LA DIVINA COMEDIA, DANTE

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belzebuth666
view post Posted on 6/2/2008, 01:33




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LA DIVINA COMEDIA

La Divina Comedia es un poema teológico escrito por Dante Alighieri. Se desconoce la fecha exacta en que fue escrito aunque las opiniones más reconocidas aseguran que el Infierno pudo ser compuesto entre 1304 y 1307–1308, el Purgatorio de 1307–1308 a 1313–1314 y por último, el Paraíso de 1313–1314 a 1321.
Cada una de sus partes está dividida en cantos, a su vez compuestos de tercetos. La composición del poema se ordena según el simbolismo del número tres (número que simboliza la trinidad sagrada, Padre, Hijo y Espíritu Santo, así como también, el número tres simboliza el equilibrio y la estabilidad en algunas culturas, y que también tiene relación con el triángulo): tres personajes principales, Dante, que personifica al hombre, Beatriz, que personifica a la fe, y Virgilio, que personifica a la razón; la estrofa tiene tres versos y cada una de las tres partes cuenta con treinta y tres cantos. La estructura matemática de la Divina comedia, por otra parte, es mucho más compleja de lo que aquí se esboza. El poema puede leerse según los cuatro significados que se atribuyen a los textos sagrados: literal, moral, alegórico y anagógico. En este poema, Dante hace gala además de un gran poder de síntesis que es característico de los grandes poetas.
Cada una de sus partes está dividida en cantos, a su vez compuestos de tercetos. La composición del poema se ordena según el simbolismo del número tres (número que simboliza la trinidad sagrada, Padre, Hijo y Espíritu Santo, así como también, el número tres simboliza el equilibrio y la estabilidad en algunas culturas, y que también tiene relación con el triángulo): tres personajes principales, Dante, que personifica al hombre, Beatriz, que personifica a la fe, y Virgilio, que personifica a la razón; la estrofa tiene tres versos y cada una de las tres partes cuenta con treinta y tres cantos. La estructura matemática de la Divina comedia, por otra parte, es mucho más compleja de lo que aquí se esboza. El poema puede leerse según los cuatro significados que se atribuyen a los textos sagrados: literal, moral, alegórico y anagógico. En este poema, Dante hace gala además de un gran poder de síntesis que es característico de los grandes poetas.

Infierno

Infierno, Canto 1 (por Gustave Doré)La primera parte narra el descenso del autor al Infierno, acompañado por el poeta latino Virgilio, autor de "La Eneida", a quien Dante admiraba. Acompañado por su maestro y guía, describe los nueve círculos en los que son sometidos a castigo los condenados, según la gravedad de los pecados cometidos en vida. Dante encuentra en el Infierno a muchos personajes antiguos, pero también de su época, y cada uno de ellos narra su historia brevemente a cambio de que Dante prometa mantener vivo su recuerdo en el mundo; cada castigo se ajusta a la naturaleza de su falta y se repite eternamente. Es particularmente recordada la historia de Paolo y Francesca, amantes adúlteros que se conocieron al leer en el libro de Lanzarote los amores de la reina Ginebra y este caballero, que fue motivo de inspiración y homenaje por poetas románticos y contemporáneos, así como la historia del conde Ugolino da Pisa, el último viaje de Ulises, el tránsito por el bosque de los suicidas, la travesía del desierto donde llueve el fuego y la llanura de hielo de los traidores, estos últimos, considerados los peores pecadores entre todos.

Purgatorio

Dante en el Purgatorio.En la segunda parte, Dante y Virgilio atraviesan el Purgatorio, y allí se despiden, pues a Virgilio, un pagano, no le está permitido entrar al Paraíso. La despedida de ambos es señalada por muchos críticos como uno de los momentos más conmovedores del libro. El purgatorio es una montaña de cumbre plana cuyas laderas son escalonadas y redondas, simétricamente al Infierno. En cada escalón se redime un pecado, pero los que lo redimen están contentos porque poseen esperanza. Dante se va purificando de sus pecados en cada nivel porque un ángel en cada uno le va borrando una letra de una escritura que le han puesto encima. En el purgatorio encuentra a famosos poetas, entre ellos a Publio Papinio Estacio, autor de la Tebaida. Cerca de la cumbre está la fuente Eunoe, en la que al beber se olvidan todas las cosas malas y sólo se recuerdan las buenas.

Paraíso

Dante y Beatriz en el Paraíso; de Gustave Doré,ilustración de la Divina Comedia, Paraíso, Canto 31.En el Paraíso, de estructura no menos compleja que la del Infierno y concebido como una rosa inmensa en cada uno de cuyos pétalos se encuentra un alma, y en cuyo centro mareante se encuentra Dios, Dante encuentra a su amada, Beatrice (Beatriz)... cuyo nombre significa precisamente «dadora de felicidad» y «beatificadora», cercana a Dios en el centro del Empireo rodeado de los coros angélicos. Cuando el poeta dirige la mirada a Él su memoria se desborda, se desmaya y despierta.

Dante Alighieri llamó sencillamente Commedia (comedia) a su libro pues, de acuerdo con el esquema clásico, no podía ser una tragedia, ya que su final es feliz. El libro suele presentarse actualmente con un gran cuerpo de notas que ayudan a entender quiénes eran los personajes mencionados. Estos comentarios incluyen interpretaciones de las alegorías o significados místicos que contendría el texto, que otros prefieren leer como un relato literal. Esta tendencia se acentuó en el siglo XX entre los exégetas y críticos de "La divina comedia", muchos de los cuales sostienen que Dante narró una historia en el mundo material de ultratumba tal como se lo concebía en su tiempo. Miguel Asín Palacios, por otra parte, destacó la importancia de la escatología musulmana en la estructura del Infierno dantesco. La mejor traducción española en verso es la del poeta, crítico y traductor Ángel Crespo. También se describe a una mujer llamada Beatriz la hermosa entre las hermosas.

Edited by astaroth1 - 1/1/2016, 08:13
 
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nubarus
view post Posted on 24/5/2008, 01:56




infierno
INFIERNO

Dante según sus comentadores viajó al infierno a la edad de 35 años, el día de Viernes Santo del año 1300, recorrió todos los círculos en 24 horas. El infierno que nos presenta tiene forma de embudo o de cono invertido, el cual esta dividido en círculos decrecientes. Los círculos son nueve y ruinosa y atroz es su topografía; los cinco primeros forman el Alto Infierno, los cuatro último el Infierno Inferior, que es una ciudad con mezquitas rojas, cercada por murallas de hierro.

Adentro hay sepulturas, pozos, despeñaderos, pantanos y arenales; en el ápice del cono está Lucifer. Una grieta que abrieron en la roca las aguas del Leteo comunica el fondo del Infierno con la base del Purgatorio.

Para Aliguieri el infierno va descendiendo desde la superficie boreal estrechándose gradualmente hasta el centro del globo terráqueo; está connotación que el autor hace sobre el espacio de Lucifer se desprende del centro de la tierra hacia adentro, tomando en cuenta que las penumbras representan el mal, el abajo que para en ese entonces no se convertía en arriba, (recordemos que para la época en que se escribe la obra, no existe una idea clara de la forma de la tierra y sus respectivos movimientos), es tomado como lo no deseado, abajo del hombre lo único que existe es indeseable.

Ahora bien, el manejo que el autor hace de este espacio es más descriptivo que en el purgatorio y el paraíso. Se basa en la planificación de la ciudad medieval y en el comportamiento de los seres humanos de esa época, el espacio imaginario del infierno va más ligado a la realidad, por ello utiliza algunas referencias medievales en la descripción de algunos círculos, que son espacios arquitectónicos característicos, como la puerta del infierno o la ciudad de Dite, (ciudad a la que hace analogía con Florencia medieval, su ciudad natal). Esto nos ayuda a entender, que Dante había descubierto el infierno en el espacio que habitaba diariamente.

Cada uno de los nueve círculos es un espacio totalmente diferente donde se albergan culpas o penas que son el alma vital de cada espacio haciéndolos únicos; hasta llegar al infierno y retomar la subida al purgatorio.

La división de espacios es la siguiente:

Primer círculo: Donde está el Limbo. En el se encuentra las personas que no fueron bautizadas, destacándose entre ellos personajes de connotación histórica que según la religión católica mueren sin conocer la fe; este espacio está conformado por un castillo rodeado de 7 muros denominado la "mansión de los justos".

* Segundo círculo: Errantes por el espacio se encuentran los lujuriosos y las personas que pecan por amor utilizándolo para bien propio. Minos juzga a las almas y las sumerge en un gran torbellino incesante que los agobia en la soledad absoluta.

* Tercer círculo: Metidos en el fango, se encuentran los glotones, los soberbios y los envidiosos; azotados en el suelo por una lluvia fuerte "La Tormenta" y desollados por un cerebro de tres cabezas "El Cancerbero", Dante se encuentra con Ciacco y hablan de las discordias de Florencia.

* Cuarto círculo: En este círculo pródigos y avaros, chocando y mofándose unos con otros, están arrastrados por enormes peso; aquí los clérigos, papas y cardenales están cubiertos por un manantial de aguas oscuras que generan un pantano.

* Quinto círculo El quinto círculo y el sexto están conformados por la ciudad de "Dite" (Plutón), rodeada de una laguna que encierra gran fetidez; su entrada resaltada por una gran puerta, hace parte de una muralla de hierro; aquí se encuentra los orgullosos, los herejes, los libres pensadores y los materialistas.

* Sexto círculo: Los herejes, metidos en sepulcros de fuego. Farinata predice a Dante su destierro e infortunios.

* Séptimo círculo: El séptimo círculo vigilado por el minotauro, Cita 3. Monstruo con cabeza de hombre y cuerpo de toro. esta dividido por tres círculos llenos de piedra y rodeados por un gran río de sangre. A partir de este espacio cada círculo empieza a tener divisiones que albergan una pena en particular, por ejemplo los espíritus malditos que están divididos en tres: los violentos, los injuriosos y los usureros.

