacia y profici
encia, y, mediante su voluntad, llega
a un grado de equilibrio e inflexibilidad
mental casi imposible de concebir
por aquellos que se dejan llevar y traer
por el péndulo mental de sus
sentimientos y modalidades.
Todo pensador apreciará debidamente la
gran importancia del asunto con
sólo considerar lo esclavo que, en su
mayoría, la gente es de su propio
estado de ánimo, sentimientos y emoc
iones y el poco dominio de sí
mismo que tienen. A poco que se medite el asunto se comprenderá
cuanto nos han afectado en nuestra vida esas oscilaciones del ritmo;
como a un período de entusiasmo ha
seguido un correspondiente período
de depresión.
Igualmente, tenemos per
íodos de valor, que son seguidos de períodos de
desaliento y miedo. Y así sucede con
todos o la mayoría por lo menos:
marea de sentimientos y emociones se elevan y caen, pero nunca
sospechan la causa de ese fenómeno.
Si se comprende la operación de
este principio, se obtendrá la clave para dominar esas oscilaciones y uno
podrá conocerse a sí mismo mucho me
jor, evitando además el dejarse
llevar por esos flujos y reflujos. La voluntad es muy superior a la
manifestación consciente de este pr
incipio, por más que el principio
mismo nunca puede ser destruido. Podrem
os sustraernos a sus efectos,
pero, no obstante, el pr
incipio obrará. El péndulo siempre oscila, si bien
podemos evitar el ser arrast
rados por su oscilación.
Existen, además, otras particularidades
en la operación de este Principio
del Ritmo, de las que vamos a hablar ahor
a. Dentro de su operación entra
lo que se conoce como ley de compensación. Una de las definiciones o
significados de la palabra com
pensación es «contrabalancear»,
«equilibrar», y en este sentido se emplea dicho término en la Filosofía
Hermética. A esta ley de compensación se refiere
El Kybalion
cuando
dice: «La medida de la oscilación hacia
la derecha es la misma que la de
la oscilación a la izquierda; el ritmo es la compensación».
La ley de compensación es la que hace que la oscilación en una dirección
determine otra oscilación en senti
do contrario, y así se equilibran
mutuamente. En el Plano Físico vemo
s muchos ejemplos de esta ley. El
péndulo de un reloj oscila hasta cier
to punto hacia la derecha y de allí
vuelve a oscilar hacia la izquierda otro
tanto. Las estaci
ones se equilibran
unas a otras de la misma manera. Las mareas obedecen a la misma ley.
Y la misma ley se manifiesta en todos los fenómenos del Ritmo. El
péndulo que sólo hace una oscilación cort
a hacia la derecha, hace otra
oscilación corta hacia la izquierda. Si
la oscilación hacia la derecha es
grande, la oscilación hacia la izqu
ierda lo es igualmente, un objeto
cualquiera arrojado hacia arriba, ti
ene que recorrer exactamente el mismo
camino de vuelta. La fuerza con que se lanza un proyectil hacia arriba se
reproduce cuando el proyectil vuelve a la
tierra. Esta ley es constante en
el Plano Físico, como cualquier refer
encia a la mayor autoridad científica
lo corroborará.
Pero el hermético lo lleva aún más allá. Y afirma que los estados
mentales están sujetos a la misma ley. El hombre capaz de gozar
agudamente, es también capaz de sufrir en igual grado. El que sólo es
capaz de escaso dolor, tampoco puede gozar más que escaso placer. El
cerdo sufre mentalmente muy poco
; pero, en cambio, tampoco puede
gozar gran cosa: está compensado.
Por otra parte, hay animales que
gozan extraordinariamente, pero ta
mbién su sistema nervioso y
temperamento los hacen sufrir extr
emos grados de dolor. Igualmente
sucede con el hombre. Hay temperamentos que sólo son capaces de muy
poco goce, pero entonces sólo ex
iste, como compensación, una
capacidad para soportar muy poco dol
or, en tanto que otros hombres
pueden gozar intensamente sufren en i
gual grado. La regla es que la
capacidad para el placer y el dolor
en cada individuo está equilibrada. La
ley de compensación opera ampl
iamente aquí también.
Pero el hermético va más allá aún
en esta materia, y afirma que antes de
que uno pueda gozar de cierto grado de placer es necesario que haya
oscilado proporcionalmente ot
ro tanto hacia el otro
polo del sentimiento o
sensación. El negativo en esta materia precede al positivo; es decir, que
al experimentar cierto grado de pl
acer no se seguirá que «haya que
pagarlo» con un correspondiente grado de dolor
; por el contrario, el placer
es la oscilación rítmica, de acuerdo c
on la ley de compensación, originada
por un grado de dolor experimentado prev
iamente, bien en la vida actual
o en encarnaciones anteriores. Y esto arroja una nueva luz sobre el
problema del dolor.
Los herméticos consideran la cadena de vidas como continua, como
simples puertas de una sola vida del in
dividuo, de suerte que la oscilación
rítmica es considerada en esta form
a, mientras que no tendría significado
alguno si no se admitiera la
doctrina de la reencarnación.
Pero, además, el hermético sosti
ene que el maestro o el discípulo
avanzado es capaz, en grado superlativo, de rehuir la oscilación hacia el
dolor, realizando el proceso de neutralización a que aludiéramos
anteriormente. Ascendiendo al plano s
uperior del Ego, se evitan muchas
de las experiencias que llegan a los
que habitan en planos inferiores.
La ley de compensación desempeña una
parte importante en la vida de
los hombres, pues se verá que uno gener
almente paga el precio de lo que
tiene o le falta. Si se posee una cosa
, falta otra, y así se equilibra la
balanza. Nadie puede guardarse su cent
avo y tener al mismo tiempo la
torta, todo tiene su lado agradable y desagradable. Las cosas que uno
obtiene siempre las paga con las que pierde. El rico posee mucho de lo
que al pobre le falta, mientras que el pobre posee cosas que
frecuentemente están fuera del alcance
del rico. El millonario que gusta
de los festines, y que tiene la fortuna necesaria para satisfacer sus
deseos y asegurarse la satisfacción de su gula, carece del apetito
necesario para gustarlos, y envidia el
apetito y la digestión del obrero a
quien le falta la fortuna y la inclinación del millonario, gozando más de su
sencillo alimento que el millonario sin
apetito y con el estómago arruinado.
Y así sucede con todo en la vida. La
ley de compensación está siempre
obrando, equilibrando y contrabalanc
eando las cosas continuamente, en
la sucesión del tiempo, aunque la oscila
ción del ritmo tarde vidas enteras.
 
