Dios y el Estado, Mijail Bakunin

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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 12:29




diosYestado-VTpo
Dios y el Estado

¿Quiénes tienen razón, los idealistas o los materialistas? Una vez
planteada así la cuestión, vacilar se hace imposible. Sin duda
alguna los
idealistas se engañan y/o los materialistas tienen razón. Sí, los
hechos están antes que las ideas; el ideal, como dijo Proudhon, no
más que
una flor de la cual son raíces las condiciones materiales de
existencia. Toda la historia inelectual y moral, política y social de
la humanidad es
un reflejo de su historia económica.

Todas las ramas de la ciencia moderna, concienzuda y seria,
convergen a la proclamación de esa grande, de esa fundamental y
decisiva
verdad: el mundo social, el mundo puramente humano, la
humanidad, en una palabra, no es otra cosa que el
desenvolvimiento último y
supremo -para nosotros al menos relativamente a nuestro planeta-,
La manifestación más alta de la animalidad. Pero como todo
desenvolvimiento implica necesariamente una negación, la de la
base o del punto de partida, la humanidad es al mismo tiempo y
esencialmente una negación, la negación reflexiva y progresiva de
la animalidad en los hombres; y es precisamente esa negación tan
racional
como natural, y que no es racional más que porque es natural, a la
vez histórica y lógica, fatal como lo son los desenvolvimientos y
las
realizaciones de todas las leyes naturales en el mundo, la que
constituye y crea el ideal, el mundo de las convicciones
intelectuales y morales,
las ideas.

Nuestros primeros antepasados, nuestros adanes y vuestras evas,
fueron, si no gorilas, al menos primos muy próximos al gorila,
omnívoros, animales inteligentes y feroces, dotados, en un grado
infinitamente más grande que los animales de todas las otras
especies, de dos
facultades preciosas: la facultad de pensar y la facultad, la
necesidad de rebelarse.

Estas dos facultades, combinando su acción progresiva en la
historia, representan propiamente el "factor", el aspecto, la
potencia negativa en
el desenvolvimiento positivo de la animalidad humana, y crean,
por consiguiente, todo lo que constituye la humanidad en los
hombres.

Edited by astaroth1 - 16/1/2016, 03:56
 
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nubarus
view post Posted on 14/10/2008, 12:32




La Biblia, que es un libro muy interesante y a veces muy
profundo cuando se lo considera como una de las más antiguas
manifestaciones de la
sabiduría y de la fantasía humanas que han llegado hasta nosotros,
expresa esta verdad de una manera muy ingenua en su mito del
pecado
original. Jehová, que de todos los buenos dioses que han sido
adorados por los hombres es ciertamente el más envidioso, el más
vanidoso, el
más feroz, el más injusto, el más sanguinario, el más déspota y el
más enemigo de la dignidad y de la libertad humanas, que creó a
Adán y a
Eva por no sé qué capricho (sin duda para engañar su hastío que
debía de ser terrible en su eternamente egoísta soledad, para
procurarse
nuevos esclavos), había puesto generosamente a su disposición
toda la Tierra, con todos sus frutos y todos los animales, y no
había puesto a
ese goce completo más que un límite. Les había prohibido
expresamente que tocaran los frutos del árbol de la ciencia.
Quería que el hombre,
privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno
animal, siempre de cuatro patas ante el Dios eterno, su creador su
amo.

Pero he aquí que llega Satanás, el eterno rebelde, el primer
librepensador y el emancipador de los mundos. Avergúenza al
hombre de su
ignorancia de su obediencia animales; lo emancipa e imprime
sobre su frente el sello de la libertad y de la humanidad,
impulsándolo a
desobedecer y a comer del fruto de la ciencia.

Se sabe lo demás. El buen Dios, cuya ciencia innata constituye
una de las facultades divinas, habría debido advertir lo que
sucedería; sin
embargo, se enfureció terrible y ridículamente: maldijo a Satanás,
al hombre y al mundo creados por él, hiriéndose, por decirlo así,
en su propia
creación, como hacen los niños cuando se encolerizan; y no
contento con alcanzar a nuestros antepasados en el presente, los
maldijo en todas
las generaciones del porvenir, inocentes del crimen cometido por
aquéllos. Nuestros teólogos católicos y protestantes hallan que
eso es muy
profundo y muy justo, precisamente porque es monstruosamente
inicuo y absurdo. Luego, recordando que no era sólo un Dios de
venganza y
de cólera, sino un Dios de amor, después de haber atormentado la
existencia de algunos millares de pobres seres humanos y de
haberlos
condenado a un infierno eterno, tuvo piedad del resto y para
salvarlo, para reconciliar su amor eterno y divino con su cólera
eterna y divina
siempre ávida de víctimas y de sangre, envió al mundo, como una
víctima expiatoria, a su hijo único a fin de que fuese muerto por
los hombres.
Eso se llama el misterio de la redención, base de todas las
religiones cristianas. ¡Y si el divino salvador hubiese salvado
siquiera al mundo
humano! Pero no; en el paraíso prometido por Cristo, se sabe,
puesto que es anunciado solemnemente, que o habrá más que muy
pocos elegidos. El resto, la inmensa mayoría de las generaciones
presentes y del porvenir, arderá eternamente en el infierno. En
tanto, para
consolarnos, Dios, siempre justo, siempre bueno, entrega la tierra
al gobierno de los Napoleón III, de los Guillermo I, de los
Femando de
Austria y de los Alejandro de todas las Rusias.
 
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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 12:50




Tales son los cuentos absurdos que se divulgan y tales son las
doctrinas monstruosas que se enseñan en pleno siglo XIX, en
todas las
escuelas populares de Europa, por orden expresa de los gobiernos.
¡A eso se llama civilizar a los pueblos! ¿No es evidente que todos
esos
gobiernos son los envenenadores sistemáticos, los
embrutecedores interesados de las masas populares?

