El Evangelio de Bernabé

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astaroth1
view post Posted on 13/2/2016, 04:57




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EL EVANGELIO DE BERNABÉ

(Fragmento italiano)


1. En el momento en que los judíos se preparaban para ir a capturar en el huerto de los
Olivos a Jesús, éste fue arrebatado al tercer cielo.
2. Porque no morirá hasta el fin del mundo, y se crucificó a Judas en su lugar.
3. Dios permitió que el discípulo traidor pareciese a los judíos hasta tal punto
semejante en su rostro a Jesús, que lo tomasen por él, y que, como a tal, lo entregasen
a Pilatos.
4. Aquella semejanza era tamaña, que la misma Virgen María y los mismos apóstoles
fueron engañados por ella.
5. Y, el día en que se publicó el decreto del Gran Sacerdote, la Virgen María volvió a
Jerusalén con Jacobo, con Juan y conmigo.
6. Y, temerosa de Dios, y aun sabiendo que el decreto del Gran Sacerdote era injusto,
ordenó a los que residían con ella que olvidasen a su Hijo, profeta tan santo, y muerto,
sin embargo, con tanta ignominia.
7. Mas Dios, que conoce lo que pasa en el corazón de los hombres, comprendía que
estábamos abrumados de dolor, a causa de la muerte de Judas, la cual mirábamos
como la de Jesús mismo, nuestro maestro, y que experimentábamos el más vivo deseo
de verlo, después de su resurrección.
8. He aquí por qué los ángeles que guardaban a la Virgen María subieron al tercer
cielo, en que Jesús estaba acompañado de sus ángeles, y lo enteraron de lo que
ocurría.
9. Entonces Jesús pidió a Dios que le diese medios de ver a su madre y a sus
discípulos.
10. Y Dios, lleno de misericordia, ordenó a cuatro de sus ángeles más queridos,
Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel, que llevasen a Jesús a la casa de su madre, y que lo
guardasen allí durante tres días consecutivos, no dejándolo ver por más personas que
por las que creyesen en su doctrina.
11. Y Jesús, rodeado de esplendor, llegó a la habitación en que estaba la Virgen María,
con sus dos hermanas, y Marta con María Magdalena, y Lázaro conmigo, y Juan con
Jacobo y con Pedro. Y, al verlo, fuimos presa de tal pavor, que caímos todos al suelo
como muertos.
12. Mas Jesús, levantando a su madre y a sus discípulos, dijo: No temáis, ni lloréis,
porque vivo estoy, y no difunto, como habéis creído.
13. Y cada cual permaneció largo tiempo como fuera de sí, ante el asombro de ver a
Jesús, a quien juzgaban muerto.
14. Y, con grandes gemidos, la Virgen exclamó: Te ruego, hijo mío, que me digas por
qué, habiéndote dado Dios el poder de resucitar a los muertos, has sufrido la muerte
tú, con gran vergüenza para tus parientes y para tus amigos, y con gran oprobio para
tu doctrina, de suerte que todos los que te aman están como heridos de estupor y de
agonía.
15. Mas Jesús, abrazando a su madre, repuso: Puedes creerme, madre mía, cuando
afirmo que nunca he muerto, y que Dios me ha reservado hasta el fin del mundo.
16. Y, habiendo hablado así, ordenó a los cuatro ángeles que se dejasen ver, y que
diesen testimonio del modo como las cosas habían ocurrido.
17. Y los ángeles aparecieron como cuatro soles deslumbrantes, y de nuevo todos los
asistentes, presa de pavor, cayeron como muertos.
18. Entonces Jesús dio cuatro velos a los ángeles para que se cubriesen, y para que, de
esta manera, su madre y sus discípulos pudiesen soportar su aspecto, y oírlos hablar.
19. Y, animándolos a ello, dijo: He aquí a los ministros de Dios. Gabriel anuncia los
secretos divinos. Miguel combate a los enemigos del Altísimo. Rafael recibe las almas
de los muertos. Uriel, en el último día, llamará a juicio a todos los hombres.
20. Y los ángeles contaron a la Virgen lo que Dios les había mandado, y cómo Judas
había sufrido una transformación para que sufriese la pena que había querido infligir a
otro.
21. Y yo, Bernabé, dije a Jesús: ¿Me permitirás, oh maestro, dirigirte una pregunta,
como cuando habitabas entre nosotros?
22. Y Jesús repuso: Pregunta, Bernabé, todo lo que quieras, y te responderé.
23. Y yo inquirí: Maestro, puesto que Dios es misericordioso, ¿por qué nos ha
atormentado así, y por qué ha consentido que creyésemos que había muerto, mientras
tu madre te lloraba hasta el punto de hallarse muy cerca de morir también? Y a ti, que
eres el Santo de Dios, ¿cómo éste te ha dejado expuesto a la infamia de morir sobre el
Calvario, entre dos ladrones?
24. Y Jesús contestó: Créeme, Bernabé. Siendo Dios la pureza misma, no puede ver en
sus servidores la menor falta, que no castigue severamente. Y, como mi madre y mis
discípulos me amaban con un afecto demasiado terrestre y humano, Dios, que es
justo, ha querido castigar este afecto en el mundo mismo, y no hacerlo expiar por las
llamas del infierno. Aunque yo hubiese llevado en la tierra una vida inocente, no
obstante, como los hombres me habían llamado Dios e Hijo de Dios, mi Padre, no
queriendo que fuese, en el día del juicio, un objeto de burla para los demonios,
prefirió que fuese en el mundo un objeto de afrenta por la muerte de Judas en la cruz,
y que todos quedasen persuadidos de que yo había sufrido este suplicio infamante. Y
esa afrenta durará hasta la muerte de Mahoma, que, cuando venga al mundo, sacará de
semejante error a todos los que creen en la ley de Dios.
 