* Primer recinto del séptimo círculo: Los violentos. Su suplicio: el Minotauro. El centauro Neso pasa a Dante a través del Flegetón.

* Segundo recinto del séptimo círculo: Los violentos contra sí mismos: los suicidas, los disipadores.

* Tercer recinto del séptimo círculo: Los violentos contra Dios, contra la naturaleza y contra la Sociedad.

* Octavo círculo: los fraudulentos. Comprende diez fosas: la primera, de los rufianes y los seductores y la segunda, de los aduladores y los cortesanos.

* Tercera fosa del octavo círculo: Los simoníacos.

* Cuarta fosa del octavo círculo: Los adivinos, aquí Virgilio explica a Dante el origen de "Mantua".

* Quinta fosa del octavo círculo: Los que trafican con la Justicia; están sumergidos en pez hirviendo. Los demonios atacan a los poetas, Dante y Virgilio, en el Infierno grotesco.

* Sexta fosa del octavo círculo: Los hipócritas; soportan capas de plomo dorado.

* Séptima fosa del octavo círculo: Los ladrones, mordidos por serpientes. Predicciones de Vanni Fucci de Pistoia contra Florencia.

* Octava fosa del octavo círculo: Los consejeros, hechos llamas. Aquí explican el trágico fin de Ulises.

* Novena fosa del octavo círculo: Los escandalosos, cismáticos y herejes, acuchillados. Suplicio de Mahoma y otros.

* Décima fosa del octavo círculo: Los charlatanes y falsarios, cubiertos de lepra.

* Noveno y último circulo: Para los traidores. Comprende cuatro recintos. Antes de llegar a él, hay un pozo rodeado de gigantes. Anteo lleva a los poetas al fondo del noveno círculo. En el noveno círculo y último, están los gigantes, masas brutales e inertes que son sepultados en la tierra, confundidas con torres. Dentro de él hay un pozo de cuatro zonas distintas oprimidas por hielos gruesos, en él se encuentra el constructor de la torre de babel que impidió al mundo hablar la misma lengua. En el centro de la tierra, entre hielos que envuelven las sombras, esta Lucifer con medio cuerpo fuera de la superficie glacial, masticando a Judas como juguete de plástico.

Es interesante que dentro de la cultura occidental siempre se ha tenido una concepción del infierno lleno de llamas, en cambio para Dante el hielo, la cueva y la oscuridad es la casa de Lucifer.

* Primer recinto del noveno círculo, la caína: Los traidores a sus parientes.

* Segundo recinto del noveno círculo, la Antenora: Los traidores a su patria. El suplicio por el hielo.

* Tercer recinto del noveno círculo, la Plotomea: Los traidores a sus amigos y huéspedes.

* Cuarto recinto del noveno círculo, la Judesca: Los traidores a sus bienhechores. Judas y Lucifer.

Edited by astaroth1 - 1/1/2016, 08:09
 
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satanas1
view post Posted on 24/5/2008, 01:58




purgatorio
PURGATORIO

Nueve son los círculos del infierno, nueve son las terrazas del purgatorio y nueve los astros que conforman el paraíso; la sumatoria de tres veces tres da nueve, lo cual ratifica la importancia del número tres en la religión católica, como la divina trinidad, las tres gracias, etc.

Después de descender Dante y Virgilio por los nueve círculos del infierno y encontrarse en el hogar de Lucifer, ascienden por una montaña conformada de nueve terrazas que se van restringiendo hasta la cumbre. En este espacio, Dante empieza ya a tomar referencias materiales de la tierra y se remonta más hacia el sentido de la naturaleza, es por ello que para él la montaña es el inicio de una gran travesía hacia el cielo donde se pueden purgar las penas.

La montaña es una isla y tiene una puerta; en sus laderas se escalonan terrazas que significan los pecados mortales; el jardín del Edén florece en la cumbre, los espacios divididos en su interior son:

* Primera plataforma: Dante, sostenido por Virgilio, llega a una plataforma donde están los Negligentes.

* Puerta del purgatorio: Visión de Dante durante su sueño; al despertar se encuentra en el tercer rellano de la montaña, donde está la puerta del Purgatorio, vigilada por un ángel.

# Primer círculo: Donde se purga el pecado de la soberbia y se castiga a los orgullosos.

# Segundo círculo: Donde se purga el pecado de la envidia.

# Tercer círculo: Donde se purga el pecado de la ira. Dante ve en éxtasis algunos ejemplos de mansedumbre. Los poetas se hallan rodeados de un humo espeso.

# Cuarto círculo: Donde se purga el pecado de la pereza. Dante ve en su imaginación ejemplos de ira castigada.

# Quinto círculo: Donde se purga el pecado de la avaricia. Visión de Dante castigando a los avaros.

# Sexto círculo: Donde se purga el pecado de la gula y se muestran algunos ejemplos de templanza. Stacio explica su permanencia entre los avarientos y los perezosos.

# Octavo círculo: Una voz salida de un árbol recuerda ejemplos de gula. Un ángel guía a los poetas, Dante y Virgilio hasta el séptimo círculo.

Edited by astaroth1 - 1/1/2016, 08:10
 
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belzebuth666
view post Posted on 24/5/2008, 02:03




el-paraiso-mas-grande
PARAÍSO

En este espacio Dante se despide de Virgilio (La Sabiduría y La Poesía) y se encuentra con Beatriz (La Teología) quien lo acompaña en su recorrido.

Lugar caracterizado por esferas celestes movidas por coros angelicales, que se producen de los 4 elementos básicos: aire, fuego, agua y tierra. El paraíso esta conformado por nueve cielos y la ciudad de Dios, cada uno de ellos es una esfera que rodea la tierra, los siete primeros eran los planetas conocidos, el octavo las constelaciones solares y estrellas fijas, y el noveno estaba determinado por un cielo cristalino que permanece inmóvil, donde se encuentra el paraíso.

Los primeros sietes cielos o esferas los simboliza, las 7 virtudes teologales que son parte de la exploración del paraíso a través de consideraciones morales y espirituales:

Primer cielo: El de la Luna (fortaleza). Beatriz explica la causa de las manchas de la Luna.

Segundo cielo: El de Mercurio (justicia). Beatriz explica el modo de satisfacer los votos que han sido rotos.

Tercer cielo: Esfera de Venus(templanza), donde están las almas de los enamorados. Carlos Martel manifiesta cómo puede nacer de un padre virtuoso un hijo vicioso.

Cuarto cielo: El del Sol (prudencia). Santo Tomás de Aquino expone el orden con el que Dios creó el Universo.

Quinto cielo: El de Marte (fe), donde están las almas de los que han combatido por la fe.

Sexto cielo: El de Júpiter (esperanza), donde se encuentran los que han administrado rectamente la justicia. Cacciaguida nombra a muchos de los espíritus que componen la cruz.

Séptimo cielo: El de Saturno (caridad), donde formando una escala ascendente, están los que se dedicaron a la vida contemplativa. Satira contra el lujo del clero en la época medieval.

Octavo cielo: Descenso de Jesucristo y la Virgen María al octavo cielo. Coronación de la Virgen María por el Arcángel Gabriel. Este cielo esta conformado por las constelaciones, maneja una escena netamente mística y doctrinal, donde se reúnen los esplendores del cielo y de la tierra.

Noveno cielo: Llamado el Primer Móvil. Apóstrofe de San Pedro contra los malos eclesiásticos. ustodiado por nueve ángeles que giran en torno a un punto luminoso lejano se encuentra el paraíso Dantesco que simboliza la ciudad de Dios: la iglesia triunfante.

La Ciudad de Dios: El Empíreo. Triunfo de los ángeles y de los bienaventurados. Beatriz hace que Dante fije su atención en la ciudad de Dios.

Edited by astaroth1 - 1/1/2016, 08:11
 
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astaroth1
view post Posted on 8/11/2008, 17:56




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Dante Alighieri
Divina Comedia


INFIERNO

CANTO I


A mitad del camino de la vida,
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.

¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!

Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron.

Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.

Mas cuando hube llegado al pie de un monte,
allí donde aquel valle terminaba
que el corazón habíame aterrado,

hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier camino.

Entonces se calmó aquel miedo un poco,
que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta angustia.

Y como quien con aliento anhelante,
ya salido del piélago a la orilla,
se vuelve y mira al agua peligrosa,
tal mi ánimo, huyendo todavía,
se volvió por mirar de nuevo el sitio
que a los que viven traspasar no deja.

Repuesto un poco el cuerpo fatigado,
seguí el camino por la yerma loma,
siempre afirmando el pie de más abajo.

Y vi, casi al principio de la cuesta,
una onza ligera y muy veloz,
que de una piel con pintas se cubría;

y de delante no se me apartaba,
mas de tal modo me cortaba el paso,
que muchas veces quise dar la vuelta.

Entonces comenzaba un nuevo día,
y el sol se alzaba al par que las estrellas
que junto a él el gran amor divino

sus bellezas movió por vez primera;
así es que no auguraba nada malo
de aquella fiera de la piel manchada

la hora del día y la dulce estación;
mas no tal que terror no produjese
la imagen de un león que luego vi.

Me pareció que contra mí venía,
con la cabeza erguida y hambre fiera,
y hasta temerle parecia el aire.

Y una loba que todo el apetito
parecía cargar en su flaqueza,
que ha hecho vivir a muchos en desgracia.

Tantos pesares ésta me produjo,
con el pavor que verla me causaba
que perdí la esperanza de la cumbre.

Y como aquel que alegre se hace rico
y llega luego un tiempo en que se arruina,
y en todo pensamiento sufre y llora:

tal la bestia me hacía sin dar tregua,
pues, viniendo hacia mí muy lentamente,
me empujaba hacia allí donde el sol calla.
Mientras que yo bajaba por la cuesta,
se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo.