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satanas1
view post Posted on 30/12/2015, 01:18




Capítulo XII Causalidad

«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa;
todo ocurre de acuerdo con la ley. Azar no es más que el
nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos
planos de causalidad, pero ninguno escapa a la ley.»
El Kybalion


EL Sexto Gran Principio Hermético
—el principio de Causa y Efecto—
encierra la verdad de que nada sucede casualmente; que la casualidad es
sólo un término que indica la existencia de una causa no reconocida o
percibida; que el fenómeno es continuo,
sin soluciones de continuidad.
El Principio de Causa y Efecto es
tá tras todo pensamiento científico,
antiguo o moderno, y fue enunciado por
los Instructores Herméticos de
los tiempos primitivos.
Y si bien han surgido muchas discusi
ones y disputas entre las varias
escuelas de pensamiento, esas di
sputas han versado especialmente
sobre los detalles de la operación del ci
tado principio, y también sobre el
significado de determinadas palabras.
El inmanente principio de Causa y
Efecto ha sido aceptado como corre
cto por todos los pensadores del
mundo que merecen realmente tal calif
icativo. Pensar de otra manera
sería sacar el fenómeno del universo del
dominio de la ley y del orden,
relegándolo a ese algo imaginario al
que el hombre ha dado el nombre de
casualidad.
Un poco de meditación evidenciarí
a que no existe absolutamente tal
casualidad. Webster define la palabr
a casualidad diciendo que: «es un
supuesto agente o modo de actividad diferente de una fuerza, ley o
propósito; la operación o actividad de
dicho agente; el efecto supuesto de
tal agente; un suceso, una cosa fortui
ta, una casualidad, etc.». Pero un
poco de meditación demostrará que no
puede existir dicho agente casual,
en el sentido de algo externo y fuera
de la ley, algo aparte de la causa y
del efecto.
¿Cómo podría existir algo actu
ando en el universo fenomenal,
independiente de las leyes, del orden y
de la continuidad del último? Tal
agente sería algo completamente indepen
diente del tren coordinado del
universo, y, por consiguiente, serí
a superior a él. No podemos imaginar
nada fuera del TODO, más allá de la
ley, y esto porque el TODO es
precisamente la ley en sí mismo. No hay sitio en el universo para nada
externo o independiente de la ley.
La existencia de algo semejante
convertiría a todas las leyes naturales
en inefectivas, y sumergiría al
universo todo en el desorden más caótico.
Un examen cuidadoso dem
ostrará que lo que llamamos casualidad es
meramente una expresión concerniente a causas oscuras, causas que no
podemos percibir, causas que no podemos comprender. La palabra
casualidad se deriva de una frase que
significa «echar los dados», siendo
la idea encerrada que la caída es meramente una ocurrencia, sin relación
con causa alguna. Y en este sentido suele emplearse la palabra en
cuestión. Pero cuando se examina el
asunto detalladamente se verá que
no hay tal casualidad absolutamente en la caída de un dado. Cada vez
que cae el dado mostrando cierto número,
obedece a una ley tan infalible
como la que gobierna la revolución de lo
s planetas en torno del Sol. Tras
la caída del dado existen causas, o cadenas de causas, eslabones en
ininterrumpida sucesión, hasta donde la mente no puede alcanzar. La
posición del dado en la caja, la suma
de energía muscular empleada al
arrojarlo, el estado de la mesa, etc.,
son otras tantas causas cuyo efecto
puede verse. Pero, tras éstas, hay enc
adenamiento de causas invisibles
precedentes, todas las cuales obran
sobre el número que el dado debe
mostrar en su cara superior.
Si se arrojan los dados un gran número de veces, se verá que los puntos
marcados son casi iguales, esto es, que habrá igual número de unos, de
dos, etc. Arrójese una moneda al aire, y
al caer dará cara o cruz. Pero si
se arroja un número de veces sufici
ente, las caras y las cruces se
igualarán. Pero todo cae bajo la operac
ión de la Ley de Causa y Efecto, y
si pudiéramos examinar todo el es
labonamiento de causas veríamos
claramente que era sencillamente impos
ible que el dado cayera en otra
forma que en la que cayó, bajo las mismas circunstancias y al mismo
tiempo. Siendo las mismas causas, se produce siempre el mismo
resultado. Toda ocurrencia tiene su causa y su porqué. Nada ocurre sin
causa, o, mejor dicho, sin una cadena de causas.
Al considerar este principio
muchos se quedan confusos, porque no
pueden explicar como una cosa puede ser causa de otra, esto es, ser la
primera creadora de la segunda.
En realidad, ninguna cosa puede
producir o crear otra. La causa y el
efecto residen meramente en los
sucesos. Un suceso o acontecimiento es lo que viene, llega u ocurre
como consecuencia o resultado de un acontecimiento o evento anterior.
Ningún acontecimiento crea otro, sino
que no es nada más que el eslabón
precedente en la gran cadena coordenada de sucesos que fluyen de la
energía creadora del TODO. Hay una c
ontinuidad de solución entre todos
los acontecimientos precedentes, c
onsecuentes y subsecuentes. Existe
siempre una relación entre todo lo
que ha pasado y todo lo que sigue.
Una piedra se desprende de la montaña
y se aplasta contra el tejado de
una granja situada en el valle vecino.
A primera vista parece obra de la
casualidad; pero si se examina la ma
teria se encontrará una gran cadena
de causas tras ese acontecimiento. En
primer lugar estaba la lluvia que
ablandó la tierra que sostenía a la pi
edra, permitiéndole así caer; antes de
esa causa estaba la influencia precedente del Sol y de otras lluvias, las
que gradualmente fueron des
integrando la piedra de la roca; antes aún,
estaban las causas que contribuyeron o produjeron la formación de la
montaña y su elevación sucesiva por
medio de las convulsiones de la
Naturaleza, y así
ad infinitum
.
Además podemos revisar las causas
de la lluvia, podemos considerar la
existencia del tejado. En una pal
abra, pronto nos encontraríamos
envueltos en un laberinto de causas y efectos del que pronto tendríamos
que luchar para escaparnos.
Así como un hombre tiene dos padres
y cuatro abuelos y ocho bisabuelos,
y dieciséis tatarabuelos y así sucesivamente, de manera que al cabo de
cuarenta generaciones se calcula el
número de antecesores en muchos