Me he dejado arrastrar lejos de mi asunto, por la cólera que se
apodera de mí siempre que pienso en los innobles y criminales
medios que se
emplean para conservar las naciones en una esclavitud eterna, a
fin de poder esquilmarlas mejor, sin duda alguna. ¿Qué significan
los
crímenes de todos los Tropmann del mundo en presencia de ese
crimen de lesa humanidad que se comete diariamente, en pleno
día, en toda
la superficie del mundo civilizado, por aquellos mismos que se
atreven a llamarse tutores y padres de pueblos? Vuelvo al mito del
pecado
original.

Dios dio la razón a Satanás y reconoció que el diablo o había
engañado a Adán y a Eva prometiéndoles la ciencia y la libertad,
como
recompensa del acto de desobediencia que les había inducido a
cometer; porque tan pronto como hubieron comido del fruto
prohibido, Dios
se dijo a sí mismo (véase la Biblia): "He aquí que el hombre se ha
convertido en uno de nosotros, sabe del bien y del mal;
impidámosle, pues,
comer del fruto de la vida eterna, a fin de que no se, haga inmortal
como nosotros."
 
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nubarus
view post Posted on 14/10/2008, 12:52




Dejemos ahora a un lado la parte fabulesca de este mito y
consideremos su sentido verdadero. El sentido es muy claro. El
hombre se ha
emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha constituido
como hombre; ha comenzado su historia y su desenvolvimiento
propiamente
humano por un acto de desobediencia y de ciencia, es decir, por la
rebeldía y por el pensamiento.
Tres elementos o, si queréis, tres principios fundamentales,
constituyen las condiciones esenciales de todo desenvolvimiento
humano, tanto
colectivo como individual, en la historia: 1º la animalidad
humana; 2º el pensamiento, y 3º la rebeldía. A la primera
orresponde propiamente la
economía social y privada; la segunda, la ciencia, y a la tercera, la
libertad.
Los idealistas de todas las escuelas, aristócratas y burgueses,
teólogos y metafísicos, políticos y moralistas, religiosos, filósofos
o poetas ,sin
olvidar los economistas liberales, adoradores desenfrenados de lo
ideal, como se sabe-, se ofenden mucho cuando se les dice que el
hombre,
con toda su inteligencia magnffica, sus ideas sublimes y sus
aspiraciones infinitas, no es, como todo lo que existe en el mundo,
más que
materia, más que un producto de esa vil materia.
Podríamos responderles que la materia de que hablan los
materialistas -materia espontánea y eternamente móvil, activa,
productiva; materia
química u orgánicamente determinada, y manifestada por las
propiedades o las fuerzas mecánicas, físicas, animales o
inteligentes que le son
inherentes por fuerza- no tiene nada en común con la vil materia
de los idealistas. Esta última, producto de su falsa abstracción, es
efectivamente un ser estúpido, inanimado, inmóvil, incapaz de
producir la menor de las cosas, un caput mortum, una rastrera
imaginación
opuesta a esa bella imaginación que llaman Dios, ser supremo
ante el que a materia, la materia de ellos, despojada por ellos
mismos de todo
lo que constituye la naturaleza real, representa necesariamente la
suprema Nada. Han quitado a la materia la inteligencia, la vida,
todas las
cualidades determinantes, las relaciones activas o las fuerzas, el
movimiento mismo sin el cual la materia no sería siquiera pesada,
no
dejándole más que la imponderabilidad y la inmovilidad absoluta
en el espacio; han atribuido todas esas fuerzas, propiedades y
maniestaciones naturales, al ser imaginario creado por su fantasía
abstractiva; después, tergiversando los papeles, han llamado a ese
producto de su imaginación, a ese fantasma, a ese Dios que es la
Nada: "Ser supremo". Por consiguiente han declarado que el ser
real, la
materia, el mundo, es la Nada. Después de eso vienen a decimos
gravemente que esa materia es incapaz de reducir nada, ni aun de
ponerse
en movimento por sí misma, y que, por consiguiente, ha debido
ser creada por Dios.
En otro escrito he puesto al desnudo los absurdos verdaderamente
repulsivos a que se es llevado fatalmente por esa imaginación de
un Dios,
sea personal, sea creador y ordenador de los mundos; sea
impersonal y considerado como una especie de alma divina
difundida en todo el
universo, del que constituiría el principio etemo; o bien como idea
indefinida y divina, siempre presente y activa en el mundo y
manifestada
siempre por la totalidad de seres materiales y finitos. Aquí me
limitaré a hacer resaltar un solo punto.
 
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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 12:53