Cuando vi a aquel en ese gran desierto
«Apiádate de mi ‑yo le grité‑,
seas quien seas, sombra a hombre vivo.»

Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,
y a mis padres dio cuna Lombardía
pues Mantua fue la patria de los dos.

Nací sub julio César, aunque tarde,
y viví en Roma bajo el buen Augusto:
tiempos de falsos dioses mentirosos.

Poeta fui, y canté de aquel justo
hijo de Anquises que vino de Troya,
cuando Ilión la soberbia fue abrasada.

¿Por qué retornas a tan grande pena,
y no subes al monte deleitoso
que es principio y razón de toda dicha?»

« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente
de quien mana tal río de elocuencia?
‑respondí yo con frente avergonzada‑.

Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen.

Eres tú mi modelo y mi maestro;
el único eres tú de quien tomé
el bello estilo que me ha dado honra.

Mira la bestia por la cual me he vuelto:
sabio famoso, de ella ponme a salvo,
pues hace que me tiemblen pulso y venas.»

«Es menester que sigas otra ruta
‑me repuso después que vio mi llanto‑,
si quieres irte del lugar salvaje;

pues esta bestia, que gritar te hace,
no deja a nadie andar por su camino,
mas tanto se lo impide que los mata;

y es su instinto tan cruel y tan malvado,
que nunca sacia su ansia codiciosa
y después de comer más hambre aún tiene.

Con muchos animales se amanceba,
y serán muchos más hasta que venga
el Lebrel que la hará morir con duelo.

Éste no comerá tierra ni peltre,
sino virtud, amor, sabiduría,
y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro.

Ha de salvar a aquella humilde Italia
por quien murió Camila, la doncella,
Turno, Euríalo y Niso con heridas.

Éste la arrojará de pueblo en pueblo,
hasta que dé con ella en el abismo,
del que la hizo salir el Envidioso.

Por lo que, por tu bien, pienso y decido
que vengas tras de mí, y seré tu guía,
y he de llevarte por lugar eterno,

donde oirás el aullar desesperado,
verás, dolientes, las antiguas sombras,
gritando todas la segunda muerte;


y podrás ver a aquellas que contenta
el fuego, pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día;

y si ascender deseas junto a éstas,
más digna que la mía allí hay un alma:
te dejaré con ella cuando marche;

que aquel Emperador que arriba reina,
puesto que yo a sus leyes fui rebelde,
no quiere que por mí a su reino subas.

En toda parte impera y allí rige;
allí está su ciudad y su alto trono.
iCuán feliz es quien él allí destina!»

Yo contesté: «Poeta, te requiero
por aquel Dios que tú no conociste,
para huir de éste o de otro mal más grande,

que me lleves allí donde me has dicho,
y pueda ver la puerta de San Pedro
y aquellos infelices de que me hablas.»
Entonces se echó a andar, y yo tras él.
 
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belzebuth666
view post Posted on 8/11/2008, 21:23




CANTO II

El día se marchaba, el aire oscuro
a los seres que habitan en la tierra
quitaba sus fatigas; y yo sólo

me disponía a sostener la guerra,
contra el camino y contra el sufrimiento
que sin errar evocará mi mente.

¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio, sostenedme!
¡Memoria que escribiste lo que vi,
aquí se advertirá tu gran nobleza!

Yo comencé: «Poeta que me guías,
mira si mi virtud es suficiente
antes de comenzar tan ardua empresa.

Tú nos contaste que el padre de Silvio,
sin estar aún corrupto, al inmortal
reino llegó, y lo hizo en cuerpo y alma.

Pero si el adversario del pecado
le hizo el favor, pensando el gran efecto
que de aquello saldría, el qué y el cuál,

no le parece indigno al hombre sabio;
pues fue de la alma Roma y de su imperio
escogido por padre en el Empíreo.

La cual y el cual, a decir la verdad,
como el lugar sagrado fue elegida,
que habita el sucesor del mayor Pedro.

En el viaje por el cual le alabas
escuchó cosas que fueron motivo
de su triunfo y del manto de los papas.

Alli fue luego el Vaso de Elección,
para llevar conforto a aquella fe
que de la salvación es el principio.

Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo otorga?
Yo no soy Pablo ni tampoco Eneas:
y ni yo ni los otros me creen digno.

Pues temo, si me entrego a ese viaje,
que ese camino sea una locura;
eres sabio; ya entiendes lo que callo.»

Y cual quien ya no quiere lo que quiso
cambiando el parecer por otro nuevo,
y deja a un lado aquello que ha empezado,

así hice yo en aquella cuesta oscura:
porque, al pensarlo, abandoné la empresa
que tan aprisa había comenzado.

«Si he comprendido bien lo que me has dicho
‑respondió del magnánimo la sombra
la cobardía te ha atacado el alma;

la cual estorba al hombre muchas veces,
y de empresas honradas le desvía,
cual reses que ven cosas en la sombra.

A fin de que te libres de este miedo,
te diré por qué vine y qué entendí
desde el punto en que lástima te tuve.

Me hallaba entre las almas suspendidas
y me llamó una dama santa y bella,
de forma que a sus órdenes me puse.

Brillaban sus pupilas más que estrellas;
y a hablarme comenzó, clara y suave,
angélica voz, en este modo:


“Alma cortés de Mantua, de la cual
aún en el mundo dura la memoria,
y ha de durar a lo largo del tiempo:

mi amigo, pero no de la ventura,
tal obstáculo encuentra en su camino
por la montaña, que asustado vuelve:

y temo que se encuentre tan perdido
que tarde me haya dispuesto al socorro,
según lo que escuché de él en el cielo.

Ve pues, y con palabras elocuentes,
y cuanto en su remedio necesite,
ayúdale, y consuélame con ello.

Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar;
vengo del sitio al que volver deseo;
amor me mueve, amor me lleva a hablarte.

Cuando vuelva a presencia de mi Dueño
le hablaré bien de ti frecuentemente.”
Entonces se calló y yo le repuse:

“Oh dama de virtud por quien supera
tan sólo el hombre cuanto se contiene
con bajo el cielo de esfera más pequeña,

de tal modo me agrada lo que mandas,
que obedecer, si fuera ya, es ya tarde;
no tienes más que abrirme tu deseo.

Mas dime la razón que no te impide
descender aquí abajo y a este centro,
desde el lugar al que volver ansías.”

“ Lo que quieres saber tan por entero,
te diré brevemente ‑‑me repuso
por qué razón no temo haber bajado.

Temer se debe sólo a aquellas cosas
que pueden causar algún tipo de daño;
mas a las otras no, pues mal no hacen.

Dios con su gracia me ha hecho de tal modo
que la miseria vuestra no me toca,
ni llama de este incendio me consume.

Una dama gentil hay en el cielo
que compadece a aquel a quien te envío,
mitigando allí arriba el duro juicio.

Ésta llamó a Lucía a su presencia;
y dijo: «necesita tu devoto
ahora de ti, y yo a ti te lo encomiendo».

Lucía, que aborrece el sufrimiento,
se alzó y vino hasta el sitio en que yo estaba,
sentada al par de la antigua Raquel.

Dijo: “Beatriz, de Dios vera alabanza,
cómo no ayudas a quien te amó tanto,
y por ti se apartó de los vulgares?

¿Es que no escuchas su llanto doliente?
¿no ves la muerte que ahora le amenaza
en el torrente al que el mar no supera?”

No hubo en el mundo nadie tan ligero,
buscando el bien o huyendo del peligro,
como yo al escuchar esas palabras.

“Acá bajé desde mi dulce escaño,
confiando en tu discurso virtuoso
que te honra a ti y aquellos que lo oyeron.”


Después de que dijera estas palabras
volvió llorando los lucientes ojos,
haciéndome venir aún más aprisa;

y vine a ti como ella lo quería;
te aparté de delante de la fiera,
que alcanzar te impedía el monte bello.

¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por qué vacilas?
¿por qué tal cobardía hay en tu pecho?
¿por qué no tienes audacia ni arrojo?

Si en la corte del cielo te apadrinan
tres mujeres tan bienaventuradas,
y mis palabras tanto bien prometen.»

Cual florecillas, que el nocturno hielo
abate y cierra, luego se levantan,
y se abren cuando el sol las ilumina,

así hice yo con mi valor cansado;
y tanto se encendió mi corazón,
que comencé como alguien valeroso:

«!Ah, cuán piadosa aquella que me ayuda!
y tú, cortés, que pronto obedeciste
a quien dijo palabras verdaderas.

El corazón me has puesto tan ansioso
de echar a andar con eso que me has dicho
que he vuelto ya al propósito primero.

Vamos, que mi deseo es como el tuyo.
Sé mi guía, mi jefe, y mi maestro.»
Asi le dije, y luego que echó a andar,
entré por el camino arduo y silvestre.
 
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astaroth1
view post Posted on 9/11/2008, 21:21




CANTO III

POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE,
POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO,
POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA.

LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO.
HÍZOME LA DIVINA POTESTAD,
EL SABER SUMO Y EL AMOR PRIMERO.

ANTES DE MÍ NO FUE COSA CREADA
SINO LO ETERNO Y DURO ETERNAMENTE.
DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA.


Estas palabras de color oscuro
vi escritas en lo alto de una puerta;
y yo: «Maestro, es grave su sentido.»

Y, cual persona cauta, él me repuso:
«Debes aquí dejar todo recelo;
debes dar muerte aquí a tu cobardía.

Hemos llegado al sitio que te he dicho
en que verás las gentes doloridas,
que perdieron el bien del intelecto.»

Luego tomó mi mano con la suya
con gesto alegre, que me confortó,
y en las cosas secretas me introdujo.

Allí suspiros, llantos y altos ayes
resonaban al aiire sin estrellas,
y yo me eché a llorar al escucharlo.