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astaroth1
view post Posted on 13/2/2016, 05:23




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Capítulo V

El Evangelio de Bernabé


A pesar de que ninguno de los Evangelios oficialmente aceptados hoy
en día —la autenticidad del Evangelio de Bernabé sigue siendo cuestionada
por la Iglesia establecida porque su contenido contradice los dogmas
oficiales en varios puntos fundamentales— han sido autentificados objetivamente
(en su lugar se proclama de forma aplastante que son “inspirados
por la divinidad”), el “Evangelio de Bernabé” continúa siendo una lectura
fascinante, en especial porque parece ser el único Evangelio superviviente
escrito por un discípulo cercano a Jesús, la paz sea con él, durante los tres
años en los que éste divulgó su mensaje.
Bernabé disponía de una experiencia directa y de un conocimiento de
la enseñanza de Jesús que no tenían parangón con los autores de los otros
cuatro Evangelios oficialmente aceptados. No se sabe cuándo escribió lo
que recordaba de Jesús y su enseñanza; no se sabe si los acontecimientos
y los discursos fueron registrados al mismo tiempo que tenían lugar o si lo
hizo poco después de que Jesús abandonara la tierra, llevado por el temor
de que la enseñanza fuera alterada o se perdiera para siempre. Es posible
que no escribiera nada hasta su regreso del viaje a Chipre con Juan Marcos.
Como ya hemos visto, este viaje tuvo lugar poco tiempo después de la desaparición
de Jesús y una vez abandonada la compañía de Pablo de Tarso;
éste último había rehusado emprender cualquier otro viaje con Bernabé en
el que Marcos estuviera presente. Pero sin que nos importe cuándo fue escrito
y a pesar de que, como los otros cuatro Evangelios aceptados, también
sufriera las traducciones a varios idiomas, el Evangelio de Bernabé sigue
siendo una relación de la vida de Jesús narrada por un testigo presencial.
Tanto los que tienen un interés personal en “demostrar” que el “Evangelio
de Bernabé” es una falsificación, como los que quieren averiguar la
verdad sin importar cual sea, todos afirman con prontitud que aunque los
primeros padres de la iglesia mencionan a menudo en sus escritos el Evangelio
de Bernabé, ello no implica necesariamente que lo que parece ser
una traducción al italiano del siglo XVI que está en la Biblioteca Imperial
de Viena, sea necesariamente una traducción fidedigna del original escrito
en el siglo I. Es evidente que durante los siglos intermedios se han podido
introducir todo tipo de cambios.
Debe señalarse también que esta observación es aplicable por igual a
los cuatro Evangelios oficialmente aceptados (los manuscritos más antiguos,
que son la base de los textos actuales, están escritos en griego —no en
hebreo o arameo— y están fechados en el siglo IV d. C., tres siglos después
de que la probable redacción original tuviera lugar). Esta posibilidad nunca
ha sido considerada con detalle por la Iglesia establecida dado que su autoridad
habría sido seriamente dañada como resultado de esta observación.
Por otro lado también se puede argumentar que, sopesadas las probabilidades,
si los cuatro Evangelios aceptados son más o menos precisos, lo
mismo puede decirse del “Evangelio de Bernabé”, puesto que gran parte
de su contenido tiene mucho en común con los cuatro Evangelios aceptados,
estando incluso a menudo de acuerdo. No obstante hay dos diferencias