millones, así también suceden con el número de causas que subyacen
tras el suceso o fenómeno más nimio, tal como el paso de un liviano
trocito de carbón llevado por el viento.
No es nada fácil seguir la pista de
esa partícula de hollín hasta los primit
ivos períodos de la historia del
mundo, cuando formaba parte de un maci
zo tronco, que más tarde se
convirtió en carbón, y así sucesi
vamente, hasta el momento en que
pasaba volando ante nosotros en busca
de otras muchas aventuras. Y
una poderosísima cadena de acontecimientos, de causas y efectos, la
llevó hasta su actual condición, y ésta no es más que uno de los tantos
sucesos de la cadena, y que seguirán produciendo más y más eventos
durante centenares y centenares de
años a contar desde ahora. Una de
las series de acontecimientos orig
inados por esa partícula de hollín
flotante ha sido el escribir estas lí
neas, lo que ha obligado a un tipógrafo a
realizar cierto trabajo; esto desper
tará en vuestras mentes ciertos
pensamientos, así como en las de los demás, los que a su vez afectarán
a otros, y así sucesivamente, has
ta donde la mente no puede alcanzar, y
todo por el simplismo vuelito de u
na partícula de hollín, todo lo cual
muestra la relatividad y asociación de las cosas y la deducción
consiguiente de que nada hay grande ni pequeño en la mente que todo lo
creó.
Meditemos un momento. Si cierto
hombre no hubiera encontrado a cierta
mujer en la obscura Edad de Piedra, vo
s, que estáis ahora leyendo estas
líneas, no estaríais ahora aquí. Y si, qui
zá, la misma pareja no se hubiera
encontrado, los que escribimos estas
líneas tampoco estaríamos aquí. Y
el mismo hecho de que nosotros, por
nuestra parte, escribamos, y de que
vos leáis por la vuestra, afectará
no solamente nuestras propias vidas,
sino que también tendrá un efecto dire
cto o indirecto sobre muchas otras
personas que viven actualmente o
que vivirán en las edades por venir.
Todo pensamiento generado en nuestra ment
e, todo acto realizado, tiene
sus resultados directos e indirect
os, que se eslabonan coordinadamente
en la gran cadena de Causas y Efectos.
No deseamos entrar a discutir sobre el
libre albedrío y el determinismo,
en esta obra, por múltiples razones. Entre otras muchas, la principal es
que ningún lado del asunto es comple
tamente exacto, siendo en realidad
ambos parcialmente verdad, de acuer
do con las enseñanzas herméticas.
El Principio de Polaridad demuestra que ambos aspectos son medias-
verdades: los opuestos polos de la verdad. La verdad es que el hombre
puede ser a la vez libre y limitado por
la necesidad, dependiendo todo del
significado de los términos y de la altu
ra de la verdad desde la cual se
examine el asunto. Los antiguos escr
itores expresaban el punto diciendo
que: «Cuanto más lejana está la cr
eación del Centro, tanto más limitada
está. Cuanto más próxima está del
Centro, tanto más libre está».
Los hombres en su mayoría, son má
s o menos esclavos de la herencia,
del medio ambiente, etc.
, y manifiestan muy poco libre albedrío. Se ven
arrastrados por las opiniones, cost
umbres y pensamientos del mundo
externo, así como también por
sus emociones, sentimientos y
modalidades. No manifiestan el m
enor dominio de sí mismo que merezca
ese nombre. Y con indignación rec
hazan esa afirmación diciendo: «Yo
puedo obrar ciertamente con plena libertad y hacer lo que se me dé la
gana; hago precisamente lo que quiero
hacer». Pero no pueden explicar
por qué o de donde viene el «necesito» y
me «gusta». ¿Qué es lo que les
hace querer una cosa con preferencia
a otra? ¿Qué es lo que les hace
«gustar» una cosa y no otra? ¿No hay ninguna «razón» para sus
«gustos» y «necesidades»? El maes
tro puede transformar los «agrados y
«necesidades» en otros en el extrem
o opuesto de su polo mental. Puede
y tiene la capacidad de «querer, quer
er» en vez de querer porque algún
sentimiento, modalidad, emoci
ón o sugestión del medio ambiente
despierte en él una tendencia o deseo de hacer tal o cual cosa.
La mayoría de los hombres es arrast
rada como si fuera una piedra,
obedeciendo al medio ambiente, a la
s influencias externas y a las
modalidades, deseos y emociones in
ternas, etc., por no hablar de los
deseos y voluntades de los demás que son más fuertes. La herencia, el
medio ambiente y las sugestiones los a
rrastran sin la menor resistencia
por su parte, sin que ejerciten en
modo alguno su voluntad. Movidos
como las fichas en el tablero de ajedrez de la vida, desempeñan su parte
y se quedan a un lado después del juego. Pero los Maestros, que
conocen las reglas del j
uego, se elevan por encima
del plano de la vida
material, y colocándose en contacto
con los poderes superiores de sus
naturalezas dominan sus propias moda
lidades, caracteres, cualidades y
polaridades, así como el medio am
biente que los rodee, haciéndose en
esta forma directores del juego en ve
z de meras fichas: Causas en vez de
Efectos. Los Maestros no se libran de la causalidad en los planos
superiores, sino que están bajo el contralor de esas más elevadas leyes,
y haciendo uso de éstas se hacen dueños de las circunstancias en los
planos inferiores. De esta manera fo
rman una parte consciente de la Ley,
en vez de ser sus ciegos instrumentos. Mientras obedecen y sirven en los
Planos Superiores, dominan y son dueños del plano material.
Pero, tanto arriba como abajo, la
Ley está siempre en operación. No
existe tal casualidad o azar. La ciega
diosa ha sido abolida por la razón.
Ahora podemos ver, c
on ojos iluminados por el conocimiento, que todo
está gobernado por la ley universal y que el infinito número de leyes no es
más que manifestaciones de la Única Gran Ley: la Ley que es el TODO.
Es, pues, muy cierto que ni siquiera
un gorrión deja de estar presente en
la Mente del TODO, que hasta lo
s cabellos de nuestra cabeza están
contados, según dicen las escrituras. Nada hay fuera de la ley; nada
ocurre en contra de ella. Pero, a pesar
de ello, no se vaya a caer en el
error de que el hombre es un autómat
a ciego, al contrario. La doctrina
hermética dice que el hombre puede emplea
r la Ley contra las leyes, que
lo superior siempre prevalecerá cont
ra lo inferior, hasta que el hombre
haya alcanzado aquel estado en el que buscará refugio en la LEY misma
y podrá evadirse de todas las leye
s fenomenales. ¿Se puede comprender
el significado íntimo
, interno, de esto?.
 