Se concibe perfectamente el desenvolvimiento sucesivo del
mundo material, tanto como de la vida orgánica, animal, y de la
inteligencia
históricamente progresiva, individual y social, del hombre en ese
mundo. Es un movimiento por completo natural de lo simple a lo
compuesto,
de abajo arriba o de lo inferíor a lo superior; un movimiento
conforme a todas nuestras experiencias diarías, y, por
consiguiente, conforme
también a nuestra lógica natural, a las propias leyes de nuestro
espíritu, que, no conformándose nunca y no pudiendo
desarrollarse más que
con la ayuda de esas mismas experiencias, no es, por decirlo así,
más que la reproducción mental, cerebral, o su resumen reflexivo.
El sistema de los idealistas nos presenta completamente lo
contrario. Es el trastorno absoluto de todas experiencias humanas
y de ese buen
sentido universal y común que es condición esencial de toda
entente humana y que, elevándose de esa verdad tan simple tan
unánimemente
reconocida de que dos más dos son cuatro, hasta las
consideraciones científicas más sublimes y más complicadas, no
admitiendo por otra
parte nunca nada que no sea severamente confirmado por la
experiencia o por la observación de las cosas o de los hechos,
constituye la
única base seria de los conocimientos humanos.
En lugar de seguir la vía natural de abajo arriba, e lo inferior a lo
superior y de lo relativamente simple a lo lo complicado; en lugar
de
acompañar prudente, racionalmente, el movimiento progresivo y
real del mundo llamado inorgánico al mundo orgánico, vegetal,
después
animal, y después específicamente humano; de la materia química
o del ser químico a la materia viva o al ser vivo, y del ser vivo al
ser
pensante, los idealistas, obsesionados, cegados e impulsados por
el fantasma divino que han heredado de la teología, toman el
camino
absolutamente contrario. Proceden de arriba a abajo, de lo
superior a lo inferior, de lo complicado a lo simple. Comienzan
por Dios, sea como
persona, sea como sustancia o idea divina, y el primer paso que
dan es una terrible voltereta de las alturas sublimes del eterno
ideal al fango
del mundo material; de la perfección absoluta a la imperfección
absoluta; del pensamiento al Ser, o más bien del Ser supremo a la
Nada.
Cuándo, cómo y por qué el ser divino, etemo, infinito, lo Perfecto
absoluto, probablemente hastiado de sí mismo, se ha decidido al
salto
mortale desesperado; he ahí lo que ningún idealista, ni teólogo, ni
metafísico, ni poeta ha sabido comprender jamás él mismo ni
explicar a los
profanos.
Todas las religiones pasadas y presentes y todos los sistemas de
filosofía transcendentes ruedan sobre ese único o inicuo misterio.
Santos
hombres, legisladores inspirados, profetas, Mesías, buscaron en él
la vida y no hallaron más que la tortura y la muerte. Como la
esfinge
antigua, los ha devorado, porque no han sabido explicarlo.
Grandes filósofos, desde Heráclito y Platón hasta Descartes,
Spinoza, Leibnitz,
Kant, Fichte, Schelling y Hegel, sin hablar de los filósofos
hindúes, han escrito montones de volúmenes y han creado
sistemas tan ingeniosos
como sublimes, en los cuales dijeron de paso muchas bellas y
grandes cosas y descubrieron verdades inmortales, pero han
dejado ese
misterio, objeto principal de sus investigaciones trascendentes,
tan insondable como lo había sido antes de ellos. Pero puesto que
los
esfuerzos gigantes -como de los más admirables genios que el
mundo conoce y que durante treinta siglos al menos han
emprendido siempre
de nuevo ese trabajo de Sísifo- no han culminado sino en la
mayor incomprensión aún de ese misterio, ¿podremos esperar que
nos será
descubierto hoy por las especulaciones rutinarias de algún
discípulo pedante de una metafísica artificiosamente recalentadas
y eso en una
época en que todos los espíritus vivientes y serios se han desviado
de esa ciencia explicable, surgida de una transacción,
históricamente
explicable sin duda, entre la irracionalidad de la fe y la sana razón
científica?
 
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leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 12:56




Es evidente que este terrible misterio es inexplicable, es decir, que
es absurdo, porque lo absurdo es lo único que no se puede
explicar. Es
evidente que el que tiene necesidad de él para su dicha, para su
vida, debe renunciar a su razón y, volviendo, si puede, a la
ingenua, ciega,
estúpida, repetir con Tertuliano y con todos los creyentes sinceros
estas palabras que resumen la quintaesencia misma de la teología:
Credoquia absurdum. Entonces toda discusión cesa, y no queda
más que la estupidez triunfante de la fe. Pero entonces se
promueve también
otra cuestión: ¿Cómo puede nacer en un hombre inteligente e
instruido la necesidad de creer en ese misterio?
Que la creencia en Dios creador, ordenador y juez, maldiciente,
salvador y bienhechor del mundo se haya conservado en el
pueblo, y sobre
todo en las poblaciones rurales, mucho más aún que en el
proletariado de las ciudades, nada más natural. El pueblo
desgraciadamente, es
todavía muy ignorante; y es mantenido en su ignorancia por los
esfuerzos sistemáticos de todos los gobiernos, que consideran esa
ignorancia,
no sin razón, como una de las condiciones más esenciales de su
propia potencia. Aplastado por su trabajo cotidiano, privado de
ocio, de
comercio intelectual, de lectura, en fin, de casi todos los medios y
de una buena parte de los estimulantes que desarrollan la
reflexión en los
hombres, el pueblo acepta muy a menudo, sin crítica y en
conjunto las tradiciones religiosas que, envolviéndolo desde su
nacimiento en todas
las circunstancias de su vida, y artificialmente mantenidas en su
seno por una multitud de envenenadores oficiales de toda especie,
sacerdotes y laicos, se transforman en él en una suerte de hábito
mental moral, demasiado a menudo más poderoso que su buen
sentido
natural.
Hay otra razón que explica y que legitima en cierto modo las
creencias absurdas del pueblo. Es la situación miserable a que se
encuentra
fatalmente condenado por la organización económica de la
sociedad en los países más civilizados de Europa. Reducido, tanto
intelectual y
moralmente como en su condición material al mínimo de una
existencia humana, encerrado en su vida como un prisionero en su
prisión, sin
horizontes, sin salida, sin porvenir mismo, si se cree a los
economistas, el pueblo debería tener el alma singularmente
estrecha y el instinto
achatado de los burgueses para no experimentar la necesidad de
salir de ese estado; pero para eso no hay más que tres medios, dos
de
ellos ilusorios y el tercero real. Los dos primeros son el burdel y
la iglesia, el libertinaje del cuerpo y el libertinaje del alma; el
tercero es la
revolución social. De donde concluyo que esta última únicamente,
mucho más al menos que todas las propagandas teóricas de los
librepensadores, será capaz de destruir hasta los mismos rastros
de las creencias religiosas y de los hábitos de desarreglo en el
pueblo,
creencias y hábitos que están más íntimamente ligados de lo que
se piensa; que, sustituyendo los goces a la vez ilusorios y bruales
de ese
libertinaje corporal y espiritual, por los goces tan delicados como
reales de la humanidad pleamente realizada en cada uno de
nosotros y en
todos, la revolución social únicamente tendrá el poder de cerrar al
mismo tiempo todos los burdeles y todas las iglesias.
 
