HISTORIA DE LA MAGIA, Eliphas Levi

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nubarus
view post Posted on 8/3/2009, 17:35




HISTORIA DE LA MAGIA
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INTRODUCCIÓN

Durante mucho tiempo la Magia ha sido confundida con prestidigi-tación de saltimbanquis, alucinaciones de mentes perturbadas y delitos de ciertos malhechores fuera de lo corriente. Por el contrario, hay muchos que se apresurarían a explicar que la Magia es el arte de producir efectos con ausencia de causas; y basándose en tal definición el vulgo dirá —con el buen sentido que caracteriza a la gente común, en medio de mucha in-justicia— que la Magia es un absurdo. Pero de hecho no puede tener analogía con las descripciones de quienes nada saben sobre el tema; ade-más, nadie la habrá de representar como esto o aquello: es lo que es, surge de sí misma solamente, tal como la matemática, pues' se trata de la ciencia exacta y absoluta de la Naturaleza y sus leyes.

La Magia es la ciencia de los antiguos magos; y la religión cristiana, que silenció los falsos oráculos y puso coto a las ilusiones de los falsos dioses, reverencia, no obstante, a aquellos reyes místicos que llegaron de Oriente, guiados por una estrella, para adorar al Salvador del mundo en Su cuna. La tradición los elevó al rango de reyes, porque la iniciación mágica constituye una verdadera realeza; asimismo, porque todos los adep-tos caracterizan al gran arte de los magos como el Arte Regio, como el Reino Santo —Sanctum Regnum. La estrella que condujo a los peregrinos es la misma Estrella Flamígera que se halla en todas las iniciaciones. Para los alquimistas es el signo de la quintaesencia, para los magos es el Gran Arcano, para los cabalistas es el pentáculo sagrado. Nuestro propósito es demostrar que el estudio de este pentagrama guió a los magos hacia un conocimiento del Nuevo Nombre que debía ser exaltado sobre todos los nombres, haciendo que se arrodillasen todos los seres capaces de adoración. Por tanto, la Magia combina en una sola ciencia lo que es muy cierto en filosofía, lo que es eterno e infalible en religión. Reconcilia perfecta e irrefutablemente esos dos términos, tan opuestos a primera vista: la fe y la razón, la ciencia y la creencia, la autoridad y la libertad. Proporciona a la mente humana un instrumento de certidumbre filosófica y religiosa tan exacta como la matemática, dando incluso razón de la infalibilidad de la matemática misma.

Por ello, existe un Absoluto en los reinos del entendimiento y la fe. La Razón Suprema no dejó que las luces de la inteligencia humana oscila-sen al azar. Hay una verdad irrebatible; hay un método infalible de cono-
cer esa verdad; y quienes logran este conocimiento, y lo adoptan como norma de vida, pueden dotar su voluntad de un poder soberano capaz de convertirlos en amos de todas las cosas inferiores, de todos errantes, o, en otras palabras, en arbitros y reyes del mundo.

Si el hecho es así, ¿cómo es posible que una ciencia tan sublime no esté aún reconocida? ¿Cómo es posible dar por sentado que un sol tan resplandeciente se oculte en un cielo tan tenebroso? A la ciencia trascen-dental sólo la conocieron siempre las flores del intelecto, que comprendie-ron la necesidad del silencio y la paciencia. Si un diestro cirujano abriese a medianoche los ojos de un ciego de nacimiento, le resultaría imposible hacer comprender a aquél la naturaleza o la existencia de la luz diurna hasta que llegase la mañana. La ciencia tiene sus noches y sus días, por-que la vida que comunica al mundo de la mente se caracteriza por moda-lidades regulares de movimientos y fases progresivas. Con las verdades sucede lo mismo que con las radiaciones lumínicas. Nada oculto se pierde, pero al mismo tiempo nada de lo que se descubre es absolutamente nuevo. Dios impuso el sello de la eternidad a esa ciencia que es el reflejo de Su gloria.

La ciencia trascendental, la ciencia absoluta, es con seguridad la Ma-gia, aunque esta afirmación resulte cabalmente paradójica a quienes jamás cuestionaron la infalibilidad de Voltaire —ese prodigioso superficial que creía saber tanto porque nunca perdía ocasión de reirse en vez de apren-der. La Magia fue la ciencia de Abraham y Orfeo, de Confucio y Zoro-astro, y Enoc y Trismegisto grabaron en tablas de piedra las doctrinas mágicas. Moisés las purificó y quitó el velo: este es el sentido del vocablo "revelar". El nuevo disfraz que les brindó fue el de la Santa Cabala: exclu-siva herencia de Israel e inviolable secreto de sus sacerdotes. Los misterios de Eleusis y Tebas preservaron entre los gentiles algunos de sus símbolos, pero en forma degradada, y la clave mística se perdió en medio del aparato de una superstición en constante crecimiento. Jerusalén, asesina de sus profetas y prostituida una y otra vez ante los falsos dioses asirios y babi-lónicos, concluyó perdiendo, a su vez, la Palabra Sagrada, cuando un Salvador, manifestado a los magos por la santa estrella de la iniciación, llegó para desgarrar el raído velo del viejo templo, para dotar a la Iglesia de una nueva red de leyendas y símbolos, ocultando siempre a los profanos y preservando siempre para los elegidos esa verdad que es eternamente la misma.

Si el erudito e infortunado Dupuis hubiese hallado esto en los planis-ferios de la India y en las tablas de Denderah, no habría terminado recha-zando la religión verdaderamente católica o universal y eterna en presencia de la unánime afirmación de toda la Naturaleza al igual que de todos los monumentos de la ciencia a lo largo de todas las edades. El recuerdo de este absoluto científico y religioso, de esta doctrina resumida en una pala-bra, de esta palabra alternadamente perdida y recobrada, fue transmitido a todos los elegidos de las iniciaciones antiguas. Preservado o profanado en la célebre Orden del Templo, este mismo recuerdo fue transmitido a las asociaciones secretas de rosacruces, illuminati y francmasones, y dio sig-nificado a sus extraños ritos, a sus signos más o menos convencionales, y una justificación, sobre todo, a su devoción en común, al igual que una clave de su poder.

No es nuestra intención negar que sobrevino la profanación de las doctrinas y misterios de la Magia; ese abuso reiterado una época tras otra, fue grande y terrible lección para quienes dieron a conocer impru-dentemente las cosas secretas. Los gnósticos hicieron que los cristianos prohibieran la Gnosis, y el santuario oficial fue clausurado para la alta iniciación. Así, la intervención de la ignorancia usurpadora comprometió la jerarquía del conocimiento, mientras los desórdenes dentro del santuario se reprodujeron en el estado pues, de buen grado o no, el rey siempre depende del sacerdote, y los poderes terrenales siempre buscan en el adytum eterno de la instrucción divina la consagración y la energía para asegurar su permanencia.

La llave de la ciencia fue arrojada a los niños; como era de esperar, en la actualidad está extraviada y prácticamente perdida. No obstante ello, un hombre de elevada intuición y gran valor moral, el conde José de Maistre, que también era decidido católico, reconociendo que el mundo estaba vacío de religión y no podía quedar así, volvió sus ojos instintiva-mente hacia los últimos santuarios del ocultismo y rogó, con fervorosas plegarias, por el día en que la afinidad natural que subsiste entre la ciencia y la fe las combine en la mente de un solo hombre de genio. "Esto será grandioso", dijo; "concluirá con el siglo XVIII que aún está con nosotros... Entonces hablaremos de nuestra actual estupidez como ahora nos extende-mos sobre la barbarie de la Edad Media".

La predicción del conde José de Maistre está en vías de cumplirse; la alianza de la ciencia y la fe, realizada hace largo tiempo, al fin se mani-fiesta aquí, aunque no a través de un hombre genial. No es necesario genio para ver el sol y, además, éste jamás demostró nada salvo su rara gran-deza y sus luces inaccesibles para la multitud. La gran verdad sólo exige que se la encuentre; entonces el más simple será capaz de comprenderla y de demostrarla también, si es necesario. Al mismo tiempo, esa verdad no se tornará vulgar, porque es jerárquica y porque la anarquía sólo com-place las inclinaciones de la muchedumbre. Las masas no necesitan ver-dades absolutas; si no fuese así, el progreso se habría detenido y habría cesado la vida en la humanidad; el flujo y reflujo de ideas contrarias, el choque de opiniones, las pasiones del momento, siempre impulsados por sus sueños, son necesarios para el crecimiento intelectual de los pueblos. Las masas esto lo saben muy bien y por eso abandonan con tanta presteza la cátedra de los doctores para congregarse en torno de los tablados de los saltimbanquis. Hay incluso algunos que se suponen preocupados por la filosofía, y eso quizás especialmente, que con demasiada frecuencia se parecen a niños jugando a las charadas, que se apresuran a expulsar a quienes ya conocen la respuesta, no sea que el juego se arruine al despo-jar al acertijo de todo su interés.
 