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satanas1
view post Posted on 30/12/2015, 01:40




Capítulo XIII Género

«El género está en todo, todo
tiene su principio masculino y
femenino; el género se manifiesta en todos los planos.»
El Kybalion


EL Séptimo Gran Principio Hermético
—el Principio de Género— encierra
la verdad de que el género se manifiesta en todas las cosas, de que los
principios masculinos y femeninos están siempre presentes en plena
actividad en todos los fenómenos y en cada uno de los planos de la vida.
En este punto es bueno llamar la atención sobre el hecho de que el
Género, en su sentido hermético, y el
sexo, en la acepción ordinariamente
aceptada del término, no son lo mismos.
La palabra «género» deriva de la raíz
latina que significa «concebir,
procrear, generar, crear, producir».
Un momento de consideración sobre
el asunto demostrará que esa pal
abra tiene un significado mucho más
amplio y general que el término «sex
o», pues este se refiere a las
distinciones físicas entre los seres ma
chos y hembras. El sexo no es más
que una mera manifestación del Géner
o en cierto plano del Gran Plano
Físico: el de la vida orgánica. Es neces
ario que esta distinción se imprima
en la mente, porque ciertos e
scritores que han adquirido algunas
nociones de filosofía hermética han tr
atado de identificar
este séptimo
principio con estúpidas y a veces
reprensibles teorías y enseñanzas
concernientes al sexo.
El oficio del género es solamente el
de crear, producir, generar, etc., y sus
manifestaciones son visibles en to
dos los planos fenomenales. Es un
tanto difícil aportar pruebas de esto
siguiendo las líneas científicas,
porque la ciencia no ha reconocido todavía a este principio como de
aplicación universal. Pero, así y t
odo, van produciéndose algunas pruebas
provenientes de fuentes científicas.
En primer lugar, encontramos una
manifestación distinta del Principi
o del Género entre los corpúsculos,
iones o electrones, que constituyen las bases de la materia como la
ciencia lo reconoce actualmente,
y que, al constituir determinadas
combinaciones, forman el átomo, que
anteriormente se consideraba como
el punto final e indivisible.
La última palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto por una
multitud de corpúsculos, electrones
o iones (diversos nombres de la
misma cosa), que giran unos en torno de otros y vibran con un elevado
grado de intensidad. Pero se postula
además que la formación del átomo
se debe realmente a que los corpúscu
los negativos se pongan a girar en
torno de uno positivo. Los corpúsculo
s positivos parecen ejercer cierta
influencia sobre los negativos, impulsa
ndo a estos a constituir ciertas
combinaciones que dan como resu
ltado la «creación» o «generación» de
un átomo. Y esto está perfectam
ente de acuerdo con las más antiguas
enseñanzas herméticas, que han identif
icado siempre al principio
masculino del género con lo «positivo»
y al femenino con lo «negativo»,
como en la electricidad, por ejemplo.
Puédese agregar ahora que la mente pública se ha formulado una
impresión completamente errónea sobr
e las cualidades del llamado «polo
negativo» de la materia electrizada o
magnetizada. Los términos positivos
y negativos han sido pésimamente aplica
dos a este fenómeno. La palabra
«positivo» significa algo real y fuerte
en comparación con la irrealidad o
debilidad del negativo. Pero nada está más lejos de los hechos reales de
los fenómenos eléctricos. El polo negativo de la batería es realmente el
polo en y por el cual se manifiesta la generación o producción de formas y
energías nuevas. Nada hay de «negativo» en él. Los hombres de ciencia
de mayor autoridad están actualment
e empleando la palabra «cátodo» en
vez de «negativo», derivando cátodo de
una raíz griega que significa
«desciende, el recorrido o camino de
la generación», etc. Del cátodo
emerge el torbellino de electrones o
corpúsculos; del mismo polo surgen
esos maravillosos «rayos» que han revolucionado las concepciones
científicas durante la pasada década. El
polo catódico es la madre de
todos los extraños fenómenos que
han convertido en inútiles a los
antiguos libros de texto y que han
hecho que teorías mucho tiempo
aceptadas hayan sido relegadas al
montón de los desechos de las
especulaciones científicas. El cátodo,
o polo negativo, es el principio
madre de los Fenómenos Eléctricos y de las más sutiles formas de
materia que la ciencia conoce actual
mente. De manera, pues, que existen
poderosas razones que impulsan a
rechazar el término «negativo»,
insistiendo en sustituirlo por la
palabra «femenino» en vez del término
antiguo. Los hechos nos conducen a
esto, sin tener en cuenta para nada
la doctrina hermética, y, por cons
iguiente, emplearemos la palabra
«femenino» en vez de «negativo» al habl
ar de dicho polo de actividad.
Las últimas enseñanzas científicas dicen que los corpúsculos o electrones
creadores son femeninos. (La ciencia dice que «están compuestos por
electricidad negativa» y nosotros que están compuestos por energía
femenina).
Un corpúsculo femenino se destaca,
o mejor dicho, deja a un corpúsculo
masculino y comienza una nueva carrera. Activamente busca una unión
con un corpúsculo masculino, animado
por el impulso natural a crear
nuevas formas de materia o energía. Cie
rto autor va aún más lejos y dice
que «enseguida busca, por su propia voluntad, una unión»... este
desprendimiento y unión forman la base de la mayor parte de las
actividades en el mundo químico. Cuando un corpúsculo femenino se une
a otro masculino, empieza det
erminado proceso. Las partículas
femeninas vibran más intensamente
bajo la influencia de la energía
masculina y giran rápidamente en torno de
esta última. El resultado es el
nacimiento de un nuevo átomo. Este
nuevo átomo está compuesto
realmente por una unión de electrones
masculinos y femeninos, pero
cuando la unión se efectúa el át
omo es una cosa separada, que posee
ciertas propiedades, pero que ya no
manifiesta más la propiedad de
electricidad en libertad. El proceso del desprendimiento o separación de
los electrones femeninos se llama «ionización». Estos electrones o
corpúsculos son los obreros más activos en el campo de la Naturaleza.
De sus uniones o combinaciones sur
gen las diversas manifestaciones de
la luz, del calor, de la electricidad,
del magnetismo, de la atracción, de la
repulsión, de las afinidades químicas y sus contrarios, así como otros
fenómenos de índole similar. Y todo su
rge de la operación del principio de
género en el plano de la energía.
El papel del principio masculino parece
ser el de dirigir
a cierta energía
inherente hacia el principio feme
nino, poniendo así en actividad el
proceso creador. Pero el principio
femenino es el único que ejecuta
siempre el trabajo activo creador en t
odos los planos absolutamente. Pero,
sin embargo, cada principio es in
capaz de energía operadora sin la ayuda
del otro. En algunas de las formas de
la vida los dos principios se
combinan en un solo organismo. Por
esta razón, todo en el mundo
orgánico manifiesta ambos géneros: si
empre está el principio masculino
presente en la forma femenina. La
s enseñanzas herméticas comprenden
en gran parte la operación de los dos principios del género en la
producción y manifestación de las dive
rsas formas de energía, etc., pero
no es necesario entrar en detalles sobr
e el mismo en este asunto, pues
no es posible endosarlas momentáneamente con pruebas científicas que
aún no existen, debido a que la ciencia no ha progresado todavía
suficientemente. Pero el ejemplo ex
puesto sobre los fenómenos de los
electrones o corpúsculos demuestra que la ciencia está en el verdadero
camino y también da una idea general s
obre los principios subyacentes.
Algunos investigadores científicos
han anunciado su creencia de que, en
la formación de los cristales, se encuentra algo que corresponde a una
especie de actividad sexual, lo que es una prueba más de la dirección de
donde sopla el viento actualmente s
obre el campo de la ciencia.
Y cada año que pasa aportará nuevos hechos que corroborarán la
exactitud del Principio Hermético
de Género. Se encontrará que el género
está en operación constante, manife
stándose en todo el campo de la
materia inorgánica, así como en el
campo de la energía o fuerza. La
electricidad se considera actualment
e como «algo» en lo que todas las
demás formas de energía se mezclan o di
suelven. La Teoría Eléctrica del
Universo es la última doctrina ci
entífica emitida, y está adquiriendo
rápidamente gran popularidad y aceptac
ión. Y de esto se deduce que, si
hemos podido descubrir en el fenóm
eno de la electricidad, en la misma
raíz o fuente de sus manifestaciones,
una evidencia clara e inequívoca de
la presencia del género y de sus ac
tividades, se puede afirmar sin miedo
que la ciencia llegará, últimamente, a
ofrecer pruebas de la existencia, en
todos los fenómenos del universo, de
ese gran principio hermético: el
Principio de Género.
No es necesario perder el tiem
po hablando del conocido fenómeno de la
«atracción y de la repulsión» de los át
omos, de la afinidad química, de los
amores y odios de las moléculas,
de la atracción o cohesión entre las
partículas de la materia. Esos hechos son harto conocidos como para
exigir mayores comentarios. Pero, ¿se ha pensado alguna vez en que
todas esas cosas no son más que manifestaciones del principio de
Género? ¿No se ve claramente que el
fenómeno es general, trátese de
corpúsculos, moléculas o electrones?
Y todavía más: ¿no es enteramente
razonable y lógica la enseñanza hermé
tica que afirma que la misma ley
de la gravitación —esa extraña atracción por la cual todas las partículas y
cuerpos en el universo tienden unos
hacia otros— no es sino otra manera
de manifestarse del principio del
género, que opera en la dirección de
atraer las energías masculinas haci
a las femeninas y viceversa? No es
posible ofrecer pruebas científicas por
el momento, pero si se examinan
los fenómenos a la luz de las doctrinas herméticas sobre el asunto se
verá que no existe hipótesis alguna me
jor que la actual, que explique los
problemas. Sométanse todos los fenómenos
físicos a la prueba, y se verá
que el principio del géner
o se hace evidente.
Pasemos ahora a considerar la operación de este principio en el plano
mental. Muchos hechos interesant
es están esperando nuestro examen.
 
