| pueden unirse, a la hora justa, con el Cristo. Todas las parábolas que se basan en números ilustran el impulso que el Cristo ha traído a la humanidad. Otro ejemplo: a los que de la enseñanza del Cristo solo consideraban el aspecto exterior, les hizo presente que en otros casos toman en consideración, no solamente lo inmediato de su aspecto, lo exterior, sino que lo toman por símbolo de algo distinto. Y, tomando una moneda, les mostró la efigie del emperador, haciéndoles notar que la moneda, aparte de su mero aspecto metálico, es expresión de algo particular, a saber: la vinculación con un determinado soberano. "Dad pues a Cesar lo que es de Cesar; esto lo dice la efigie, no el metal". Con ello quiso decirles: de la misma manera aprended a considerar al hombre y su valor intrínseco, como portador y templo del Dios viviente. Contemplad al hombre de la misma manera como contempláis la moneda. Si aprendéis a reconocer en el hombre la imagen de Dios, sabréis que el hombre pertenece a Dios. Todas estas parábolas tienen un sentido mas profundo de lo que comúnmente son interpretadas, pues el Cristo no las da como a menudo se emplean en nuestro tiempo periodístico, sino de manera tal que concuerdan con lo intimo de la naturaleza humana; y si el hombre las profundiza en este sentido, se vera obligado a desempeñar sus quehaceres como las circunstancias, en cada caso, lo requieren. Así también habría que enseñar al hombre como debería emplear su facultad mental para no caer en lo absurdo. Hablar de "Mitos del Sol" referente a Buda, Cristo, etc. es un método por el cual se emplean de una manera exterior, imágenes míticas, constelaciones celestes, etc. en relación a grandes acontecimientos, con el fin de sostener cualquier cosa. Si se afirma, por ejemplo, que la vida del Cristo tiene el significado de un Mito del Sol, y si con esto se quiere comprobar que Cristo Jesús no vivió, también se puede comprobar, mediante semejante método, que no existió Napoleón. Y esto se logra muy fácilmente, diciendo: "Napoleón tiene el nombre del Dios Solar Apolon. En la lengua griega la "N" antepuesta no significa una negación, sino un aumento. De esto resulta que Napoleón – N’Apolon significaría algo así como "Super-Apolon". Además, puede descubrirse una notable afinidad fonética entre Leticia, la madre de Napoleón, y Leto, la madre de Apolo. Finalmente, puede sostenerse que en torno del Sol, Apolo, hay doce constelaciones las que podemos comparar con los doce mariscales de Napoleón; y estos no son sino símbolos de las doce constelaciones zodiacales alrededor del Sol. Tampoco es casual que el héroe del Mito de Napoleón haya tenido seis hermanos, por lo que Napoleón con sus hermanos y hermanas, al igual que los planetas, suman siete; con lo cual se prueba que Napoleón no existió. Por métodos análogos se prueba que Jesús jamás vivió. Estas cosas nos hacen ver, por cierto, que es necesario estar preparado, interiormente preparado, para contemplar lo que los Evangelios nos dicen acerca del mas supremo acontecimiento del mundo. Y hemos de ver claramente que el movimiento teosófico tampoco estuvo exento del juguetear con toda clase de símbolos tornados del mundo de las estrellas. En contraste a ello, hemos demostrado en este ciclo de conferencias como, con respecto a los grandes acontecimientos de la evolución, los que realmente conocieron la verdad, emplearon en forma correcta el lenguaje cósmico-estelar. Con semejante preparación es preciso acercarnos al contenido de los Evangelios. Hemos hablado del bautismo en el Jordán y del relato acerca de la vida y la muerte del Cristo, con relación a las dos etapas de la iniciación. Ahora hemos de agregar que el Cristo, después de haber conducido a los discípulos al elevarse al macrocosmos en virtud de lo mas intimo de la naturaleza humana, como asimismo a la visión mas allá de la muerte, no les habla de la resurrección en el sentido trivial como muchas veces se la interpreta. Antes bien, concuerda con el verdadero sentido del Evangelio de Mateo, como asimismo con lo expuesto en el Evangelio de Juan, el que la palabra de San Pablo expresa la verdad: a través de lo acontecido acerca de Damasco, el vio al Cristo Resucitado. Y el hace notar explícitamente haber experimentado lo mismo que los demás, es decir, los doce y los quinientos que lo habían vivenciado a un mismo tiempo. San Pablo vio al Cristo como esos otros lo habían visto después de la resurrección. Esto se indica claramente al relatarse en el Evangelio que Maria Magdalena, después de haberle visto pocos días atrás, ve al Cristo después de la resurrección y, al no reconocerle, lo toma por el jardinero. Esto no se explicaría si el Cristo realmente se le hubiese aparecido igual que pocos días atrás; por lo tanto no cabe duda de que efectivamente se había producido un cambio. Examimindolos exactamente, los Evangelios nos conducen a comprender que como resultado de lo sucedido en Palestina y del Misterio de Gólgota, se les abrieron los ojos a los discípulos para reconocer en el Cristo al Espíritu que teje y obra en el mundo, como El fue después de haber entregado
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