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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 13:02




Hasta entonces, el pueblo, tomado en masa, creerá, y si no tiene
razón para creer, tendrá al menos el derecho.
Hay una categoría de gentes que, si no cree, debe menos aparentar
que cree. Son todos los atormentadores, todos los opresores y
todos los
explotadores de la humanidad. Sacerdotes, monarcas, hombres de
Estado, hombres de guerra, financistas públicos y privados,
funcionarios
de todas las especies, policías, carceleros y verdugos,
monopolizadores, capitalistas, empresarios y propietarios,
abogados, economistas,
políticos de todos los colores, hasta el último comerciante, todos
repetirán al unísono estas palabras de Voltaire:
Si Dios no existiese habría que inventario. Porque,
comprenderéis, es precisa una religión para el pueblo. Es la
válvula de seguridad.
Existe, en fin, una categoría bastante numerosa de almas honestas,
pero débiles, que, demasiado inteligentes para tomar en serio los
dogmas
cristianos, los rechazan en detalle, pero no tienen ni el valor, ni la
fuerza, ni la resolución necesarios para rechazarlos totalmente.
Dejan a
vuestra crítica todos los absurdos particulares de la religión, se
burlan de todos los milagros, pero se aferran con desesperación al
absurdo
principal, fuente de todos los demás, al milagro que explica y
legitima todos los otros milagros: a la exisncia de Dios. Su Dios
no es el ser
vigoroso y poente, el Dios brutalmente positivo de la teología. Es
un ser nebuloso, diáfano, ilusorio, de tal modo ilusorio que
cuando se cree
palparle se transforma en Nada; es un milagro, un ignis fatuus que
ni calienta ni ilumina. Y, sin embargo, sostienen y creen que si
desapareciese, desaparecería todo con él. Son almas inciertas,
enfermizas, desorientadas en la civilización actual, que no
pertenecen ni al
presente ni al porvenir, pálidos fantasmas eternamente
suspendidos entre el cielo y la tierra, y que ocupan entre la
política burguesa y el
socialismo del proletariado absolutamente la misma posición. No
se sienten con fuerza ni para pensar hasta el fin, ni para querer, ni
para
resolver, y pierden su tiempo y su labor esforzándose siempre por
conciliar lo inconciliable. En la vida pública se llaman socialistas
burgueses.
Ninguna discusión con ellos ni contra ellos es posible. Están
demasiado enfermos.
Pero hay un pequeño número de hombres ilustres, de los cuales
nadie se atreverá a hablar sin respeto, y de los cuales nadie
pensará en poner
en duda ni la salud vigorosa, ni la fuerza de espíritu, ni la buena
fe. Baste citar los nombres de Mazzini, de Michelet, de Quinet, de
John Stuart
Mill. Almas generosas y fuertes, grandes corazones, grandes
espíritus, grandes escritores y, el primero, resucitador heroico y
revolucionario de
una gran nación, son todos los apóstoles del idealismo y los
adversarios apasionados del materialismo, y por consiguiente
también del
socialismo, en filosofía como en política.
Es con ellos con quienes hay que discutir esta cuestión.
 
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leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 13:04




Comprobemos primero que ninguno de los hombres ilustres que
acabo de mencionar, ni ningún otro pensador idealista un poco
importante de
nuestros días, se ha ocupado propiamente de la parte lógica de
esta cuestión. Ninguno ha tratado de resolver filosóficamente la
posibilidad del
salto mortale divino de las regiones eternas y puras del espíritu al
fango del mundo material. ¿Tienen temor a abordar esa insoluble
contradicción y desesperan de resolverla después que han
fracasado los más grandes genios de la historia, o bien a han
considerado como
suficientemente resuelta ya? Es su secreto. El hecho es que han
dejado a un lado la demostración teórica de la existencia de un
Dios, y que no
han desarrollado más que las razones y las consecuencias
prácticas de ella. Han hablado de ella todos como de un hecho
universalmente
aceptado y como tal imposible de convertirse en objeto de una
duda cualquiera, limitándose, por toda prueba, a constatar la
antigüedad y la
universalidad misma de la creencia en Dios.
Esta unanimidad imponente, según la opinión de muchos hombres
y escritores ilustres, y para no citar sino los más renombrados de
ellos,
según la opinión elocuentemente expresada de Joseph de Maistre
y del gran patriota italiano Giuseppe Mazzini, vale más que todas
las
demostraciones de la ciencia; y si la idea de un pequeño número
de pensadores consecuentes y aun muy poderosos, pero aislados,
le es
contraria, tanto peor, dicen ellos, para esos pensadores y para su
lógica, porque el consentimiento general, la adopción universal y
antigua de
una idea han sido considerados en todos los tiempos como la
prueba más victoriosa de su verdad. El sentimiento de todo el
mundo, una
convicción que se encuentra y se mantiene siempre y en todas
partes, no podría engañarse. Debe tener su raíz en una necesidad
absolutamente inherente a la naturaleza misma del hombre. Y
puesto que ha sido comprobado que todos los pueblos pasados y
presentes han
creído y creen en la existencia de Dios, es evidente que los que
tienen la desgracia de dudar de ella, cualquiera que sea la lógica
que los haya
arrastrado a esa duda, son excepciones anormales, monstruos.
Así, pues, la antigüedad y la universalidad de una creencia serían,
contra toda la ciencia y contra toda lógica, una prueba suficiente e
irreductible de su verdad. ¿Y por qué?
Hasta el siglo de Copérnico y de Galileo, todo el mundo había
creído que el Sol daba vueltas alrededor de la Tierra. ¿No se
engañó todo el
mundo? ¿Hay cosa más antigua y más universal que la
esclavitud? La antropofagia quizá. Desde el origen de la sociedad
histórica hasta
nuestros días hubo siempre y en todas partes explotación del
trabajo forzado de las masas, esclavas, siervas o asalariadas, por
alguna
minoría dominante; la opresión de los pueblos por la iglesia y por
el estado. ¿Es preciso concluir que esa explotación y esa opresión
sean
necesidades absolutamente inherentes a la existencia misma de la
sociedad humana?. He ahí ejemplos que muestran que la
argumentación
de los abogados del buen Dios no prueba nada.
 