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satanas1
view post Posted on 30/12/2015, 02:16




Capítulo XIV Género mental

Los estudiantes de sicología que han
seguido atentamente el tren del
pensamiento moderno en lo que respecta a los fenómenos mentales
habrán quedado extrañados de la rara insistencia de la idea o concepto
de la dualidad mental que se ha manife
stado tan fuertemente durante los
diez o quince años últimos, y
que ha dado origen a gran número de
plausibles teorías concernientes a la naturaleza y constitución de esa
«doble mente». El difunto Thomson J.
Hudson alcanzó gran popularidad
en 1893 al enunciar su conocida teoría
sobre las «mentes objetiva y
subjetiva», que, según so
stenía, existían en cada in
dividuo. Otros autores
han llamado igualmente la atención con sus teorías referentes a las
mentes «consciente y subconsciente», m
entes voluntaria e involuntaria,
mente activa y pasiva, etc. Esas
teorías podrán diferir según cada autor,
pero siempre queda el principio básico
que es el de la dualidad mental.
El estudiante de la filosofía hermética
se siente tentado por la sonrisa
cuando lee y oye hablar de esas numerosas
teorías nuevas, respecto a la
dualidad de la mente, adhiriéndose c
ada escuela tenazmente a su propia
doctrina, proclamando cada una c
on empeño que ha sido ella la que ha
descubierto la verdad. El estudiante que
hojee el libro de la historia oculta
encontrará en su mismo principio referencias a las antiguas enseñanzas
herméticas sobre el principio del
género. Y si prosigue su examen,
encontrará que esa antigua filosofía c
onoció el fenómeno de la dualidad
mental y la explicó mediante la t
eoría del género en la mente. Este
concepto del género mental puede ser
explicado en pocas palabras a los
estudiantes que ya se han familiari
zado con las teorías modernas que
aluden al mismo. El principio mascu
lino de la mente corresponde a la
llamada mente objetiva, ment
e consciente, mente vol
untaria o activa, etc.,
en tanto que el principio femeni
no corresponde a la llamada mente
subjetiva, subconsciente, in
voluntaria, pasiva, etc.
Por supuesto, la enseñanza hermética no concuerda con las muchas
teorías modernas concernientes a las
dos fases de la mente, ni admite
muchos de los hechos proclamados por esas escuelas en apoyo de ese
doble aspecto. Si indicamos la base de la concordancia es para facilitar al
estudiante la asimilación de los conoc
imientos adquiridos con anterioridad
sobre la filosofía hermética. Los
estudiantes de Hudson conocerán la
proposición que se hace en el principio del segundo capítulo de su obra
The Law of Psychic Phenomena
(la Ley de los Fenómenos Psíquicos),
que dice: «la jerigonza mística de los filósofos herméticos expresa la
misma idea general»... o sea la dualidad de la mente. Si el doctor Hudson
se hubiera tomado el trabajo de descifr
ar algo más «la jerigonza mística
de la Filosofía Hermética» hubiera recibido mucha luz sobre el punto de la
dualidad de la mente; pero entonces,
quizás, su obra más interesante no
hubiera sido escrita. Consideremos ahora las enseñanzas herméticas
concernientes al género mental.
Los instructores herméticos impart
en enseñanzas concernientes a este
punto, pidiendo a sus discípulos que se
atengan al proceso de su propia
conciencia, a su propio yo. El discípulo fija entonces su atención
internamente sobre el ego que es
tá en cada uno de nosotros. Cada
estudiante ve que su propia conciencia le da como primer resultante de la
existencia de su yo: «Yo Soy». Esto,
al principio, parece ser la palabra
final de la conciencia, pero un examen ulterior desprende el hecho de que
esto «yo soy» puede separarse en dos partes distintas o aspectos que, si
bien trabajan al unísono y en c
onjunción, sin embargo puede ser
separadas en la conciencia.
Si bien al principio parece que sólo
existe un único Yo
, un examen más
cuidadoso revela que existe un «yo» y
un «mí». Este par mental difiere en
características y naturaleza, y el
examen de esta, así como de los
fenómenos que surgen de la misma, arrojan gran luz sobre muchos de los
problemas de la influencia mental.
Comencemos considerando el «mí», que generalmente se confunde con
el «yo», si no se profundiza mucho en los recesos de la conciencia. El
hombre piensa de sí mismo (en su
aspecto de «mí» o «me») como si
estuvieran compuesto por ciertos
sentimientos, agrados, gustos, y
disgustos, hábitos, lazos especiales, ca
racterísticas, etc., todo lo cual
forma su personalidad, o el ser que
conoce él mismo y los demás. El
hombre sabe que estas emociones y sentimientos cambian, que nacen y
mueren, que están sujetos al principi
o del Ritmo y al de la Polaridad,
cuyos principios lo llevan de un extremo a otro. También piensa de sí
mismo como cierta suma de conoc
imientos agrupados en su mente, que
forman así una parte de él.
Éste es el «mí» o «me» del hombre.
Pero quizás hemos precedido dema
siado aprisa. El «mí» de muchos
hombres está compuesto en gran parte de la conciencia que tiene de su
propio cuerpo y de sus apetitos físicos, etc. Y, estando su conciencia
limitadas en alto grado a su naturalez
a corporal, prácticamente «viven
allí». Algunos hombres van tan allá
en esto que consideran su apariencia
personal como parte de su «mí», y r
ealmente la consid
eran parte de sí
mismo. Un escritor dijo con mu
cho humorismo en una oportunidad que el
hombre se compone de tres partes: «A
lma, cuerpo y vestidos». Y esto
haría que muchos perdieran su pers
onalidad si se les despojara de sus
vestidos. Pero, aun aquellos que no están tan estrechamente
esclavizados con la idea de su apar
iencia personal, lo están por la
conciencia de sus cuerpos. No pueden concebirse sin él. Su mente les
parece que es algo «que pertenece» a su
cuerpo, lo que, en muchos
casos, es realmente cierto.
Pero conforme el hombre adelanta en la escala de la conciencia, va
adquiriendo el poder de desprender a su
«mí» de esa idea corporal, y
puede pensar de su cuerpo que es algo «que pertenece» a su propia
parte mental. Pero aun entonces es
muy capaz de identificar el «mí»
completamente con sus estados ment
ales, sensaciones, etc., que siente
existen dentro de él. E i
dentificará esos estados
consigo mismo, en vez
de estimarlos como simples «cosas» producidas por su mentalidad,
existentes en él, dentro de él y prov
iniendo de él, pero que, sin embargo,
no son él mismo. Puede comprobar también que esos estados cambian
mediante un esfuerzo volitivo, y
que es capaz de producir una sensación
o estado de naturaleza completamente opuesta de la misma manera, y,
sin embargo, sigue existiendo siempre
el mismo «mí». Después de un
tiempo, podrá así dejar a un lado esos diversos estados mentales,
emociones, sentimientos, hábitos, c
ualidades, características y otras
posesiones personales, considerándolas como una colección de
cualidades, curiosidades o valiosas pos
esiones del «no mí». Esto exige
mucha concentración mental y poder de
análisis de parte del estudiante.
Pero ese trabajo es posible, y hasta los que no están muy adelantados
pueden ver, en su imaginación, como se realiza el proceso descrito.
Después de realizado ese ejercicio el
discípulo se encontrará en posesión
consciente de un «Ser» que puede ser
considerado bajo su doble aspecto
del «yo» y de «mí». El «mí» se sentirá como algo mental en lo que
pueden producirse los pensamientos, i
deas, emociones, sentimientos y
otros estados mentales. Puede ser considerado como si fuera la «matriz
mental», según decían los antiguos,
capaz de generar mentalmente. Este
«mí» se denuncia a la concienc
ia poseyendo poderes de creación y
generación latentes, de todas clas
es. Su poder de energía creadora es
enorme, según puede sentirlo uno mismo.
Pero, a pesar de todo, se tiene
la conciencia de que debe recibir
alguna forma de energía, bien del
mismo «yo», inseparable compañero,
o bien de algún otro «yo», a fin de
que así pueda producir sus creaciones ment
ales. Esta conciencia aporta
consigo una realización de la enorme
capacidad de trabajo mental y de
poder creador que encierra.
El estudiante encuentra pronto que no
es todo lo que hay en conciencia
íntima, pues ve que existe un algo mental que puede «querer» que el
«mí» obre de acuerdo con cierta
línea creadora y que,
sin embargo,
permanece aparte, como testigo de esa
creación mental. A esta parte de
sí mismo se le da el nombre del «yo». Y puede reposar en su conciencia
a voluntad. Allí se encuentra, no
una conciencia de una capacidad de
generar y crear activamente en el s
entido del proceso gradual común a
las operaciones mentales, sino má
s bien de la conciencia de una
capacidad de proyectar una energía del
«yo» al «mí»: «Querer» que la
creación mental comience y proceda.
También se experimenta que el «y
o» puede permanecer aparte, testigo
de las operaciones o creaciones mentales del «mí». Este doble aspecto
existe en la mente de toda persona,
el «yo» representa al Principio
Masculino del género mental, y el «mí»
al Principio Femenino. El «yo»
representa el aspecto de Ser; el «mí» el aspecto de «devenir». Se notará
que el principio de correspondencia opera
en este plano lo mismo que en
el que se realiza la creación del Universo. Los dos son parecidos, si bien