Diversas lenguas, hórridas blasfemias,
palabras de dolor, acentos de ira,
roncos gritos al son de manotazos,

un tumulto formaban, el cual gira
siempre en el aiire eternamente oscuro,
como arena al soplar el torbellino.

Con el terror ciñendo mi cabeza
dije: «Maestro, qué es lo que yo escucho,
y quién son éstos que el dolor abate?»

Y él me repuso: «Esta mísera suerte
tienen las tristes almas de esas gentes
que vivieron sin gloria y sin infamia.

Están mezcladas con el coro infame
de ángeles que no se rebelaron,
no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.

Los echa el cielo, porque menos bello
no sea, y el infierno los rechaza,
pues podrían dar gloria a los caídos.»

Y yo: «Maestro, ¿qué les pesa tanto
y provoca lamentos tan amargos?»
Respondió: «Brevemente he de decirlo.

No tienen éstos de muerte esperanza,
y su vida obcecada es tan rastrera,
que envidiosos están de cualquier suerte.

Ya no tiene memoria el mundo de ellos,
compasión y justicia les desdeña;
de ellos no hablemos, sino mira y pasa.»

Y entonces pude ver un estandarte,
que corría girando tan ligero,
que parecía indigno de reposo.

Y venía detrás tan larga fila
de gente, que creído nunca hubiera
que hubiese a tantos la muerte deshecho.

Y tras haber reconocido a alguno,
vi y conocí la sombra del que hizo
por cobardía aquella gran renuncia.

Al punto comprendí, y estuve cierto,
que ésta era la secta de los reos
a Dios y a sus contrarios displacientes.

Los desgraciados, que nunca vivieron,
iban desnudos y azuzados siempre
de moscones y avispas que allí había.

Éstos de sangre el rostro les bañaban,
que, mezclada con llanto, repugnantes
gusanos a sus pies la recogían.

Y luego que a mirar me puse a otros,
vi gentes en la orilla de un gran río
y yo dije: «Maestro, te suplico

que me digas quién son, y qué designio
les hace tan ansiosos de cruzar
como discierno entre la luz escasa.»

Y él repuso: «La cosa he de contarte
cuando hayamos parado nuestros pasos
en la triste ribera de Aqueronte.»

Con los ojos ya bajos de vergüenza,
temiendo molestarle con preguntas
dejé de hablar hasta llegar al río.

Y he aquí que viene en bote hacia nosotros
un viejo cano de cabello antiguo,
gritando: «¡Ay de vosotras, almas pravas!

No esperéis nunca contemplar el cielo;
vengo a llevaros hasta la otra orilla,
a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.

Y tú que aquí te encuentras, alma viva,
aparta de éstos otros ya difuntos.»
Pero viendo que yo no me marchaba,

dijo: «Por otra via y otros puertos
a la playa has de ir, no por aquí;
más leve leño tendrá que llevarte».

Y el guía a él: «Caronte, no te irrites:
así se quiere allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me preguntes.»

Las peludas mejillas del barquero
del lívido pantano, cuyos ojos
rodeaban las llamas, se calmaron.

Mas las almas desnudas y contritas,
cambiaron el color y rechinaban,
cuando escucharon las palabras crudas.

Blasfemaban de Dios y de sus padres,
del hombre, el sitio, el tiempo y la simiente
que los sembrara, y de su nacimiento.

Luego se recogieron todas juntas,
llorando fuerte en la orilla malvada
que aguarda a todos los que a Dios no temen.

Carón, demonio, con ojos de fuego,
llamándolos a todos recogía;
da con el remo si alguno se atrasa.

Como en otoño se vuelan las hojas
unas tras otras, hasta que la rama
ve ya en la tierra todos sus despojos,

de este modo de Adán las malas siembras
se arrojan de la orilla de una en una,
a la señal, cual pájaro al reclamo.

Así se fueron por el agua oscura,
y aún antes de que hubieran descendido
ya un nuevo grupo se había formado.

«Hijo mío ‑cortés dijo el maestro
los que en ira de Dios hallan la muerte
llegan aquí de todos los países:

y están ansiosos de cruzar el río,
pues la justicia santa les empuja,
y así el temor se transforma en deseo.

Aquí no cruza nunca un alma justa,
por lo cual si Carón de ti se enoja,
comprenderás qué cosa significa.»

Y dicho esto, la región oscura
tembló con fuerza tal, que del espanto
la frente de sudor aún se me baña.

La tierra lagrimosa lanzó un viento
que hizo brillar un relámpago rojo
y, venciéndome todos los sentidos,
me caí como el hombre que se duerme.
 
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satanas1
view post Posted on 9/11/2008, 21:55




CANTO IV

Rompió el profundo sueño de mi mente
un gran trueno, de modo que cual hombre
que a la fuerza despierta, me repuse;

la vista recobrada volví en torno
ya puesto en pie, mirando fijamente,
pues quería saber en dónde estaba.

En verdad que me hallaba justo al borde
del valle del abismo doloroso,
que atronaba con ayes infinitos.

Oscuro y hondo era y nebuloso,
de modo que, aun mirando fijo al fondo,
no distinguía allí cosa ninguna.

«Descendamos ahora al ciego mundo
‑‑dijo el poeta todo amortecido‑:
yo iré primero y tú vendrás detrás.»

Y al darme cuenta yo de su color,
dije: « ¿Cómo he de ir si tú te asustas,
y tú a mis dudas sueles dar consuelo?»

Y me dijo: «La angustia de las gentes
que están aquí en el rostro me ha pintado
la lástima que tú piensas que es miedo.

Vamos, que larga ruta nos espera.»
Así me dijo, y así me hizo entrar
al primer cerco que el abismo ciñe.

Allí, según lo que escuchar yo pude,
llanto no había, mas suspiros sólo,
que al aire eterno le hacían temblar.

Lo causaba la pena sin tormento
que sufría una grande muchedumbre
de mujeres, de niños y de hombres.

El buen Maestro a mí: «¿No me preguntas
qué espíritus son estos que estás viendo?
Quiero que sepas, antes de seguir,

que no pecaron: y aunque tengan méritos,
no basta, pues están sin el bautismo,
donde la fe en que crees principio tiene.

Al cristianismo fueron anteriores,
y a Dios debidamente no adoraron:
a éstos tales yo mismo pertenezco.

Por tal defecto, no por otra culpa,
perdidos somos, y es nuestra condena
vivir sin esperanza en el deseo.»

Sentí en el corazón una gran pena,
puesto que gentes de mucho valor
vi que en el limbo estaba suspendidos.

«Dime, maestro, dime, mi señor
‑yo comencé por querer estar cierto
de aquella fe que vence la ignorancia‑:

¿salió alguno de aquí, que por sus méritos
o los de otro, se hiciera luego santo?»
Y éste, que comprendió mi hablar cubierto,

respondió: «Yo era nuevo en este estado,
cuando vi aquí bajar a un poderoso,
coronado con signos de victoria.

Sacó la sombra del padre primero,
y las de Abel, su hijo, y de Noé,
del legista Moisés, el obediente;

del patriarca Abraham, del rey David,
a Israel con sus hijos y su padre,
y con Raquel, por la que tanto hizo,

y de otros muchos; y les hizo santos;
y debes de saber que antes de eso,
ni un esptritu humano se salvaba.»

No dejamos de andar porque él hablase,
mas aún por la selva caminábamos,
la selva, digo, de almas apiñadas

No estábamos aún muy alejados
del sitio en que dormí, cuando vi un fuego,
que al fúnebre hemisferio derrotaba.

Aún nos encontrábamos distantes,
mas no tanto que en parte yo no viese
cuán digna gente estaba en aquel sitio.

«Oh tú que honoras toda ciencia y arte,
éstos ¿quién son, que tal grandeza tienen,
que de todos los otros les separa?»

Y respondió: «Su honrosa nombradía,
que allí en tu mundo sigue resonando
gracia adquiere del cielo y recompensa.»

Entre tanto una voz pude escuchar:
«Honremos al altísimo poeta;
vuelve su sombra, que marchado había.»

Cuando estuvo la voz quieta y callada,
vi cuatro grandes sombras que venían:
ni triste, ni feliz era su rostro.

El buen maestro comenzó a decirme:
«Fíjate en ése con la espada en mano,
que como el jefe va delante de ellos:

Es Homero, el mayor de los poetas;
el satírico Horacio luego viene;
tercero, Ovidio; y último, Lucano.

Y aunque a todos igual que a mí les cuadra
el nombre que sonó en aquella voz,
me hacen honor, y con esto hacen bien.»

Así reunida vi a la escuela bella
de aquel señor del altísimo canto,
que sobre el resto cual águila vuela.

Después de haber hablado un rato entre ellos,
con gesto favorable me miraron:
y mi maestro, en tanto, sonreía.

Y todavía aún más honor me hicieron
porque me condujeron en su hilera,
siendo yo el sexto entre tan grandes sabios.

Así anduvimos hasta aquella luz,
hablando cosas que callar es bueno,
tal como era el hablarlas allí mismo.

Al pie llegamos de un castillo noble,
siete veces cercado de altos muros,
guardado entorno por un bello arroyo.

Lo cruzamos igual que tierra firme;
crucé por siete puertas con los sabios:
hasta llegar a un prado fresco y verde.

Gente había con ojos graves, lentos,
con gran autoridad en su semblante:
hablaban poco, con voces suaves.

Nos apartamos a uno de los lados,
en un claro lugar alto y abierto,
tal que ver se podían todos ellos.

Erguido allí sobre el esmalte verde,
las magnas sombras fuéronme mostradas,
que de placer me colma haberlas visto.

A Electra vi con muchos compañeros,
y entre ellos conocí a Héctor y a Eneas,
y armado a César, con ojos grifaños.

Vi a Pantasilea y a Camila,
y al rey Latino vi por la otra parte,
que se sentaba con su hija Lavinia.

