Los investigadores están generalmente de acuerdo en que la Ilíada y la Odisea sufrieron un proceso de estandarización y refinamiento a partir de material más antiguo en el siglo VIII a. C., lo que concuerda con la antigüedad reseñada por Herodoto y Arctino de Mileto. Un papel importante en esta estandarización parece haber sido jugado por el tirano ateniense Hiparco, quien reformó la recitación de poesía homérica en la festividad Panatenea. Muchos clasicistas sostienen que esta reforma debió haber implicado la confección de una versión canónica escrita.
El estudio de las menciones geográficas en la Ilíada desvela que el autor conocía detalladamente la actual costa turca y en particular Samotracia y el río Caistro, cerca de Éfeso. En cambio las referencias a la península griega son escasas y ambiguas. Todo esto indicaría que, de haber sido Homero una persona concreta, se trataría de un autor griego de principios del siglo VIII a. C., natural de algunas de las ciudades de la actual costa turca.
Sin embargo, otros investigadores mantienen su creencia en la existencia de un Homero real. Se sabe e incluso se puede aventurar tan poco de su vida real que un chiste común es que los poemas «no fueron escritos por Homero, sino por otro hombre del mismo nombre», y el investigador clásico Richmond Lattimore, autor de unas respetadas traducciones poéticas al inglés de ambas épicas, escribió una vez un ensayo titulado Homero: ¿Quién era ella? (Homer: Who Was She?). Samuel Butler era más específico, teorizando que una joven mujer siciliana habría sido la autora de la Odisea (pero no de la Ilíada), una idea sobre la que especuló Robert Graves en su novela La hija de Homero.
En griego su nombre es Hómēros, que significa ‘rehén’. Hay una teoría que sostiene que su nombre proviene de una sociedad de poetas llamados los Homēridai, que literalmente significa ‘hijos de rehenes’, es decir, descendientes de prisioneros de guerra. Dado que estos hombres no eran enviados a la guerra al dudarse de su lealtad en el campo de batalla, no morían en éste. Por tanto se les confiaba el trabajo de recordar la poesía épica local, para recordar los sucesos pasados, en los tiempos anteriores a la llegada de la literatura escrita.
La mayoría de los clasicistas están de acuerdo en que independientemente de que hubiera un Homero individual o no, los poemas homéricos son el producto de una tradición oral, una técnica de generaciones de antigüedad que era la herencia colectiva de muchos cantantes-poetas, aoidoi. Un análisis de la estructura y el vocabulario de ambas obras muestra que los poemas contienen frases repetidas regularmente, incluyendo la repetición de versos completos. ¿Podrían la Ilíada y la Odisea haber sido poemas «de formulación oral», compuestos al momento por el poeta usando una colección memorizada de frases y versos tradicionales? Milman Parry y Albert Lord señalaron que una tradición oral tan elaborada, ajena a las culturas literarias actuales, es típica de la poesía épica en una cultura exclusivamente oral. Las palabras cruciales son «oral» y «tradición». Parry comenzó con la segunda. Los trozos de lenguaje repetitivo, afirmó, fueron heredados por el cantante-poeta de sus predecesores, y eran útiles para el poeta al componer. Parry llamó a estos trozos de lenguaje repetitivo «fórmulas».
Es objeto de debate exactamente cuándo estos poemas podrían haber tomando una forma escrita fija. La solución tradicional es la «hipótesis de la transcripción», en la que un «Homero» iletrado dicta su poema a un escriba en el siglo VI a. C. o antes. Homeristas más radicales, como Gregory Nagy, objetan que un texto canónico de los poemas homéricos como «escritura» no existió hasta el período helenístico.
SATANAS.