difieren enormemente de gr
ado. «Como es arriba,
es abajo; como es
abajo, es arriba».
Estos aspectos de la mente —los principios masculinos y femeninos— el
«yo» y el «mí» —considerados en relación con los fenómenos psíquicos y
mentales ya conocidos—, dan la clave
maestra para dilucidar la operación
y manifestación de esas nebulosas regi
ones de la mente. El principio del
género mental aporta la verdad que se
encierra en todo el campo de los
fenómenos de influencia mental.
La tendencia del principio femenino es
siempre la de recibir impresiones,
mientras que la tendencia del masculino
es a darlas o a expresarlas. El
principio femenino tiene un campo de acción mucho más variado que el
masculino. El principio femenino
conduce el trabajo de generar nuevos
pensamientos, conceptos, ideas, incluso la obra de la imaginación. El
masculino se contenta con el acto de «querer» en sus varias fases. Sin
embargo, sin la ayuda activa de la vo
luntad del principio masculino, el
femenino puede contentarse con generar
imágenes mentales que son el
resultado de impresiones recibida
s del exterior, en vez de producir
creaciones mentales originales.
Las personas que pueden prestar continuada atención a un sujeto
emplean activamente ambos principios
mentales: el femenino, en el
trabajo activo de la generación mental
, y el masculino en estimular y dar
energía a la porción creadora de la m
ente. La mayoría apenas hace uso
del principio masculino, y se c
ontenta con vivir de acuerdo con los
pensamientos e ideas que se filtran en su «mí» y provienen del «yo» de
otras mentalidades. Pero no es nuestro propósito detenernos en esta faz
del asunto, cosa que puede estudiar
se en cualquier tratado bueno de
sicología, con la clave ya i
ndicada sobre el género mental.
El estudiante de los fenómenos psíquicos conoce la realidad de los
maravillosos fenómenos clasificados como telepatía, influencia mental,
sugestión, hipnotismo, etc. Muchos han buscado explicación a estas
diversas fases de los fenómenos,
siguiendo las teorías de dualidad
mental promulgadas por los diferentes
instructores. Y, hasta cierto punto,
están en lo cierto, porque, realment
e existe una manifestación clara y
definida de dos fases distintas de
actividad mental. Pero si esos
estudiantes consideran esa dualidad a la luz de las enseñanzas
herméticas concernientes a la vibrac
ión y al género mental, verían que la
clave tan buscada la tienen al alcance de la mano.
En los fenómenos telepáticos se ve
que la energía vibratoria del principio
masculino se proyecta hacia el prin
cipio femenino de otra persona, y que
esta última absorbe ese pensamiento y le permite desarrollarlo y
madurarlo. En la misma forma obra
la sugestión y el hipnotismo. El
principio masculino de una persona
da la sugestión dirigiendo una
corriente de energía o poder vibratorio hac
ia el principio femenino de otra,
y ésta, al aceptarla, la hace suya y
piensa en consecuencia. Una idea así
alojada en la mente de otra persona
crece y se desenvuelve, y a su
tiempo es considerada como una verdader
a creación mental del individuo,
mientras que en realidad no es más que el huevo de un cuco puesto en el
nido del gorrión, pues aquel
pájaro pone sus huevos en un nido ajeno. El
proceso normal es que el principi
o masculino y el femenino de una
persona obren coordinada y armoni
osamente conjuntamente. Pero,
desgraciadamente, el principio
masculino del hombre corriente es
demasiado inerte y perezoso para
obrar y el y el despliegue de poder
volitivo es muy ligero, y, en consecuencia
, la mayoría está dirigida por las
mentes y voluntades de los demás a
quienes se permite querer y pensar
por uno mismo. ¿Cuántos pensamientos
u obras originales hace el
hombre corriente? ¿No es la mayorí
a de los hombres simple sombra o
eco de los que tienen una mente o vol
untad más fuerte que la suya? La
perturbación proviene de que el hombre corriente descansa casi
completamente en su conciencia del «mí» y no comprende que,
realmente tiene un «yo». Está polarizado
en su principio femenino mental,
y su principio masculino, en el que reside la voluntad, está inactivo e
inerte.
El hombre fuerte del mundo manifies
ta invariablemente el principio
masculino de voluntad, y su fuerza
depende materialmente de este hecho.
Y en vez de vivir en las impresione
s que le producen otras mentalidades,
domina su propia mente, mediante su
voluntad, obteniendo así la clase de
imágenes mentales que quiere y domi
na y dominando así también las
mentes ajenas de la misma manera.
Contémplese un hombre fuerte y v
éase como se las arregla para
implantar sus gérmenes mentales en
la mente de las masas, obligándolas
así a pensar de acuerdo con sus deseos. Este es el porqué las masas
son como rebaños de carneros, que
nunca originan una idea propia ni
emplean sus propios poderes y
actividades mentales.
La manifestación del género ment
al puede notarse en todas partes
diariamente. Las personas magnét
icas son las que pueden emplear su
principio masculino para im
primir sus ideas sobre lo
s demás. El actor que
hace reír o llorar a la concurrencia
está haciendo uso de este principio.
Igualmente sucede con el orador, pol
ítico, predicador o cualquier o
cualquier otro que atraiga la atenc
ión pública. La influencia peculiar que
ejerce un hombre sobre otro es d
ebido a la manifestación del género
mental según las líneas vibratorias ya i
ndicadas. En este principio está el
secreto del magnetismo personal, de la fascinación, etc., así como
también de los fenómenos agrupados
bajo el nombre de hipnotismo.
El estudiante que se ha familiari
zado con los fenómenos generalmente
denominados psíquicos habrá descubi
erto la importante parte que
desempeña en los citados fenómenos es
a fuerza que la ciencia llama
«sugestión», por cuyo térmi
no se indica el proceso o método por el cual
se transfiere una idea o se imprime s
obre la mente de otro, obligando así
a la segunda mentalidad a obrar c
oncordantemente. Una verdadera
comprensión de la sugestión es
necesaria para comprender
inteligentemente los varios fenómenos
psíquicos a que la sugestión da
origen. Pero aún es más necesario el
conocimiento de la vibración y del
género mental, porque todo el principi
o sugestivo depende de estos.
Los escritores sobre la materia de
sugestión dicen que la mente objetiva o
voluntaria es la que hace la impresi
ón mental, o sugestión, sobre la mente
subjetiva o involuntaria. Pero no de
scriben el proceso ni indican alguna
analogía mediante la cual sea más fácil comprender la idea. Si se
contempla el asunto a la luz de las enseñanzas herméticas, se verá que
la energetización del principio fem
enino por la energía vibratoria del
masculino está de acuerdo con las leyes un
iversales de la naturaleza, y el
mundo natural ofrece innumerabl
es analogías que facilitan la
comprensión del principio.
En realidad, la doctrina hermética afirma que la
misma creación del universo obedece a dicha ley y que en todas las
manifestaciones creadoras sobre los pl
anos espiritual, mental, y físico,
siempre está en operación el princi
pio de género: la expresión de los
principios masculino y femenino. «Com
o es arriba, es abajo; como es
abajo, es arriba». Y aun más que esto: cuando se comprende este
principio se es capaz de clasific
ar inteligentemente de inmediato los
variados fenómenos psicológicos, en vez de quedarse confuso ante ellos.
El principio realmente
trabaja en la práctica, porque está basado sobre las
leyes universales e inmutables de la vida.
No entraremos ahora en una dilucidac
ión detallada de los diversos
fenómenos concernientes a la influencia mental o a la actividad psíquica.
Hay muchos libros, en su mayor parte muy buenos, que se han escrito
últimamente sobre el asunto. Los hec
hos principales señalados en esas
obras son exactos, aunque los diversos
autores tratan de
explicarlos por
las diferentes teorías de su pr
opia cosecha. El estudiante puede
familiarizarse con estas materias, y utilizando la doctrina del género
mental podrá coordinar convenientem
ente la masa caótica de teorías y
enseñanzas en conflicto, y podrá, además, adueñarse completamente del
asunto si a ello se sintiera inclinado.
El objeto de esta obra no es el de dar
una explicación extensa de los fenómenos psíquicos, sino más bien el de
indicar sencillamente la clave maes
tra que abre las muchas puertas que
conducen al Templo del Saber, si se
desea explorar su interior. Creemos
que al examinar las enseñanzas encerradas en
El Kybalion
es fácil
encontrar la explicación de muchas dificultades que confunden. De nada
sirve entrar en detalles referentes a
las muchas características de los
fenómenos psíquicos y mentales si al
estudiante le son dados los medios
para comprender el asunto que atrae
su atención. Con la ayuda de
El
Kybalion
se puede entrar en cualquier biblioteca, pues la antigua luz de
Egipto iluminará las páginas confusas
y los problemas obscuros. Éste es
el verdadero objeto de esta obra. No
venimos a exponer una filosofía
nueva, sino a suministrar las
bases fundamentales de la antigua
enseñanza universal que esclarece todas las doctrinas, y que servirá para
conciliar todas las teorías, por
diferentes u opuestas que parezcan.
 