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leviathan1
view post Posted on 8/3/2009, 22:10




"Bienaventurados los puros de corazón, pues ellos verán a Dios", dijo la Sabiduría Eterna. La pureza de corazón, por tanto, purifica la inteli-gencia, y la rectitud de la voluntad propende a la precisión del entendi-miento. Quien prefiera la verdad y la justicia ante todo, tendrá justicia y verdad como recompensa, porque la Providencia suprema nos dotó de libertad para que logremos la vida; y en verdad, no obstante su exactitud, sólo interviene con suavidad, jamás irrumpe con violencia sobre los erro-res de nuestra voluntad cuando ésta es seducida por los señuelos de la falsedad.

Sin embargo, según Bossuet, existe el hecho de que, precediendo a algo que halague o disguste a nuestros sentidos, hay una verdad, y nuestra conducta debe ser gobernada por esto, no por nuestros apetitos. El Reino de los Cielos no es un imperio caprichoso respecto del hombre ni respecto de Dios. "Una cosa no es justa porque Dios la quiera", dijo Santo Tomás, "sino que Dios la quiere porque es justa". La Balanza Divina rige y exige, una matemática eterna. "Dios creó todas las cosas con número, peso y medida"; aquí está hablando la Biblia. Mídase un ángulo de la creación, efectúese una multiplicación proporcionalmente progresiva, y to-da la infinitud multiplicará sus círculos, poblada por universos, pasando en segmentos proporcionales entre los simbólicos brazos extendidos del compás. Supóngase ahora que, desde un punto cualquiera del infinito que está encima de nosotros, una mano empuña otro compás o escuadra; entonces las líneas del triángulo celestial se encontrarán necesariamente con las del compás de la ciencia y formarán allí la misteriosa estrella de Salo-món.

"Con la vara que midiéreis, seréis medidos", dice el Evangelio. Dios no pugna con el hombre para aplastarlo con Su grandiosidad; jamás pone pesos desiguales en Su balanza. Cuando se propuso comprobar la fuerza de Job, asumió forma humana; el patriarca resistió el ataque una noche entera; al final hay una bendición para el vencido; además de la gloria de haber sostenido tal lucha, recibe el título nacional de Israel, nombre que significa: "Fuerte contra Dios".

A cristianos más celosos que instruidos les hemos oído aventurar una extraña explicación sobre el dogma relativo al castigo eterno, sugi-riendo que Dios puede vengar infinitamente una ofensa que, en sí misma, es finita, porque si el ofensor es limitado, la grandiosidad del ofendido no lo es. Un emperador del mundo, basado en un pretexto similar, podría sentenciar a muerte a un niño que no razona por haber manchado acci-dentalmente el borde de su púrpura. Muy distintas son las prerrogativas de la grandeza, y San Agustín las entendió mejor cuando dijo que "Dios es paciente porque es eterno". En Dios todo es justicia, al ver que todo es bueno; jamás perdona a la manera humana, pues jamás se enoja como los hombres; pero como el mal, por su naturaleza, es incompatible con el bien, igual que la noche con el día, y la discordia con la armonía, y por ser además inviolable la libertad del hombre, todo error es expiado y toda maldad castigada mediante sufrimiento proporcional. Es en vano invocar la ayuda de Júpiter cuando nuestro carro está empantanado; a no ser que tomemos pico y pala, como el carretero de la fábula, el Cielo no nos sacará del lodazal. Ayúdate, y Dios te ayudará. Así, de un modo racional y totalmente filosófico se explica la posible y necesaria eternidad del castigo, con una senda estrecha, expedita para que el hombre escape de allí: esa senda es el trabajo y el arrepentimiento.

De conformidad con las normas del poder eterno el hombre puede unirse a la energía creadora y convertirse en creador y preservador a su vez. Dios no limitó estrictamente la cantidad de peldaños de la escala lumi-nosa de Jacob. La Naturaleza se constituyó en inferior al hombre y, por ende, le está sujeta: corresponde al hombre extender su dominio en virtud del ascenso continuo. La prolongación e incluso perpetuidad de la vida, la extensión del aire y sus tormentas, la tierra y sus vetas metálicas, la luz y sus prodigiosas ilusiones, la oscuridad y sus sueños, la muerte y sus fantasmas.. . todo esto obedece, por tanto, al cetro regio de los magos, al cayado pastoril de Jacob y a la vara terrible de Moisés. El adepto se convierte en rey de los elementos, en transmutador de metales, en intérprete de visiones, en controlador de oráculos, en amo de la vida, según el mate-mático orden de la Naturaleza y de acuerdo con la voluntad de la Inteli-gencia Suprema. Esto es Magia en todo su esplendor. ¿Pero hay alguien, en esta época, que se atreva a dar crédito a tales palabras? La respuesta es: quien estudie con lealtad y logre el conocimiento con franqueza. No intentamos ocultar la verdad bajo el velo de parábolas ni signos jero-glíficos; ha llegado el tiempo en que ha de decirse todo, y nos proponemos decir todo. En pocas palabras, nuestra intención es revelar la ciencia siempre secreta que, como indicáramos, se oculta detrás de las sombras de los antiguos misterios, que los gnósticos delataron torpemente, o más bien desfiguraron indignamente, lo cual se vislumbra bajo la oscuridad que envuelve los pretendidos crímenes de los templarios, y que se descu-bre nuevamente bajo los impenetrables enigmas actuales de los Ritos Ma-sónicos Supremos. Además, nos proponemos sacar a la luz del día al fantástico Rey del Sabbath, exhibir las raíces mismas de la Magia Negra y sus espantosas realidades, sometidos desde hace largo tiempo al ludibrio de los nietos de Voltaire.
 
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nubarus
view post Posted on 8/3/2009, 23:39




Para una gran cantidad de lectores, la Magia es la ciencia del demo-nio, tal como la ciencia de la luz se identifica con la de la oscuridad. Confesamos decididamente, desde el principio, que el demonio no nos ate-rroriza. "Temo por quienes le temen", dijo Santa Teresa. Pero también atestiguamos que no nos mueve a risa y que el ridículo de que se le hace objeto nos parece excesivamente fuera de lugar. Sea como fuere, nuestra intención es exponerlo a la luz de la ciencia. Mas el demonio y la ciencia —paralelo de dos nombres tan extrañamente incongruentes— apa-rentemente debería haber patentizado lo que nos proponemos. Si se sacase así a la luz la mística personificación de la oscuridad, ¿eso no sería aniquilar el fantasma de la falsedad en presencia de la verdad? ¿Eso no sería dispersar a la luz del día todos los monstruos amorfos de la noche? Los superficiales pensarán así y condenarán sin oir. Los cristianos mal instruidos sacarán en conclusión que estamos minando el dogma funda-mental de su ética al desacreditar al infierno; y otros cuestionarán la utilidad de combatir un error en el que, como imaginan, nadie cree más. Por ello es importante enunciar nuestro objetivo con claridad y establecer nuestros principios con solidez.

Por tanto, decimos a los cristianos que el autor de este libro también lo es. Su fe es la de un católico convencido vigorosa y profundamente; por esta razón no se adelanta a negar los dogmas sino a combatir la impiedad bajo sus formas más perniciosas, que son las de la falsa creencia y la superstición. Llega para sacar de la oscuridad al negro sucesor de Ahrimán, a fin de exhibir, en pleno día, su colosal impotencia y formi-dable miseria. Llega para someter el prolongado problema del demonio a las soluciones de la ciencia, para quitarle la corona al rey del infierno e inclinar su cabeza al pie de la cruz. La ciencia virginal y maternal —la ciencia de la cual María es la imagen dulce y luminosa— ¿no está desti-nada, como ella, a aplastar la cabeza de la vieja serpiente?

