| lo suficiente para los tiempos antiguos. Así comprendemos que Abraham ha sido el primero en desarrollar el trasunto interior de la percepción y sabiduría divinas y lo desarrolló de una manera verdaderamente humana, es decir, como el pensar humano sobre lo divino. La investigación oculta siempre debe hacer notar que Abraham tuvo, efectivamente, una organización física distinta de todos los demás hombres de su tiempo. Los hombres de su tiempo solo pudieron formar pensamientos al independizarse de su cuerpo, desarrollando fuerzas en su cuerpo etéreo: pero en el cuerpo físico aun no habían desarrollado el instrumento del pensar: y es realmente así que Abraham fue el primero en desarrollar perfectamente el instrumento físico del pensar. Es por ello que no sin razón - si lo tomamos con el obligado "grano salís"- el ha sido llamado el inaugurador de la aritmética, la ciencia que específicamente depende del instrumento del cuerpo físico. Por su verdad interior, la aritmética es algo que en su forma se acerca al conocimiento clarividente: pero no puede prescindir del órgano físico. Anteriormente, solo mediante la percepción clarividente, el hombre pudo saber algo de Dios y de la existencia divina, de modo que toda la sabiduría antigua acerca de Dios y la existencia divina tiene su origen en la percepción clarividente: en cambio, para elevarse a lo divino mediante el pensamiento, hacia falta el instrumento físico que primero fue infundido a Abraham. Y puesto que se trata de un órgano físico, resulta que toda la relación de este pensamiento divino, concebido mediante un instrumento físico, con el mundo objetivo y el ser humano subjetivo, fue distinta de la de tiempos precedentes. Anteriormente, se concebía el pensamiento sobre Dios a través de la sabiduría divina de las escuelas ocultas, y se podía transmitirlo a quienes eran capaces de la percepción en el cuerpo etéreo, libre de los órganos del cuerpo físico. Para traspasar a otra persona lo que es un instrumento físico existe un solo medio, o sea, la transmisión hereditaria dentro de la organización física. Precisamente, por tratarse de un órgano físico, fue necesario, con el fin de conservarlo sobre la Tierra, de propagar físicamente de generación en generación, ese órgano corpóreo que en Abraham fue lo mas importante, lo esencial. Así comprendemos cuan importante ha sido, para el pueblo hebreo, la transmisión hereditaria, o sea, el fluir por la sangre de las generaciones, de esta predisposición física. Empero, lo que en Abraham no fue sino el forjar y cristalizar de un órgano físico para concebir lo divino, debió, en lo sucesivo, echar raíces. Al transmitirse de generación en generación, penetró cada vez mas en lo hondo de la naturaleza humana, de modo que podemos decir: lo recibido por Abraham para la misión del pueblo hebreo debió perfeccionarse como órgano físico, a través de la transmisión hereditaria. Y para que la individualidad de Zoroastro pudiese obtener un cuerpo físico lo mas perfecto posible el desarrollo de ese órgano físico debió alcanzar su mas alto nivel en un cuerpo apropiado a todas las cualidades necesarias para Zoroastro reencarnado. Además, para llegar a tal perfección, no basta con que solo se desarrolle el cuerpo físico del hombre, ya que resulta imposible perfeccionarlo en forma aislada, separado del hombre en su totalidad, sino que, paso a paso, las tres envolturas debieron perfeccionarse a través de la transmisión hereditaria. En el curso de las generaciones sucesivas, el hombre físico, etéreo y astral debió recibir todo lo que se le puede dar a través de dicha transmisión. Para el desarrollo del hombre individual rige una determinada ley, la que ya conocemos porque frecuentemente la hemos caracterizado. Hemos expuesto que un periodo de ese desarrollo corre del nacimiento hasta los seis o siete años de edad; durante este tiempo desarróllase el cuerpo físico; el cuerpo etéreo se desarrolla durante el periodo desde los seis o siete hasta la edad de catorce o quince años; después, hasta los veintiuno, veintidós años sigue el desarrollo del cuerpo astral. Esta es la ley que se cumple en el hombre individual dentro de los periodos septenarios. Existe una ley similar para la evolución de las envolturas del hombre a través de las generaciones. Mas tarde volveremos sobre los pormenores mas profundos de esta ley. EI hombre individual desarrolla y perfecciona su cuerpo físico en el curso de siete años, en tanto que toda la estructura del cuerpo físico, en su desarrollo a través de las generaciones, llega a cierta perfección dentro del curso de siete generaciones. Sin embargo, la transmisión hereditaria no se produce de tal manera que se realizara de padre a hijo, es decir, no va directamente de una generación a la siguiente. Las cualidades respectivas no pueden transmitirse directamente del padre al hijo, de la madre a la hija, sino del padre al nieto, o sea, a la segunda generación, después a la cuarta, etc. En cuanto a las generaciones, la transmisión debiera realizarse según la septena; pero como la transmisión siempre omite una generación, resultan periodos de catorce generaciones, por lo que la predisposición física en Abraham pudo llegar a su culminación después de catorce generaciones. Para la evolución correspondiente de los cuerpos etéreo y astral, el desarrollo que en el individuo se cumple a partir de los siete hasta los catorce años, debió proseguir a través de otras siete, o bien otras catorce generaciones; y al desarrollo individual a través de los siete años a contar de la edad de catorce nuevamente le correspondió la evolución por catorce generaciones. Esto significa que la organización física dada como germen al patriarca Abraham, debió pasar por un desarrollo a través de tres veces siete, o bien tres veces catorce generaciones, solo entonces había abarcado los cuerpos físico, etéreo y astral. Así vemos que si de Abraham descendemos a través de tres veces catorce, o sea, cuarenta y dos generaciones, se nos presenta un cuerpo humano físico, etéreo y astral enteramente compenetrado e impregnado de lo que Abraham poseía como primitiva disposición. Este debió ser el cuerpo apropiado para la reencarnación de Zoroastro, y esto concuerda con el relato del autor del Evangelio de Mateo. En la tabla genealógica dice expresamente que enumera catorce eslabones desde Abraham hasta David, otros catorce de allí hasta el cautiverio de Babilonia y otras catorce desde este punto hasta el Cristo. Al cabo de estos tres veces catorce eslabones - saltando los intermedios - llegó a su pleno desarrollo lo que en Abraham se había preparado; solo entonces quedó impregnado de los tres principios constitutivos (Wesensglieder) del hombre. Vemos pues que el principio del Evangelio de Mateo se inspira en verdades muy profundas, y hemos de comprender que, al hablar de estas tres veces catorce generaciones, se nos indica que en lo transmitido de José a Jesús de Nazareth, vivió la esencia de la disposición primitiva en Abraham la que después irradió en todo el pueblo hebreo para concentrarse finalmente en el instrumento, en la envoltura preparada para Zoroastro, instrumento destinado a la incorporación del Cristo.
|