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satanas1
view post Posted on 30/12/2015, 02:53




Capítulo XV Axiomas herméticos

«La posesión del conocimiento, si no va acompañada por
una manifestación y expresión en
la práctica y en la obra, es
lo mismo que el enterrar metales preciosos: una cosa vana
e inútil. El conocimiento,
lo mismo que la fortuna, deben
emplearse. La ley del uso es universal, y el que la viola sufre
por haberse puesto en conflicto con las fuerzas naturales.»
El Kybalion


Las enseñanzas herméticas han sido cuidadosamente mantenidas en
secreto, en el corazón de sus afor
tunados poseedores, por las razones ya
expuestas, pero nunca se pensó en m
antenerlas siempre así. La ley del
uso está encerrada en dichas enseñanzas, como puede verse en el
párrafo anterior. Si no se emplea y ex
presa, el conocimiento es una cosa
vana que no puede aportar el menor beneficio a su poseedor ni a su raza.
Guardémonos de toda avaricia mental,
y expresemos en la acción lo que
hayamos aprendido. Estúdiense los axiomas y aforismos, pero
practíquenselos también.
Damos a continuación algunos de los más importantes axiomas
herméticos, tomados de
El Kybalion
, con algunos comentarios agregados.
Que cada uno los haga suyos y los
practique y emplee, porque nunca
serán realmente una posesión propia has
ta que se los haya llevado a la
práctica.

«Para cambiar vuestra caracterís
tica o estado mental, cambiad
vuestra vibración.»


Uno puede cambiar sus vibraciones mentales, mediante un esfuerzo de la
voluntad, fijando la atención delib
eradamente sobre el estado deseado.
La voluntad es la que dirige a la atención, y ésta es la que cambia la
vibración. Cultívese el arte de estar
atento, por medio de la voluntad y se
habrá resuelto el problema de dominar
las propias modalidades y estados
de la mente.

«Para destruir un grado de vibr
ación no deseable, póngase en
operación el principio de polaridad
y concéntrese a la atención en
le polo opuesto al que se desea suprimir. Lo no deseable se mata
cambiando su polaridad.»


Ésta es una de las más importantes fórmulas herméticas y está basada
sobre verdaderos principios científicos.
Ya se indicó que un estado mental
y su opuesto eran sencillamente dos polos de una misma cosa, y que
mediante la transmutación mental es
a polaridad podía ser invertida. Los
modernos psicólogos conocen ese princi
pio y lo aplican para disolver los
hábitos no deseables, aconsejando a
sus discípulos la concentración
sobre la opuesta cualidad. Si uno
tiene miedo, es inútil que pierda su
tiempo tratando de matar el miedo, sino que debe cultivar el valor, y
entonces el miedo desaparecerá. Algu
nos autores han expresado esta
idea, ilustrándola con el ejemplo de
una habitación oscura. No hay que
perder el tiempo tratando de arrojar af
uera a la oscuridad, sino que es
muchísimo mejor abrir las ventanas y
dejar entrar la luz, y la oscuridad
desaparecerá por sí sola. Para mata
r una cualidad negativa es necesario
concentrarse sobre el polo positivo de esa misma cualidad, y las
vibraciones cambiarán gradualmente
de negativas en positivas, hasta que
finalmente se polarizará en el polo positivo, en vez de estarlo en el
negativo. La inversa es también ve
rdad, porque muchos han encontrado
el dolor por haberse permitido vibrar demasiado constantemente en el
polo negativo de las cosas. Cambi
ando la polaridad pueden dominarse
las modalidades y estados mentales
, rehaciendo toda la disposición
propia y construyendo así el carácter
. Mucha parte del dominio que los
herméticos avanzados poseen sobre su mentalidad es debida a la
inteligente aplicación de la polaridad,
que es uno de los más importantes
aspectos de la transmutación mental.
Recuérdese el axioma hermético,
citado anteriormente, que dice:

«La mente, así como los metales y los elementos, puede
transmutarse de grado en grado, de
condición en condición, de
polo a polo, de vibración en vibración.»