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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 13:08




Nada es en efecto tan universal y tan antiguo como lo inicuo y lo
absurdo, y, al contrario, son la verdad la justicia las que, en el
desenvolvimiento
de las sociedades humanas, son menos universales y más jóvenes;
lo que explica también el fenómeno histórico consante de las
persecuciones inauditas de que han sido y continúan siendo objeto
aquellos que las proclaman, primero por parte de los
representantes
oficiales, patentados e interesados de las creencias "universales" y
"antiguas", y a menudo por parte también de aquellas mismas
masas
populares que, después de haberlos atormentado, acaban siempre
por adoptar y hacer triunfar sus ideas.
Para nosotros, materialistas y socialistas revolucionarios, no hay
nada que nos asombre ni nos espante en ese fenómeno histórico.
Fuertes en
nuestra conciencia, nuestro amor a la verdad, en esa pasión lógica
que constituye por sí una gran potencia, y al margen de la cual no
hay
pensamiento; fuertes en nuestra pasión por la justicia y en nuestra
fe inquebrantable en el triunfo de la humanidad sobre todas las
bestialidades teóricas prácticas; fuertes, en fin, en la confianza y
en el apoyo mutuos que se prestan el pequeño número de los que
cornparten
nuestras convicciones, nos resignamos por nosotros mismos a
todas las consecuencias de ese feórneno histórico, en el que
vemos la
manifestación de una ley social tan natural, tan necesaria y tan
invariable como todas las demás leyes que gobiernan el mundo.
Esta ley es una consecuencia lógica, inevitable, del origen animal
de la sociedad humana; ahora bien, frente a todas las pruebas
científicas,
psicológicas, hisóricas que se han acumulado en nuestros días,
tanto como frente a los hechos de los alemanes, conquistas de
Francia, que
dan hoy una demostración tan brillante de ello, no es posible,
verdaderamente, dudar de la realidad de ese origen. Pero desde el
momento
que se acepta ese origen animal del hombre, se explica todo. La
historia se nos aparece, entonces, como la negación
revolucionaria, ya sea
lenta, apática, adormecida, ya sea apasionada y poderosa del
pasado. Consiste precisamente en la negación progresiva de la
animaliad
primera del hombre por el desenvolvimiento de su humanidad. El
hombre, animal feroz, primo del gorila, ha partido de la noche
profunda del
instinto animal para llegar a la luz del espíritu, lo que explica de
una manera completamente natural todas sus divagaciones
pasadas, y nos
consuela en parte de sus errores presentes. Ha partido de la
esclavitud animal y después de atravesar su esclavitud divina,
término transitorio
entre su animalidad y su humanidad, marcha hoy a la conquista y
a la realización de su libertad humana. De donde resulta que la
antigüedad
de una creencia, de una idea, lejos de probar algo en su favor,
debe, al contrario, hacémosla sospechosa. Porque detrás de
nosotros está
nuestra animalidad y ante nosotros la humanidad, y la luz
humana, la única que puede calentarnos e iluminamos, la única
que puede
emanciparnos, nos hace dignos, libres, dichosos, y la realización
de la fraternidad entre nosotros no está al principio, sino,
relativamente a la
época en que vive, al fin de la historia. No miremos, pues, nunca
atrás, rniremos siempre hacia adelante, porque adelante está
nuestro sol y
nuestra salvación; y si es permitido, si es útil y necesario volver
nuestra vista al estudio de nuestro pasado, no es más que para
comprobar lo
que hemos sido y lo que no debemos ser más, lo que hemos
creído y pensado, y lo que no debemos creer ni pensar más, lo que
hemos hecho
y lo que no debemos volver a hacer.
 
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leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 13:11




Esto por lo que se refiere a la antigüedad. En cuanto a la
universalidad de un error, no prueba más que una cosa: la
similitud, si no la perfecta
identidad de la naturaleza humana en todos los tiempos y bajo
todos los climas. Y puesto que se ha comprobado que los pueblos
de todas las
épocas de su vida han creído, y creen todavía, en Dios, debemos
concluir simplemente que la idea divina, salida de nosotros
mismos, es un
error históricamente necesario en el desenvolvimiento de la
humanidad, y preguntarnos por qué y cómo se ha producido en la
historia, por qué
la inmensa mayoría de la especie humana la acepta aún como una
verdad.
En tanto que no podamos darnos cuenta de la manera cómo se
produjo la idea de un mundo sobrenatural y divino y cómo ha
debido
fatalmente producirse en el desenvolvimiento histórico de la
conciencia humana, podremos estar científicamente convencidos
del absurdo de
esa idea, pero no llegaremos a destruirla nunca en la opinión de la
mayoría. En efecto: no estaremos en condiciones de atacarla en
las
profundidades mismas del ser humano, donde ha nacido, y,
condenados una lucha estéril, sin salida y sin fin, deberemos
contentamos siempre
con combatirla sólo en la superficie, en sus innumerables
manifestaciones, cuyo absurdo, apenas derribado por los golpes
del sentido común,
renacerá inmediatamente bajo una forma nueva no menos
insensata. En tanto que persista la raíz de todos los absurdos que
atormentan al
mundo, la creencia en Dios permanecerá intacta, no cesará de
echar nuevos retoños. Es así como en nuestros días, en ciertas
regiones de la
más alta sociedad, el espiritismo tiende a instalarse sobre las
ruinas del cristianismo.
No es sólo en interés de las masas, sino también en de la
salvación de nuestro propio espíritu debemos forzarnos en
comprender la génesis
histórica de la dea de Dios, la sucesión de las causas que
desarrollaron produjeron esta idea en la conciencia de los
hombres. Podremos
decirnos y creernos ateos: en tanto que no hayamos comprendido
esas causas, nos dejaremos dominar más o menos por los
clamores de
esa conciencia universal de la que no habremos sorprendido el
secreto; y, vista la debilidad natural del individuo, aun del más
fuerte ante la
influencia onmipotente del medio social que lo rodea, corremos
siempre el riesgo de voler a caer tarde o temprano, y de una
manera o de otra,
en el abismo del absurdo religioso. Los ejemplos e esas
conversiones vergonzosas son frecuentes en la sociedad actual.
 