fundamentales entre el “Evangelio de Bernabé” y los otros cuatro Evangelios:
la narración de quién fue crucificado y las referencias específicas a
la futura venida del Profeta Muhammad a quien Allah bendiga y conceda
paz. Ambos temas aparecen en el “Evangelio de Bernabé” pero no en los
otros Evangelios.
En última instancia, la evaluación de los contenidos de cualquiera de
los Evangelios tiene que ser extremadamente subjetiva. Las palabras mencionadas
en un versículo determinado sonarán a cierto o no, y la reacción
de un lector en particular puede ser diferente a la de otro.
En lo que respecta a las menciones que se han hecho del Evangelio
de Bernabé durante los últimos dieciocho siglos —hecho que confirma la
existencia del Evangelio, aunque en nuestros días no sea ya la versión ori-
ginal— se ha establecido sobradamente que el Evangelio de Bernabé era
aceptado como Evangelio canónico en las iglesias de Alejandría hasta bien
entrado el año 325 d. C.
Por los escritos de Irineo (130-200 d. C.), activo defensor de la Unidad
Divina, se sabe también que el Evangelio de Bernabé circulaba entre la gente
durante los siglos I y II después del nacimiento de Jesús. Irineo se oponía
a Pablo y a sus seguidores a los que acusaba de ser responsables de la introducción,
en la enseñanza original de Jesús, de la religión pagana romana
y de la filosofía platónica. Para defender sus ideas citaba profusamente el
Evangelio de Bernabé.
También es evidente, a partir de la investigación relativamente reciente
investigación conducida con el ánimo genuino de descubrir lo que había
sucedido que el conflicto surgido entre los seguidores Unitarios de Jesús
pertenecientes a la Tribus de Israel por un lado, y por el otro los seguidores
europeos de Pablo que no pertenecían a las Tribus de Israel y cuyas vidas
estaban enraizadas en un legado cultural y filosófico diferente, tuvo lugar
en los primeros tiempos de la historia de la Iglesia cristiana —antes incluso
de que los primeros cristianos comenzaran a utilizar cada vez con más frecuencia
los textos escritos en vez de lo que se había transmitido de forma
oral.
En su obra, “La Biblia, el Corán y la Ciencia”, el Dr. Maurice Bucaille
se refiere a estos dos grupos con los nombres de los Judeocristianos y los
cristianos Paulinos. Su visión de los orígenes y las relaciones entre estos
dos grupos —una visión a la que llegó tras una investigación exhaustiva y
un análisis detallado— confirma que el conflicto entre ambos grupos era,
al menos al principio, no tanto ideológico como de forma de comportarse,
tal y como indica su resumen de un artículo publicado por el Cardenal Daniélou
en el año 1967 y en el que se cita abundantemente el texto original
del Cardenal.
“Después de la partida de Jesús, el ‘pequeño grupo de apóstoles’ formó
una ‘secta judía que siguió fielmente la forma de adoración que se practicaba
en el Templo’. No obstante, cuando se introdujeron las costumbres de
los nuevos conversos procedentes del paganismo, se les ofreció, en cierto
modo, un ‘sistema especial’: el Concilio de Jerusalén del año 49 d. C. les
permitía estar exentos de la circuncisión y otras prácticas judías; ‘muchos
judeocristianos rechazaron estas concesiones’. Este grupo está claramente
separado del de Pablo. Más aún, Pablo y los judeocristianos estaban en