Dominar la polaridad significa dominar lo
s principios de la transmutación o
alquimia mental; porque, salvo que se
adquiera el arte de cambiar la
propia polaridad, no se podrá afecta
r el ambiente que nos rodea. Si
comprendemos ese principio podemos
cambiar nuestra propia polaridad,
así como la de los demás, siempre que dediquemos a ello el tiempo, el
cuidado, el estudio y la práctica
necesarios para dominar ese arte. El
principio es verdad, pero los re
sultados que se obtienen dependen de la
persistente paciencia y práctica del estudiante.
«El ritmo puede neutralizarse mediante el arte de la polarización.»
Como ya explicamos en los capítulo
s anteriores, los herméticos sostienen
que el principio del Ritmo
se manifiesta en el Plano Mental, así como en
el Plano Físico, y que la enc
adenada sucesión de modalidades,
sentimientos, emociones y otros
estados mentales, son debida al
movimiento oscilante del péndulo ment
al, que nos arrastra de un extremo
a otro. Los herméticos enseñan además
que la ley de la neutralización
nos capacita, en gran extensión, a
sobreponernos a la operación del
Ritmo en la conciencia. Como ya
hemos explicado, existe un plano de
conciencia superior, así como uno
inferior, y el maestro, elevándose
mentalmente al plano superior, hace que
la oscilación del péndulo mental
se manifieste en el plano inferior
, mientras él permanece en el otro,
librando así su conciencia de la oscilación contraria.
Ésta se efectúa polarizándose en el
Yo Superior, elevando así las
vibraciones mentales del Ego sobre el
plano de conciencia ordinario. Es lo
mismo que levantarse por encima de una cosa y permitir que ésta pase
por debajo. El hermético avanzado se polariza en el polo positivo de su
ser, el YO SOY, más bien que en
el polo de su personalidad, y,
rehusando y negando la operación del Ritmo
, se eleva sobre su plano de
conciencia, permaneciendo firme en su af
irmación de ser, y la oscilación
pasa en el plano inferior, sin cambia
r para nada su propia polaridad. Esto
lo realizan todos los individuos
que han alcanzado cualquier grado de
dominio propio, comprendan o no la
ley. Esas personas rehúsan
sencillamente el dejarse arrastra
r por la oscilación, y afirmando
resueltamente su superioridad permanec
en polarizados pos
itivamente. El
maestro por supuesto, alcanza un
mayor grado de perfeccionamiento
porque comprende perfectamente la ley que está dominando con la ayuda
de una ley Superior, y mediante
su voluntad adquiere un grado de
equilibrio y firmeza casi imposible de
concebir por los que se dejan llevar
de un lado a otro por las oscilaciones de la emotividad.
Recuérdese siempre, si
n embargo, que el principio del Ritmo no puede
ser destruido, porque es indestructibl
e. Sólo es posible sobreponerse a
una ley equilibrándola con
otra, manteniéndose así el
equilibrio. Las leyes
del equilibrio operan tanto en el plano
mental como en el físico, y la
comprensión de esas leyes le permi
ten a uno sobreponerse a ellas,
contrabalanceándolas.

«Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos
planos de Causalidad y uno puede emplear las leyes del plano
superior para dominar a las del inferior.»


Comprendiendo la práctica de la polariz
ación, el hermético se eleva al
plano superior de causalidad, equilibr
ando así las leyes de los planos
inferiores. Elevándose sobre el
plano de las causas ordinarias se
convierte uno, hasta cierto punto, en
una causa, en vez de ser un simple
efecto. Pudiendo dominar los sentim
ientos y modalidades propias, y
neutralizando el ritmo, se puede rehui
r gran parte de las operaciones de
la ley de causa y efecto en el plano ordinario. Las masas se dejan
arrastrar, obedeciendo al ambiente
que las rodea, a las voluntades y
deseos de algunos hombres más fuertes
que ellas, a los efectos de las
tendencias heredades o a las sugestiones
u otras causas exteriores, no
siendo más que simples fichas en el tablero de ajedrez de la vida.
Elevándose sobre esas causas, los herméticos avanzados buscan un
plano de acción mental superior, y
dominando sus propias cualidades, se
crean un nuevo carácter, cualidades y poderes, mediante los cuales se
sobreponen a su ambiente ordinario,
haciéndose así directores en vez de
dirigidos. Esos individuos ayudan a la
realización del juego de la vida
conscientemente, en vez de dejarse
mover por influencias, poderes o
voluntades externas. Emplean el prin
cipio de causa y efecto en vez de
dejarse dominar por él. Por supuesto, aun los seres más elevados están
sujetos a este principio según se manifiesta en los planos superiores,
pero en los inferiores son señores y no esclavos. Según dice
El Kybalion:

«El sabio sirve en lo superior, per
o rige en lo inferior. Obedece a
las leyes que están por encima
de él, pero en su propio plano y en
las que están por debajo de él, ri
ge y ordena. Sin embargo, al
hacerlo, forma parte del principi
o en vez de oponerse al mismo. El
sabio se sumerge en la Ley, y comprendiendo sus movimientos,
opera en ella en vez de ser su ciego esclavo. Semejantemente al
buen nadador, va de aquí para allá,
según su propia voluntad, en
vez de dejarse arrastrar como el
madero que flota en la corriente.
Sin embargo el nadador, el sabi
o y el ignorante, están todos
sujetos a la ley. Aquél que esto comprenda va en el buen camino
que conduce a la Maestría.»


Para concluir, recordamos nuevamente
el axioma hermético que dice que:

«La verdadera transmutación hermética es un arte mental».


En dicho axioma el hermético indica
que el ambiente externo se influencia
mediante el poder de la mente. El
Universo, que es totalmente mental,
puede ser solamente dominado mediante la
mentalidad. En esta verdad
se encontrará la explicación de todos los fenómenos y manifestaciones de
los diversos poderes mentales que
tanto están atrayendo la atención
actualmente, en pleno siglo XX.
Tras toda la enseñanza dada por las
diversas escuelas o religiones, yace
siempre constantemente el principio
de la substancialidad mental del Un
iverso. Si éste es mental, en su
naturaleza intrínseca, fácilmente se
deduce que la transmutación mental
debe modificar y transformar las condiciones y los fenómenos del
Universo, y que la mente debe ser el mayor poder que pueda afectar sus
fenómenos. Si se comprende esta verdad,
todos los llamados milagros y
maravillas dejarán de tener punto alguno
oscuro, porque la explicación es
por demás clara y sencilla.

«El TODO es MENTE; el Universo es mental.»

El esoterismo es rico en palabras claves, símbolos y «esencias»
conceptuales. Su transmisión,
a través de las edades, implicó un
esforzado aprendizaje, una memorizaci
ón de significados, «acentos» y
una persistente custodia de sus valore
s originales para que nada de lo
preservado perdiera su color, su s
abor, su propósito y su intensidad. Al
amparo de tales premisas fue creci
endo paulatinamente el árbol de la
ciencia hermética que reconoce como sus raíces a
El Kybalion
. Y este
último resumen de un conocimiento intemporal, encontró en Hermes
Trismegisto a su más consumado mentor
y mensajero. En estas páginas
redactadas con hondura y exactitud por
tres iniciados, es posible pasar
revista a tópicos realmente sapiencial
es sobre la filosofía oculta. Sus
principios rectores (en los que el mentalismo, la correspondencia, la
vibración, la polaridad, causa y ef
ecto, y la generación juegan papeles
preponderantes); la transmutación mental
, la totalidad, el universo mental,
la paradoja divina y los axiomas hermé
ticos son tan sólo algunos de los
temas tan bien expuestos aquí.
El Kybalion
es, pues, una exposición
sincera y rotunda de los esquemas básicos del esoterismo, y como muy
bien lo señalan los tres iniciados
, no se proponen erigir un nuevo templo
de la sabiduría, sino poner manos del
investigador la llave que abrirá las
numerosas puertas internas que conducen hac
ia el Templo del Misterio. Y,
en rigor de la verdad, las muchas reedi
ciones de esta obra, su constante
renovación, a través de los distinto
s círculos herméticos del mundo en sus
reflexiones, pláticas, conferencias y cl
ases, son ratificación elocuentísima
de las bondades de una doctrina que ilumina a la humanidad desde hace
siglos.
 
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20 replies since 19/12/2015, 04:18   1211 views
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