El autor, por otra parte, diría a la pretendida filosofía: ¿Por qué buscas negar lo que no puedes entender? Ante lo desconocido, ¿la incre-dulidad no se declara más apresurada y menos consoladora que la fe? ¿La forma horrible del mal personificado sólo te impulsa a la risa? ¿No oyes el incesante sollozo de la humanidad que se retuerce y llora bajo los aplastantes pliegues del monstruo? ¿ Jamás oíste la atroz carcajada del maligno que persigue al justo? ¿Nunca experimentaste la apertura de los abismos infernales que el genio de la perversidad socava en cada alma? El mal moral existe; esa es la triste verdad; reina en ciertos espíritus; encarna en ciertos hombres; está, por tanto, personificado, de manera que los demonios existen; pero el más maligno de estos demonios es Satán. No pido al lector que admita nada más que esto, y le resultará difícil concederme menos.

Por lo demás, quede entendido claramente que la ciencia y la fe prés-tanse recíproco apoyo sólo en la medida en que sus respectivos reinos permanecen inviolablemente diferenciados. ¿Qué es lo que creemos? Lo que no conocemos en absoluto, aunque lo anhelamos con todas nuestras fuerzas. El objeto de la fe no es más que una hipótesis indispensable para la ciencia; las cosas que se hallan en el dominio del conocimiento jamás deben ser juzgadas por los fenómenos de la fe, ni, al revés, las cosas de la fe según las medidas de la ciencia. El fin de la fe no es científicamente discutible. "Creo porque es absurdo", dijo Tertuliano; y esta expresión —paradójica como es en la superficie— pertenece a la razón suprema. De hecho, más allá de todo lo que podemos suponer racionalmente, hay un infinito al que aspiramos con fe inextinguible, y que incluso elude nues-tros sueños. ¿Pero el infinito mismo no es un absurdo para nuestra apre-ciación finita? Todos creemos que existe; el infinito nos invade, nos anega, nos marea en sus abismos y nos aplasta con su peso horroroso.
Todas y cada una de las hipótesis científicamente probables son las últimas vislumbres o sombras de la ciencia; la fe comienza donde la razón cae exhausta. Más allá de la razón humana está la Razón que es Divina —para mi debilidad, un absurdo supremo, pero un absurdo infinito que me confunde, y en el que creo.

Sólo el bien es infinito; el mal no lo es; y por ende, si Dios es el objeto eterno de la fe, entonces el demonio pertenece a la ciencia. ¿En cuál de los credos católicos hay una cuestión que se le refiera? ¿No sería una blasfemia decir que creemos en él? En las Sagradas Escrituras se le nombra pero no se le define. El Génesis no hace alusión a una célebre rebelión de los ángeles; atribuye la caída de Adán a la serpiente, como el más sutil y peligroso de los seres vivientes. Estamos familiarizados con la tradición cristiana a este respecto, pero si esa tradición es explicable por una de las máximas y más difundidas alegorías de la ciencia, ¿qué puede significar tal solución para la fe que sólo aspira a Dios, que desdeña las pompas y las obras de Lucifer?
 
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nubarus
view post Posted on 9/3/2009, 00:19




Lucifer —Portador de la Luz—, ¡cuan extraño nombre atribuido al espíritu de la oscuridad! ¿El portador de la luz enceguece, empero, a las almas débiles? Incuestionablemente, la respuesta es sí; pues las tradicio-nes rebosan revelaciones e inspiraciones divinas. "Satán se transformó en un ángel de luz", dice San Pablo. Y Cristo dijo: "Vi a Satán caer de los cielos como un relámpago". En igual sentido se expresa el profeta Isaías: "¿Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana?" Lucifer es, entonces, una estrella caída, un meteoro en eterna ignición, que arde cuan-do no brilla más. Pero este Lucifer, ¿es una persona o una fuerza, un ángel o un rayo a la deriva? La tradición supone que es un ángel, mas el Salmista dice: "Quien convierte a sus ángeles en espíritus, y a sus ministros en fuego llameante". El vocablo "ángel' se aplica en la Biblia a todos los mensajeros de Dios —emisarios o nuevas creaciones, reveladores o azotes, espíritus radiante u objetos brillantes. Las ígneas flechas que el Altísimo dispara a través de las nubes son los ángeles de Su ira, y ese lenguaje figurado es familiar para todos los lectores de poesía oriental.

Luego de ser terror del mundo durante la Edad Media, el demonio se convirtió en su irrisión. Heredero de las formas monstruosas de todos los falsos dioses derribados sucesivamente de sus tronos, el grotesco es-pantajo se convirtió en un cuco deforme y horrendo. Empero, obsérvese al respecto que sólo se atreven a reírse del demonio quienes no conocen el temor de Dios. ¿Es posible que para muchas imaginaciones enfermas sea la sombra de Dios, o que a menudo sea el ídolo de las almas degeneradas que sólo entienden el poder sobrenatural como el ejercicio impune de la crueldad ?

Sin embargo, es importante determinar si la noción de este poder maligno puede conciliarse con la de Dios —en una palabra, si el demonio existe, y en tal caso qué es. Ya no es cuestión de superstición ni de inven-ción ridicula; es cuestión de religión únicamente, y por ende, de todo el futuro (con todos los intereses) de la humanidad.

En verdad, cuan extraños razonadores somos: nos llamamos racio-nalistas capaces cuando somos indiferentes a todo, salvo a los beneficios materiales, como, por ejemplo, el dinero; y dejamos libradas a sus recursos las ideas que son madres de opiniones y pueden, por su súbita desviación, trastornar todas las fortunas. Un triunfo científico es mucho más impor-tante que el descubrimiento de una mina de oro. Dada la ciencia, el oro se utiliza al servicio de la vida; dada la ignorancia, la fortuna sólo provee armas destructivas.

Por lo demás, ha de entenderse absolutamente que nuestras revelacio-nes científicas se detienen en presencia de la fe, que —como cristianos y católicos— nuestra obra se somete enteramente al juicio supremo de la Iglesia. Una vez dicho esto, a quienes cuestionan la existencia del demo-nio, les señalaríamos que cuanto tiene nombre, existe; el lenguaje puede expresar en vano, pero en sí mismo no puede ser vano, e invariablemente tiene un significado. La Palabra jamás está vacía, y si está escrito que está en Dios, como asimismo que es Dios, esto es porque es la expresión y la prueba del ser y de la verdad. El demonio es nombrado y personificado en el Evangelio, que es la Palabra de la verdad; por tanto, existe y puede ser considerado persona. Pero aquí el cristiano disiente: que hable la ciencia o la razón; ambas son una sola.
 
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nubarus
view post Posted on 9/3/2009, 16:21




