| su yo le sirven entonces de instrumento para percibir el mundo espiritual, existe el peligro de sufrir una ofuscación, como si uno se enfrentase a los rayos del sol. Tal persona queda ofuscada por la magnitud y ante todo por lo desconcertante de las impresiones. Así como el misterio numérico de las seis veces siete rige en los grados evolutivos de los esenios para conocer lo característico de lo heredado en los cuerpos físico y etéreo, así también existe otro misterio numérico, el cual expresa como el hombre llega al conocimiento de los misterios cósmicos, los misterios del universo. Para comprender este misterio, igualmente podemos servirnos de los movimientos, constelaciones e imágenes que en el cosmos existen, o sea, lo que en cierto modo figura inscripto en las estrellas. Así como por seis veces siete grados se llega a conocer los secretos de la naturaleza interior del hombre, así, por otra parte, son doce veces siete, esto es 84 escalones que conducen a los misterios espirituales del espacio cósmico. Al haber pasado por doce veces siete, o sea, por 84 escalones, se llega al punto en que el laberinto de las fuerzas espirituales cósmicas ya no resulta deslumbrante, sino que el hombre ha llegado a la quietud de orientarse en ese enorme laberinto. Esto también lo enseñaron, en cierto sentido, los esenios. Cuando en tal sentido el hombre se torna clarividente, se sumerge, al dormirse, en un elemento que encuentra su expresión en el misterio numérico de doce veces siete. Pero al llegar a las doce veces siete ya se halla en lo espiritual, pues al haber cumplido once veces siete grados, ya ha llegado al confín de los misterios. Hemos visto que las siete veces siete ya abarcan lo espiritual; y lo mismo sucede con las doce veces siete. Para llegar por este camino a lo espiritual, el hombre tiene que pasar con su cuerpo astral y su yo por once veces siete escalones. Para expresarlo en el lenguaje de los astros, se toman entonces los siete planetas, y las doce constelaciones del zodiaco, estas ultimas por lo que se experimenta en el espacio cósmico. Tal como los siete planetas se sitúan, ocultándolas, en las doce constelaciones zodiacales, el hombre tiene que pasar por siete veces doce, o mas bien por siete veces once escalones, dentro del espacio cósmico, para llegar a lo espiritual. Esto corresponde a la imagen de la esfera de lo espiritual en las doce constelaciones del zodiaco, con el nombre mismo en el centro. Pero lo espiritual se halla extendido de tal manera que, para alcanzarlo, el hombre no debe empezar a extenderse desde el centro, sino en una espiral, girando, en cierto modo, a través de siete vueltas espirales y, en cada una de ellas, por todas las doce constelaciones zodiacales, quiere decir que debe pasar por siete veces doce puntos. Naturalmente, esto es una imagen simbólica que significa que el hombre, girando de esta manera, llegaría a lo divinoespiritual al pasar por la séptima vuelta zodiacal. De manera que el hombre, en vez de dirigir la mirada desde el centro hacia el cosmos, estará mirando desde los doce puntos de la esfera espiritual para observar lo que existe en el mundo. No basta, pues, situarse en un solo punto de vista, sino en esos doce. Para elevarse a lo divino-espiritual había que pasar, con el cuerpo astral y el yo, por once veces siete escalones y, al llegar a las doce veces siete, se hallaba dentro de lo espiritual. Para llegar a lo divino, el cuerpo astral y el yo debían pasar por doce veces, o bien, por once veces siete grados. En forma análoga, la divinidad debe bajar por once veces siete escalones, si quiere descender para conferir a un yo las condiciones apropiadas. Por consiguiente, para describir las fuerzas espirituales que transformaron al cuerpo astral y al yo en portador del Cristo, el Evangelio de Lucas debió relatar como la fuerza divino-espiritual descendía a través de once veces siete escalones. Precisamente, puesto que el Evangelio de Lucas nos caracteriza la otra personalidad para la cual fueron preparados el cuerpo astral y el yo, no nos describe - como lo hace el Evangelio de Mateo - seis veces siete generaciones, sino once veces siete escalones, por los cuales el Dios mismo (el Evangelio lo dice expresamente) hace descender lo que luego vivió en la individualidad del Jesús del Evangelio de Lucas. Si en este Evangelio contamos los escalones genealógicos a través de los cuales desciende la fuerza divina, se verificará que son setenta y siete. En el Evangelio de Mateo debe aparecer el seis veces siete puesto que en el se describe el misterio que rige en el descender de la fuerza divino que forja los cuerpos físico y etéreo: en el Evangelio de Lucas, en cambio, debe aparecer el once veces siete que concuerda con el descender de la fuerza divina que transforma el cuerpo astral y el yo. Así vemos cuan profundos son estos documentos y que ellos efectivamente se refieren a los misterios de la iniciación: los escalones que lo divino-espiritual desciende para penetrar en una individualidad humana y el elevarse al cosmos como lo describen los Evangelios de Mateo y de Lucas. En la próxima conferencia explicaremos por que en el Evangelio de Lucas también hay una genealogía y por que en la época en que muy pocos conocieron el misterio del Cristo Jesús, este Evangelio se refiere, no obstante, a las 77 generaciones que corren desde Dios y Adán hasta el Jesús natanico.
|