Vi a Bruto, aquel que destronó a Tarquino,
a Cornelia, a Lucrecia, a Julia, a Marcia;
y a Saladino vi, que estaba solo;

y al levantar un poco más la vista,
vi al maestro de todos los que saben,
sentado en filosófica familia.

Todos le miran, todos le dan honra:
y a Sócrates, que al lado de Platón,
están más cerca de él que los restantes;

Demócrito, que el mundo pone en duda,
Anaxágoras, Tales y Diógenes,
Empédocles, Heráclito y Zenón;

y al que las plantas observó con tino,
Dioscórides, digo; y via Orfeo,
Tulio, Livio y al moralista Séneca;

al geómetra Euclides, Tolomeo,
Hipócrates, Galeno y Avicena,
y a Averroes que hizo el «Comentario».

No puedo detallar de todos ellos,
porque así me encadena el largo tema,
que dicho y hecho no se corresponden.

El grupo de los seis se partió en dos:
por otra senda me llevó mi guía,
de la quietud al aire tembloroso
y llegué a un sitio en donde nada luce.
 
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astaroth1
view post Posted on 10/11/2008, 15:05




CANTO V

Así bajé del círculo primero
al segundo que menos lugar ciñe,
y tanto más dolor, que al llanto mueve.

Allí el horrible Minos rechinaba.
A la entrada examina los pecados;
juzga y ordena según se relíe.


Digo que cuando un alma mal nacida
llega delante, todo lo confiesa;
y aquel conocedor de los pecados

ve el lugar del infierno que merece:
tantas veces se ciñe con la cola,
cuantos grados él quiere que sea echada.

Siempre delante de él se encuentran muchos;
van esperando cada uno su juicio,
hablan y escuchan, después las arrojan.

«Oh tú que vienes al doloso albergue
‑me dijo Minos en cuanto me vio,
dejando el acto de tan alto oficio‑;

mira cómo entras y de quién te fías:
no te engañe la anchura de la entrada.»
Y mi guta: «¿Por qué le gritas tanto?

No le entorpezcas su fatal camino;
así se quiso allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me preguntes.»

Ahora comienzan las dolientes notas
a hacérseme sentir; y llego entonces
allí donde un gran llanto me golpea.

Llegué a un lugar de todas luces mudo,
que mugía cual mar en la tormenta,
si los vientos contrarios le combaten.

La borrasca infernal, que nunca cesa,
en su rapiña lleva a los espíritus;
volviendo y golpeando les acosa.

Cuando llegan delante de la ruina,
allí los gritos, el llanto, el lamento;
allí blasfeman del poder divino.

Comprendí que a tal clase de martirio
los lujuriosos eran condenados,
que la razón someten al deseo.

Y cual los estorninos forman de alas
en invierno bandada larga y prieta,
así aquel viento a los malos espiritus:

arriba, abajo, acá y allí les lleva;
y ninguna esperanza les conforta,
no de descanso, mas de menor pena.

Y cual las grullas cantando sus lays
largas hileras hacen en el aire,
así las vi venir lanzando ayes,

a las sombras llevadas por el viento.
Y yo dije: «Maestro, quién son esas
gentes que el aire negro así castiga?»

«La primera de la que las noticias
quieres saber ‑‑me dijo aquel entonces-
fue emperatriz sobre muchos idiomas.

Se inclinó tanto al vicio de lujuria,
que la lascivia licitó en sus leyes,
para ocultar el asco al que era dada:

Semíramis es ella, de quien dicen
que sucediera a Nino y fue su esposa:
mandó en la tierra que el sultán gobierna.

Se mató aquella otra, enamorada,
traicionando el recuerdo de Siqueo;
la que sigue es Cleopatra lujuriosa.

A Elena ve, por la que tanta víctima
el tiempo se llevó, y ve al gran Aquiles
que por Amor al cabo combatiera;

ve a Paris, a Tristán.» Y a más de mil
sombras me señaló, y me nombró, a dedo,
que Amor de nuestra vida les privara.

Y después de escuchar a mi maestro
nombrar a antiguas damas y caudillos,
les tuve pena, y casi me desmayo.

Yo comencé: «Poeta, muy gustoso
hablaría a esos dos que vienen juntos
y parecen al viento tan ligeros.»

Y él a mí: «Los verás cuando ya estén
más cerca de nosotros; si les ruegas
en nombre de su amor, ellos vendrán.»

Tan pronto como el viento allí los trajo
alcé la voz: «Oh almas afanadas,
hablad, si no os lo impiden, con nosotros.»

Tal palomas llamadas del deseo,
al dulce nido con el ala alzada,
van por el viento del querer llevadas,

ambos dejaron el grupo de Dido
y en el aire malsano se acercaron,
tan fuerte fue mi grito afectuoso:

«Oh criatura graciosa y compasiva
que nos visitas por el aire perso
a nosotras que el mundo ensangrentamos;

si el Rey del Mundo fuese nuestro amigo
rogaríamos de él tu salvación,
ya que te apiada nuestro mal perverso.

De lo que oír o lo que hablar os guste,
nosotros oiremos y hablaremos
mientras que el viento, como ahora, calle.

La tierra en que nací está situada
en la Marina donde el Po desciende
y con sus afluentes se reúne.

Amor, que al noble corazón se agarra,
a éste prendió de la bella persona
que me quitaron; aún me ofende el modo.

Amor, que a todo amado a amar le obliga,
prendió por éste en mí pasión tan fuerte
que, como ves, aún no me abandona.

El Amor nos condujo a morir juntos,
y a aquel que nos mató Caína espera.»
Estas palabras ellos nos dijeron.

Cuando escuché a las almas doloridas
bajé el rostro y tan bajo lo tenía,
que el poeta me dijo al fin: «tQué piensas?»

Al responderle comencé: «Qué pena,
cuánto dulce pensar, cuánto deseo,
a éstos condujo a paso tan dañoso.»

Después me volví a ellos y les dije,
y comencé: «Francesca, tus pesares
llorar me hacen triste y compasivo;

dime, en la edad de los dulces suspiros
¿cómo o por qué el Amor os concedió
que conocieses tan turbios deseos?»

Y repuso: «Ningún dolor más grande
que el de acordarse del tiempo dichoso
en la desgracia; y tu guía lo sabe.

Mas si saber la primera raíz
de nuestro amor deseas de tal modo,
hablaré como aquel que llora y habla:

Leíamos un día por deleite,
cómo hería el amor a Lanzarote;
solos los dos y sin recelo alguno.

Muchas veces los ojos suspendieron
la lectura, y el rostro emblanquecía,
pero tan sólo nos venció un pasaje.

Al leer que la risa deseada
era besada por tan gran amante,
éste, que de mí nunca ha de apartarse,

la boca me besó, todo él temblando.
Galeotto fue el libro y quien lo hizo;
no seguimos leyendo ya ese día.»

Y mientras un espiritu así hablaba,
lloraba el otro, tal que de piedad
desfallecí como si me muriese;
y caí como un cuerpo muerto cae.
 
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belzebuth666
view post Posted on 10/11/2008, 15:10




CANTO VI

Cuando cobré el sentido que perdí
antes por la piedad de los cuñados,
que todo en la tristeza me sumieron,

nuevas condenas, nuevos condenados
veía en cualquier sitio en que anduviera
y me volviese y a donde mirase.

Era el tercer recinto, el de la lluvia
eterna, maldecida, fría y densa:
de regla y calidad no cambia nunca.

Grueso granizo, y agua sucia y nieve
descienden por el aire tenebroso;
hiede la tierra cuando esto recibe.

Cerbero, fiera monstruosa y cruel,
caninamente ladra con tres fauces
sobre la gente que aquí es sumergida.

Rojos los ojos, la barba unta y negra,
y ancho su vientre, y uñosas sus manos:
clava a las almas, desgarra y desuella.

Los hace aullar la lluvia como a perros,
de un lado hacen al otro su refugio,
los míseros profanos se revuelven.

Al advertirnos Cerbero, el gusano,
la boca abrió y nos mostró los colmillos,
no había un miembro que tuviese quieto.

Extendiendo las palmas de las manos,
cogió tierra mi guía y a puñadas
la tiró dentro del bramante tubo.

Cual hace el perro que ladrando rabia,
y mordiendo comida se apacigua,
que ya sólo se afana en devorarla,

de igual manera las bocas impuras
del demonio Cerbero, que así atruena
las almas, que quisieran verse sordas.

Íbamos sobre sombras que atería
la densa lluvia, poniendo las plantas
en sus fantasmas que parecen cuerpos.

En el suelo yacían todas ellas,
salvo una que se alzó a sentarse al punto
que pudo vernos pasar por delante.

«Oh tú que a estos infiernos te han traído
‑me dijo‑ reconóceme si puedes:
tú fuiste, antes que yo deshecho, hecho.»

«La angustia que tú sientes ‑yo le dije-
tal vez te haya sacado de mi mente,
y así creo que no te he visto nunca.

Dime quién eres pues que en tan penoso
lugar te han puesto, y a tan grandes males,
que si hay más grandes no serán tan tristes.»

Y él a mfí «Tu ciudad, que tan repleta
de envidia está que ya rebosa el saco,
en sí me tuvo en la vida serena.

Los ciudadanos Ciacco me llamasteis;
por la dañosa culpa de la gula,
como estás viendo, en la lluvia me arrastro.

Mas yo, alma triste, no me encuentro sola,
que éstas se hallan en pena semejante
por semejante culpa», y más no dijo.

Yo le repuse: «Ciacco, tu tormento
tanto me pesa que a llorar me invita,
pero dime, si sabes, qué han de hacerse

de la ciudad partida los vecinos,
si alguno es justo; y dime la razón
por la que tanta guerra la ha asolado.»

Y él a mí: «Tras de largas disensiones
ha de haber sangre, y el bando salvaje
echará al otro con grandes ofensas;

después será preciso que éste caiga
y el otro ascienda, luego de tres soles,
con la fuerza de Aquel que tanto alaban.