El mal existe; es imposible dudarlo; podemos obrar bien o mal. Hay seres que obran mal a sabiendas y deliberadamente. El espíritu que anima a estos seres y los acucia a obrar mal se delata, se desvía del camino recto y se cruza en el sendero del bien como un obstáculo; este es el significado preciso del vocablo griego diábolos, que traducimos como demonio. Los espíritus que aman el mal y lo ejecutan son accidentalmente malos. Por tanto, hay un demonio que es el espíritu del error, de la ignorancia inten-cional, del vértigo; sometidos a su obediencia hay seres que son sus envia-dos, emisarios, ángeles; y es por esta razón que el Evangelio habla de un fuego eterno que está preparado y, en un sentido, predestinado para el demonio y sus ángeles. Estas palabras constituyen una revelación; bus-quemos pues su significado, dando, en primer lugar, una concisa definición del mal. El mal es la ausencia de la rectitud en el ser. El mal moral es falsedad en la acción, como la mentira es un crimen en el lenguaje. La injusticia pertenece a la esencia de la mentira, y cada mentira es una injusticia. Guando lo que decimos es justo, no hay falsedad. Cuando lo que hacemos es equitativo y verdadero, no hay pecado. La injusticia es la muerte del ser moral, como la mentira es el veneno de la inteligencia. Por ello, el espíritu falso es espíritu de muerte. Quienes lo escuchan se convierten en sus incautos y él los envenena. Mas si debiéramos asumir seriamente su personificación absoluta, él estaría absolutamente muerto, y absolutamente engañado, lo cual significa que la afirmación de su exis-tencia debe implicar una patente contradicción. Jesús dijo que el demonio es un embustero como su padre. ¿Quién es, entonces, el padre del demo-nio? Quienquiera le dé una existencia personal viviendo según sus inspi-raciones. El hombre que se endemonia es padre del espíritu encarnado del mal. Pero hay un concepto temerario, impío y monstruoso, tradicional como el orgullo de los fariseos y, en última instancia, una creación híbrida que armó la mezquina filosofía del siglo XVIII con una defensa aparente. Se trata del falso Lucifer de la leyenda heterodoxa —el ángel bastante orgulloso como para creerse Dios, bastante valiente como para comprar su independencia al precio de un tormento eterno, bastante bello como para adorarse en la Luz Divina absoluta; bastante fuerte como para reinar incluso en las tinieblas y lamentaciones, y convertir en trono su fuego inextinguible. Este es el Satán del Milton herético y republicano, el falso héroe de las negras eternidades, calumniado como deforme, adornado con cuernos y garras que mejor sentarían a su implacable atormentador. Este es el demonio que es rey del mal, como si el mal fuese un reino, más inteligente que los hombres de genio que temen sus argucias. Es a) la luz negra, la oscuridad con ojos, el poder que Dios no quiso pero que nin-guna criatura caída podría crear; b) el príncipe de la anarquía, servido por una jerarquía de espíritus puros; c) el exilio de Dios que, como El, parece ubicuo en la tierra, pero es más tangible, más evidente para la mayoría, y es servido mejor que Dios mismo; d) el vencido, a quien el vencedor brinda sus hijos para que los devore; e) el artífice de los pecados de la carne, para quienes la carne es nada, y que, por tanto, nada puede ser para la carne, a no ser que, en verdad, sea su creador y amo, como Dios; f) la mentira inmensa, realizada, personificada y eterna; g) la muerte que no puede morir; h) la blasfemia que la Palabra de Dios jamás silenciará; i) el envenenador de las almas, a quien Dios tolera por una contradicción de Su omnipotencia, o preserva como los emperadores romanos cuidaban a Locusta entre los trofeos de su reino; k) el criminal condenado, que todavía vive para maldecir a su Juez y todavía tiene un juicio pendiente, puesto que jamás se arrepentirá; 1) el monstruo aceptado como verdugo por el Poder Soberano, y que, según la enérgica expresión de un viejo autor católico, puede llamar a Dios el Dios del demonio al describirse como un demonio de Dios.
 
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nubarus
view post Posted on 9/3/2009, 17:11




Tal es el fantasma irreligioso que blasfema de la religión. ¡Fuera este ídolo que oculta a nuestro Salvador! ¡Abajo el tirano de la falsedad, el dios negro de los maniqueos, el Ahrimán de los viejos idólatras! ¡Viva Dios y Su Verbo encarnado, que vio a Satán caer de los cielos! ¡Viva María, la Madre Divina, que aplastó la cabeza de la serpiente infernal!

Así gritan al unísono las tradiciones de los santos, así gritan los cora-zones fieles. Atribuir grandeza alguna a un espíritu caído es calumniar a la Divinidad; atribuir realeza alguna al espíritu rebelde es estimular la rebelión y ser culpable, al menos con el pensamiento, del delito que el horror de la Edad Media denominó hechicería. Pues todas las transgre-siones que, en los viejos hechiceros, merecieron muerte, fueron crímenes reales y, en verdad, crímenes máximos. Robaron el fuego de los cielos, como Prometeo; cabalgaron sobre dragones alados y la serpiente vola-dora, como Medea; envenenaron el aire respirable, como la sombra del manzanillo; profanaron las cosas sagradas e incluso el cuerpo del Señor en obras destructivas y malévolas.

¿Cómo es posible todo esto? Porque hay un medio compuesto, un medio natural y divino, a un tiempo corpóreo y espiritual, un dúctil me-diador universal, un receptáculo común de las vibraciones móviles y las imágenes formales, un fluido y una fuerza que, en un sentido al menos, puede llamarse imaginación de la Naturaleza. Por mediación de esta fuer-za cada aparato nervioso se comunica secretamente; de allí derivan la simpatía y la antipatía, los sueños, los fenómenos de la segunda visión y de la visión extranatural. Este medio universal de las obras de la Natura-leza es el Od de los judíos y de Reichenbach, la Luz Astral de los marti-nistas, denominación ésta que preferimos como la más explícita.

La existencia y empleo posible de esta fuerza constituyen el gran secreto de la Magia Práctica; es la Vara Taumatúrgica y la Clave de la Magia Negra. Es la Serpiente Edénica que transmitió a Eva las seduc-ciones de un ángel caído. La Luz Astral calienta, ilumina, magnetiza, atrae, rechaza, vivifica, destruye, coagula, separa, interrumpe y une todo, bajo el ímpetu de voluntades poderosas. Dios la creó el primer día cuando dijo: "Hágase la luz". Esta fuerza es ciega, de por sí, pero la dirigen los Egrégores, es decir, los jefes de las almas o, en otras palabras, los espíritus energéticos y activos.

He aquí la completa teoría explicativa de los prodigios y milagros. ¿De hecho, cómo podrían el bien y el mal, por igual, obligar a la Natu-raleza a revelar sus fuerzas ocultas? ¿Cómo podrían existir milagros divi-nos y diabólicos? ¿Cómo podría el espíritu réprobo e involuntariamente revelado tener más poder en ciertos modos y casos que el espíritu justo, que en verdad es tan potente en simplicidad y sabiduría, a no ser que postulemos un instrumento que todos pueden usar, bajo ciertas condicio-nes, pero algunos para el gran bien y otros para el gran mal?
 
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nubarus
view post Posted on 9/3/2009, 20:40




Los magos del Faraón realizaron, al principio, los mismos milagros que Moisés. El instrumento que empleaban era, por tanto, el mismo: sólo difería la inspiración; cuando se declararon vencidos, proclamaron que, para ellos, los poderes humanos habían alcanzado su límite, y que en Moisés debía existir algo sobrehumano. Esto tuvo lugar en Egipto, madre de iniciaciones mágicas, tierra donde todo era ciencia oculta, instrucción jerárquica y sagrada. Sin embargo, ¿era más difícil hacer aparecer mos-cas que ranas? Con seguridad, no; pero los magos sabían que la pro-yección fluídica mediante la cual los ojos pueden ser magnetizados no puede avanzar más allá de ciertos límites, y estos ya habían sido superados por Moisés.

Ocurre un fenómeno particular cuando el cerebro está congestionado o sobrecargado por la Luz Astral; la vista se vuelve hacia adentro, en vez de hacia afuera; cae la noche sobre el mundo externo y real, mientras brilla un resplandor fantástico sobre el mundo de los sueños; hasta los ojos físicos experimentan un leve temblor y se vuelcan hacia arriba debajo de los párpados. Entonces el alma percibe, por medio de imágenes, el reflejo de sus impresiones y pensamientos. Esto equivale a decir que la analogía subsistente entre la idea y la forma atrae, en la Luz Astral, un reflejo que representa esa forma, siendo la configuración la esencia de la luz vital; se trata de la imaginación universal, de la cual cada uno de nosotros se apropia una parte menor o mayor según nuestro grado de sensibilidad y memoria. Allí está el origen de todas las apariciones, de todas las visiones extraordinarias y de todos los fenómenos intuitivos pecu-liares de la locura o el éxtasis.

La apropiación o asimilación de la luz por parte de la sensibilidad clarividente es uno de los máximos fenómenos que la ciencia puede estu-diar. En un tiempo venidero podrá entenderse que ver es, en realidad, hablar, y que la conciencia de la luz es un crepúsculo de la vida eterna del ser, la palabra de Dios Mismo, Quien crea la luz, y que es pronunciada por toda inteligencia que concibe las formas y busca visualizarlas. "Há-gase la luz". La luz en forma de resplandor sólo existe para los ojos que la miran, y el alma enamorada del desfile de la belleza universal, fijando su atención en el luminoso escrito del libro interminable que se llama las cosas manifiestas, parece gritar, por su parte, como Dios en la alborada del primer día, las palabras sublimes y creadoras: Fiat lux.

