| suprasensible, en cierto modo va a conocerlas solamente en su aspecto espiritual-anímico exterior. En cambio, si se eleva del conocimiento imaginativo al de la inspiración, llegará a oír lo que ellas mismas le comunican. Habrá entonces realmente un contacto directo con estas entidades. Ellas le comunican desde su propia interioridad lo que son y quienes son. Debido a ello, la inspiración es un grado de conocimiento superior a la simple imaginación; y cuando se asciende a la inspiración, se llega a saber mucho más de lo concerniente a los seres del mundo espiritual-anímico, que lo alcanzable por medio del conocimiento imaginativo. Un grado de conocimiento aún superior es la intuición, no en el sentido habitual de la palabra con que suele llamarse "intuición" a todo lo confuso que se le ocurra a una persona, sino en su verdadero significado según la ciencia espiritual. Para esta ciencia, la intuición es un grado de conocimiento para el cual no es suficiente escuchar lo que las entidades comunican al hombre por sí mismas, sino en que él llega a la unificación con estas entidades, sumergiéndose en la propia naturaleza de ellas. Es un grado muy elevado del conocimiento espiritual, pues requiere ante todo que el hombre haya desarrollado en si mismo el amor hacia todos los seres; y que no haga distinción entre él y las demás entidades del ambiente espiritual, sino que haya derramado, por así decirlo, su propio ser en todo el ambiente espiritual. De modo que verdaderamente no se halle más fuera, sino dentro de las entidades mismas con las que se relaciona espiritualmente. Y como esto sólo puede ser en el caso de un mundo divino espiritual, se justifica plenamente el término "intuición", esto es, "estar en Dios". Así se nos presentan por ahora los tres grados de conocimiento del mundo suprasensible: la imaginación, la inspiración y la intuición. Naturalmente, el hombre tiene la posibilidad de adquirir estos tres grados del conocimiento suprasensible. Pero también puede ser, por ejemplo, que en una determinada encarnación se alcance solamente el grado de la imaginación, en cuyo caso permanecen ocultas las regiones del mundo espiritual que sólo son accesibles a la inspiración y la intuición. En estas condiciones, el hombre es un "clarividente". En nuestros tiempos no es usual que los hombres adquieran los grados superiores del conocimiento suprasensible, sin antes haber pasado por el grado de la imaginación; de modo que en las condiciones actuales difícilmente puede suceder que alguien "omita", en cierto modo, el grado de la imaginación, para ser conducido directamente a la inspiración o a la intuición. Mas lo que actualmente no sería lo correcto, pudo suceder en otras épocas de la evolución de la humanidad, y efectivamente solía suceder. Hubo épocas en que los distintos grados de conocimiento estaban repartidos, en cierto modo, entre varios individuos; o sea, la imaginación por un lado, la inspiración e intuición por el otro. Así existían Misterios donde había personalidades con el ojo espiritual abierto; de tal manera, eran clarividentes para el ámbito de la imaginación, es decir, tenían acceso al mundo simbólico de las imágenes. Debido a que esos hombres, dotados de la clarividencia señalada, se decían: "Para esta encarnación renuncio a los grados superiores de la inspiración e intuición", eran capaces de percibir exacta y claramente dentro del mundo de la imaginación. Se habían ejercitado particularmente para la percepción en ese mundo. Pero para ello les hacia falta algo más. Quien se limita a la percepción en el mundo de lo imaginativo y renuncia a penetrar en el mundo de la inspiración y la intuición, vive, en cierto modo, en la incertidumbre. Este mundo de lo imaginativo fluye y es, por decirlo así, "sin orillas", y si el hombre queda abandonado a sí mismo, flota en él con su alma sin tener exacto conocimiento de una dirección y de una finalidad. Por esta razón, en aquellos tiempos y en los pueblos donde determinados hombres habían renunciado a los grados superiores del conocimiento, fue necesario que esos hombres clarividentes para la imaginación se vinculasen con absoluta devoción a sus guías, a aquellos que habían desarrollado la facultad de la visión espiritual de la inspiración y de la intuición. Sólo la inspiración y la intuición dan la certidumbre en el mundo espiritual, para saber exactamente: "Este es el camino que conduce a la meta". En cambio, si no se posee el conocimiento inspirativo, no se puede saber: "Este es el camino que me conduce a la meta". Y si ello no puede saberse, uno debe confiarse al conocedor que indica la dirección. Con toda razón, se ha insistido en muchos lugares que quien ascienda al conocimiento imaginativo debe vincularse íntimamente al "gurú", quien lo guía y le indica la dirección y la meta para sus experiencias. Por otra parte, ha sido útil en cierta época (no más, en la actualidad), hacer "saltear" el grado del conocimiento imaginativo a determinados hombres, para conducirlos directamente al conocimiento inspirativo o bien, si era posible, al conocimiento intuitivo. Ellos renunciaban a percibir los aspectos imaginativos del mundo espiritual circundante, sólo se entre-
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