Alta tendrá largo tiempo la frente,
teniendo al otro bajo grandes pesos,
por más que de esto se avergüence y llore.

Hay dos justos, mas nadie les escucha;
son avaricia, soberbia y envidia
las tres antorchas que arden en los pechos.»

Puso aquí fin al lagrimoso dicho.
Y yo le dije: «Aún quiero que me informes,
y que me hagas merced de más palabras;

Farinatta y Tegghiaio, tan honrados,
Jacobo Rusticucci, Arrigo y Mosca,
y los otros que en bien obrar pensaron,

dime en qué sitio están y hazme saber,
pues me aprieta el deseo, si el infierno
los amarga, o el cielo los endulza.»

Y aquél: « Están entre las negras almas;
culpas varias al fondo los arrojan;
los podrás ver si sigues más abajo.

Pero cuando hayas vuelto al dulce mundo,
te pido que a otras mentes me recuerdes;
más no te digo y más no te respondo.»

Entonces desvió los ojos fijos,
me miró un poco, y agachó la cara;
y a la par que los otros cayó ciego.

Y el guía dijo: «Ya no se levanta
hasta que suene la angélica trompa,
y venga la enemiga autoridad.

Cada cual volverá a su triste tumba,
retomarán su carne y su apariencia,
y oirán aquello que atruena por siempre.»

Así pasamos por la sucia mezcla
de sombras y de lluvia a paso lento,
tratando sobre la vida futura.

Y yo dije: «Maestro, estos tormentos
crecerán luego de la gran sentencia,
serán menores o tan dolorosos?»

Y él contestó: «Recurre a lo que sabes:
pues cuanto más perfecta es una cosa
más siente el bien, y el dolor de igual modo,

Y por más que esta gente maldecida
la verdadera perfección no encuentre,
entonces, más que ahora, esperan serlo.»

En redondo seguimos nuestra ruta,
hablando de otras cosas que no cuento;
y al llegar a aquel sitio en que se baja
encontramos a Pluto: el enemigo.
 
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astaroth1
view post Posted on 10/11/2008, 22:01





CANTO VII

«¡Papé Satán, Papé Satán aleppe!»
dijo Pluto con voz enronquecida;
y aquel sabio gentil que todo sabe,

me quiso confortar: «No te detenga
el miedo, que por mucho que pudiese
no impedirá que bajes esta roca.»

Luego volvióse a aquel hocico hinchado,
y dijo: «Cállate maldito lobo,
consúmete tú mismo con tu rabia.

No sin razón por el infierno vamos:
se quiso en lo alto allá donde Miguel
tomó venganza del soberbio estupro.»

Cual las velas hinchadas por el viento
revueltas caen cuando se rompe el mástil,
tal cayó a tierra la fiera cruel.

Así bajamos por la cuarta fosa,
entrando más en el doliente valle
que traga todo el mal del universo.

¡Ah justicia de Dios!, ¿quién amontona
nuevas penas y males cuales vi,
y por qué nuestra culpa así nos triza?

Como la ola que sobre Caribdis,
se destroza con la otra que se encuentra,
así viene a chocarse aquí la gente.

Vi aquí más gente que en las otras partes,
y desde un lado al otro, con chillidos,
haciendo rodar pesos con el pecho.

Entre ellos se golpean; y después
cada uno volvíase hacia atrás,
gritando «¿Por qué agarras?, ¿por qué tiras?»

Así giraban por el foso tétrico
de cada lado a la parte contraria,
siempre gritando el verso vergonzoso.

Al llegar luego todos se volvían
para otra justa, a la mitad del círculo,
y yo, que estaba casi conmovido,

dije: «Maestro, quiero que me expliques
quienes son éstos, y si fueron clérigos
todos los tonsurados de la izquierda.»

Y él a mí. «Fueron todos tan escasos
de la razón en la vida primera,
que ningún gasto hicieron con mesura.

Bastante claro ládranlo sus voces,
al llegar a los dos puntos del círculo
donde culpa contraria los separa.

Clérigos fueron los que en la cabeza
no tienen pelo, papas, cardenales,
que están bajo el poder de la avaricia.»

Y yo: «Maestro, entre tales sujetos
debiera yo conocer bien a algunos,
que inmundos fueron de tan grandes males.»

Y él repuso: «Es en vano lo que piensas:
la vida torpe que los ha ensuciado,
a cualquier conocer los hace oscuros.

Se han de chocar los dos eternamente;
éstos han de surgir de sus sepulcros
con el puño cerrado, y éstos, mondos;

mal dar y mal tener, el bello mundo
les ha quitado y puesto en esta lucha:
no empleo mas palabras en contarlo.

Hijo, ya puedes ver el corto aliento,
de los bienes fiados a Fortuna,
por los que así se enzarzan los humanos;

que todo el oro que hay bajo la luna,
y existió ya, a ninguna de estas almas
fatigadas podría dar reposo.»

«Maestro ‑‑dije yo‑, dime ¿quién es esta
Fortuna a la que te refieres
que el bien del mundo tiene entre sus garras?»

Y él me repuso: «Oh locas criaturas,
qué grande es la ignorancia que os ofende;
quiero que tú mis palabras incorpores.

Aquel cuyo saber trasciendo todo,
los cielos hizo y les dio quien los mueve
tal que unas partes a otras se ilulninan,

distribuyendo igualmente la luz;
de igual modo en las glorias mundanales
dispuso una ministra que cambiase

los bienes vanos cada cierto tiempo
de gente en gente y de una a la otra sangre,
aunque el seso del hombre no Lo entienda;

por Lo que imperan unos y otros caen,
siguiendo los dictámenes de aquella
que está oculta en la yerba tal serpiente.

Vuestro saber no puede conocerla;
y en su reino provee, juzga y dispone
cual las otras deidades en el suyo.

No tienen tregua nunca sus mudanzas,
necesidad la obliga a ser ligera;
y aún hay algunos que el triunfo consiguen.

Esta es aquella a la que ultrajan tanto,
aquellos que debieran alabarla,
y sin razón la vejan y maldicen.

Mas ella en su alegría nada escucha;
feliz con las primeras criaturas
mueve su esfera y alegre se goza.

Ahora bajemos a mayor castigo;
caen las estrellas que salían cuando
eché a andar, y han prohibido entretenerse.»

Del círculo pasamos a otra orilla
sobre una fuente que hierve y rebosa
por un canal que en ella da comienzo.

Aquel agua era negra más que persa;
y, siguiendo sus ondas tan oscuras,
por extraño camino descendimos.

Hasta un pantano va, llamado Estigia,
este arroyuelo triste, cuando baja
al pie de la maligna cuesta gris.

Y yo, que por mirar estaba atento,
gente enfangada vi en aquel pantano
toda desnuda, con airado rostro.

No sólo con las manos se pegaban,
mas con los pies, el pecho y la cabeza,
trozo a trozo arrancando con los dientes.

Y el buen maestro: «Hijo, mira ahora
las almas de esos que venció la cólera,
y también quiero que por cierto tengas

que bajo el agua hay gente que suspira,
y al agua hacen hervir la superficie,
como dice tu vista a donde mire.

Desde el limo exclamaban: «Triste hicimos
el aire dulce que del sol se alegra,
llevando dentro acidïoso humo:

tristes estamos en el negro cieno.»
Se atraviesa este himno en su gaznate,
y enteras no les salen las palabras.

Así dimos la vuelta al sucio pozo,
entre la escarpa seca y lo de enmedio;
mirando a quien del fango se atraganta:
y al fin llegamos al pie de una torre.
 
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satanas1
view post Posted on 10/11/2008, 22:05




CANTO VIII

Digo, para seguir, que mucho antes
de llegar hasta el pie de la alta torre,
se encaminó a su cima nuestra vista,

porque vimos allí dos lucecitas,
y otra que tan de lejos daba señas,
que apenas nuestros ojos la veían.

Y yo le dije al mar de todo seso:
«Esto ¿qué significa? y ¿qué responde
el otro foco, y quién es quien lo hace?»

Y él respondió: «Por estas ondas sucias
ya podrás divisar lo que se espera,
si no lo oculta el humo del pantano.»

Cuerda no lanzó nunca una saeta
que tan ligera fuese por el aire,
como yo vi una nave pequeñita

por el agua venir hacia nosotros,
al gobierno de un solo galeote,
gritando: «Al fin llegaste, alma alevosa.»

«Flegias, Flegias, en vano estás gritando
díjole mi señor en este punto‑;
tan sólo nos tendrás cruzando el lodo.»

Cual es aquel que gran engaño escucha
que le hayan hecho, y luego se contiene,
así hizo Flegias consumido en ira.

Subió mi guía entonces a la barca,
y luego me hizo entrar detrás de él;
y sólo entonces pareció cargada.

Cuando estuvimos ambos en el leño,
hendiendo se marchó la antigua proa
el agua más que suele con los otros.

Mientras que el muerto cauce recorríamos
uno, lleno de fango vino y dijo:
«¿Quién eres tú que vienes a destiempo?»
.
Y le dije: « Si vengo, no me quedo;
pero ¿quién eres tú que estás tan sucio?»
Dijo: «Ya ves que soy uno que llora.»

Yo le dije: «Con lutos y con llanto,
puedes quedarte, espíritu maldito,
pues aunque estés tan sucio te conozco.»

Entonces tendió al leño las dos manos;
mas el maestro lo evitó prudente,
diciendo: «Vete con los otros perros.»

Al cuello luego los brazos me echó,
besóme el rostro y dijo: «!Oh desdeñoso,
bendita la que estuvo de ti encinta!

Aquel fue un orgulloso para el mundo;
y no hay bondad que su memoria honre:
por ello está su sombra aquí furiosa.

Cuantos por reyes tiénense allá arriba,
aquí estarán cual puercos en el cieno,
dejando de ellos un desprecio horrible.»`

Y yo: «Maestro, mucho desearía
el verle zambullirse en este caldo,
antes que de este lago nos marchemos.»