No todos vemos con los mismos ojos, y la creación no es para todos la misma en color y forma. Nuestro cerebro es un libro impreso por dentro y por fuera, y ante el mínimo grado de excitación, el escrito se borronea, como ocurre continuamente en casos de embriaguez y locura. Entonces, la ensoñación triunfa sobre la vida real y hunde a la razón en un sueño que no sabe de despertar. Este estado de alucinación tiene sus grados; todas las pasiones son embriagueces; todos los entusiasmos son manías comparativas y graduadas. El amante sólo ve perfecciones infini-tas en torno del objeto que lo fascina. Pero, ¡oh infeliz infatuación de los voluptuosos!, mañana este olor a vino que hoy los seduce se convertirá en repugnante recuerdo, causante de miles de aversiones y ascos.

Comprender el uso de esta fuerza, sin jamás ser obsesionado ni po-seído por ella, es pisotear la cabeza de la serpiente, y esto es lo que apren-demos de la Magia de la Luz; en tales secretos están contenidos todos los misterios del magnetismo, y ese nombre puede aplicarse, en verdad, a toda la parte práctica de la antigua Magia Trascendental. El magnetismo es la vara de los milagros, pero sólo para los iniciados; pues para los irreflexivos e ignorantes que se divirtieran con él o lo convirtieran en juguete de sus pasiones, es tan peligroso como consumir la gloria que, según la fábula alegórica, destruyó a la demasiado ambiciosa Semele en los abrazos de Júpiter.

Uno de los grandes beneficios del magnetismo es que demuestra, me-diante hechos irrebatibles, la espiritualidad, la unidad y la inmortalidad del alma; y una vez certificadas estas cosas, Dios se manifiesta a todas las inteligencias y a todos los corazones. De allí en más, desde la fe en Dios y desde las armonías de la creación, somos conducidos hasta la gran armonía religiosa que no existe fuera de la jerarquía milagrosa y legítima de la Iglesia Católica, pues ésta es la única que preservó las tradiciones de la ciencia y la fe.
 
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nubarus
view post Posted on 9/3/2009, 21:36




La prístina tradición de la revelación única fue preservada bajo el nombre de Cabala por el sacerdocio de Israel. La doctrina cabalística, que es la de la Magia Trascendental, está contenida en el Sepher Yetzirah, el Zohar y el Talmud. Según esta doctrina, el absoluto es el Ser, y allí está la Palabra, que expresa la razón del Ser y de la vida. Por tanto, el prin-cipio es que el Ser es el ser, En el principio era el Verbo, que significa el que es, fue y será; y esta es la razón que habla. En el principio era el Verbo. El Verbo es la razón de la fe, y allí está también la razón de esa fe que da vida a la ciencia. El Verbo, o Logos, es el manan-tial de la lógica. Jesús es el Verbo Encarnado. La concordancia entre razón y fe, entre ciencia y credo, entre autoridad y libertad, se convirtió en estos tiempos modernos en el real enigma de la esfinge. Coincidente-mente con este gran problema se planteó el concerniente a los respectivos derechos del hombre y la mujer. Esto es inevitable, pues entre los diversos términos de una cuestión grande y suprema, hay una constante analogía, y las dificultades, como las correspondencias, son invariablemente las mis-mas. El aflojamiento de este nudo gordiano de la filosofía y la política se torna aparentemente paradójico, porque a fin de efectuar un acuerdo entre los términos de la ecuación requerida hay siempre una tendencia a confun-dir uno con otro. Si hay algo que merezca llamarse absurdo supremo es indagar cómo la fe se convierte en razón, la razón en credo, y la libertad en autoridad; o, recíprocamente, cómo la mujer se convierte en hombre, y el hombre en mujer. Hasta las definiciones se suman a tal confusión, y sólo manteniendo una perfecta distinción entre los términos podemos lle-varlos a un acuerdo. La distinción perfecta y eterna entre los dos términos prístinos ¿el silogismo creador, para la demostración de su armonía en virtud de la analogía de los opuestos, es el segundo gran principio de esa filosofía oculta, velada bajo el nombre de Cábala e indicada por todos los jeroglíficos sagrados de los viejos santuarios, y por los ritos, incluso ahora tan poco comprendidos, de la Masonería antigua y moderna.

Leemos en las Escrituras que Salomón construyó dos columnas de bronce frente a la puerta de su Templo; una de ellas se llamó Jachin y la otra, Boaz, que significa el fuerte y el débil. Estos dos pilares represen-taban al hombre y la mujer, a la razón y la fe, al poder y la libertad, a Caín y Abel, al derecho y el deber. Eran pilares del mundo intelectual y moral, el jeroglífico monumental de la antinomia inevitable respecto de la gran ley de creación. El significado es que toda fuerza postula una resistencia sobre la que pueda trabajar; toda luz, una sombra como su contraste; toda convexidad, una concavidad; todo influjo, un receptáculo; todo reinado, un reino; todo soberano, un pueblo; todo obrero, una mate-ria apta; todo conquistador algo que vencer. La afirmación se apoya en la negación; el fuerte sólo puede vencer debido a la debilidad; la aris-tocracia no puede manifestarse sino encumbrándose sobre el pueblo. Para el débil convertirse en fuerte, para el pueblo adquirir una posición aristo-crática, es una cuestión de transformación y progreso, pero esto sin per-juicio de los primeros principios; el débil será siempre débil y nada importa si no se trata siempre de la misma persona. El pueblo, de manera similar, seguirá siendo siempre el pueblo, la masa que es gobernada y no es capaz de gobernar. En el vasto ejército de los inferiores, toda emanci-pación personal es una deserción automática que, felizmente, es impercep-tible porque es reemplazada, también automáticamente; una nación regia o un pueblo de reyes presupondría la esclavitud del mundo y la anarquía en una sola ciudad, fuera de toda disciplina, como en Roma en la época de su máxima gloria. Una nación de soberanos sería inevitablemente tan anárquica como una clase de expertos o eruditos que se considerasen amos; nadie los escucharía; todos dogmatizarían y darían órdenes simultánea-mente.
 
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nubarus
view post Posted on 9/3/2009, 23:11




La emancipación radical de la mujer cae dentro de la misma cate-goría. Si la mujer abandona integral y radicalmente el estado pasivo e ingresa en el activo, abdica de su sexo y se convierte en hombre, o más bien, como tal transformación es físicamente imposible, logra la afirmación mediante una doble negación, ubicándose fuera de ambos sexos, como un estéril y monstruoso andrógino. Estas son estrictas consecuencias del gran dogma cabalístico respecto de la distinción de los opuestos que alcanza la armonía por la analogía de sus proporciones. Una vez reconocido este dogma, y universalizada la aplicación de sus resultados por la ley de las analogías, significará un descubrimiento de los máximos secretos relativos a la simpatía y antipatía maternas; significará también un descubrimiento de la ciencia del gobierno en lo político, en el matrimonio, en todas las ramas de la medicina oculta, ya se trate de magnetismo, homeopatía o influencia moral. Además, y como se pretende explicar, la ley del equi-librio en la analogía conduce al descubrimiento de un medio universal, otrora Gran Secreto de los alquimistas y magos de la Edad Media. Se ha dicho que este medio es una luz de vida por la que los seres animados se tornan magnéticos, siendo la electricidad sólo su accidente y su pertur-bación, efímera, por así decirlo. La práctica de esa Cábala maravillosa a la que volveremos luego, para satisfacción de quienes buscan, en las cien-cias secretas, más bien emociones que sabias enseñanzas, reposa entera-mente en el conocimiento y uso de este medio.