conflicto con respecto al tema de los paganos que se habían convertido al
Cristianismo (el incidente de Antíoca, 49 d. C.). ‘Para Pablo, la circuncisión,
el Sabbath. y la forma de adoración que se practicaba en el Templo estaban,
desde ese momento, desfasadas incluso para los judíos. El Cristianismo
tenía que liberarse de esa adhesión político-religiosa al judaísmo y abrirse
a los gentiles’.
Para los judeocristianos que seguían siendo ‘judíos leales’, Pablo era un
traidor. Hay documentos que lo tachan de ‘enemigo’ y lo acusan de ‘utilizar
una doble táctica’... ‘Hasta el año 70 d. C., el grupo judeocristiano representa
la mayoría de la Iglesia’ y ‘Pablo no es más que un caso aislado’. El
líder de la comunidad en esa época era Santiago, un pariente de Jesús. Junto
con él estaban Pedro (al principio) y Juan. ‘Santiago puede ser considerado
como el representante del grupo judeocristiano, grupo que se aferraba al
Judaísmo en clara oposición al Cristianismo Paulino’. La familia de Jesús
ocupa un lugar muy importante en la Iglesia judeocristiana de Jerusalén:
‘el sucesor de Santiago fue Simeón, hijo de Cleopas, un primo del Señor’.
El Cardenal Daniélou cita aquí documentos judeocristianos que recogen
la visión que tenía de Jesús la comunidad que se formó originalmente
en torno a los apóstoles: “El Evangelio de los Hebreos” (procedente de una
comunidad judeocristiana de Egipto), los escritos de Clemente: “Homilías
y Reconocimientos”, “Hypotyposeis”. el “Segundo Apocalipsis de Santiago”,
el “Evangelio de Tomás”. (Debe notarse aquí que todos estos escritos
serían más tarde declarados Apocryfa, e.d.: tenían que ser ocultados por la
Iglesia nacida del triunfo alcanzado por Pablo. Esta Iglesia suprimió partes
de la literatura evangélica para quedarse sólo con los cuatro Evangelios canónicos).
‘Los judeocristianos son los autores de los textos más antiguos de
la literatura cristiana’. El Cardenal Daniélou los menciona con todo detalle.
‘Durante los primeros cien años de la Iglesia, los judeocristianos eran
quienes predominaban y no sólo en Jerusalén y Palestina; las misiones ju-
deocristianas parecen haberse propagado por todas partes antes del advenimiento
Paulino. ‘Esto es lo que explica el conflicto al que aluden las cartas
de Pablo.’ Se trataba de los mismos adversarios con los que iba a encontrarse
una y otra vez: en Gálata, Corinto, Colose, Roma y Antíoca.
La costa Sirio-Palestina desde Gaza hasta Antíoca era judeocristiana
‘tal y como atestiguan los “Hechos de los Apóstoles” y los escritos de Clemente’.
En Asia Menor la existencia de los judeocristianos está mencionada
en las cartas de Pablo dirigidas a los Gálatas y los Colosenses. Los escritos
de Papias nos proporcionan información acerca de los judeocristianos de
Frigia. En Grecia, la primera carta de Pablo a los Corintios menciona a los
judeocristianos, especialmente en Apollos. Según la carta de Clemente y el
“Pastor de Hermas”, Roma era un ‘centro importante’ Para Tácito y Suetonio,
los cristianos eran una secta judía. El Cardenal Daniélou cree que la
primera evangelización de África fue judeocristiana. “El Evangelio de los
Hebreos” y los escritos de Clemente de Alejandría participan de la misma
visión de las cosas.
Es importante conocer estos hechos a fin de comprender el conflicto
entre comunidades que formaba el escenario en el que se escribieron los
Evangelios. Los textos de los que disponemos hoy en día, tras sufrir numerosas