Y él me repuso: «Aún antes que la orilla
de ti se deje ver, serás saciado:
de tal deseo conviene que goces.»

Al poco vi la gran carnicería
que de él hacían las fangosas gentes;
a Dios por ello alabo y doy las gracias.

«¡A por Felipe Argenti!», se gritaban,
y el florentino espiritu altanero
contra sí mismo volvía los dientes.

Lo dejamos allí, y de él más no cuento.
Mas el oído golpeóme un llanto,
y miré atentamente hacia adelante.

Exclamó el buen maestro: «Ahora, hijo,
se acerca la ciudad llamada Dite,
de graves habitantes y mesnadas.»

Y yo dije: «Maestro, sus mezquitas
en el valle distingo claramente,
rojas cual si salido de una fragua

hubieran.» Y él me dijo: «El fuego eterno
que dentro arde, rojas nos las muestra,
como estás viendo en este bajo infierno.»

Así llegamos a los hondos fosos
que ciñen esa tierra sin consuelo;
de hierro aquellos muros parecían.

No sin dar antes un rodeo grande,
llegamos a una parte en que el barquero
«Salid ‑gritó con fuerza‑ aquí es la entrada.»

Yo vi a más de un millar sobre la puerta
de llovidos del cielo, que con rabia
decían: «¿Quién es este que sin muerte

va por el reino de la gente muerta?»
Y mi sabio maestro hizo una seña
de quererles hablar secretamente.

Contuvieron un poco el gran desprecio
y dijeron: « Ven solo y que se marche
quien tan osado entró por este reino;

que vuelva solo por la loca senda;
pruebe, si sabe, pues que tú te quedas,
que le enseñaste tan oscura zona.»

Piensa, lector, el miedo que me entró
al escuchar palabras tan malditas,
que pensé que ya nunca volvería.

«Guía querido, tú que más de siete
veces me has confortado y hecho libre
de los grandes peligros que he encontrado,

no me dejies ‑le dije‑ así perdido;
y si seguir mas lejos nos impiden,
juntos volvamos hacia atrás los pasos.»

Y aquel señor que allí me condujera
«No temas ‑dijo‑ porque nuestro paso
nadie puede parar: tal nos lo otorga.

Mas espérame aquí, y tu ánimo flaco
conforta y alimenta de esperanza,
que no te dejaré en el bajo mundo.»

Así se fue, y allí me abandonó
el dulce padre, y yo me quedé en duda
pues en mi mente el no y el sí luchaban.

No pude oír qué fue lo que les dijo:
mas no habló mucho tiempo con aquéllos,
pues hacia adentro todos se marcharon.

Cerráronle las puertas los demonios
en la cara a mi guía, y quedó afuera,
y se vino hacia mí con pasos lentos.

Gacha la vista y privado su rostro
de osadía ninguna, y suspiraba:
« ¡Quién las dolientes casa me ha cerrado!»

Y él me dijo: «Tú, porque yo me irrite,
no te asustes, pues venceré la prueba,
por mucho que se empeñen en prohibirlo.

No es nada nueva esta insolencia suya,
que ante menos secreta puerta usaron,
que hasta el momento se halla sin cerrojos.

Sobre ella contemplaste el triste escrito:
y ya baja el camino desde aquélla,
pasando por los cercos sin escolta,
quien la ciudad al fin nos hará franca.
 
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nubarus
view post Posted on 10/11/2008, 22:39




CANTO IX

El color que sacó a mi cara el miedo
cuando vi que mi guía se tornaba,
lo quitó de la suya con presteza.

Atento se paró como escuchando,
pues no podía atravesar la vista
el aire negro y la neblina densa.

«Deberemos vencer en esta lucha
‑comenzó él‑ si no... Es la promesa.
¡Cuánto tarda en llegar quien esperamos.»

Y me di cuenta de que me ocultaba
lo del principio con lo que siguió,
pues palabras distintas fueron éstas;

pero no menos miedo me causaron,
porque pensaba que su frase trunca
tal vez peor sentido contuviese.

« ¿En este fondo de la triste hoya
bajó algún otro, desde el purgatorio
donde es pena la falta de esperanza?»

Esta pregunta le hice y: «Raramente
‑él respondió‑ sucede que otro alguno
haga el camino por el que yo ando.

Verdad es que otra vez estuve aquí,
por la cruel Eritone conjurado,
que a sus cuerpos las almas reclamaba.

De mí recién desnuda era mi sombrío,
cuando ella me hizo entrar tras de aquel muro,
a traer un alma del pozo de Judas.

Aquel es el más bajo, el más sombrío,
y el lugar de los cielos más lejano;
bien sé el camino, puedes ir sin miedo.

Este pantano que gran peste exhala
en torno ciñe la ciudad doliente,
donde entrar no podemos ya sin ira.»

Dijo algo más, pero no lo recuerdo,
porque mi vista se había fijado
en la alta torre de cima ardorosa,

donde al punto de pronto aparecieron
tres sanguinosas furias infernales
que cuerpo y porte de mujer tenían,

se ceñían con serpientes verdes;
su pelo eran culebras y cerastas
con que peinaban sus horribles sienes:

Y él que bien conocía a las esclavas
de la reina del llanto sempiterno
Las Feroces Erinias ‑dijo‑ mira:

Meguera es esa del izquierdo lado,
esa que llora al derecho es Aleto;
Tesfone está en medio.» Y más no dijo.

Con las uñas el pecho se rasgaban,
y se azotaban, gritando tan alto,
que me estreché al poeta, temeroso.

«Ah, que venga Medusa a hacerle piedra
‑las tres decían mientras me miraban-
malo fue el no vengarnos de Teseo.»

«Date la vuelta y cierra bien los ojos;
si viniera Gorgona y la mirases
nunca podrías regresar arriba.»

Asf dijo el Maestro, y en persona
me volvió, sin fiarse de mis manos,
que con las suyas aún no me tapase.

Vosotros que tenéis la mente sana,
observad la doctrina que se esconde
bajo el velo de versos enigmáticos.

Mas ya venía por las turbias olas
el estruendo de un son de espanto lleno,
por lo que retemblaron ambas márgenes;

hecho de forma semejante a un viento
que, impetuoso a causa de contrarios
ardores, hiere el bosque y, sin descanso,

las ramas troncha, abate y lejos lleva;
delante polvoroso va soberbio,
y hace escapar a fieras y a pastores.

Me destapó los ojos: «Lleva el nervio
de la vista por esa espuma antigua,
hacia allí donde el humo es más acerbo.»

Como las ranas ante la enemiga
bicha, en el agua se sumergen todas,
hasta que todas se juntan en tierra,

más de un millar de almas destruidas
vi que huían ante uno, que a su paso
cruzaba Estigia con los pies enjutos.

Del rostro se apartaba el aire espeso
de vez en cuando con la mano izquierda;
y sólo esa molestia le cansaba.

Bien noté que del cielo era enviado,
y me volví al maestro que hizo un signo
de que estuviera quieto y me inclinase.

¡Cuán lleno de desdén me parecía!
Llegó a la puerta, y con una varita
la abrió sin encontrar impedimento.

«¡Oh, arrojados del cielo, despreciados!
‑gritóles él desde el umbral horrible‑.
¿Cómo es que aún conserváis esta arrogancia?

¿Y por que os resistis a aquel deseo
cuyo fin nunca pueda detenerse,
y que más veces acreció el castigo?

¿De qué sirve al destino dar de coces?
Vuestro Cerbero, si bien recordáis,
aún hocico y mentón lleva pelados.»

Luego tomó el camino cenagoso,
sin decirnos palabra, mas con cara
de a quien otro cuidado apremia y muerde,

y no el de aquellos que tiene delante.
A la ciudad los pasos dirigimos,
seguros ya tras sus palabras santas.

Dentro, sin guerra alguna, penetramos;
y yo, que de mirar estaba ansioso
todas las cosas que el castillo encierra,

al estar dentro miro en torno mío;
y veo en todas partes un gran campo,
lleno de pena y reo de tormentos.

Como en Arlés donde se estanca el Ródano,
o como el Pola cerca del Carnaro,
que Italia cierra y sus límites baña,

todo el sitio ondulado hacen las tumbas,
de igual manera allí por todas partes,
salvo que de manera aún más amarga,

pues llamaradas hay entre las fosas;
y tanto ardían que en ninguna fragua,
el hierro necesita tanto fuego.

Sus lápidas estaban removidas,
y salían de allí tales lamentos,
que parecían de almas condenadas.

Y yo: « Maestro, qué gentes son esas
que, sepultadas dentro de esas tumbas,
se hacen oír con dolientes suspiros?»

Y dijo: «Están aquí los heresiarcas,
sus secuaces, de toda secta, y llenas
están las tumbas más de lo que piensas.

El igual con su igual está enterrado,
y los túmulos arden más o menos.»
Y luego de volverse a la derecha,
cruzamos entre fosas y altos muros.
 
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astaroth1
view post Posted on 11/11/2008, 21:25




CANTO X

Siguió entonces por una oculta senda
entre aquella muralla y los martirios
mi Maestro, y yo fui tras de sus pasos.


«Oh virtud suma, que en los infernales
circulos me conduces a tu gusto,
háblame y satisface mis deseos:

a la gente que yace en los supulcros
¿la podré ver?, pues ya están levantadas
todas las losas, y nadie vigila.»

Y él repuso: «Cerrados serán todos
cuando aquí vuelvan desde Josafat
con los cuerpos que allá arriba dejaron.

Su cementerio en esta parte tienen
con Epicuro todos sus secuaces
que el alma, dicen, con el cuerpo muere.

Pero aquella pregunta que me hiciste
pronto será aquí mismo satisfecha,
y también el deseo que me callas.»

Y yo: «Buen guía, no te oculta nada
mi corazón, si no es por hablar poco;
y tú me tienes a ello predispuesto.»