La religión de los cabalistas es, a la vez, hipótesis y certidumbre, pues avanza de lo conocido a lo desconocido con el auxilio de la analogía. Reconoce a la religión como una necesidad de la humanidad, como un hecho evidente y necesario, y esto solo es lo que para ellos es revelación divina, permanente y universal. No discuten sobre nada de lo que existe sino que aportan la razón de todo. De igual modo, su doctrina, al distin-guir claramente la línea demarcatoria que debe existir siempre entre la ciencia y la fe, proporciona una base para la fe en la razón suprema, garan-tizando su duración irrefutable y permanente. Después de esto siguen las formas doctrinarias populares que pueden variar solas y de igual modo destruirse recíprocamente; al cabalista no sólo no lo perturban las triviali-dades de esta índole sino que de inmediato puede suministrar una razón respecto de las fórmulas más asombrosas. De esto se desprende que su plegaria puede unirse a la de la humanidad en general, para dirigirla me-diante ilustraciones de la ciencia y la razón, e introducirla en cauces ortodoxos. Si se menciona a María, reverenciará en ella la realización y todo lo que es divino en los sueños de la inocencia, todo lo que es adorable en el entusiasmo sagrado de todo corazón maternal. No será él quien rechace las flores que adornan los altares de la Madre de Dios, ni los blancos estandartes de sus capillas, ni siquiera las lágrimas por sus inge-nuas leyendas. No será él quien se burle del Dios recién nacido que llora en el pesebre, ni de la lacerada víctima del Calvario. No obstante, desde el fondo de su corazón, repite como los sabios de Israel y los fieles creyen-tes del Islam: No hay Dios sino Dios. Para los iniciados en la ciencia verdadera esto significa: No hay sino un solo Ser, y este es el Ser. Pero todo lo que es apropiado y conmovedor en las creencias (el esplendor de los ritos, el desfile de las creaciones divinas, la gracia de las oraciones, la magia de las esperanzas celestiales) ¿no es el resplandor de la vida moral en toda su juventud y belleza? Si algo puede separar al verdadero iniciado de las plegarias en público y de los templos, si algo puede suscitar su repugnancia o indignación contra las formas religiosas de toda clase, eso sería la manifiesta incredulidad de sacerdotes o pueblo, la falta de dignidad en las ceremonias del culto; en una palabra, la profanación de las cosas santas. Dios está verdaderamente presente cuando lo adoran las almas recogidas y los corazones tiernos; está ausente, sensible y terriblemente, cuando se lo discute sin luz ni celo, es decir, sin comprensión ni amor.
 
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leviathan1
view post Posted on 9/3/2009, 23:33




El concepto adecuado sobre Dios según el cabalismo instruido es el revelado por San Pablo cuando dijo que, para llegar a Dios, debemos creer que El existe y recompensa a quienes Le buscan. De modo que no hay nada fuera de la idea del ser en combinación con la idea del bien y la justicia: estos solos son absolutos. Decir que no hay Dios, o definir lo que El es, constituye igual blasfemia. Toda definición de Dios aventu-rada por la inteligencia humana es una receta de empirismo religioso, de donde la superstición extraerá subsiguientemente un demonio.

En el simbolismo cabalístico Dios está siempre representado mediante una imagen duplicada: una derecha, la otra invertida; una blanca, y la otra, negra. De esa manera los sabios buscaron expresar los conceptos inteligentes y vulgares de la misma idea: la del Dios de la luz, y la del Dios de la oscuridad. La comprensión errónea de este símbolo debe refe-rirse al Ahrimán persa, el antepasado negro, pero divino, de todos los demonios. El sueño del rey infernal no es sino una falsa noción de Dios.

La luz carente de sombra sería invisible para nuestros ojos, puesto que produciría un brillo superpotente, igual a la máxima oscuridad. En las analogías de esta verdad física, entendidas y consideradas adecuada-mente, se hallará una solución de uno de los problemas más terribles, el origen del mal. Pero captar esto plenamente, junto con todas sus conse-cuencias, no compete a la multitud, que no debe penetrar tan prestamente en los secretos de la armonía universal. Sólo después que el iniciado de los Misterios eleusinos atravesaba victoriosamente todas las pruebas, y veía y tocaba las cosas santas, y si era considerado lo bastante fuerte como para soportar el último y más terrible secreto, un sacerdote velado le aprobaba y, a paso rápido, pronunciaba en su oído las palabras enig-máticas: Osiris es un dios negro. Así era Osiris —cuyo oráculo es Tifón— y así era el divino sol religioso de Egipto, súbitamente eclipsado, que se convirtió en la sombra de la grande e indefinible Isis que es todo lo que fue y será, y cuyo velo eterno nadie levantó.

La luz es el principio activo de los cabalistas, mientras la oscuridad es análoga al principio pasivo, por cuya razón consideraban al sol y la luna emblemas de los dos sexos divinos y de las dos fuerzas creadoras. De igual modo atribuían a la mujer las primeras tentaciones y el pecado, y subsiguientemente el primer parto, el maternal alumbramiento de la reden-ción: la luz renace del vientre de la oscuridad. El vacío atrae al plenum, y así el abismo de la pobreza y la miseria, el falso mal, semejante a la nada, y la efímera rebelión de las criaturas, atraen eternamente un océano de ser, riqueza, misericordia y amor. Esto interpreta el símbolo del Cristo que desciende en el infierno luego de derramar sobre la cruz toda la inmensidad del perdón más maravilloso.

Mediante la misma ley de la armonía en la analogía de los opuestos los cabalistas explican también todos los misterios del amor sexual. ¿Por que esta pasión es más permanente entre dos naturalezas desiguales y dos caracteres contrarios? ¿Por qué en el amor existe siempre uno que inmola y otro que es víctima? ¿Por qué las pasiones más obstinadas son aquellas cuya satisfacción parecería imposible? Asimismo, mediante esta misma ley habrían decidido de una vez y para siempre la cuestión de la prece-dencia entre los sexos, como la adelantara con plena seriedad el Saint-Simonismo en nuestro tiempo. Al ser la fuerza natural de la mujer la de la inercia o resistencia, habrían dispuesto que la modestia es el más im-prescindible de sus derechos, y por ende que ella no debe realizar ni desear nada que exija una especie de temeridad masculina. Por el otro lado, la Naturaleza proveyó a este fin dotándola de voz suave para que no se la oiga en las grandes asambleas, a no ser que la eleve a un tono ridiculamente discordante. Por ello, quienes aspiran a las funciones del sexo opuesto deben falsificar las prerrogativas del propio. No sabemos a qué punto puede llegar en el gobierno de los hombres, pero es cierto al menos que, cuando llegue a eso, perderá el amor de los hombres y, lo que será más cruel para ella, el amor de sus hijos.

La ley conyugal de los cabalistas proporciona además, por analogía, una solución del problema más interesante y difícil de la filosofía moder-na: el acuerdo entre razón y fe, entre autoridad y libertad de conciencia, entre ciencia y credo. Si la ciencia es el sol, el credo es la luna: un reflejo del día en medio de la noche. La fe es el suplemento de la razón en la oscuridad dejada por la ciencia delante y detrás de sí. Emana de la razón pero no puede ser confundida con ella ni llevarla a confesión. Las intru-siones de la razón en la fe o de la fe en la razón son eclipses de sol o luna. Cuando ocurren, la fuente lumínica y el reflector se inutilizan.
 
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nubarus
view post Posted on 11/3/2009, 18:47




La ciencia perece a causa de sistemas que no son sino creencias, y la fe sucumbe ante la razón. A fin de sostener el edificio, los dos pilares del templo deben estar paralelos y separados. Cuando se los junta a la fuerza, como lo hiciera Sansón, se desmoronan, y todo el edificio se de-rrumba sobre el ciego fanático o revolucionario, cuyo resentimiento per-sonal o nacional lo destinó de antemano a morir. Las luchas entre los poderes espirituales y temporales, en todos los períodos de la humanidad, fueron disputas sobre manejos domésticos. El Papado ha sido una madre celosa, queriendo suplantar un marido en el poder temporal, y ha perdido la confianza de sus hijos, mientras el poder temporal, en su usurpación del sacerdocio, no es menos ridículo que el hombre que pretende saber mejor que la madre cómo dirigir el hogar y los niños. Los ingleses, por ejemplo, desde el punto de vista moral y religioso, semejan niños arro-pados por hombres, como podemos apreciarlo por su melancolía y embo-tamiento.

Podríamos comparar la doctrina religiosa con el cuento que narra una nodriza, y que es ingenioso y beneficioso en lo moral. Para el niño es perfectamente verdadero y el padre sería muy necio refutándolo. Dése por tanto a las madres el monopolio de los cuentos de hadas, de los cán-ticos y cuidados hogareños. La maternidad es un carácter del sacerdocio, y debido a que la Iglesia debe ser solamente madre, el sacerdote católico renuncia al derecho masculino y le transfiere de antemano su derecho de paternidad. Jamás debe olvidarse que el Papado o no es nada o es la madre universal. Incluso puede ser que la Papisa Juana de la que los protestantes elaboraron un cuento escandaloso, sea sólo una ingeniosa alegoría, y cuando los soberanos Pontífices utilizaron mal a los Empe-radores y Reyes, fue la Papisa Juana que trataba de golpear a su marido, para gran escándalo del mundo cristiano De igual manera los cismas y las herejías fueron disputas conyugales: la Iglesia y el Protestantismo hablan mal una del otro y viceversa, se lamentan recíprocamente, dan muestras de evitarse y estar mutuamente fatigados, como esposos que vi en separados.