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nubarus
view post Posted on 14/10/2008, 13:39




He señalado ya la razón práctica principal del poder ejercido aún
hoy por las creencias religiosas sobre las masas. Estas
disposiciones
místicas no denotan tanto en sí una aberración del espíritu como
un profundo descontento del corazón. Es la protesta instintiva y
apasionada del ser humano contra las estrecheces, las chaturas, los dolores y
las verguenzas de una existencia miserable. Contra esa
enfermedad, he
dicho, no hay más que un remedio: la revolución social.
Entre tanto, otras veces he tratado de exponer las causas que
presidieron el nacimiento y el desenvolviento histórico de las
alucinaciones
religiosas en la conciencia del hombre. Aquí no quiero tratar esa
cuestión de la existencia de un Dios, o del origen divino del
mundo y del
hombre, más que desde el punto de vista de su utilidad moral y
social, y sobre la razón teórica de esta creencia no diré más que
pocas
palaras, a fin de explicar mejor mi pensamiento.
Todas las religiones, con sus dioses, sus semidioses y sus
profetas, sus mesías y sus santos, han sido creadas por la fantasía
crédula de los
hombres, no llegados aún al pleno desenvolvimiento y a la plena
posesión de sus facultades intelectuales; en consecuencia de lo
cual, el cielo
religioso no es otra cosa que un milagro donde el hombre,
exaltado por la ignorancia y la fe, vuelve a encontrar su propia
imagen, pero
agrandada y trastrocada, es decir, divinizada. La historia de las
religiones, la del nacimiento, de la grandeza y de la decadencia de
los dioses
que se sucedieron en la creencia humana, no es nada más que el
desenvolvimiento de la inteligencia y de la conciencia colectiva
de los
hombres. A medida que, en su marcha históricamente regresiva,
descubrían, sea en sí mismos, sea en la naturaleza exterior, una
fuerza, una
cualidad o un defecto cualquiera, lo atribuían a sus dioses,
después de haberlos exagerado, ampliado desmesuradamente,
como lo hacen de ordinario los niños, por un acto de su fantasía religiosa. Gracias a
esa modestia y a esa piadosa generosidad de los hombres
creyentes y
crédulos, el cielo se ha enriquecido con los despojos de la tierra y,
por una consecuencia necesaria, cuanto más rico se volvía el
cielo, más
miserable se volvía la tierra. Una vez instalada la divinidad, fue
proclamada naturalmente la causa, la razón, el árbitro y el
dispenador absoluto
de todas las cosas: el mundo no fue ya nada, la divinidad lo fue
todo; y el hombre, su verdadero creador, después de. haberla
sacado de la
nada sin darse cuenta, se arrodilló ante ella, la adoró y se
proclamó su criatura y su esclavo.
El cristianismo es, precisamente, la religión por excelencia,
porque expone y manifiesta, en su plenitud, la naturaleza, la
propia esencia de todo
sistema religioso, que es el empobrecimiento, el sometimiento, el
aniquilamiento de la humanidad en beneficio de la divinidad.
 
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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 13:41




Siendo Dios todo, el mundo real y el hombre no son nada. Siendo
Dios la verdad, la justicia, el bien, lo bello, la potencia y la vida,
el hombre es
la mentira, la iniquidad, el mal, la fealdad, la impotencia y la
muerte. Siendo Dios el amo, el hombre es el esclavo. Incapaz de
hallar por sí
mismo la justicia, la verdad y la vida eterna, no puede llegar a
ellas más que mediante una revelación divina. Pero quien dice
revelación, dice
reveladores, mesías, profetas, sacerdotes y legisladores inspirados
por Dios, mismo; y una vez reconocidos aquéllos como
representantes de
la divinidad en la Tierra, como los santos institutores de la
humanidad, elegidos por Dios mismo para dirigirla por la vía de
la salvación, deben
ejercer necesariamente un poder absoluto. Todos los hombres les
deben una obediencia ilimitada y pasiva, porque contra la razón
divina no
hay razón humana y contra la justicia de Dios no hay justicia
terrestre que se mantengan. Esclavos de Dios, los hombres deben
serlo también
de la iglesia y del Estado, en tanto que este último es consagrado
por la iglesia. He ahí lo que el cristianismo comprendió mejor que
todas las
religiones que existen o que han existido, sin exceptuar las
antiguas religiones orientales, que, por lo demás, no han abarcado
más que
pueblos concretos y privilegiados, mientras que el cristianismo
tiene la pretensión de abarcar la humanidad entera; y he ahí lo
que, de todas las
sectas cristianas, sólo el catolicismo romano ha proclamado y
realizado con una consecuencia rigurosa. Por eso el cristianismo
es la religión
absoluta, la religión última, y la iglesia apostólica y romana la
única consecuente, legítima y divina.
Que no parezca mal a los metafísicos y a los idealistas religiosos,
filósofos, políticos o poetas: la idea de Dios implica la abdicación
de la
razón humana y de la justicia humana, es la negación más
decisiva de la libertad humana y lleva necesariamente a la
esclavitud los
hombres, tanto en la teoría como en la práctica.
A menos de querer la esclavitud y el envilecimiento de los
hombres, como lo quieren los jesuitas, como lo quieren los
monjes, los pietistas o los
metodistas protestantes, no podemos, no debemos hacer la menor
concesión ni al dios de la teología ni al de la metafísica porque en
ese
alfabeto místico, el que comienza por decir A deberá fatalmente
acabar diciendo Z, y el que quiere adorar a Dios debe, sin hacerse
ilusiones
pueriles, renunciar bravamente a su libertad y a su humanidad.
Si Dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede
y debe ser libre: por consiguiente, Dios no existe.
Desafío a quienquiera que sea a salir de ese círculo, y ahora,
escojamos.
¿Es necesario recordar cuánto y cómo embrutecen y corrompen
las religiones a los pueblos? Matan en ellos la razón, ese
instrumento
principal de la emancipación humana, y los reducen a la
imbecilidad, condión esencial de su esclavitud. Deshonran el
trabajo humano y hacen
de él un signo y una fuente de serviumbre. Matan la noción y el
sentimiento de la justicia humana, haciendo inclinar siempre la
balanza del lado
de los pícaros triunfantes, objetos privilegiados de la gracia
divina. Matan la altivez y la dignidad, no protegiendo más que a
los que se
arrastran y a los que se humillan. Ahogan en el corazón de los
pueblos todo sentimiento de fraternidad humana, llenándolo de
crueldad divina.
 
