La caída de los ángeles rebeldes
La pintura "demoníaca" de Brueghel el ViejoSi hay un pintor que llegó a crear una obra comparable –en lo que se refiere a la representación de composiciones complejas y repletas de personajes fantásticos– a la del también flamenco El Bosco, ese fue sin duda Pieter Brueghel el Viejo.
Su relativamente corta carrera –falleció a los 44 años de edad– dio lugar a varias decenas de pinturas, de las que hoy sólo se conservan poco más de cuarenta, repartidas en varios museos de todo el mundo, aunque las colecciones más importantes se reparten entre el Kunsthistorisches Museum de Viena y los Reales Museos de Bellas Artes de Bruselas.
Es precisamente en esta última institución donde se conserva una de las obras maestras de este genio de la pintura flamenca: ‘La caída de los ángeles rebeldes’, un óleo sobre tabla en el que Brueghel quiso emular –y superar– el arte de El Bosco.
En la época en la que Brueghel realizó esta pintura –hacia 1562–, el estilo pictórico dominante estaba influido por la moda italiana. El pintor de Breda, sin embargo, decidió recuperar la tradición plasmada por El Bosco, para entonces ya pasada de moda. Y al seguir la estela de su paisano, Brueghel dio forma a una de las obras más fascinantes de todo su tiempo.
La pintura refleja un pasaje del libro del Apocalipsis, concretamente el momento en el que los ángeles rebeldes son expulsados y derrotados por el arcángel San Miguel y sus cohortes. Así, la obra muestra al arcángel –con armadura dorada y capa azul– en el centro de la tabla, luchando contra el dragón de siete cabezas coronadas.
Los ángeles caídos, representados con formas demoníacas de aspecto fantástico y una clara influencia de las obras de El Bosco, forman una muchedumbre que, en remolino, son expulsados por los ángeles desde un círculo de luz situado en las alturas, hasta ocupar con sus cuerpos monstruosos dos tercios de la pintura.
Lo más destacable de la obra, además de la abigarrada composición formada por incontables cuerpos que se retuercen en medio de la lucha, es la original e imaginativa forma en la que Brueghel representó a los demonios. Para ello, tomó elementos existentes en el mundo natural –animales, plantas y seres humanos– y los combinó con objetos creados por el hombre hasta dar lugar a unos seres híbridos surgidos de la peor de las pesadillas.
Fruto de ese ejercicio creativo encontramos figuras sorprendentes, con demonios con cabeza de hombre, alas de mariposa y cuerpo de pez, bestias imposibles con aspecto de reptil e insecto en un mismo cuerpo, o instrumentos musicales con cabeza y extremidades.
La maestría de Brueghel al representar a toda esta colección de seres deformes y repulsivos consigue dotar a la obra de una atmósfera desagradable e inquietante, que sin lugar a dudas debió causar una notable desazón en los espectadores de su época.
La pintura –que junto al resto de la obra de Brueghel ha sido objeto de un reciente estudio elaborado por la historiadora Tine Meganck, de los museos de Bruselas–, aprovecha la representación del episodio del Nuevo Testamento para transmitir el mensaje de los peligros del orgullo del Hombre, aunque incluye –según las últimas investigaciones–, alusiones al arte, el conocimiento y la política de la época del artista, en un momento previo a la Rebelión holandesa.
Toda una obra cumbre de la pintura universal repleta de mil y un detalles que sólo es posible adivinar con una visión detenida y minuciosa de la pintura. Por suerte, hoy es posible escudriñar hasta el último rincón de la creación de Brueghel gracias a la existencia de una imagen en altísima resolución –utilizando la técnica Gigapixel– que puede consultarse a través del servicio Google Art Project. Toda una delicia para la vista.