Sólo mediante la Cabala todo se explica y reconcilia. Todas las demás doctrinas se vivifican y fructifican por ella; la Cabala nada destruye y, por el contrario, da razón de todo lo que existe. Así todas las fuerzas del mundo están al servicio de esta ciencia única y suprema, mientras el cabalista verdadero puede usar a su antojo, sin hipocresía ni falsedad, la ciencia poseída por los sabios y el celo de los creyentes. Ese cabalista es más católico que Maistre, más protestante que Lutero, más judío que el Rabino supremo, y más profeta que Mahoma. ¿No se halla por encima de los sistemas y pasiones que oscurecen la verdad? ¿No puede reunir a voluntad sus dispersos rayos, reflejados de modos tan variados en todos los fragmentos del espejo roto que es la fe universal, fragmentos tomados por los hombres para tantos credos opuestos? Hay un solo ser, una sola ley y una sola fe, como hay una solo raza humana:

En tales alturas intelectuales y morales la mente y el corazón huma-nos entran en la paz profunda. "Paz profunda, hermanos míos", tal es la palabra clave de la Masonería del Grado Supremo, que es la asociación de los iniciados cabalistas.

La guerra que la Iglesia se io obligada a entablar contra la Magia la exigieron las profanaciones de los falsos gnósticos, pero la ciencia verdadera de los Magos es esencialmente católica, basando toda su reali-zación en el principio jerárquico. Ahora bien, la única jerarquía seria y absoluta se halla en la Iglesia Católica, y es por ello que los adeptos verdaderos le demostraron siempre respeto y obediencia profundísimos. Sólo Enrique Khunrath fue decidido protestante, pero en esto era un ale-mán de su época más bien que un ciudadano místico del Reino eterno.

 
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nubarus
view post Posted on 11/3/2009, 19:16




La esencia del anti-cristianismo es exclusión y herejía; es la parti-ción del cuerpo de Cristo, según la bella expresión de San Juan: Omnis spiritus qui solvit Christum hic Antichristum est. La razón es que la reli-gión es caridad y que no hay caridad en la anarquía. La Magia también tiene sus anarquistas, sus creadores y sectarios, sus taumaturgos y hechi-ceros. Nuestro propósito es vindicar la legalidad de la ciencia respecto de las usurpaciones de la ignorancia, el fraude y la locura; más especialmente respecto a esto nuestra obra será útil, como asimismo enteramente nueva. Hasta ahora la Historia de la Magia ha sido presentada como anales de una cosa prejuzgada, o como crónicas —más o menos exactas— de una secuencia de fenómenos, viendo que nadie creía que la Magia perteneciera a la ciencia. Una relación seria de esta ciencia en su redescubrimiento, por así decirlo, debe poner en evidencia su evolución o progreso. Cami-namos por un santuario abierto en vez de hacerlo entre ruinas, y descu-brimos que los Lugares Santos, tanto tiempo sepultados bajo escombros de cuatro civilizaciones, se han conservado más maravillosamente que las momificadas ciudades que la excavación desenterró, con toda su belleza muerta y majestad desolada, debajo de la lava del Vesubio.

En su magnífica obra, Bossuet nos presentó a la religión ligada por doquier con la historia; ¿pero qué habría dicho si hubiese sabido que una ciencia que, en un sentido, nació con el mundo, proporciona una explicación de los dogmas prístinos, que pertenecen a la religión única y universal, en virtud de su combinación con los más irrefutables teoremas de la matemática y la razón? La Magia dogmática es la clave de todos los secretos, no sondeados aún por la filosofía de la historia, mientras la Magia Práctica sola abre el Templo Secreto de la Naturaleza, al poder de la voluntad humana que es siempre limitada, pero siempre progresista.

Distamos de cualquier pretensión impía de explicar 'os misterios de la religión por medio de la Magia, pero nuestra intención consiste en indicar de qué manera la ciencia está obligada a aceptar y reverenciar aquellos misterios. Ya no se dirá que la razón debe humillarse en presencia de la fe; por el contrario, debe honrarse creyendo, puesto que la fe salva a la razón de los horrores del vacío al borde del abismo, y es el eslabón de unión con el infinito. La ortodoxia en religión es respeto por la jerarquía como único guardián de la unidad. No temamos, por tanto, repetir que la Magia es esencialmente la Ciencia de la Jerarquía, recordando clara-mente que, antes que todo lo demás, condena a las doctrinas anárquicas, mientras demuestra, mediante las leyes mismas de la Naturaleza, que la armonía es inseparable del poder y la autoridad.

El principal atractivo de la Magia para la gran cantidad de curiosos consiste en que ven en ella un medio excepcional para satisfacer sus pasio-nes. El horizonte del incrédulo es del mismo orden. El avaro negará que haya secreto alguno de Hermes relativo a la transmutación de los metales, pues de lo contrario lo compraría y así disfrutaría de la riqueza. Pero son necios quienes creen que tal secreto se vende. ¿De qué serviría el dinero a quienes pudieran fabricar oro? Eso es cierto, dice el escéptico, pero si tú, Eliphas Levi, lo poseyeras, ¿no serías más rico que nosotros? ¿Quién te ha dicho que soy pobre? ¿Te pedí que me dieras algo? ¿Dónde está el soberano del mundo que puede jactarse de haberme adqui-rido algún secreto de la ciencia? ¿Dónde está el millonario a quien di razón para que creyera que pondría mi fortuna contra la suya? Cuando miramos desde abajo la riqueza terrena podemos anhelarla como la felici-dad soberana, pero la desdeñamos al observarla desde arriba y compren-demos cuan pequeña es la tentación de recobrar lo que se dejó caer como un hierro caliente.
 
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nubarus
view post Posted on 13/3/2009, 18:51




Pero aparte de esto, un joven exclamará que si los secretos mágicos fuesen ciertos, los lograría para que todas las mujeres lo amasen. Nada de eso; día vendrá, pobre criatura, en que será demasiado ser amado por una sola de ellas, pues el deseo sensual es una orgía dual, cuya embria-guez hace que rápidamente sobrevenga la repugnancia, luego de lo cual se suceden la ira y la separación. Una vez hubo un idiota que quiso ser mago para asombrar al mundo. Pero si tú fueses mago, héroe mío, no serías imbécil, y ante el tribunal de tu conciencia no hallarías circunstan-cias atenuantes si te convirtieses en criminal.