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leviathan1
view post Posted on 14/10/2008, 13:46




Todas las religiones son crueles, todas están fundadas en la
sangre, porque todas reposan principalmente sobre la idea del
sacrificio, es
decir, sobre la inmolación perpetua de la humanidad a la
insaciable venganza de la divinidad. En ese sangriento misterio, el
hombre es
siempre la víctima, y el sacerdote, hombre tambien, pero hombre
privilegiado por la gracia, es el divino verdugo. Eso nos explica
por qué los
sacerdotes de todas las religiones, los mejores, los más humanos,
los más suaves, tienen casi siempre en el fondo de su corazón y
si no en el
corazón en su imaginación, en espíritu (y ya se sabe la influencia
formidable que una otro ejercen sobre el corazón de los hombres)-
por qué
hay, digo, en los sentimientos de. todo sacerdote algo de cruel y
de sanguinario.
Todo esto, nuestros ilustres idealistas contemporáneos lo saben
mejor que nadie. Son hombres sabios e conocen la historia de
memoria; y
como son al mismo tiempo hombres vivientes, grandes almas
penetradas por un amor sincero y profundo hacia el bien de la
humanidad, han
maldito y zaherido todos estos efectos, todos estos crímenes de la
religión con una elocuencia sin igual. Rechazan con indignación
toda
solidaridad con el Dios de las religiones positivas y con sus
representantes pasados y presentes sobre la Tierra.
El Dios que adoran o que creen adorar se distingue precisamente
de los dioses reales de la historia, en que no es un Dios positivo,
ni
determinado de ningún modo, ya sea teológico, ya sea
metafísicamente. No es ni el ser supremo de Robespierre y de
Rousseau, ni el Dios
panteísta de Spinoza, ni siquiera el Dios a la vez trascendente e
inmanente y muy equívoco de Hegel. Se cuidan bien de darle una
determinación positiva cualquiera, sintiendo que toda
determinación lo sometería a la acción disolvente de la crítica. No
dirán de él si es un
Dios personal o impersonal, si ha creado o si no ha creado el
mundo; no hablarán siquiera de su divina providencia. Todo eso
podría
comprometerlos. Se ontentarán con decir: "Dios" y nada más.
Pero, ¿qué es su Dios? No es siquiera una idea, es una aspiración.
 
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samael69
view post Posted on 14/10/2008, 14:09




Es el nombre genérico de todo lo que les parece de, bueno, bello,
noble, humano. Pero, ¿por qué dicen entonces: "hombre"? ¡Ah! es
que el
rey Guillermo de Prusia y Napoleón III y todos sus semejantes
son igualmente hombres; y he ahí lo que más les embaraza. La
humildad real nos
presenta el conjunto de todo lo que hay de más sublime, de más
bello y de todo lo que hay de más vil y de más monstruoso en el
mundo.
¿Cómo salir de ese atolladero? Llaman a lo uno divino y a lo otro
bestial, representándose la dividad y la animalidad como los dos
polos entre
los cuales se coloca la humanidad. No quieren o no pueden
emprender que esos tres términos no forman más que uno y que si
se los separa
se los destruye.
No están fuertes en lógica, y se diría que la desprecian. Es eso lo
que los distingue de los metafísicos y deísias, y lo que imprime a
sus ideas el
carácter de un idealismo práctico, sacando mucho menos sus
inspiraciones del desenvolvimiento severo de un pensaento, que
de las
experiencias, casi diré de las emociones, tanto históricas y
colectivas como individuales de la vida. Eso da a su propaganda
una apariencia
de riqueza y de potencia vital, pero una apariencia solamente
porque la vida misma se hace estéril cuando es paralizada por una
contradicción
lógica.
La contradicción es ésta: quieren a Dios y quieren a la
humanidad. Se obstinan en poner juntos esos dos términos, que,
una vez separados, no
pueden encontrarse de nuevo más que para destruirse
recíprocamente. Dicen de un tirón: "Dios y la libertad del
hombre"; "Dios y la dignidad,
la justicia, la igualdad, la fraternidad y la prosperidad de los
hombres", sin preocuparse de la lógica fatal conforme a la cual, si
Dios existe todo
queda condeado a la no-existencia. Porque si Dios existe es
necesariamente el amo eterno, supremo, absoto, y si amo existe el
hombre es
esclavo; pero si es esclayo, no hay para él ni justicia ni igualdad
ni fratemidad ni prosperidad posibles. Podrán, contrariamente al
buen sentido
y a todas las experiencias de la historia, reventarse a su Dios
animado del más tierno amor por la libertad humana: un amo,
haga lo que quiera
y por liberal que quiera mostrarse, no deja de ser un amo y su
existencia implica necesariamente la esclavitud de todo lo que se
encuentra por
debajo de él.
Por consiguiente, si Dios existiese, no habría para él más que un
solo medio de servir a la libertad humaa:
dejar de existir.
Como celoso amante de la libertad humana y considerándolo
como la condicióin absoluta de todo lo que adoramos y
respetamos en la
humanidad, doy vuelta a la frase de Voltaire y digo: si Dios
existiese realmente, habría que hacerlo desaparecer.