«Oh toscano que en la ciudad del fuego
caminas vivo, hablando tan humilde,
te plazca detenerte en este sitio,

porque tu acento demuestra que eres
natural de la noble patria aquella
a la que fui, tal vez, harto dañoso.»

Este son escapó súbitamente
desde una de las arcas; y temiendo,
me arrimé un poco más a mi maestro.

Pero él me dijo: « Vuélvete, ¿qué haces?
mira allí a Farinatta que se ha alzado;
le verás de cintura para arriba.»

Fijado en él había ya mi vista;
y aquél se erguía con el pecho y frente
cual si al infierno mismo despreciase.

Y las valientes manos de mi guía
me empujaron a él entre las tumbas,
diciendo: «Sé medido en tus palabras.»

Como al pie de su tumba yo estuviese,
me miró un poco, y como con desdén,
me preguntó: «¿Quién fueron tus mayores?»

Yo, que de obedecer estaba ansioso,
no lo oculté, sino que se lo dije,
y él levantó las cejas levemente.

«Con fiereza me fueron adversarios
a mí y a mi partido y mis mayores,
y así dos veces tuve que expulsarles.»

« Si les echaste ‑dije‑ regresaron
de todas partes, una y otra vez;
mas los vuestros tal arte no aprendieron.»

Surgió entonces al borde de su foso
otra sombra, a su lado, hasta la barba:
creo que estaba puesta de rodillas.

Miró a mi alrededor, cual si propósito
tuviese de encontrar conmigo a otro,
y cuando fue apagada su sospecha,

llorando dijo: «Si por esta ciega
cárcel vas tú por nobleza de ingenio,
¿y mi hijo?, ¿por qué no está contigo?»

Y yo dije: «No vengo por mí mismo,
el que allá aguarda por aquí me lleva
a quien Guido, tal vez, fue indiferente.»

Sus palabras y el modo de su pena
su nombre ya me habian revelado;
por eso fue tan clara mi respuesta.

Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo
has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive?
¿La dulce luz no hiere ya sus ojos?»

Y al advertir que una cierta demora
antes de responderle yo mostraba,
cayó de espaldas sin volver a alzarse.

Mas el otro gran hombre, a cuyo ruego
yo me detuve, no alteró su rostro,
ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo.

Y así, continuando lo de antes,
«Que aquel arte ‑me dijo‑ mal supieran,
eso, más que este lecho, me tortura.

Pero antes que cincuenta veces arda
la faz de la señora que aquí reina,
tú has de saber lo que tal arte pesa.

Y así regreses a ese dulce mundo,
dime, ¿por qué ese pueblo es tan impío
contra los míos en todas sus leyes?»

Y yo dije: «El estrago y la matanza
que teñirse de rojo al Arbia hizo,
obliga a tal decreto en nuestros templos.»

Me respondió moviendo la cabeza:
«No estuve solo álli, ni ciertamente
sin razón me movi con esos otros:

mas estuve yo solo, cuando todos
en destruir Florencia consentían,
defendiéndola a rostro descubierto.»

«Ah, que repose vuestra descendencia
‑yo le rogué‑, este nudo desatadme
que ha enmarañado aquí mi pensamiento.

Parece que sabéis, por lo que escucho,
lo que nos trae el tiempo de antemano,
mas usáis de otro modo en lo de ahora.»

«Vemos, como quien tiene mala luz,
las cosas ‑dijo‑ que se encuentran lejos,
gracias a lo que esplende el Sumo Guía.

Cuando están cerca, o son, vano es del todo
nuestro intelecto; y si otros no nos cuentan,
nada sabemos del estado humano.

Y comprender podrás que muerto quede
nuestro conocimiento en aquel punto
que se cierre la puerta del futuro.»

Arrepentido entonces de mi falta,
dije: «Diréis ahora a aquel yacente
que su hijo aún se encuentra con los vivos;

y si antes mudo estuve en la respuesta,
hazle saber que fue porque pensaba
ya en esa duda que me habéis resuelto.»

Y ya me reclamaba mi maestro;
y yo rogué al espíritu que rápido
me refiriese quién con él estaba.

Díjome: «Aquí con más de mil me encuentro;
dentro se halla el segundo Federico,
y el Cardenal, y de los otros callo.»

Entonces se ocultó; y yo hacia el antiguo
poeta volví el paso, repensando
esas palabras que creí enemigas.

Él echó a andar y luego, caminando,
me dijo: «¿Por qué estás tan abatido?»
Y yo le satisfice la pregunta.

« Conserva en la memoria lo que oíste
contrario a ti ‑me aconsejó aquel sabio-
y atiende ahora ‑y levantó su dedo‑:

cuando delante estés del dulce rayo
de aquella cuyos ojos lo ven todo
de ella sabrás de tu vida el viaje.

Luego volvió los pies a mano izquierda:
dejando el muro, fuimos hacia el centro
por un sendero que conduce a un valle,
cuyo hedor hasta allí desagradaba.
 
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astaroth1
view post Posted on 12/11/2008, 14:44




CANTO XI

Por el extremo de un acantilado,
que en circulo formaban peñas rotas,
llegamos a un gentío aún más doliente;

y allí, por el exceso tan horrible
de la peste que sale del abismo,
al abrigo detrás nos colocamos

de un gran sepulcro, donde vi un escrito
«Aquí el papa Anastasio está encerrado
que Fotino apartó del buen camino.»

«Conviene que bajemos lentamente,
para que nuestro olfato se acostumbre
al triste aliento; y luego no moleste.»

Así el Maestro, y yo: «Compensación
‑díjele‑ encuentra, pues que el tiempo en balde
no pase.» Y él: «Ya ves que en eso pienso.

Dentro, hijo mío, de estos pedregales
‑luego empezó a decir‑ tres son los círculos
que van bajando, como los que has visto.

Todos llenos están de condenados,
mas porque luego baste que los mires,
oye cómo y por qué se les encierra:

Toda maldad, que el odio causa al cielo,
tiene por fin la injuria, y ese fin
o con fuerza o con fraude a otros contrista;

mas siendo el fraude un vicio sólo humano,
más lo odia Dios, por ello son al fondo
los fraudulentos aún más castigados.

De los violentos es el primer círculo;
mas como se hace fuerza a tres personas,
en tres recintos está dividido;

a Dios, y a sí, y al prójimo se puede
forzar; digo a ellos mismos y a sus cosas,
como ya claramente he de explicarte.

Muerte por fuerza y dolientes heridas
al prójimo se dan, y a sus haberes
ruinas, incendios y robos dañosos;

y así a homicidas y a los que mal hieren,
ladrones e incendiarios, atormenta
el recinto primero en varios grupos.

Puede el hombre tener violenta mano
contra él mismo y sus cosas; y es preciso
que en el segundo recinto lo purgue

el que se priva a sí de vuestro mundo,
juega y derrocha aquello que posee,
y llora allí donde debió alegrarse.

Puede hacer fuerza contra la deidad,
blasfemando, negándola en su alma,
despreciando el amor de la natura;

y el recinto menor lleva la marca
del signo de Cahors y de Sodoma,
y del que habla de Dios con menosprecio.

El fraude, que cualquier conciencia muerde,
se puede hacer a quien de uno se fía,
o a aquel que la confianza no ha mostrado.

Se diría que de esta forma matan
el vínculo de amor que hace natura;
y en el segundo círculo se esconden

hipocresía, adulación, quien hace
falsedad, latrocinio y simonía,
rufianes, barateros y otros tales.

De la otra forma aquel amor se olvida
de la naturaleza, y lo que crea,
de donde se genera la confianza;

y al Círculo menor, donde está el centro
del universo, donde asienta Dite,
el que traiciona por siempre es llevado.»

Y yo: «Maestro, muy clara procede
tu razón, y bastante bien distingue
este lugar y el pueblo que lo ocupa:

pero ahora dime: aquellos de la ciénaga,
que lleva el viento, y que azota la lluvia,
y que chocan con voces tan acerbas,

¿por qué no dentro de la ciudad roja
son castigados, si a Dios enojaron?
y si no, ¿por qué están en tal suplicio?»

Y entonces él: «¿Por qué se aleja tanto
‑dijo‑ tu ingenio de lo que acostumbra?,
¿o es que tu mente mira hacia otra parte?

¿Ya no te acuerdas de aquellas palabras
que reflejan en tu ÉTICA las tres.
inclinaciones que no quiere el cielo,

incontinencia, malicia y la loca
bestialidad? ¿y cómo incontinencia
menos ofende y menos se castiga?

Y si miras atento esta sentencia,
y a la mente preguntas quién son esos
que allí fuera reciben su castigo,

comprenderás por qué de estos felones
están aparte, y a menos crudeza
la divina venganza les somete.»

«Oh sol que curas la vista turbada,
tú me contentas tanto resolviendo,
que no sólo el saber, dudar me gusta.

Un poco más atrás vuélvete ahora
‑díjele‑‑, allí donde que usura ofende
a Dios dijiste, y quítame el enredo.»

«A quien la entiende, la Filosofía
hace notar, no sólo en un pasaje
cómo natura su carrera toma

del divino intelecto y de su arte;
y si tu FÍSICA miras despacio,
encontrarás, sin mucho que lo busques,

que el arte vuestro a aquélla, cuanto pueda,
sigue como al maestro su discípulo,
tal que vuestro arte es como de Dios nieto.

Con estas dos premisas, si recuerdas
el principio del Génesis, debemos
ganarnos el sustento con trabajo.

Y al seguir el avaro otro camino,
por éste, a la natura y a sus frutos,
desprecia, y pone en lo otro su esperanza.

Mas sígueme, porque avanzar me place;
que Piscis ya remonta el horizonte
y todo el Carro yace sobre el Coro,
y el barranco a otro sitio se despeña.
 
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104 replies since 6/2/2008, 01:33   13284 views
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