El epicúreo, por su parte, pide las recetas de la Magia para disfrutar eternamente y no sufrir para nada. En este caso la ciencia misma inter-viene y dice, como también lo dice la religión: Bienaventurados los que sufren. Pero esa es la razón de porqué el epicúreo perdió la fe en la religión. "Bienaventurados los que lloran", pero el epicúreo se burla de esa promesa. Habrá que prestar atención a lo que dice la experiencia y la razón. Los sufrimientos prueban y despiertan los sentimientos generosos; los placeres promueven y fortalecen los bajos instintos. Los sufrimientos arman contra el placer; el goce engendra debilidad en el sufrimiento. El placer disipa; el dolor almacena. El placer es la roca del peligro en el hombre; el dolor de la maternidad es el triunfo en la mujer. El placer fecunda, mas el dolor concibe y da a luz. ¡Ay de quien no puede ni quiere sufrir! ¡El dolor le avasallará! La Naturaleza maneja sin lástima a quienes rehusan caminar; los arroja en la vida como en alta mar: debemos nadar o ahogarnos. Así son las leyes de la Naturaleza, como las enseña la Magia Trascendental. Reconsideremos ahora si uno puede convertirse en mago para disfrutarlo todo y no sufrir nada. Empero, el mundo pregun-tará: ¿De qué sirve la Magia en ese caso? ¿Qué habría respondido el profeta Balaam a su burra si el paciente bruto le hubiese preguntado de qué sirve la inteligencia? ¿Qué habría contestado Hércules si un pigmeo le hubiese preguntado de qué sirve la fuerza? No comparamos a la gente del mundo con los pigmeos y mucho menos con la burra de Balaam: eso sería falta de urbanidad y buen gusto. Decimos, por tanto, con toda la delicadeza posible, a esa gente brillante y amistosa, que para ella la Magia es absolutamente inútil, dando por sentado que nunca la tomarán en serio. Nuestra obra está dirigida a las almas que trabajan y piensan. Ellas hallarán aquí una explicación de cuanto quedó oscuro en nuestra Doctrina y Ritual. Basados en los lincamientos de los Grandes Maestros, hemos seguido el orden natural de los números sagrados en el plan y división de nuestras obras, por cuya razón esta Historia de la Magia está ordenada en siete libros con siete capítulos en cada uno. El primer libro está dedicado a los Orígenes de la Magia; es la génesis de esa ciencia; lo hemos dotado de la clave de la letra Aleph, que expresa cabalísticamente la unidad ori-ginal y prístina. El segundo libro contiene fórmulas históricas y sociales de la palabra mágica de la antigüedad; su sello es la letra Beth, que sim-boliza la diada como expresión de la palabra que realiza, el rasgo especial de la gnosis y del ocultismo. El tercer libro se refiere a las realizaciones de la ciencia antigua en la sociedad cristiana. Demuestra de qué manera, incluso para la ciencia misma, la palabra se hace carne. El número tres es el de la generación, la realización, y la clave es la letra Gimel, jeroglífico del nacimiento. En el cuarto libro penetramos en el poder civilizador de la Magia entre las razas bárbaras, en las producciones naturales de esta ciencia entre pueblos aún en la infancia, en los misterios de los druidas y sus milagros, en las leyendas de los bardos, y se demuestra de qué manera concurrieron estas cosas a la formación de las sociedades modernas pre-parando así una victoria brillante y permanente para el cristianismo. El numero cuatro expresa la Naturaleza y la fuerza, mientras la letra Daleth, que lo significa en el alfabeto hebreo, está representada en la de los caba-listas por un emperador en su trono. El quinto libro está consagrado a la era sacerdotal de la Edad Media, y estamos presentes en las disensiones y luchas de la ciencia, en la formación de las sociedades secretas, en sus logros desconocidos, en los ritos secretos de los grimorios, en los misterios de la Divina Comedia, en las divisiones dentro del santuario, que debían conducir después a una gloriosa unidad. El número cinco es el de la quintaesencia, la religión y el sacerdocio; su rasgo es la letra He, representada en el alfabeto mágico por el símbolo de un sumo sacerdote. El sexto libro demuestra la intervención de la Magia en la obra de la Revo-lución. El número seis es el del antagonismo y la disputa como prepara-ción para la síntesis universal, y la letra correspondiente es Vau, símbolo del lingam creador y de la guadaña de la muerte. El séptimo libro es sintético, y contiene una exposición de obras y descubrimientos modernos, nuevas teorías sobre la luz y el magnetismo, la revelación del gran secreto rosacruz, la explicación de los alfabetos misteriosos, la ciencia de la palabra y sus obras mágicas; en fin, el resumen de la ciencia misma, incluyendo una apreciación de lo que realizaron los místicos contemporáneos. Este libro es complemento y culminación de la obra, como el septenario es la corona de los números, uniendo el triángulo de la idea con el cuadrado de la forma. Su letra correspondiente es Zain, y el jeroglífico cabalístico es un vencedor sobre un carro, tirado por dos esfinges.
 
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nubarus
view post Posted on 13/3/2009, 19:12




Lejos de nosotros está la ridicula vanidad de posar como vencedor cabalístico; sólo la ciencia es la que debe triunfar; y lo que exponemos ante el mundo inteligente, montados sobre el carro cúbico y arrastrados por esfinges, es la Palabra de la Luz, el Divino Realizador de la Cabala Mosaica, el Sol humano del Evangelio, el Dios-hombre que otrora llegó como Salvador y pronto se manifestará como Mesías, es decir, como rey definitivo y absoluto de las instituciones temporales. Este es el pensamiento que estimula nuestro coraje y sostiene nuestra esperanza. Pero ahora sólo resta someter todos nuestros conceptos, todos nuestros descubrimien-os y todos nuestros afanes al juicio infalible de la jerarquía. Que los autorizados hombres de ciencia se ocupen de lo que a la ciencia pertenece, pero que las cosas relacionadas con la religión queden aparte, sólo para la Iglesia y la única jerarquía eclesiástica, preservadora de la unidad, que ha sido católica, apostólica y romana desde los días de Cristo Jesús hasta ahora. Para los estudiosos, nuestros descubrimientos; para los obispos, nuestras aspiraciones y creencias. ¡Ay del niño que se cree más sabio que sus padres! ¡Ay del hombre que no reconoce maestros! ¡Ay del soñador que piensa y reza por sí! La vida es una comunión universal y en tal comunión hallamos la inmortalidad. Quien se aisla se abandona a la muerte, y una eternidad de aislamiento sería la muerte eterna.

ELIPHAS LEV1
 
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astaroth1
view post Posted on 13/3/2009, 19:43




LAS DERIVACIONES DE LA MAGIA

Capítulo I

LOS ORÍGENES FABULOSOS


El apócrifo Libro de Enoc dice que hubo ángeles que consintieron en caer de los cielos para tener contacto con las hijas de la tierra. "Pues en aquellos días los hijos de los hombres se habían multiplicado, naciéndoles hijas de gran belleza. Y cuando los ángeles, o hijos de los cielos, las vie-ron, se llenaron de deseos; entonces se dijeron: 'Vamos, escojamos esposas entre la raza del hombre, y engendremos hijos'. Su jefe, Samyasa, res-pondió entonces, diciendo: 'Tal vez os falte el valor necesario para cumplir esta decisión, y entonces yo solo deberé responder por vuestra caída'. Pero ellos juraron que de ningún modo se arrepentirían y que llevarían a cabo totalmente su propósito. Fueron 200 los que descendieron sobre el Monte Armón, y fue desde entonces que esa elevación recibió su designación, que significa Monte de Juramento. De allí en adelante siguen los nombres dé aquellos ángeles jefes que descendieron con este objeto: Samyasa, jefe supremo, Urakabarameel, Azibeel, Tamiel, Ramuel, Danel, Azkeel, Sa-rakuyal, Asael, Armers, Batraal, Anane, Zavebe, Sansaveel, Ertrael, Tu-rel, Jomiael y Arazial. Tomaron esposas, con las que tuvieron contacto, y a las que también enseñaron la Magia, el arte del encantamiento y las diversas propiedades de las raíces y los árboles. Amazarac instruyó sobre todos los secretos de los hechiceros; Barkaial fue maestro de quienes es-tudian las estrellas; Akibeel reveló los signos; y Azaradel enseñó los movimientos de la luna".

Esta leyenda del Libro cabalístico de Enoc es un relato distinto de la misma profanación de los Misterios que hallamos bajo otra forma sim-bólica en la historia del pecado de Adán. Aquellos ángeles, los hijos de Dios, de quienes habla Enoc, fueron iniciados en la Magia, y la comu-nicaron a los profanos, empleando mujeres incautas como instrumentos. Hendieron la roca del atractivo sensual, se enamoraron del sexo femenino y les fueron sonsacados desprevenidamente los secretos de la realeza y el sacerdocio. La civilización primitiva se derrumbó como consecuencia de ello; los gigantes, símbolo de fuerza bruta y apetito indomable, lucharon juntos por el mundo, que sólo se libró por inmersión en las aguas del Di-luvio; simbolizaba la confusión universal a que fue llevada necesariamente la humanidad al ignorar y menoscabar las armonías de la Naturaleza. Hay afinidad entre la caída de Samyasa y la de Adán; a ambos los sedujo la lujuria; ambos profanaron el Arbol del Conocimiento; y ambos fueron apartados del Arbol de la Vida. No es menester discutir aquí las opi-niones, o más bien la simplicidad, de quienes encaran todo literalmente y creen que el conocimiento y la vida manifestáronse otrora bajo forma de árboles: más bien reconozcamos solamente el hondo significado de los símbolos sagrados. Cuando se come su fruto, el Arbol del Conocimiento inflige realmente muerte; ese fruto es el adorno de este mundo; las man-zanas doradas son el resplandor de la tierra.
 
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