La severa lógica que me dicta estas palabras es demasiado
evidente para que tenga necesidad de desarrollar más esta
argumentación. Y me
parece imposible que los hombres ilustres a quienes mencioné,
tan célebres y tan justamente respetados, no hayan sido afecados
por ella y no
se hayan percatado de la contradicción en que caen al hablar de
Dios y de la libertad humana a la vez. Para que lo hayan pasado
por alto, a
sido preciso que hayan pensado que esa inconsecuencia o que esa
negligencia lógica era necesaria prácticamente para el bien mismo
de la
humanidad.
Quizá también, al hablar de la libertad como de una cosa que es
para ellos muy respetable y muy querida, la comprenden de
distinto modo a
como nosotros la entendemos, nosotros, materialistas y socialistas
revolucionarios . En efecto; no hablan de ella sin añadir
inmediatamente
otra palabra, la de autoridad, una palabra y una cosa que
detestamos de todo corazón.
¿Qué es la autoridad? ¿Es el poder inevitable de las leyes
naturales que se manifiestan en el encadenamiento y en la
sucesión fatal de los
fenómenos, tanto del mundo físico como del mundo social? En
efecto; contra esas leyes, la rebeldía no sólo está prohibida, sino
que es
imposible. Podemos desconocerlas o no conocerlas siquiera, pero
no podemos desobedecerlas, porque constituyen la base y las
condiciones
mismas de nuestra existencia; nos envuelven, nos penetran,
regulan todos nuestros movimientos, nuestros pensamientos y
nuestros actos; de
manera que, aun cuando las queramos desobedecer, no hacemos
más que manifestar su omnipotencia.
Sí, somos absolutamente esclavos de esas leyes. Pero no hay nada
de humillante en esa esclavitud. Porque la esclavitud supone un
amo
exterior, un legislador que se encuentre al margen de aquel a
quien ordena; mientras que estas leyes no están fuera de nosotros,
nos son
inherentes, constituyen nuestro ser, todo nuestro ser, tanto
corporal como intelectual y moral; no vivimos, no respiramos, no
obramos, no
pensamos, no queremos sino mediante ellas. Fuera de ellas no
somos nada, no somos. ¿De dónde procedería, pues, nuestro
poder y nuestro
querer rebelamos contra ellas?.
Frente a las leyes naturales no hay para el hombre más que una
sola libertad posible: la de reconocerlas y de aplicarlas cada vez
más,
conforme al fin de la emanción o de la humanización, tanto
colectiva como individual que persigue. Estas leyes, una vez
reconocidas, ejercen
una autoridad que no es discutida por la masa de los hombres. Es
preciso, por ejemplo, ser loco o teólogo, o por lo menos un
metafísico, un
jurista, o un economista burgués para rebelarse contra esa ley
según a cual dos más dos suman cuatro. Es preciso tener fe para
imaginarse
que no se quemará uno en el fuego y que no se ahogará en el
agua, a menos que se recurra a algún subterfugio fundado aun
sobre alguna otra
ley natural. Pero esas rebeldías, o más bien esas tentativas esas
locas imaginaciones de una rebeldía imposible no forman más
que una
excepción bastante rara; porque, en general, se puede decir que la
masa de los hombres, en su vida cotidiana, se deja gobernar de
una
manera casi absoluta por el buen sentido, lo que equiale a decir
por la suma de las leyes generalmente reconocidas.
La gran desgracia es que una gran cantidad de leyes naturales ya
constadas como tales por la ciencia, permanezcan desconocidas
para las
masas populares, gracias a los cuidados de esos gobiernos
tutelares que no existen, como se sabe, más que para el bien de los
pueblos...
Hay otro inconveniente: la mayor parte de las leyes naturales
inherentes al desenvolvimiento de la sociedad humana, y que son
también
necesarias, invariables, fatales, como las leyes que gobiernan el
mundo físico, no han sido debidamente comprobadas y
reconocidas por la
ciencia misma.
 
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nubarus
view post Posted on 14/10/2008, 14:11




Una vez que hayan sido reconocidas primero por la ciencia y que
la ciencia, por rnedio de un amplio sistema de educación y de
instrucción
populares, las hayan hecho pasar a la conciencia de todos, la
cuestión de la libertad estará perfectamente resuelta. Los
autoritarios más
recalcitrantes deben reconocer que entonces no habrá necesidad
de organización política ni de dirección ni de legislación, tres
cosas que, ya
sea que emanen de la voluntad del soberano, ya que resulten de
los votos de un parlamento elegido por sufragio universal y aun
cuando estén
conformes con el sistema de las leyes naturales -lo que no tuvo
lugar jamás y no tendrá jamás lugar-, son siempre igualmente
funestas y
contrarias a la libertad de las masas, porque les impone un sistema
de leyes exteriores y, por consiguiente, despóticas.
La libertad del hombre consiste únicamene en esto, que obedece a
las leyes naturales, porque las ha reconocido él mismo como tales
y no
porque le hayan sido impuestas exteriormente por una voluntad
extraña, divina o humana cualquiera, colectiva o individual.
Suponed una academia de sabios, compuesta por los
representantes más ilustres de la ciencia; suponed que esa
academia sea encargada
de la legislación, de la organización de la sociedad y que, sólo
inspirándose en el puro amor a la verdad, no le dicte más que
leyes
absolutamente conformes a los últimos descubrimientos de la
ciencia. Y bien, yo pretendo que esa legislación y esa
organización serán una
monstruosidad, y esto por dos razones: La primera, porque la
ciencia humana es siempre imperfecta necesariamente y,
comparando lo que se ha descubierto con lo que queda por descubrir, se puede decir que
está todavía en la cuna. De suerte que si quisiera forzar la vida
práctica de
los hombres, tanto colectiva como individual, a conformarse
estrictamente, exclusivamente con los últimos datos de la ciencia,
se condenaría a
la sociedad y a los individuos a sufrir el martirio sobre el lecho de
Procusto, que acabaría pronto por dislocarlos y por sofocarlos,
pues la vida
es siempre infinitamente más amplia que la ciencia.
La segunda razón es ésta: una sociedad que obedeciere a la
legislación de una academia científica, no porque hubiere
comprendido su
carácter racional por sí misma (en cuyo caso la existencia de la
academia sería inútil), sino porque una legislación tal, emanada de
esa
academia, se impondría en nombre de una ciencia venerada sin
comprenderla, sería, no una sociedad de hombres, sino de brutos.
Sería una
segunda edición de esa pobre república del Paraguay que se dejó
gobemar tanto tiempo por la Compañía de Jesús. Una sociedad
semejante
no dejaría de caer bien pronto en el más bajo grado del idiotismo.
 
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50 replies since 14/10/2008, 12:29   1192 views
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