adaptaciones de las fuentes originales, comenzaron a aparecer en el
año 70 d. C., época en la que las dos comunidades rivales estaban enzarzadas
en un fiero combate en el que aún dominaban los judeocristianos. El
Cardenal Daniélou explica el posterior declive de la siguiente manera:
‘Una vez desacreditados los judíos en el Imperio, los cristianos comenzaron
a separarse de ellos. Fue entonces cuando los pueblos helénicos
sometidos a la persuasión cristiana obtuvieron ventaja: Pablo había
logrado una victoria póstuma. El Cristianismo se separó política y sociológicamente
del judaísmo: se convirtieron en un tercer grupo. Sin embargo,
y en lo que se refiere al ámbito cultural, los judeocristianos siguieron
siendo el elemento predominante hasta la revuelta judía del año 140 d. C.’.
Desde el año 70 d. C. hasta un periodo situado poco antes del 110 d.
C. es cuando se producen los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
Estos Evangelios no son los primeros documentos cristianos escritos: las
cartas de Pablo son muy anteriores. Según O. Culmann, es probable que
Pablo escribiera su carta a los Tesalonicenses en el 50 d. C., y que ya hubiera
desaparecido algunos años antes de la finalización del Evangelio de
Marcos.
Pablo es la figura más controvertida de la Cristiandad. La familia de Jesús
y los apóstoles que se quedaron en Jerusalén, en el círculo presidido por
Santiago, le consideraban un traidor al pensamiento de Jesús. Pablo creó el
Cristianismo valiéndose de aquellos que Jesús había reunido en tomo suyo
para propagar sus enseñanzas. Pablo no había conocido a Jesús y legitimizaba
su misión diciendo que Jesús, resucitado de entre los muertos, se le había
aparecido camino de Damasco. Es razonable preguntarse qué habría sido
del Cristianismo sin Pablo, e innumerables serían las hipótesis al respecto.
Sin embargo, en lo que se refiere a los Evangelios, podría afirmarse con
certeza que, en caso de no haberse dado este conflicto entre las dos comunidades,
no tendríamos los escritos que han llegado hasta nuestros días.
Aparecieron en un momento álgido de la contienda entre ambos grupos.
Estos ‘escritos de combate’, como los denomina el Padre Kannengiesser,
surgen de una gran cantidad de escritos que existían sobre Jesús. Y ocurrió
cuando las ideas de Pablo sobre la Cristiandad habían definitivamente
triunfado y creado sus textos oficiales. Estos textos constituían el ‘Canon’
que condenaba y excluía como heterodoxos a todo tipo de documentos que
no estuvieran de acuerdo con la línea adoptada por la Iglesia.
Los Judeocristianos desaparecieron de la historia como comunidad
influyente, pero todavía se oyen voces que hablan de ellos englobándolos
bajo el término general de ‘judaizante’. Así es como el Cardenal Daniélou
describe su desaparición:
“Cuando fueron segregados de la Gran Iglesia, que poco a poco iba
liberándose de las vinculaciones con el Judaísmo, desaparecieron con
gran rapidez en Occidente. No obstante, en Oriente se pueden distinguir
pequeños grupos en los siglos III y IV d. C., especialmente en Palestina,
Arabia, Transjordania, Siria y Mesopotamia. Hubo algunos que pasaron a
engrosar la filas de la Gran Iglesia sin abandonar los restos de la cultura
semítica, y que aún perduran en las Iglesias de Etiopía y Caldea” 70.
 
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